Puede parecer un tanto absurdo continuar esta serie de artículos sobre la revuelta árabe cuando ésta ya hace mucho que ha terminado. Pero encuentro que muchos de los acontecimientos que se están dando en los países donde se produjeron las revueltas son consecuencia de las mismas, o cuanto menos se producen después de las mismas, y por esa razón continúo con este relato y con esa denominación.
Hace unos meses la actualidad mediática se desplazó a Iraq e intermitentemente a Siria, donde se mueve y se ha asentado el Estado Islámico, un ejército salvaje e incomodo, famoso por sus matanzas que ha enturbiado más si cabe todo aquello que pasa en estas tierras. Las potencias occidentales, coaligadas con las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, han iniciado una campaña de bombardeos contra sus posiciones, pero a falta de una operación militar terrestre, este verdadero ejército, que ha instaurado un califato que abarca territorios en Siria e Iraq, persiste. Los aliados pretenden que en Iraq los peshmergas kurdos combatan a los islamistas en el norte, mientras en el centro y sur del país el ejército regular hace lo propio, pero más allá de frenarles en su incesante avance no parece que les hayan inflingido importantes derrotas. En cuanto a Siria el escenario es más complicado: el Estado Islámico ha enturbiado más si cabe la turbia guerra civil, en donde un Ejército Libre de Siria, cada vez más debilitado combate tanto al régimen como a los islamistas. El último escenario de guerra se está dando en los territorios kurdos del norte, en las inmediaciones de Kobani, donde los pershemergas llegados de Iraq luchan al lado de sus hermanos kurdos sirios contra el Estado Islámico, mientras el ejército turco, a escasos kilómetros, permanece impasible.
En Egipto el general golpista Abdelfatah Al Sisi pretende ser el nuevo Gamal Abdel Nasser. Después de echar del poder a Mohamed Mursi, el primer presidente elegido democráticamente, se presentó a unas elecciones presidenciales, en donde los Hermanos Musulmanes no se pudieron presentar porque nuevamente han sido proscritos (recordemos que Nasser los ilegalizó después de que atentaran contra su persona), y las ganó abrumadoramente. La voluntad de Al Sisi de emular superficialmente al padre de la patria egipcia contemporánea no conoce limites: mientras Nasser mandó construir la presa de Asuán para proporcionar electricidad a las grandes urbes en desarrollo, Al Sisi quiere mandar construir un nuevo canal paralelo al que diseñó Ferdinand de Lesseps, y que administraron los británicos durante una eternidad. Este nuevo canal promete ser la competencia del nuevo canal panameño, y promete las mismas dificultades para llevarlo a cabo. Pero claro existen diferencias. Nasser para construir la presa de Asúan pidió un préstamo al Banco Mundial y ante la negativa de avalarle del Reino Unido y Francia, nacionalizó el canal, y el mundo asistió a la última guerra colonial de estas dos potencias en franco retroceso. El Egipto de Al Sisi no solo no se está enfrentado a las grandes superpotencias, si no que depende militarmente de la ayuda económica de los Estados Unidos, desde que Sadat firmó la paz con Israel.
El estado y el ejército egipcio debe mucho a la estructura que Nasser fue construyendo, pero lo que en su momento representaba un referente ideológico para el mundo árabe y un socialismo de estado con fuertes inversiones sociales, con Al Sisi es un continuismo de la senda iniciada por Sadat y desarrollada por Mubarak: sumada a la alianza con Estados Unidos y de facto con Israel, Egipto no parece que vaya a cambiar su plan de liberalización económica que dejó en el pasado en manos de la milicia gran parte de la economía. Esta doble realidad ni siquiera el breve gobierno de Mohamed Mursi, que tuvo un acercamiento con Hamás (probablemente uno de los motivos en su caída), fue capaz de transformarla.
Las entregas de la revuelta árabe forzosamente irán a menos desplazadas por la degeneración de ésta en guerras civiles. Esta ha sido la dinámica. Incluido el levantamiento sunita en Iraq del que poco se ha hablado que propició la eclosión del Estado Islámico. Ya todo son derivaciones de la misma. Solo en Túnez parece que se mantiene el impulso democrático que expulsó del poder a Ben Ali con un consenso entre las principales fuerzas políticas después de que el gobierno de Al Nahda entrara en crisis. En el resto de países mientras continúen las guerras civiles o se ilegalice a la mitad del electorado es del todo imposible esperar libertad, democracia y estado de derecho. La aparición del Estado Islámico en Oriente Medio parecería hacer bueno el malentendido que nos dice que los árabes y los musulmanes frente al pretendido peligro islamista solo pueden gobernarse con dictaduras militares, y yo añado aliadas de Occidente e Israel, que la democracia en estos países es del todo imposible. Pero una lectura más afinada de los acontecimientos nos muestra que los árabes, desde que obtuvieron sus independencias, y en un contexto primero de Guerra Fría y después de clara hegemonía norteamericana, han obtenido la carta de la naturaleza de gente civilizada siempre y cuando han obedecido a la voluntad de las grandes potencias occidentales, dando igual si han mantenido gobiernos dictatoriales laicos o gobiernos teocráticos, ambos salvaguardando sus recursos energéticos y manteniendo a ralla sus respectivas disidencias; cuando se han opuesto o han cuestionado esa relación, dando igual el régimen que hayan tenido, incluido el democrático, en el mejor de los casos se las han tachado de estados canallas y en el peor se les ha destruido (*1).
Nada de esto evidentemente hace bueno a los regimenes dictatoriales, sobre todo para sus pueblos, pero este tipo de hipocresías y cinismo organizado hay que denunciarlo: la maldición del Estado Islámico que Washington asegura que durará al menos una década no ha aparecido por generación espontánea.
Anotación
1. Ejemplos de estados y organizaciones aliadas de Occidente son o han sido el Irán de Sha Reza Pahlevi, el Iraq de Sadam Hussein durante la guerra mantenida con Irán, la Arabia Saudita de los Saud, la Turquía contemporánea, Egipto desde Sadat, el Marruecos y la Jordania de la monarquía hachemita, la Libia de Gadafi después del 11S, las pequeñas monarquías del Golfo Pérsico en Afganistán, los muyahidines cuando luchaban contra el Ejército Rojo, y los kurdos en los países canallas. Lo contrario. Ejemplos de países canallas y formaciones políticas hostiles a Occidente e Israel son el Irán de Mossadeq y después el de Jomeini, el Egipto de Nasser, el Iraq de Sadam Husein desde la invasión de Kuwait, los palestinos desde la constitución del estado de Israel (dando igual su adscripción política desde los laicos socialistas de Al Fatah a los islamistas de Hamás), la Siria de los Asad, la Libia de Gadafi, los islamistas del Frente Islámico de Salvación en Argelia, los talibanes y los muyahidines después del 11S, y los kurdos en Turquía y en el resto de países cuando ha convenido ignorarlos.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Noviembre 2014.