Gotham permanece en bancarrota – por Pablo Jiménez

Dentro de la historia de la manipulación merecen especial atención los cómics, pues su riqueza y fiel reflejo de los valores occidentales, normalmente desde un plano conservador, es realmente sorprendente.

Han sido siempre un instrumento más del gobierno y de los poderes fácticos para difundir su ideal.

«Los cómics han utilizado a su estilo distintas formas de mostrar su “patriotismo” de una manera violenta», y han reflejado de forma habitual una actitud claramente patriota y defensora de la moral americana. «Los dibujos animados intentaron mostrar a los chicos todas las falencias de sus enemigos, ya sea mofándose de ellos o involucrándolos en la vida diaria de cada régimen; en un sentido podría hablarse de una indoctrinación a odiar al enemigo, mostrando fuertemente el punto de vista del autor, ya sea Walt Disney o la Warner Bros» (*1).

De este modo, desde que apareció el Capitán América en portada golpeando a Hitler, por medio de Timely Comics, la precursora de Marvel, la fantasía de las tiras cómicas ha solido ser portadora de un modelo de comportamiento social afín al dictaminado por la cúspide.

A medida que han avanzado los tiempos, el enemigo ha variado pero el mensaje sigue siendo el mismo: América y su ideal han de prevalecer, y el enemigo, nuestro archienemigo, podrá cambiar de máscara pero por norma es aquel que se opone a los intereses de la nación, de nuestra nación (y nuestras empresas).

Siguiendo el inexorable paso del reloj de arena, veremos como la causa de la guerra y de una situación degradante nunca es mostrada, y como se instiga un mensaje que en algunos casos supera la xenofobia, lo que se podía ver con nitidez en los cómics americanos de la Segunda Guerra Mundial, que mostraban a los Japos como «petisos, dentudos, con (*2) ojos achinados (…), cara diabólica y un bigote de connotación maligna», al igual que hacía la propaganda nazi con los judíos (*3).

Tras la guerra, ya alejados del frente, los superhéroes americanos actuaron dentro de las propias fronteras luchando constantemente contra el crimen, sin entrar nunca a evaluar el porqué del mismo, su verdadero origen, salvo en algunas ocasiones en las que por comprensible que éste fuera no podía ser disculpado y el malo habría de ser castigado —tal y como decía el lema de The Punisher; si eres culpable estás muerto—. No obstante, la Guerra Fría estaba ahí, y el cómic no se limitaba a combatir al delincuente patrio sino que de puertas afuera mostraba al soviético como un ente vil e inhumano, como hizo Tournai Casterman, autor de Tintín, en Tintin in the land of the Soviets, en el que los comunistas parecían adquirir cierta forma inhumana y demoníaca en su representación. También se ha de destacar que los creadores de Linterna Verde y Hulk, en época del Telón de Acero, manifestaron, quizá de forma inconsciente, el temor al Terror Nuclear y la angustia emergente de la paradoja del sistema social establecido, reflejando cierta dosis de crítica, como hicieron con la pareja constituida por Linterna Verde —personaje favorito de Sheldon, en The Big Bang, que sin duda muestra con sus procederes y pensamientos una clara actitud conformista y fiel a la América del elefante— y Flecha Verde, defensor de los intereses del pueblo (*4), y, por otro lado, Hulk, víctima de la radiación nuclear y de los rayos Gamma (*5).

Tras el 11-S el cómic volvió a sus orígenes; el Capitán América ha despertado y ha vuelto con más fuerza que nunca. Los atisbos de crítica social que pudo haber han desaparecido y el cómic se ha puesto de nuevo al servicio del establishment.

Prueba de ello es la novela gráfica realizada, bajo petición de las instituciones de poder norteamericanas, por los incondicionales del cómic Sid Jacobson y Ernie Colón, en la que se transmite la versión oficial, por supuesto, de lo acontecido el 11 de Septiembre de 2.001, tratando de despertar el orgullo americano (*6) y haciendo una oda a ese nuevo arquetipo de héroe americano; el bombero.

También dan fe de este despertar acrítico el especial Real Heroes, de Marvel, en el que el increíble Hulk aparece en portada sosteniendo con orgullo la bandera de las barras y estrellas, y Batman en incesante búsqueda de un villano que hacía temblar Gotham con sobres de Ántrax, así como The spirit of America —una edición limitada de 2.500 ilustraciones de Jim Steranko—, en la que podemos ver al Capitán América más patriota que nunca y «abiertamente dispuesto a luchar por la causa», en el que Marvel, junto con el resto de empresas promotoras ahora al servicio del Pentágono, afirmaron sin tapujos que «tras la estela de muerte y destrucción terrorista, América se ha reunido con un sentido renovado del patriotismo y una poderosa resolución para proteger la libertad de la nación» (*7). Toma ya.

En lo tocante al poder de influencia, los cómics han sido, y son, un excelente medio para transmitir el Ameritan way of life.

