Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos atraviesan una nueva etapa. El bloqueo económico que lleva pesando sobre la isla desde hace 50 años, parece que está llegando a su fin. La apertura del comercio, de los flujos de información, la libre circulación de bienes y servicios, las facilidades para el desplazamiento intercontinental, son algunos de los pilares que sostendrán los acuerdos futuros entre ambos países. Las mejoras, si es que las hay, tendrán un efecto positivo entre los negocios privados que están emergiendo en la isla, pero también en los dos millones de cubanos y cubano – estadounidenses que viven en Florida y que desean ver cómo resurge la esperanza en el país donde tienen sus raíces.
La opinión en occidente es unánime sobre las restricciones que padecen los cubanos y creen que el acercamiento a Estados Unidos traerá una mayor garantía de derechos humanos y un saneamiento de la calidad del sistema político que priva a la sociedad civil de la obtención de autonomía y poder. Pero mientras tanto, los magnates del azúcar observan el proceso con los dientes afilados, tanto los que viven en Miami como los que quieren crecer en la isla. Ya está esperando para aprobarse la determinación de exportar maquinaria agrícola para apoyar el desarrollo de estas cooperativas.
No obstante, la medida está causando disensiones en el seno de la comunidad cubano – estadounidense. Las personas que nacieron después de la caída de la URSS, en los años 90, están ilusionadas, pero los ancianos que llegaron en balsa o en un bote hace décadas, no confían en la nueva artimaña de los hermanos Castro. Ellos vivieron los años más traumáticos, siguen recelosos y hasta consideran que Obama les está traicionando. Las nuevas generaciones no conocen aquella Cuba que dejaron y para ellos es diferente. Si retrocedemos en la historia, podrían investigarse los motivos que explican cómo ha evolucionado la sociedad cubana desde que adquirió la independencia y cuáles han sido los factores que empujaron a los opositores del régimen de Castro a emigrar.
Era colonial y República
Durante el siglo XIX la clase privilegiada sobresalía del resto a costa del trabajo esclavista. Dos mundos se consolidaron en la isla: el de los hacendados y el de los esclavos, las jerarquías estaban marcadamente diferenciadas. La emancipación del Imperio Español fue obra de la población criolla y ellos se adjudicaron el mérito ocupando más adelante los altos cargos del Gobierno, aunque detrás de cada nombramiento se encontraban los ministros estadounidenses, que tomaron sin vacilaciones las riendas de su protección militar, para luego, en la sombra, tejer una red de favores con sus nuevos clientes en la isla. Ellos persuadieron a la población para que les permitieran ocupar temporalmente los bastiones militares y tomaran cuarteles y fortificaciones, abandonados previamente por los españoles.
Tras la independencia, las viejas estructuras sociales pervivieron, y los dirigentes de la república proclamada en 1902 tuvieron vía libre para cometer todo tipo de tropelías, confabulados con los empresarios estadounidenses que invertían en la isla y exportaban sus capitales. Todo apuntaba a que la idea de exprimir los recursos de Cuba estaba en los planes de Estados Unidos antes de que iniciaran las maniobras de guerra contra España. Roosevelt dijo que se inmiscuyeron en los asuntos internos de la isla para emprender en principio una labor prospectiva y saber si los cubanos eran felices. Daba la impresión de que si Cuba entró en la órbita imperialista de Estados Unidos, era en contra de su voluntad, sin que hubiera otra salida viable a la crisis que sufría, ya que según opiniones norteamericanas, ellos se limitaron a socorrer a un país maltrecho por la guerra. La oposición, aparte de fraguarse en el entorno rural, también existió de manera organizada en las ciudades con la introducción de las ideas sindicalistas llegadas de la mano de los anarquistas inmiscuidos entre los 800.000 españoles que fueron llegando hasta 1932.
La población negra seguía excluida, aunque no por ello se la privó de recompensas por participar en el Movimiento Liberal. Según Richard Gott, los negros constituyeron cabildos, construyeron teatros, bibliotecas, bancos de crédito, fundaron periódicos y combatieron la segregación racial, aunque la población blanca los consideraba obreros incapaces de intervenir en política, inconscientes, que si no los controlaban, podrían prender la mecha de una revolución al estilo haitiano. El descontento aumentó cuando empresarios norteamericanos invirtieron en ferrocarriles, plantaciones de azúcar y tabaco, fabricación de tejidos y enviaron banqueros, comerciantes e ingenieros. Estos no hicieron otra cosa que recrudecer las prácticas opresivas, por lo que la primera tentativa revolucionaria tuvo lugar en las haciendas y las zonas azucareras.
