Sección de Sociedad
Malnutrición o desnutrición: dos términos preocupantes
por Francisca Bernal
En nuestra sociedad hablar de malnutrición o desnutrición en nuestros infantes es pronunciar una terminología que crea controversia entre el Gobierno y la población que la sufre a diario. Por un lado el Ejecutivo refiere que son circunstancias momentáneas de un período de crisis y que su afectación no es tan grave como quieren dar entender algunos medios catastrofistas, por otro lado está la voz del pueblo que la sufre y que denota la verdadera coyuntura del que pasa estas penalidades, sobre todo en la población más vulnerable: niños y ancianos.
Antes del ir al meollo de la cuestión quisiera hacer un paréntesis para explicar las diferencias que existen entre ambos términos. Cuando decimos que se padece desnutrición queremos manifestar que es una enfermedad que se produce por una dieta inapropiada, generalmente hipocalórica e hipoproteica y que ocurre principalmente entre individuos de bajos recursos y sobre todo en niños de países subdesarrollados. El término malnutrición hace referencia a la deficiencia, exceso o desbalance en la ingesta de uno o varios nutrientes que el cuerpo necesita.
La cuestión en estos tiempos ha sido infravalorar un término por otro cuando los dos en sí son importantes en su conjunto porque vislumbra una situación que ningún país desarrollado quiere que salga a la luz ya que denotaría la falta de recursos para con los más débiles. De hecho debido a subestimar estos términos algún presidente de alguna comunidad autónoma ha rechazado abrir comedores infantiles en verano porque ha negado que hubiese tal problemática. Sin datos, oficialmente el problema no existe.
Aún sabiendo que ciertas organizaciones emblemáticas y serias como la Asociación de Pediatría, Cáritas, Síndic de Greuges en Cataluña y otras tantas han avalado con sus cifras que existe un problema de malnutrición en nuestros niños, no se les hace el correspondiente caso porque no hay un estudio nacional concreto que responda con certeza los datos que presentan estas asociaciones. Estas asociaciones estiman según sus números en 30.000 familias que tienen dificultades para alimentar a sus hijos y en dos millones de niños que pasan hambre.
Los indicadores de pobreza que se utilizan para llegar a esta conclusión de malnutrición son muchos, pero no son oficiales. Ante esta situación el Gobierno ha optado por crear una cortina de humo infravalorando el problema y sobre todo haciendo una escucha sorda de colectivos que sí pueden atestiguar que la malnutrición está presente en nuestros infantes.
Algunas comunidades autónomas como Navarra, País Vasco y el Ayuntamiento de Barcelona han ido más allá y han realizado estudios basados en datos escolares, centros de salud y servicios sociales, datos todos ellos oficiales que certifican el problema existente de malnutrición y su asociación con la crisis económica que venimos padeciendo hace años.
Si bien es cierto que algunas comunidades optaron este verano en ofrecer servicios de comedor a los niños, porque existe una demanda real, también algunas organizaciones no gubernamentales han gestionado comedores sociales y otras tantas se han mantenido en el anonimato argumentado que la abertura de comedores escolares en verano podría estigmatizar a los chavales y fomentar la discriminación en los niños.
Después de tantas controversias y vaivenes dialécticos se nos olvida que el problema existe, que las deficiencias están en nuestras calles y que las que las sufren ven cómo no se ponen fin a ellas. Todos sabemos que la crisis que ha llevado al desempleo a millones de españoles ha sido el elemento causante de esta situación. Pero no llego a conocer el porqué hay tanta disparidad de comentarios con respecto a este problema tan serio.
Desde las ejecutivas de las distintas administraciones centrales y autonómicas se desprende un halo de insensatez e insensibilidad. A la respuesta de iniciar una lucha de contención sobre el problema de malnutrición ponen parches a escondidas para evitar dar las explicaciones oportunas y reales de la imagen de nuestro país en el mundo. Pareciera que siente mal que en España se dé una situación semblante a un país subdesarrollado.
Pues la fotografía es la que es y si no podemos poner remedio a esta coyuntura y proteger a los más débiles no podemos osar ser reconocidos como garantes del bienestar de nuestra población ni mucho menos ningunear a los que de verdad padecen estas miserias.
Hace unos días se desplegó una ingente cantidad de medios para repatriar a un conciudadano nuestro de un país africano que estaba afectado por el virus del Ébola; de cara a los países de la Unión Europea y sobre todo de EEUU, España fue considerada como una nación con los más elevados avances y coordinación en temas de salud. Fueron unas palabras de la secretaria del Ministerio de Sanidad de España las que me indignaron al poner sobre la mesa la felicitación de los EEUU hacia nuestro país y su buena operancia. Cuando miro atrás no veo tal operancia, veo una inoperancia y una falta de sensibilización a problemas que rasgan el alma a los más fuertes. Todos los días vemos por televisión o simplemente escuchamos a nuestros vecinos relatar sus miserias y desgracias que son su día a día, pero a veces pienso que se nos hace creer que son casos aislados que producen estorbo político y que esta realidad no existe. No se puede esconder mucho tiempo la suciedad bajo la alfombra porque llega un momento en que ésta está tan llena que sobresale y es imposible ocultar.
Como todo en la vida y es lo que nos enseñan desde nuestra más pequeña infancia hemos de afrontar nuestros problemas desde el principio. No por dejarlos escondidos o no hablar de ellos desaparecen. Y es aquí donde nuestro Gobierno ha pecado de insensato al pensar que negar lo evidente es obviar la realidad. Si el problema de la malnutrición está constatado por asociaciones y profesionales que viven la realidad del día a día como son los educadores, los pediatras, defensores del pueblo porqué no atajar el problema de fondo.
Si nuestro Gobierno necesita estudios estatales sobre la malnutrición, los hacemos y punto. Sólo es necesario ir a los colegios y hacer un censo sobre los niños, las demandas aumentadas de becas de comedor y la situación económica de sus progenitores, así como hacer un análisis sobre el crecimiento físico y psicológico de los niños en estos años; estos datos serían aportados por los pediatras de Atención Primaria que son los profesionales más adecuados para valorar y certificar esta privación alimenticia.
Sin duda alguna España está viviendo un período convulso. Los ciudadanos sabemos que los recursos son pocos y escasos; pero no por ello debemos dejar a los más vulnerables a su suerte. El estado debe garantizar las ayudas necesarias para que esto no ocurra. Puede sonar a demagogia pura y dura; pero cuando vemos los casos de corrupción que cada día inundan nuestras televisiones y periódicos y las cantidades económicas que se barajan como defraudadas, nos acoge un hastío inmundo que hace que nos revelemos ante tanta basura.
Nuestros niños son nuestro mañana, nuestros mayores la historia que nos hace recordar lo que hicimos mal para mejorarla. Si no atajamos el problema social que nos hunde cada día más como pueblo y lo vemos como casos aislados que no nos afectan no seremos seres humanos compasivos.
La malnutrición puede tocarnos a cada uno de nuestros hijos en cualquier momento, porque la realidad demuestra que todavía la situación económica no se ha reflotado. Y aunque la solidaridad de los españoles para con los niños se está demostrando cada día con iniciativas particulares, hemos de exigir que sea el Gobierno el que se comprometa a dar las soluciones pertinentes porque esa es su función.
Francisca Bernal Pérez. Viladecans. Barcelona.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Agosto 2014.