En la mayoría de los casos no es algo que surja de manos del Pentágono motivado por un fin previamente diseñado, sino que transmiten un mensaje representativo de la cultura en la que son creados y que, de este modo y por sus características de transmisión del mensaje —por medio de dibujos y de personajes arquetípicos—, pueden resultar de utilidad a la hora de que el gran público interiorice un concepto del mundo y no otro.

De este modo, los cómics habitúan en su mensaje a «la idea de que la raza blanca es la mejor, de que las agencias de inteligencia yanquis están allí para cuidar el orden en el planeta, de que los barbudos de verde oliva son peligrosos, en tanto que es normal un individuo como El Fantasma, con overol y traje de baño en plena selva africana; de que, en suma, todo lo que viene de los Estados Unidos (…) es como si viniera del cielo. Del mismo modo, en su inconsciente, perdura la imagen del mundo como un gigantesco “arsenal de mercancías”, (…) ¿No es todo esto ideología en estado puro?» (*8).

Siguiendo las magníficas tesis de Ludovico Silva (*9), podemos encontrar todo un entramado de misticismo neocapitalista y neocolonialista simplemente al ojear las aventuras de los superhéroes bajo cierta mirada crítica, de forma que cuando nos entretenemos leyendo El Fantasma el mensaje de fondo que nos transmite el cómic es que el hombre blanco continúa con su incómoda, pero digna y necesaria labor, de «culturizar a los aborígenes» —en este caso pigmeos—; con Mandrake, que vive en una suntuosa mansión y que comienza siempre sus aventuras «leyendo el periódico en traje de baño, junto a una gran piscina, en compañía de Nard», al estilo Playboy americano, vemos a un héroe que «está oficialmente encargado de hipnotizar a los países del Tercer Mundo, misión que comparte con la televisión y que consiste, sustancialmente, en hacerles creer a nuestros países que la miseria puede superarse con la pura imaginación»; con la familia Donald, por variar de estilo que no de fondo, entre la que destacamos a Rico Mc Pato, «cuyo apellido lo sitúa en sectores elitescos (a los que no pertenece el Pato Donald, cosa muy significativa)», que es el ideal de hombre de negocios capitalista y que tiene como obsesión enderezar a su sobrino, el Pato Donald, «al que somete y humilla diariamente, con esa tiranía singular del que cuenta con sus semejantes como medios de producción», teniendo como didáctica de fondo, ni más ni menos, difundir, no sin cierta carga de ironía que suavice el mensaje, el modelo del «hombre que se hace rico a costa de la miseria de otros» (*10). Finalmente, cómo no, hemos de hablar del gran Superman, el cual, siguiendo mi propia interpretación, lleva una doble vida, obvio para todos, pero que no deja de ser curiosa. Cuando él es humano su personalidad es la de Clark Kent, un hombre tímido, torpe, bonachón y sumiso que tiene un Superman dentro, que no es otro sino él, y que lo reprime constantemente para adaptarse a una sociedad que le requiere así. Vale que el hombre de Kripton nos salve de los supervillanos, pero tú, Clark, si quieres estar con nosotros, junto a nosotros, debes ser fiel a nuestro sistema, dócil, obediente, acrítico y no molestar mucho, no vaya a ser que te despidamos. Es decir, el hombre de occidente ha de ser un neurótico aborregado que mantenga su fuerza interior bien reprimida.

Por último —sí, ya sé que le dije finalmente con Superman pero espere, que me acaba de venir a la mente— habríamos de hacer mención de dos personajes que son más actuales que nunca, a saber; Spiderman y Batman. ¿Cómo dejar nuestros queridos cómics sin hablar del bueno de Peter Parker y del humilde megalómano Bruce Wein?

El hombre araña, perdón Spiderman, es un tío que mola: salta entre edificios con sus telas de araña de diseño, lleva un traje apretado que marca su fornido torso, ha salvado al mundo más de una docena de veces y tiene loca a Mary Jane. No obstante, su álter ego, el humano, es un personaje que la cultura yankee trata como Loser (*11); es incapaz de ligarse a la chica, le toman el pelo, es adoptado, pobre y un becario permanente que a pesar de ser en realidad el propio Spiderman es incapaz de hacerle una foto a éste salvo honrosas excepciones. Este hombre, que no es más que una actualización de Superman, refleja en su quehacer diario una actitud y un tipo de personalidad amolde a la de Clark Kent; es tímido con la chica, incapaz de enfrentarse a un jefe tirano y, en apariencia, carente de agallas, es decir, un buen ciudadano.

Además, acorde a ese patrón social, no muestra lucha abierta a la hora de enfrentarse al sistema cuando ve que éste está ahogando a su querida tía y a él mismo, sino que, a pesar de ciertos arrebatos de ira, acaba aceptándolo como algo inamovible. El mercado es el mercado y está por encima incluso de los superhéroes mutantes.

