La ineficiencia económica neoliberal se muestra cada vez más cierta ante nuestra mirada, aconteciendo lo mismo ante la propaganda que defiende la superioridad de lo privado ante lo público —en términos de gestión, rentabilidad social y eficacia—, aquella que a través del cine, la televisión, Internet y los medios escritos tantas veces se ha difundido. Esto es de sencilla evidencia para todo aquel que haya disfrutado del suministro eléctrico de San Francisco, del servicio de algunos de los hospitales privados de Madrid (*1)— exceptuando los destinados a la elite—,de la atención al cliente de Movistar, de los meses requeridos para contactar con su agente de AXA o para que éste simplemente responda a sus mensajes —ésta es una experiencia personal—, o que simplemente vea los supersueldos que los banqueros de entidades rescatadas reciben de nuestros bolsillos.
Se nos plantea siempre, como si de un ente ultra corpóreo se tratase, la necesidad de ajustarse al sacrosanto mercado, de hacer ajustes para despertar el interés del mercado, de hacer sacrificios por el mercado.
Siendo realistas, conscientes de lo evidente, deberíamos llamar a las cosas por su nombre, tal y como tantas veces hemos oído de la boca del genial Julio Anguita —el ex dirigente de Izquierda Unida cuando ésta era una opción política realmente independiente—, y afirmar que no estamos en una democracia. Seamos al menos sinceros.
Nuestro voto ha quedado relegado a la llamada democracia del espectador, aquella en la que insertamos nuestras esperanzas en personas —ni siquiera en partidos o propuestas— según sean más o menos agraciadas, tengan mayor o menor capacidad de comunicación y, lo que es más grave, sin que éstas, aún en el caso de ser honradas, vayan a hacer nada, pues se encuentran atadas y a cuatro patas implorando clemencia al todopoderoso mercado.
Ya no hay votos porque ya no hay personas. Quien decide es la corporación.
Si al menos fueran todas las corporaciones quienes decidieran la balanza quedaría en cierto equilibrio, pero lo cierto es que quienes llevan el timón son tan sólo un puñado de ellas. Por eso se nos habla de fomentar la competitividad, de que se les deje en paz y de que no haya mecanismos reguladores, como las ya desfasadas Leyes Antimonopolio, puesto que lo cierto es que los emprendedores, los de verdad, apenas tienen opciones, mientras que las grandes, aquellas que sólo hablan de competitividad, lo que hacen es cooperar; se fusionan, se reparten el mercado, hacen alianzas y consiguen perpetuarse en el poder. Nadie puede oponerse a las mismas.
Valiente hipocresía. Vota pues defendemos la democracia pero a mí no me digas lo que tengo que hacer y mucho menos me vengas con eso de la Responsabilidad Social Corporativa. Compite pues nosotros creemos que el mercado, para lograr el equilibrio perfecto, no debe convivir con la cooperación, que resta ingenio y creatividad, pero a mí me interesa congraciarme con mis compadres, hacer alianzas y fusionarme para que los que competís no podáis jamás plantarnos cara. Ajústate a la ley y al Estado de Derecho porque si no lo haces irás a la cárcel, has de ser un ciudadano honrado que acepte el establishment y las inclemencias de la vida con bravura, pero a mí no me vengas con historias sobre los efectos cancerígenos de los productos adulterados, de las hormonas inyectadas a las vacas para que nos den cuatro veces más leche de la que necesitamos. No me cuentes dramas sobre semillas suicidas que impiden a los agricultores hindúes ganarse la vida ni me pidas parar una violencia en el Congo que me es rentable. No me importan los muertos y el sufrimiento que genera una guerra cuando después va a ser mi empresa la encargada de reconstruir el país. ¿Qué mes estás contando?, ¿libertad? No me hables de libertad para que se llegue a un precio justo de los recursos cuando el mercado es y ha de ser mío, yo dictamino los precios. A mí déjame en paz porque tú sólo me importas en la medida que me puedas aportar beneficios, en caso de que no lo hagas no vales una mierda.
Vivimos en un Estado Totalitario Global. Cualquiera que piense lo contrario, lo siento mucho, es un ingenuo, un idiota, un hipócrita o forma parte de la élite. No hay más opciones. Vivimos en la tiranía del mercado.
Este sistema, siempre ligado a la naturaleza del capitalismo —ahora neo-mercantilismo—, ha sido aplicado y extendido gracias a nuestros políticos, que han actuado como nobles ante nosotros y como siervos ante el mercado, que recordémoslo, no es más que un ente formado por bancos de inversión, compañías de seguros, fondos especulativos y de pensión, es decir, entidades físicas regidas por personas reales y palpables, sin cuya ferviente complicidad el modelo neoliberal no podría haberse extendido.
De este modo, hemos de reseñar, que sin Thatcher en Inglaterra, sin Reagan en EEUU, sin Felipe González en España y sin Jacques Chirac en Francia no habría sido posible la extensión neoliberal… Sin ellos los problemas de hoy no serían los que son. Seguramente habría otros y, seguramente también, éstos serían mucho menos dañinos.