Cuando Batista cocinó el golpe de Estado desde los rangos más inferiores del Ejército y los soldados de origen obrero, promovió la justicia social, aunque con el tiempo los altos mandos se lucraron a manos llenas con los fondos del Tesoro y otra vez la corrupción campeó en palacio. Estados Unidos aceptó la política de Batista, e incluso firmó acuerdos que durante su mandato se revelarían severamente perjudiciales. La isla pasó a ser monoproductora de azúcar, y si el Gobierno modificaba las cuotas, lo iban a lamentar porque perderían compradores y toda la población se hundiría en la pobreza. El espacio aéreo, marítimo y terrestre fue un libre teatro de operaciones para los marines estadounidenses. Cuando implantó la dictadura, Batista suprimió varias garantías constitucionales y se adhirió al servilismo de otras naciones hacia Estados Unidos para perseguir y erradicar el comunismo. Suprimió el derecho de huelga, restableció la pena de muerte y ejecutó sin miramientos a los insurrectos de la expedición al cuartel Moncada, algunos solo por sospechosos. El juego emergió como la espuma cuando pasó a controlarlo Meyer Lansky, número dos de la mafia estadounidense.
La Revolución
La Revolución de Castro pretendió eliminar la desigualdad social y devolver la soberanía al pueblo. Él se proclama defensor del pueblo y mientras estuviera al frente, no habría facilidades para que empresarios y terratenientes fatuos se adineraran. La primera reforma fue para la propiedad agraria, que se redistribuyó de forma que los arrendatarios tuvieran derecho sobre las tierras que trabajaban y los malversadores fueran expropiados para que las rentas se destinaran a obra benéfica o a pagar los retiros de los obreros. Las nacionalizaciones, como las de las grandes compañías de la electricidad y el teléfono, surgieron para que estos servicios fueran accesibles a la sociedad. En el plano internacional, Castro busca aliados en la URSS, con principios políticos similares, que defendieran el orgullo nacional antes que el éxito económico individual.
La particular visión de Castro sobre el país que quería, hizo que muchos alabaran su obra, sobre todo cuando pretendió devolver la dignidad que habían perdido los ciudadanos tras las ingerencias norteamericanas. En este sentido, lo que hizo fue borrar de las calles los burdeles, las casas de juego y la lotería nacional, fijó un salario mínimo para los cortadores de caña y redujo los precios de las medicinas y las tarifas telefónicas. Proscribió los latifundios, un total del 40% de la propiedad agraria fue fragmentada y las canjeó a sus dueños por bonos de 4,5%, salvo en plantaciones de azúcar y arroz. Fidel era el amigo incondicional de los oprimidos y preconizó una cruzada de odio y rencor contra las elites del régimen anterior, algo que los emigrantes nunca perdonarían. La URSS estrecha relaciones con Cuba cuando acuerda comprar gran parte de la producción de azúcar y permite que se adhiera al COMECON, una organización de cooperación económica entre países socialistas, que tenía por aquella época a Brezhnev a la cabeza. Los flujos de dinero llegaron incesantemente y se destinan a costear las fuerzas armadas y los servicios de sanidad y educación.
En la otra orilla, los exiliados intentaron ocupar militarmente la isla, con el respaldo estadounidense, pero ninguno tuvo éxito. LA CIA aprueba un desembarco en Bahía de Cochinos con soldados cubanos residentes en Florida el 15 y 19 de abril de 1961, que luego resultó fallido. A tenor de los hechos, Kennedy decretó el embargo, la prohibición de comercio de cualquier género con Cuba y retiró la seguridad, entregando el Mar Caribe a los piratas. La clase media liberal es la que emigra por el giro radical del país hacia el comunismo. Gott afirma que la estabilidad política de la isla se explica por el desarraigo de la oposición y la ausencia de líderes en el interior. Buscaban alternativas y no querían conformarse con la austeridad socialista. Esta experiencia aventurera fue vivida por muchos jóvenes. 125.000 cubanos, entre abril y octubre de 1980 partieron de puerto Mariel tras las repentinas caídas del precio del azúcar cubano. A colación, la Revolución recibió críticas y mala publicidad y más cuando muchos de los emigrantes procedían de prisiones y manicomios. También dañó la imagen de quien les abrió sus brazos, el presidente Carter. Con el tiempo, estos emigrantes añoraron la tan lograda cobertura social de su país, pero varios de ellos prosperaron. A mediados de los 80, dice Gott, había 700 millonarios de origen cubano en Florida, propietarios de supermercados, restaurantes, joyerías, fábricas de muebles, panaderías, escuelas privadas, expendedurías de tabaco, abogados, banqueros y grandes terratenientes.
El varapalo al edén castrista vino en los años 90, cuando el campo soviético se derrumbó. Comenzó el denominado “periodo especial”. El país retrocedió prácticamente a la Edad de Piedra, simplemente porque la URSS dejó de importar azúcar y enviar petróleo y gas barato al centrar sus intereses en liberalizar el comercio con los países occidentales. En la isla no había nada que vender, ni nada con lo que hacerse hueco en el mercado internacional, la sociedad se empobreció y el número de migraciones aumentó. La situación revistió urgencia y Castro, desesperado, decidió montar tiendas lujosas en las ciudades e imprimió un dólar para que el turista pudiera adquirir estos artículos. Como estimación, tres días de salario de un cortador de caña costaba una barra de desodorante o un litro de leche en estas tiendas. La producción de materia prima cayó estrepitosamente y se notó en la economía doméstica, cuando las familias dispusieron de menos productos. En suma, el PIB cayó hasta el 14%, 300.000 bueyes sustituyeron a 30.000 tractores soviéticos y carros tirados por caballos a los automóviles.
