Interstellar, la nueva odisea de Christopher Nolan – por Francesc Sánchez

La película de Christopher Nolan (Memento, El truco final, y la reciente trilogía de Batman), nos propone un viaje hacía lo desconocido llevado a cabo por los últimos exploradores: los astronautas. El desplazamiento será por el espacio y el tiempo pero será también un viaje interior hacía aquello que para bien o para mal nos hace seres humanos.

Supongamos por un momento que nuestro planeta está llegando al final de su vida útil, que se está agotando por nuestra soberbia, convirtiéndose en un lugar no apto para ser habitado, que la esperanza y los sueños han llegado también a su fin, y nos queda un último cartucho que nos ha venido dado desde fuera: la aparición de un agujero de gusano cerca de Saturno a través del cual se presume que se puede llegar a un nuevo sistema con planetas aptos para la vida humana. En esta huida hacia delante los astronautas se convierten en los exploradores del nuevo mundo, esta vez no como los antecesores de los imperios que ansían la conquista de nuevos territorios en los que explotar a sus habitantes, sino como la última esperanza de una humanidad exhausta que se enfrenta a su propia extinción. Una travesía espacial incierta que aparta a los astronautas de sus seres queridos, pero motivada por buscar un futuro que la Tierra ya no puede ofrecerles, siendo motor en ocasiones de lo mejor y lo peor, cuando el instinto de supervivencia está presente en todo momento.

El espacio es una de las últimas fronteras para los exploradores, otras podrían serlo el tiempo y la mente humana. En el pasado, con la emergencia de unos estados nación en Europa que se convirtieron en imperios, toda una serie de individuos que querían rellenar los inmensos espacios en blanco en los mapas, se lanzaron a la aventura hacía lo desconocido. Estos exploradores, que fueron en muchas ocasiones la punta de lanza de la conquista, descubrieron que los pueblos que encontraron no eran tan diferentes a los propios. Los avances científicos que se iniciaron en el Renacimiento, donde se redescubrió el conocimiento de los pueblos de la antigüedad, y que se incrementaron notablemente con la revolución industrial, eclosionará, después de muchas contiendas militares y la apropiación del conocimiento del enemigo, en un contexto de guerra fría en el que el mundo podía aniquilarse con la bomba atómica, en la carrera espacial entre las dos superpotencias. Desde el lanzamiento del Sputnik por parte de los soviéticos, decenas de cosmonautas y astronautas se convirtieron en los nuevos exploradores, en abanderados de un sistema político, social y económico, hasta pisar por primera vez nuestro satélite para plantar su bandera. Fue efectivamente un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad pero la bandera fue la estadounidense. La película que mejor aborda este asunto quizá sea Elegidos para la gloria de Phillip Kaufman donde asistiremos al desarrollo del programa Mercurio. Prueba de la relación entre la carrera espacial y la guerra fría la tenemos en la vertiginosa ascensión de misiones hacía el espacio, y la transformación posterior del programa espacial norteamericano hacía el sector privado cuando desapareció la Unión Soviética.

En cuanto a la distopia, definida por un mundo en el que todo ha cambiado hacía peor y en el que la vida se está terminando por la estulticia humana, es una cuestión que ha sido tratada en el cine en multitud de ocasiones, empezando por los filmes clásicos apocalípticos de Charlton Heston como El último hombre vivo de Boris Sagal (los efectos de una guerra bacteriológica), El planeta de los simios de Franklin Schaffner (guerra nuclear), o Cuando el futuro nos alcance de Richard Fleischer (superpoblación y cambio climático). Todos estos filmes fueron una llamada de atención, en esos tiempos de guerra fría que antes mencionábamos, de hacía donde nos podíamos dirigir. En los setenta Naves misteriosas de Douglas Trumbull (filme a rescatar) haciendo un alegato ecologista se nos presenta una serie de arcas espaciales donde se ha querido preservar la flora terrestre. En la década de los ochenta Blade Runner de Ridley Scott nos muestra un mundo congestionado, en el que los que se lo pueden permitir han abandonado el planeta. Dos décadas después Roland Emmerich en El día de mañana nos muestra un drástico cambio climático que provoca una glaciación que cambia la faz de la Tierra. En Interstellar no nos explican cual es el origen de la amenaza, si los responsables somos enteramente nosotros o si el mal tiene también un carácter natural, pero se constata el agotamiento de las fuentes de energía, y la falta de alimentos que lleva a la sociedad a formar granjeros que trabajan en grandes plantaciones de de maíz. Las amenazadoras tormentas de polvo, que han hecho la tierra baldía y el aire irrespirable, hacen huir a la población de un lado para otro, mientras los más privilegiados viven bajo tierra. Todas estas películas catastrofistas -en Interstellar la catástrofe solo se ve de refilón y ante todo se intuye- nos alertan de lo mal que puede ir todo si el mundo sigue rigiéndose por el mismo sistema económico, político, y social, y esto paradójicamente se hace desde la industria de Hollywood, la quinta esencia del sistema.