Todos ellos, por medio del lema There Is No Alternative (*2), nos han vendido un mercado como si fuera el Jehová que ya creíamos superado, al que podemos odiar, vilipendiar y hasta contra el que podemos tratar de luchar, pero que permanece inamovible, inmutable y eterno.
Ha existido siempre, eso dicen, al menos en su versión de economía financiera que no construye sino que especula.
El sistema, tal y como hemos de tener presente, lo hemos creado nosotros y nosotros podemos cambiarlo. Y no sólo eso, sino que somos nosotros, el pueblo, los de abajo, los que cuando nos han llevado a un límite en el que hemos dicho basta hemos generado los cambios, los hemos impulsado. Siempre ha sido así.
En EEUU, aunque nos sorprenda, los norteamericanos tuvieron un día seguridad social y un sistema que buscaba el bienestar del ciudadano. Si bien, en el caso relativo a la seguridad social fue Nixon quien empezó a desmantelarla, fue Reagan quien subastó el Estado, con el peligro que ello conlleva, pues hemos de recordar que privatizar el sistema es fácil, lo difícil es dar vuelta atrás (*3).
Reagan, elegido presidente de los EEUU en 1980, no tardó en dictaminar que el keynesianismo era el responsable de todos los males. Más de 20 años de prosperidad borrados de un plumazo en una sentencia vacía y estúpida.
Fiel a su máxima, defendió la vuelta al liberalismo puro a unos niveles que ni el mismísimo Adam Smith hubiera aceptado.
Guiado por la escuela de Friburgo de Hayek y por su heredera de Chicago, flexibilizó toda normativa que se entendiera como opresiva para el mercado, suprimió toda regulación que promoviera el empleo de las mujeres y las minorías —junto con aquellas que luchaban contra la segregación escolar y que buscan la integración—, disminuyó poder a las organizaciones que defendían a los consumidores de los abusos corporativos, hizo drásticos recortes de ayuda social, limitó el empleo público a su mínima expresión, bajó notablemente los impuestos a las clases pudientes (*4) y se mantuvo inflexible ante las demandas de los controladores aéreos para que les subieran el sueldo, mejoraran las condiciones técnicas y se establecieran jornadas más acordes al estrés de la profesión (*5); de los 17.500 que se pusieron en huelga Reagan despidió a 11.000. ¿Quién ha dicho que en democracia hay que negociar con los agentes sociales?
En Europa el camino fue similar. Si bien hubo insignes excepciones que trataron de aguantar la embestida neoliberal durante un tiempo, como fue en el caso del presidente francés François Mitterrand y el griego Andreas Papandreus, el fascismo mercantil, la kaputokracia (*6), se impuso en toda Europa Continental.
En España, desde el primer momento que el PSOE se puso al mando del país, Felipe González no dejó duda sobre su adhesión a la ortodoxia liberal, patente no sólo por tener entre sus filas a ministros neoliberales ultraortodoxos como Miguel Boyer y Carlos Solchaga, sino por la ola de privatizaciones que afectó a más de 77 empresas públicas —como la acontecida con Secoinsa (*7), Viajes Marsans (*8), Rumasa (*9), etc.—, entre las que destacó la de Endesa (*10) por ser una empresa de gran rentabilidad y muy bien gestionada, posiblemente mucho mejor que cuando pasó a formar parte del sector privado (*11). Además, en el caso de González, éste mostró una despreocupación constante hacia el desempleo en su país, que llegó a alcanzar un record en Europa, toda una gran distinción, y que dio lugar a una notable paradoja ya que Aznar, de carácter abiertamente conservador y liberal, resultó ser en este aspecto más socialista que los socialistas al mostrar interés por llegar al paro técnico (*12).
En Francia y Grecia acabaron por sucumbir y adoptar los reajustes neoliberales, al igual que pasó en Alemania.
Más adelante en el tiempo merece especial mención la eliminación del impuesto sobre las grandes fortunas que realizó el gobierno radical de Chirac o, fiel a su hipocresía, la decisión del gobierno socialista de Zapatero de querer llevar a cabo la «mayor privatización de la historia» (*13) de España, la de Loterías y Apuestas del Estado (*14), una institución pública que llevaba más de 250 años siendo tal, aunque ésta finalmente no tuvo lugar.
El que pasara a la historia como el Consenso de Washington, que siguiendo a Harvey, dejó en evidencia la política neoliberal occidental hasta tal punto que «tanto Clinton como Blair pudieron haber dado la vuelta sin problema a la observación de Nixon —que dijo “ahora todos somos keynesianos” (*15)— y decir de manera sencilla que “ahora todos somos neoliberales”» (*16), dando lugar a lo que el antiguo asesor de la Administración Nixon, Kevin Phillips, denominó en su libro como La política del Rico y el Pobre, y a las políticas monetarias efectuadas por el que fuera director de la Reserva Federal entre 1979 y 1987, Paul Volcker, cuyas consecuencias, más allá de la crisis del endeudamiento de él surgida, se palparían con marcada violencia en EEUU, alterando la distribución de la riqueza en el país de las oportunidades hasta tal punto que las familias situadas en lo alto de la cúspide vieron incrementar sus ingresos de forma desproporcional, llegando a un 23% en el caso del 1% más acaudalado, de forma que los que ganaban al año 270.000 dólares de entonces pasaron a ingresar la exorbitante suma de 405.000, mientras que la clase pobre, dentro de la cual se situaba nada menos que el 80% de los estadounidenses, perdía más cuanto más abajo se encontraba; los que se hallaban en el 10% inferior vieron disminuir su capacidad económica en un 15%. En apenas una década, de 1977 a 1987, el 1% superior de la escala pasó de ingresar 65 veces más que el 10% inferior a 115 (*17).
