El año 2015 da la bienvenida a un acontecimiento de gran envergadura. Celebramos la conmemoración del IV Centenario de la publicación de la II parte del Quijote, obra cumbre de la literatura española. Está previsto organizar actos, exposiciones y espectáculos en muchos puntos del país. Nunca una imaginación tan fecunda como la del caballero de la Triste Figura ha sido tan vitoreada a lo largo de los siglos. Pocos han sido los que han asimilado las enseñanzas de sus aventuras, pero los que han resuelto entuertos, desaguisados e injusticias de manera filantrópica, han protegido a los débiles del poder estatal, ahora son leyenda y sostienen el orgullo de todo un pueblo. Fue gente que delinquió, como los bandidos y las personas procesadas por sedición, por desobediencia al orden imperante, pero vivieron para desafiar a la elite gobernante y no por ello hay motivos para descalificar sus acciones. – seguir leyendo
Sección SinRazón y Letras
El Surrealismo de Salvador Dalí… y Don Quijote
por Iván Dueñas
Por si alguien no recuerda, la obra de Cervantes alcanzó popularidad con el surgimiento de la “leyenda negra”, un intento por parte de los enemigos del reino de España de promover una campaña difamatoria contra las costumbres de sus súbditos, así como la intolerancia de los jefes militares que perpetraron las conquistas en América y la crueldad de la Inquisición y sus fanáticos disidentes. Aparte de los pensadores que vivían en los reinos más hostiles, principalmente Inglaterra, Holanda y los principados alemanes de la Reforma protestante, el grupo de escritores españoles que concentraba la opinión pública vertió también ríos de tinta sacando a la luz relatos satíricos y novelas de género picaresco, rebosantes de ironía y protesta que delataban los males de la sociedad de entonces. Cervantes reflejó en sus novelas cómo eran los suburbios de las ciudades y el mundo del hampa, pero otra cosa que no soportaba era la erudición pedante e hiperbólica que critica cuando Don Quijote se encuentra a personajes no menos “quijotescos” que él. Por los parajes que visita desfilan las especies representativas de aquella fauna social del siglo XVII. En los asuntos de todos ellos se inmiscuye el hidalgo para hacer justicia, empuñando si era preciso sus deslustradas armas. Pero si había algunos enemigos que le perturban pero amaba al mismo tiempo, esos eran los libros de caballería. Su celo por estos libros le conduce a buscar aventuras para confrontar con las que ha leído. Los fervientes anticatólicos que necesitaban razones para argumentar los nuevos movimientos religiosos. De manera que Castilla daba ejércitos por un lado y libros autodestructivos por otro, los cuales Europa esperaba con avidez.
Dalí también deseó como el que más convertirse en leyenda. Si viviera en el siglo de Oro, estaría encantado de codearse con Quevedo, Góngora, el Greco, el mismo Cervantes y todo el elenco de grandes críticos y se reuniría con ellos en los mesones que solían frecuentar. Su rebeldía y disconformidad hacia el sistema le hizo reaccionar y fue expulsado de varias academias de Bellas Artes. Entre otras, la Real Academia de San Fernando, en 1923, por encabezar una protesta estudiantil contra la no concesión al pintor Daniel Vázquez Díaz de la cátedra de pintura. Los clichés, el funcionamiento del entramado administrativo y las ideologías eran conceptos que no iban con él. Su obra pictórica fue un revulsivo que contradecía incluso los fundamentos del Surrealismo. Eran dibujos espontáneos, ajenos al dictado de la razón, claros en su estética, pero incoherentes y llenos de composiciones inconexas. Tuvo recursos para pintar sobre una temática inmensa. Mientras los artistas de su tiempo se adherían a una línea de trabajo, inmortalizaban paisajes, retrataban a personajes ilustres o palpitaban con la belleza femenina, él, aparte de sondear estos temas, planeó sobre toda la producción pictórica conocida y se consideró heredero de todos y de ninguno a la vez.
El entusiasmo de Dalí por el Quijote responde a su admiración por las ideas que el ser humano engendra a partir de la fantasía y toma como verdaderas. No había cosa más sincera, y por ende, fiable, que un pensamiento donde no caben las preocupaciones ni el sentido de la consecuencia. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y gran referencia de los pintores surrealistas, creó un sistema para identificar los recuerdos traumáticos del paciente, invitándole primero a que contara lo primero que se le ocurriera. Estas primeras palabras sin hilo argumental eran efluvios de las vivencias que el sujeto guardaba en una región imperceptible de la mente, el subconsciente, que emerge con más claridad, aunque disfrazada, en contextos de sueño e hipnosis.
Cuando Don Quijote veía gigantes, castillos y ejércitos en lugar de molinos, ventas y rebaños de ovejas, lo hacía desde el vivo recuerdo de sus lecturas. Del universo onírico de Dalí, el que contemplaba en sus sueños, al plasmarlo en los cuadros, nacía también una suerte de fotografías tomadas a personajes y objetos en situaciones inverosímiles. Descubrió por esta vía el arte de la mixtificación y la utilidad de la falsedad, el simulacro, para expresar realidades. Don Quijote de la Mancha era para él un espíritu libre que harto de la rutina diaria vivida en su hacienda, salió a buscar aventuras, al margen de las reglas. Siempre anduvo acompañado de alguien cuerdo –si es que se puede tachar al hidalgo de loco– como Sancho Panza, pero también otros como el cura y el barbero, que velaron muchas noches por su seguridad. Dalí, un espíritu asimismo intempestivo, vivió también con su inseparable Gala.
Nos imaginamos al caballero de la Triste Figura enfundado en un semblante enjuto, delgado, portando una barba puntiaguda que poblaba su huesudo rostro y desembocaba en bigotes largos y tiesos. Dalí pinta estos detalles con ingenio, construyendo el yelmo del caballero a partir de las aspas de un molino, o dibujando su silueta con trazos desenfadados, advirtiendo un torbellino que a toda velocidad toma la forma del hidalgo. Le gustaba pintarle solo, en paisajes desnudos, símbolo de su tenacidad a la hora de luchar contra el mundo. En 1945, tomó el encargo de ilustrar el libro para le editorial Planeta con 43 imágenes, aunque también hizo grabados, esculturas y más dibujos sueltos.
No hay razones para atribuir el calificativo de loco a ninguno de los dos, pues si bien el pintor plasmó en sus lienzos escenas estrambóticas, estas fueron producto de su evolución artística, encontrando en su inconsciente una fuente de inspiración. Don Quijote, a su vez, abraza la caballería andante, una profesión nunca exenta de peligros y acechanzas, pero una profesión en aquellos tiempos, la más respetable si cabe, y por su coraje, lo menos que pudo hacer el vulgo fue abstenerse de tomarle por loco. En los momentos más solemnes cuando discurría sobre asuntos varios, hacía gala de una mente extraordinaria y una prodigiosa capacidad de raciocinio. Los lazos se estrechan aun más cuando Dalí cree ser un descendiente de “Dalí Mami”, un corsario griego al que Cervantes fue confiado en calidad de esclavo en Argel, algo que por supuesto, solo podía ser ilusión y signo de su obstinado endiosamiento. Podríamos considerarlo como un nuevo procedimiento de hacer ciencia, aparcando el análisis y la observación: el método paranoico – crítico. El genial pintor de Cadaqués llegó a decir que ‘lo único de lo que el mundo no se cansará es de la exageración’.
Iván Dueñas Villamayor. Toledo.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Enero 2015.