El pasado lunes 7 de julio de 2014 fallecía en Tiblisi a la edad de 86 años Eduard Shevardnadze, el que fuera ministro de asuntos exteriores de la extinta Unión Soviética y posteriormente presidente de Georgia.
En 1987 Mikhail Gorbachov publicó “Perestroika. Mi mensaje al mundo” en el cual mostraba las líneas maestras de su actuación política. Un interesantísimo documento en el que radiografiaba la realidad de la Unión Soviética sin esconder las dificultades pero candorosamente esperanzado en que las reformas que estaba llevando a cabo iban a mejorar las condiciones de vida de los soviéticos.
Siendo como era la URSS una de las superpotencias que desde hacía décadas bipolarizaba el mundo, las relaciones internacionales tenían un espacio destacado en dicho Mensaje. Gorbachov abogaba “por una política exterior sincera y abierta”, una drástica reducción del armamento nuclear, animaba a una “desmilitarización de las actitudes” “y a trabajar para resolver problemas de interés común para la humanidad, tales como el peligro ecológico, las perspectivas energéticas y de los recursos, el cuidado de la salud…” . Además ahí se proclamaba que “las relaciones políticas entre los países socialistas debían basarse estrictamente en una independencia absoluta”… lo que un par de años más tarde el portavoz del ministerio de exteriores Guenadi Gerasimov definió en el curso de una entrevista a un canal televisivo estadounidense como la “Doctrina Sinatra” por lo de la canción “My Way” en la que cada país podría decidir cuál camino seguir, rompiendo el tradicional intervencionismo soviético sobre sus “aliados”. El hombre que Gorbachov eligió para liderar la Perestroika en el terreno diplomático fue Eduard Shevardnadze. Su nombramiento fue casi tan sorprendente como la del propio Gorbachov para dirigir el PCUS.
¿Quién era ese tipo de apellido casi impronunciable? debieron pensar las cancillerías de medio mundo.
Shevardnadze, tras licenciarse en Historia por la Universidad de Tbilisi, ingresó en el SKP (Partido Comunista de Georgia) y ahí es donde hizo buena parte de su carrera política, subiendo en el escalafón y destacándose por su lucha contra las redes mafiosas y la corrupción de los funcionarios. De él se contaba la anécdota que en una ocasión pasando revista a miembros de la policía les hizo enseñar el reloj que llevaban para saber quiénes eran corruptos pues con la paga de policía no era posible que llevaran relojes caros.
Su buena labor fue recompensada en 1976 cuando dio el salto de su Georgia natal a Moscú, al Comité Central del PCUS. Con la llegada a la secretaría general de Mikhail Gorbachov en marzo de 1985 éste se rodeo de un plantel de jóvenes para llevar adelante su programa de reformas. Sólo cuatro meses más tarde el Buró Político del PCUS eligió a Shevardnadze como miembro pleno y al día siguiente Gorbachov le nombró ministro de Asuntos Exteriores en sustitución de Andrei Gromyko, el legendario “Mister Niet” que llevaba casi tres décadas al frente de la diplomacia soviética, el rostro eterno de la guerra fría, aquello era todo un golpe de efecto.
La experiencia en política internacional de Shevardnadze se reducía a su pertenencia al Movimiento de Solidaridad Afroasiático que le había permitido realizar en esos últimos años unos pocos viajes oficiales. Pero lo que hizo que Gorbachov apostara por él fue su dinamismo, jovialidad, su facilidad por conectar con sus interlocutores con lo que pronto se ganó el apodo de “la sonrisa de la Perestroika”.
Tres fueron los campos de acción de Shevardnadze:
1. En primer lugar retirar las tropas soviéticas de Afganistán, país en el que Brezhnev había decidido intervenir en 1979 instalando un gobierno comunista títere y que tras una década de combates con los guerrilleros islamistas se había convertido en la peor pesadilla del Kremlin. Afganistán era el Vietnam soviético. Los nuevos dirigentes consiguieron doblegar las reticencias del aparato militar que se oponía a la retirada, pero sin duda el apoyo popular a tal decisión animó a Gorbachov y Shevardnadze a llevarla adelante (1989).
2. Seguidamente y como ya hemos explicado anteriormente, Moscú cumplió su palabra de no oponerse a las reformas políticas en los países del este de Europa que viraron en su totalidad y uno tras otro hacia la democracia y la economía de mercado. El 23 de octubre de 1989, es decir pocas semanas antes de la caída del muro de Berlín, Shevardnadze afirmó que “la URSS iba a reconocer la libertad de elección de los otros países del Pacto de Varsovia en cuanto a su línea política”. Sin duda el aspecto más polémico fue la reunificación de Alemania (1990), de la que Shevardnadze era un convencido defensor mientras que Gorbachov tenía sus dudas, sobre todo temiendo la reacción de los sectores más conservadores. El tiempo vino a demostrar que aunque Alemania se convirtió en un fiel aliado que supo echar una mano en los peores años de la crisis económica los miembros de la nomenklatura soviética lo consideraron una humillación histórica que no tardarían en cobrarse.