Siendo así, quién podría pensar que nuestros dirigentes están interesados en comunicarnos con transparencia las repercusiones reales de las medidas económicas que querían, y quieren, imponer como dogma de fe y única alternativa posible. ¿Qué haría el pueblo si fuese plenamente consciente de ello? O, en palabras más llanas, ¿quién es el imbécil que se atreve a hablar de milagro económico?
Anotaciones:
1. En caso de romperse un dedo, si quieren que éste se recupere bien, les recomiendo no ir al hospital privado Nuestra Señora de América, lo digo por infortunada experiencia.
2. Von Werlhof, C. (2011). La globalización del neoliberalismo, sus efectos y algunas alternativas. THEOMAI. Núm. (23).
3. Allés, E. F. (14/11/2011). La derecha y el Estado de Bienestar. El País. – enlace.
4. González Fuentes, J. A. (2008). Unas claves para entender el neoliberalismo: Reagan y Thatcher. – enlace
5. Rodríguez Saunzes, P. (3/12/2010). La mano dura de Reagan contra los controladores. El Mundo. – enlace
6. Von Werlhof, C. (2011). La globalización del neoliberalismo, sus efectos y algunas alternativas. THEOMAI. Núm. (23).
7. En 1985.
8. Marsans fue una empresa privada hasta que en 1964 Enrique Marsans la puso a la venta, pasando a manos del Instituto Nacional de Industria. En 1985, tras invertir millones de euros en sanearla, la empresa fue vendida.
9. Expropiada y después vendida, finalizando el proceso de privatización con la venta de Williams & Humbert en 1988.
10. El proceso de privatización de Endesa comenzó en 1988, con Felipe González, momento en el que se vendió el 25 % de la compañía, y finalizó en mayo de 1998, con José María Aznar. Ante estos vaivenes no es de extrañar que Endesa, agradecida ante la estocada final de Aznar, contratase a éste, como asesor externo y con un sueldo de 200.000 euros anuales, en 2011.
11. Para más información en lo relativo a la abierta hipocresía de Felipe González y del PSOE en su doble juego, en el que su ideología originariamente marxista quedaría limitada a algunas decisiones nimias que en caso alguno quisieron alterar el establishment liberal, consultar:
– Martínez, C. (27/07/2007). Los accionistas bursátiles y el gobierno de Felipe González, únicos responsables del apagón de Barcelona. Rebelión. – enlace
– Pampillón Olmedo, R. (23/01/1999). ¿Para qué privatizar? El País. – enlace
– Sánchez, C. (16/08/2007). Diez años de privatizaciones: los viejos monopolios públicos son ahora privados. El Confidencial. – enlace
– Marco, A. (25/05/2005). Rothschild dirigirá la OPV de Loterías, la mayor privatización de la historia. El Confidencial. – enlace
– Anderson, P. Historia y lecciones del neoliberalismo. Revista del Centro de estudios del Trabajo. Universidad de California. DESLINDE. – enlace
– González Fuentes, Juan Antonio. (2008). Unas claves para entender el neoliberalismo: Reagan y Thatcher. – enlace
12. En este aspecto el Gobierno de Aznar hizo un trabajo bastante aceptable, de forma que cuando dejó el poder en marzo de 2.004 la tasa de paro era del 11,5 %, muy lejana del 23 % que dejó el Gobierno González en 1.996. Cierto es que hay muchos matices en lo relativo al porqué de la reducción del paro bajo el gobierno conservador, tantos que éste no es el lugar para desarrollarlos, y además no es mi objetivo, pero también lo es que hubo profundas reformas, entre otras una gran reforma fiscal, que supusieron un empuje para la economía y la creación de empleo, aunque esto en caso alguno supuso freno a una política que era, de facto, neoliberal en sus intenciones y objetivos.
13. Marco, A. (25/05/2011). Rothschild dirigirá la OPV de Loterías, la mayor privatización de la historia. El Confidencial. – enlace
14. En septiembre de 2011 el Consejo de Ministros socialista aprobó la venta del 30% de la misma, aunque después dio marcha atrás por no darse, según dijeron, las condiciones óptimas en el mercado.
15. Cursivas del autor.
16. Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: AKAL.
17. George, S. (1999). Conferencia sobre soberanía económica en un mundo en proceso de globalización. Bangkok. – enlace
Pablo Jiménez Cores. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Julio 2014.