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Pero Interstellar es ante todo un filme de ciencia ficción del espacio con presupuestos científicos y por lo tanto es obligatorio hacer referencia a 2001 una odisea en el espacio de Stanley Kubrick: tanto en un filme como en el otro queda plasmado el conocimiento científico del momento y un componente filosófico existencial sobre nuestra especie, la vida en el universo, y el cuestionamiento sobre una inteligencia extraterrestre desconocida. Si somos capaces de ser pacientes (el filme avanza con lentitud) aprenderemos algunas cosas sobre física sobre el espacio, el tiempo o los agujeros negros. En este aspecto la película, siendo un filme de ciencia ficción, ha contado con el asesoramiento científico de Kip Thome, un físico teórico estadounidense de la talla de Stephen Hawking. El sistema Alfa Centauri es el más cercano al nuestro y se encuentra a 4,37 años luz de la Tierra (41,3 billones de kilómetros), llegar hasta ahí con la tecnología de la que disponemos llevaría cientos de años, pero si se encontrará un agujero de gusano y pudiéramos viajar a través de él, sería tan fácil como dibujar dos puntos en una hoja de papel, doblarla por la mitad, y atravesar esos dos puntos con un lápiz. Este es el planteamiento teórico que llevan a la practica en Interstellar para salvar esas grandes distancias, que les llevará a un sistema estelar con planetas presumiblemente aptos para la vida, pero aún por explorar, y cerca de un agujero negro al que llaman Gargantúa del que nada sabemos, en donde el tiempo se distorsiona, y que nos dará una explicación redonda que tendréis que descubrir viendo la película.

En definitiva Interstellar es una buena apuesta por el cine de ciencia ficción de la temática espacial, que aparece poco de después de Gravity de Alfonso Cuarón, y Europa Report de Sebastián Cordero (un autentico falso documental mucho más desconocido por estas tierras), pero arriesgada por su larga duración, lentitud en ocasiones aunque esto ira cambiando conforme avanza la película, que merece una segunda oportunidad si en la primera que le dimos no la terminamos de comprender bien. Ojala que la exploración espacial, ahora parece que vuelve a plantearse con nuevos retos (en estos días por primera vez una sonda ha aterrizado sobre un cometa), nos una en nuestras diferencias y sea beneficiosa para toda la humanidad.

T.O.: Interstellar. Producción: Legendary Pictures / Lynda Obst Productions / Paramunt Pictures / Syncopy / Warner Bros. Productores: Jordan Golberg, Jake Myers. Director: Christopher Nolan.
Guión: Jonathan Nolan, Christopher Nolan. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Música: Hans Zimmer.
Montaje: Lee Smith.

Intérpretes: Matthew McConaughey (Cooper), Anne Hathaway (Brand), Jessica Chastain (Murf), Bill Irwin (TARS, voz), John Lithgow (Donald), Casey Affleck (Tom), David Gyasi (Romilly), Wes Bentley (Doyle), Mackenzie Foy (Murf, 10 años), Timothée Chalamet (Tom, 15 años), Topher Grace (Getty), David Oyelowo (director de escuela), Ellen Burstyn (Murf, mayor), Michael Caine (Profesor Brand), Matt Damon (Dr. Mann)

Color – 169 min. Estreno en España: 7-XI-2014

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
El artículo fue publicado originariamente en la revista de FILMHISTORIA

Redacción. Cultura. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Diciembre 2014.