
Los escoceses este Jueves, 18 de Septiembre, han sido convocados a un referéndum de independencia en el que han ratificado con holgura (2.001.926 votos contrarios a la secesión frente a 1.617.989 partidarios de la misma) su voluntad de seguir formando parte del Reino Unido. Alex Salmond, primer ministro de Escocia del Partido Nacional Escocés, principal impulsor del referéndum y abanderado de la causa soberanista, ha anunciado su dimisión.
La voluntad por separarse solo se ha impuesto en cuatro condados (West Durbantonshire, Glasgow, North Lanarkshire y Dundee) frente a 28 que han preferido continuar formando parte del Reino Unido. – seguir leyendo
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Este resultado electoral sin embargo no deja las cosas como estaban. El primer ministro, James Cameron, prometió a los escoceses mayores ingresos fiscales y un importante traspaso de competencias si votaban por permanecer en la unión. Si las promesas se mantienen el Holyrood (el Parlamento de Escocia) tendrá mayores poderes en materia de gasto social y recaudación de impuestos. Muestra de esto es que el Parlamento escocés tendrá la última palabra sobre cuanto se gastará el Sistema Nacional de Salud en un momento en el que la amenaza de la privatización ha sobrevolado la institución. Escocia, un territorio escasamente poblado con algo más de 5.300.000 habitantes, podrá mantener la formula de distribución Barnet, ideada por el ministro de Economía Joel Barnett en los años 70, que asegura suficientes recursos económicos (superiores en un 19 % a Inglaterra) para el funcionamiento de sus servicios públicos. En el horizonte también está una redistribución de los ingresos de los yacimientos de petróleo y gas del Mar del Norte, verdadero caballo de batalla de los soberanistas, que han mostrado como la principal fuente de ingresos del país si Escocia lograba su independencia.
Estas promesas del primer ministro James Cameron hacía Escocia (conocidas bajo el sobrenombre de «devo max», maximum devolution, o máxima descentralización) son también exigidas por el resto de naciones del Reino Unido (Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte). Queda pendiente la llamada «pregunta de West Lothian» que se refiere a si es justo que los diputados del Parlamento elegidos en todos los territorios de la unión decidan en asuntos que solo afectan a Inglaterra.
Los analistas británicos buscan el origen del soberanismo escocés en las penurias económicas, a raíz de la reconversión industrial y la destrucción sindical, que llevo a cabo la primer ministro Margaret Tatcher en la decada de los ochenta del pasado siglo. Esta situación crónica de la economía escocesa llevo al primer ministro Tony Blair a prometer una mayor autonomía en las elecciones generales de 1997. El Parlamento de Escocia, jurídicamente, es una creación de Westminster y empezó a funcionar en el año 1999 con unas competencias limitadas (seguridad social, vivienda y algunos impuestos).
Escocia forma del Reino Unido desde hace 307 años. La unión de las coronas de Escocia e Inglaterra es anterior, se produjo en el año 1603 cuando el rey escocés Jacobo VI accedió a la corona de Inglaterra. En 1707 mediante la Acta de Unión es cuando los parlamentos de Inglaterra y Gales se unieron al de Escocia para constituir el Reino Unido de Gran Bretaña; en 1800, bajo dominación británica, la isla de Irlanda se integra en el mismo país, pasándose a la denominación del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Escocia fue participe del Imperio británico durante mucho tiempo, integrando regimientos en el ejército, accediendo al comercio de ultramar, y aportando toda una serie de personalidades que definieron tanto al Reino Unido como al Imperio.
El poder económico en todo momento de este proceso hacia el referéndum de independencia en Escocia ha sido partidario del rechazo a un nuevo estado. Los bancos Lloyds y Royal Banks of Scotland aseguraron que si vencía la independencia trasladarían sus sedes a Londres. James Cameron de darse una eventual victoria de los soberanistas amenazó con una ruptura que no tendría vuelta atrás. El primer ministro británico mantuvo que el nuevo estado no podría usar la libra y no tendría la reina Isabel II como jefe de Estado (algo que contrasta con la función simbolica que cumple la reina con muchas ex colonias que se convirtieron en el pasado en estados independientes). La Unión Europea aseguró que una Escocia Independiente quedaría fuera de la Unión teniendo que pedir si lo deseaba su ingreso por la vía lenta. Este tipo de cuestiones, sumadas a las dificultades económicas que podría llegar a tener el nuevo estado, han podido a decantar el voto al mantenimiento de Escocia en el Reino Unido.
Redacción. Internacional. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Septiembre de 2014.