3. Finalmente podemos valorar a Shevardnadze como el artífice de una serie de tratados con los Estados Unidos como el de control del Armamento Nuclear (1987), el de reducción de Fuerzas Convencionales en Europa (1990) y el de reducción de armas estratégicas (1991). Su excelente sintonía con el secretario de Estado norteamericano James Baker facilitó estos acuerdos que parecían enterrar la Guerra Fría y a la vez abrían una nueva etapa de relaciones de la URSS con países como Japón, Arabia Saudita o el Vaticano que tradicionalmente habían sido problemáticas. En palabras de Carlos Taibo se trataba de hacer realidad la idea enunciada muchas veces por Shevardnadze de que era necesario “separar cuidadosamente las diferencias ideológicas de las relaciones entre estados”. La Unión Soviética aceptó en su integridad los principios de no injerencia y de rechazo del empleo de la fuerza en las relaciones internacionales, al tiempo que mostraba una actitud más propicia a la resolución de los conflictos regionales que jalonaban el tercer mundo*). Tampoco hay que olvidar el apoyo que la URSS dispensó a los Estados Unidos con motivo de la crisis del golfo Pérsico (agosto 1990-marzo 1991) a raíz de la invasión iraquí de Kuwait, algo impensable unos años antes.
Shevardnadze fue sin duda un político avanzado a su tiempo, miraba más allá, como cuando declaró que “Nosotros, los pueblos de la Tierra, somos una gran familia. La nueva época ofrece nuevos retos y nuevos problemas mundiales, como las catástrofes ambientales, el agotamiento de recursos, conflictos sangrientos y pobreza”. Por desgracia la realidad que le rodeaba era mucho más prosaica.
En julio de 1990 se celebró el XVIII Congreso del PCUS cuyo resultado fue la quiebra del equilibrio centrista entre reformistas y conservadores, haciéndose éstos de nuevo con el poder del partido y quedándose Gorbachov sin mucho margen de movimiento. Shevardnadze se quedó fuera del Buró Político del PCUS e hizo un acercamiento a los líderes rusos más reformistas como Boris Yeltsin y Anatoli Sobchak que acababan de abandonar el Partido Comunista.
Unos meses más tarde, el 20 de diciembre de 1990 y sin aviso previo, anunciaba su dimisión como ministro de asuntos exteriores ante el pleno del Congreso de Diputados Populares de la URSS, la cual presentó como una “contribución” y una “protesta” “contra el avance de la dictadura”, cuya naturaleza y titular, el dictador en ciernes no eran “conocidos por nadie”, si bien en otro momento de su alocución se refirió a las fuerzas “reaccionarias”, tanto en el PCUS como fuera de él. Las cancillerías occidentales reaccionaron con sorpresa y alarma, y aún más cuando vieron como el ala dura se imponía provocando unos sangrientos disturbios en Lituania y Letonia. La involución de la URSS parecía un hecho.
También hubo analistas que explicaron la dimisión de Shevardnadze como un deseo de éste de preparar el terreno para regresar a su Georgia natal y desempeñar allí un papel político de primer nivel ante la perspectiva de una desintegración del gigante soviético. Las dos interpretaciones pueden considerarse válidas y complementarias.
Sea como fuere Shevardnadze siguió formando parte del Consejo Presidencial pero no dudó en criticar la lentitud de las reformas y afirmar que el PCUS era incapaz de materializar los cambios que necesitaba el país.
A primeros de julio de 1991 se integraba en el Movimiento por las Reformas Democráticas donde ya figuraban los principales líderes de la oposición y abandonaba el PCUS tras casi medio siglo de militancia.
Unas semanas más tarde, concretamente el 19 de agosto, se hacía realidad la amenaza de Shevardnadze, cuando miembros conservadores del gobierno con el apoyo de parte de las Fuerzas Armadas y del KGB llevaron a cabo un golpe de estado.
De aquel hecho todos recordamos la imagen de Boris Yeltsin encaramado a un tanque animando a la población a resistir, mientras Gorbachov seguía recluido en su dacha de Crimea. Pero Shevardnadze también jugó su papel en aquella crisis, pues a la mañana siguiente apareció en público para, entre los vítores de la muchedumbre congregada, sumarse a la resistencia democrática en el edificio del Parlamento ruso.
Tras el fracaso del golpe de estado los acontecimientos se precipitaron. Shevardnadze aún tuvo un efímero regreso a la cartera de exteriores, pero con el cambio de año (1992) se hizo efectiva la desaparición de la URSS.
Podía parecer que ese era el fin de su carrera política pero tal y como algunos preveían desembarcó en la política georgiana. La situación allí era de guerra civil y de descomposición del estado. Shevardnadze tuvo la difícil tarea de pacificar el territorio y obtener el apoyo internacional que sin duda su mítica figura ayudó a conseguir. Fue proclamado presidente de la república y hasta 2003 ejerció el cargo, cuando la pacífica Revolución de las Rosas le obligó a dejar la presidencia sin duda con un proyecto político ya agotado por años de tensiones.
Finalmente decir que el que escribe este artículo tuvo el honor de saludar personalmente a Eduard Shevardnadze cuando a finales de octubre de 1990 realizó junto con Mikhail Gorbachov una visita oficial al estado español. Recuerdo su sonrisa afable, era “la sonrisa de la Perestroika”.
Eduard Shevardnadze es autor de los libros Mi elección (1991) y El futuro pertenece a la libertad (1991).
Anotación:
* Taibo Carlos. Historia de la Unión Soviética 1917-1991. Alianza Editorial, Madrid, 2010.
Octavi Mallorquí Vicens. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Julio 2014.