Batman es la antítesis. Es un personaje que es guay con disfraz y sin él. Bruce Wein, su álter ego de sociedad, es un multimillonario que es mimado por un criado —sólo uno, ¿cómo puede limpiar su mansión?, ¿se lo ha preguntado alguna vez?—, que le adora como los esclavos amaban a sus dueños en la antigua Roma, y que disfruta de una vida de lujo inconmensurable, sin que nadie sepa muy bien en qué trabaja. Sí, está claro que tiene que tener alguna empresa —o mil—, pero cuál. Lo cierto es que para tener un Batmóvil, un Batcaza y un Batgaraje tienes que ser un alto cargo en HSBC o importar productos fabricados por niños chinos a la orden de 20 centavos la hora, pero eso no viene al caso. Lo cierto es que no deja de ser un yuppie que se aburre, de forma que para matar su pesar, la tediosa vida del acaudalado, se pone mallas negras por la noche y combate a los criminales con puño de hierro, como si de un drag queen entrenado por el Mossad (*12) se tratase.

Estos personajes, de forma irremediable a mi juicio, nos deberían llevar a plantearnos una serie de cuestiones:

1. ¿Tienen una homosexualidad soterrada, pánico a las mujeres o simplemente son fieles seguidores del Partido Republicano (o las tres cosas)? Exceptuando al triunfador Weine, ni Parker ni Kent se acuestan con mujeres. En contra tienen una relación de pesadilla con una mujer a la que aman en silencio, mostrándose siempre distantes con el sexo contrario. La verdad es que siguiendo tal modelo son ejemplos a seguir según el patrón conservador americano.

2. ¿Les importa realmente el mal en el mundo?, ¿quieren que en éste reine la paz? Yo, sinceramente, creo que les importa un carajo. No sé ustedes, pero yo alguna vez he pensado que si fuera Superman iría a por Botín, Chenney, Bush, Blair, Aznar y Zapatero, acabaría con el Imperio del Mal de empresas como McDonald, Monsanto y Pfizer, distribuiría los recursos de forma equitativa y acabaría con la pobreza en el mundo. ¿Quién te lo va a impedir? Es cierto, tiene usted razón, ahora entiendo que no lo hagan. ¿Se imagina a Superman tomando tales medidas? En menos de un mes tenemos a los africanos trabajando 18 horas diarias para fabricar Kriptonita a granel y a Intereconomía relacionando a Stalin, Mao y Kim Jong-un con el hombre de la capa roja.

3. ¿Por qué Bruce Wein no invierte en el futuro de Gotham? Seamos claros, si por algo se caracteriza la ciudad es por haber un crimen desmesurado, carecer de buen suministro energético —siempre está oscura— y tener edificios faltos de color; todos son grises. La gente de Gotham es pobre, Wein no. Seguramente con invertir el 10% de su dinero en la ciudad la mitad del crimen desaparecería; se harían colegios, programas de reinserción social, se avanzaría en I + D, los edificios serían rehabilitados y habría farolas que iluminasen la calle de noche, incluso puede que se hiciera un parque, que buena falta le hace a la ciudad. De ser así pasarían dos cosas, las dos buenas para Batman; podría tener una relación de futuro con la mujer que quisiera —para eso es rico, guapo y con estilo— y dormir por las noches —lo que nos lleva a una nueva pregunta, ¿cómo es posible llevar un imperio multimillonario de día y luchar contra el crimen por la noche?, ¿por qué Wein no tiene ojeras?, ¿…?—. La verdad es que nuestro yuppie tiene su propio modo de ver las cosas. Lo comentado está muy bien, pero él prefiere mantener a su criado a su servicio sin contratar otro asistente que le ayude —que eso cuesta pasta y más si hay que pagar seguridad social—, tener pobres contra los que luchar, acostarse con cuantas más mejor y no dejar su Batmóvil en el garaje ni un solo día que hay que lucirlo. ¿Por qué? Pues simplemente porque el día que baje la delincuencia en Gotham, Wein se suicida; el pobre es la droga que le mantiene vivo, con energía, es su Revital (13).

Anotaciones

1. Geria, José Andés. Superhéroes a la guerra. El comic y el dibujo animado como propaganda política en los Estados Unidosenlace.
2. Cursivas del autor.
3. Geria, José Andés. Superhéroes a la guerra. El comic y el dibujo animado como propaganda política en los Estados Unidosenlace.
4. Ídem.
5. Ídem.
6. Gay, N. (12/09/2006). 11 – S: el cómic como instrumento de propaganda. El Confidencial.
7. Ídem.
8. Silva, L. (1977). Los “comics” y su ideología, vistos del revés. En Silva, L. (1977). Teoría y Práctica de la Ideología. Editorial Nuestro Tiempo, Colección La Cultura Al Pueblo.
9. Ídem.
10. Ídem.
11. Perdedor.
12. Los Servicios de Inteligencia israelíes.
13. Medicamento energético.

Pablo Jiménez Cores. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 29 Enero 2015.