El gobierno de Castro otorgó prioridad a garantizar el suministro básico de alimentos y combustibles para evitar la hambruna, aunque no la desnutrición. La austeridad implicó racionar alimentos y ropa y se cerraron industrias que dependían de la importación. Sin embargo, a pesar de los fracasos, la educación y la sanidad eran mínimos que siguieron cubiertos sin condiciones. La Constitución modificó la transferencia de propiedades estatales a empresas conjuntas con socios extranjeros de hasta el 49%. Hubo una tentativa de abrir bares, pero el Gobierno los cerró a los dos años porque era inadmisible que los dueños cobraran sólo más de 1.000 pesos al día sin ni siquiera haber ayudado al servicio. Castro hizo ver al pueblo que el capitalismo, en todas sus facetas, suprimiría todas las conquistas sociales adquiridas hasta el momento y por eso descartó la liberalización de los precios, los programas de mercado libre y de bienestar que no contaran con el pueblo y a la par creara desigualdades. Lentamente comenzó la economía a emerger del abismo, aunque muchas Unidades Básicas de Producción se abandonaron, como explotaciones avícolas y centrales lecheras. China suministró un millón de bicicletas y uniformes para escolares, pero la presión se incrementó hasta el punto en que los periodistas predijeron el final del castrismo en aquellos años 90. Todo se complica aún más cuando el presidente Clinton firma la Ley Helms Burton, que endurece el embargo y advierte a cualquier compañía comercial no estadounidense de que puede ser vetada de comerciar con Estados Unidos si importa mercancías de Cuba.
Actualidad
Los cambios apenas han llegado desde aquella depresión económica. El Gobierno controla las fuentes de riqueza, ordena a quién vender y por cuánto. Las tiendas de abastos están contadas y los clientes deben permanecer mucho tiempo en las filas para hacer sus compras. Algunos sobreviven con el dinero extraído del mercado negro, aunque la educación y la mayoría de sus comidas están cubiertas. Las empresas privadas se tratan de vendedores ambulantes que transitan por las calles de las ciudades, en teoría prohibidas. La meta del comunismo es crear una sociedad perfecta, una sociedad donde unos cuidan de otros y nadie recibe un trato especial. Los médicos cobran diez dólares más que un obrero y en las plantaciones, los obreros viven en apartamentos que el Estado habilita para ellos.
En el documental de Karin Muller “El lado secreto de Cuba”, aparece una visión a pie de calle de cómo viven los cubanos a día de hoy. Antes de la revolución el 60% de cubanos eran analfabetos y ahora el 97% sabe leer, aunque sólo tienen acceso a libros puestos en circulación por el régimen y a la prensa partidista. La gente se jubila a los 65 años, pero la pensión es insuficiente y salen a vender periódicos o a reciclar latas y botellas para luego venderlas como amasijos de materia prima, pero todos ellos son honestos y prefieren hacer esto a robar. El reciclaje es muy común en Cuba. Los coches que conducen los más privilegiados, son de los años 50 y cada día que los quieren poner en marcha, tienen que hacerles un arreglo o cambiarles una pieza. El transporte público es el más asequible, aunque los viajeros están casi hacinados y los vehículos, de importación china y soviética, se caen a pedazos. También se ven bicis – taxis y carretas de caballos. La publicidad no es admitida y los conciertos están organizados por el Estado, una vez al mes, de forma gratuita.
El turismo lo abrió Castro a pesar de su temor a que las ideas extranjeras se filtraran. Los paraísos tropicales de sus playas otorgaban una oportunidad para ingresar dinero extra y por eso la parte antigua de La Habana se renovó, iglesias y monasterios incluidos. El Estado destinó fondos para construir resorts con hoteles, donde un autobús turístico cuesta 25 veces más que uno local y una botella de agua cuesta más que lo que gana el barman que lo sirve en un día. Aquí se pueden comprar marcas occidentales, probar exquisitos manjares. Son lugares tan diametralmente opuestos al hábitat de los cubanos y a los principios políticos del régimen, que ningún ciudadano tiene permitido merodear por sus calles.
Pero la sociedad cubana puede presumir de no tener desempleados en la seguridad social, a pesar de la pobreza y la baja calidad de vida que reina sobre la población –a ojos del hombre occidental–. La prostitución se condena y es el país con más médicos y profesores per cápita del mundo. De esto se vanagloria Castro y por eso no dudaba en señalar la crueldad de Estados Unidos de rendirlo por hambre y enfermedad debido a su reticencia en venderles alimentos, medicinas, maquinaria o concederles facilidad financiera. Ante tales presiones, el gobierno de Castro prefiere articular la sociedad con normas morales y no con estímulos económicos.
Bibliografía:
Libros:
– GOTT, RICHARD (2007), Cuba. Una nueva historia. Madrid, Akal
– PIQUERAS, JOSÉ A. (2005). Sociedad Civil y poder en Cuba. Colonia y poscolonia. Madrid, Siglo XXI
Documental:
– “Cuba’s secret side” de Karen Muller.
Iván Dueñas Villamayor. Toledo.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Abril 2015.