Suiza, ese país neutro que no forma parte de la Unión Europea pero con acuerdos cordiales con dicho organismo y rodeado de Estados que forman parte de ella. Un país que pactó con Bruselas allá en el año 2002 la libre circulación de personas y ahora, tras un referéndum y con un, casi 51% de los votos, establecerá un sistema de cuotas, permisos… para la entrada y salida de personas al país.
El 23,5% de la población suiza son extranjeros, es decir, 1,88 millones de personas; además, hay que añadir todas aquellas personas que viajan diariamente desde países como Francia, Alemania o Italia para trabajar en el país helvético. Hemos leído casos de trabajadores que cruzan cada día la frontera franco-suiza para ejercer en ciudades como Ginebra o Basilea que se encuentran lindando con el país galo y leen los periódicos en sus respectivos vagones de tren, transmitiendo su miedo a que se le limite la entrada a su vida laboral; y, sobre todo, se preguntan cómo en una época en la que nos encontramos pueden considerar todavía, un poco más de la mitad de la población, que la inmigración pueda dañar de esa manera al conjunto del país.
Suiza ha entrado en un laberinto ella misma que ni sabe siquiera cómo va a salir, ya que el “sí” proclamado en el referéndum amenaza seriamente el tratado dicho anteriormente de libre circulación de personas con la Unión Europea; además, que peligraría seriamente la pertenencia al espacio Schengen de fronteras abiertas.
¿Incertidumbre? ¿Fin de las buenas relaciones con la UE? Lo que sí es cierto es que es un claro giro en la política de inmigración apoyado, mayoritariamente, por el partido derechista Unión Democrática del Centro. Favorables a esta limitación de la inmigración debido a que “el país no debe plegarse a los dictados europeos”; además, los distintos “males” que acontecen en la actualidad en la región helvética como la falta de vivienda, saturación en los transportes públicos… son debidos a la inmigración europea masiva. Unos argumentos tan sobreexplotados por este tipo de partidos que ya llegan a aburrir.
Otro sector que no ha quedado exento de polémica, después de tantas que se ha llevado este curso académico, ha sido el programa Erasmus; ya que, a partir del año que viene, Suiza no participará en el programa de intercambio de estudiantes europeos. El comisario de empleo y asuntos sociales del Parlamento Europeo no lo ha denominado como una sanción ni como un castigo, sino como “una consecuencia lógica de la elección que ha hecho Suiza ante este referéndum”.
Esto no ha sido el único, llamémosle castigo, que Bruselas ha pronunciado o ha advertido, sobre todo, en materia de investigación y en el proyecto de investigación Horizon 2020. Por ello, el presidente de la Confederación Suiza fue a visitar a la querida mediadora europea Angela Merkel y hablar de lo que realmente ha supuesto el problema para Suiza, que ha sido la incorporación de Croacia a la Unión Europea, convirtiéndose en su primera víctima.
La palabra de los croatas se las ha llevado el viento suizo. Tras haber apalabrado un acuerdo de libre acceso a su mercado laboral, Suiza se ha negado a firmar dicho acuerdo porque resultaría contradictorio a los resultados obtenidos en el referéndum.
Después de este artículo, se puede ver cómo Suiza “desobedecido” al núcleo que es Bruselas y ha ido corriendo en busca de Angela Merkel a Alemania, para dejarse aconsejar y que ésta consiga mediar, de alguna manera, el problema surgido por el resultado del referéndum. Pero éstos, ni mucho menos, se quedan atrás.
Paralelamente a la noticia dada en febrero referente a este artículo, otra noticia muy relevante salía a la palestra ya que Bélgica “invitaba” a salir a los ciudadanos europeos inmigrantes si no encontraban empleo en tres meses, suponiendo estos ciudadanos una carga social importante para el país. Se escudan que no les expulsan por la fuerza, pero se les borra del registro oficial, no se les permite arrendar un piso, no se les permite acceder a la sanidad ni a las prestaciones sociales. Por supuesto que no echan a la gente por la fuerza. Dejan bien claro que el concepto de fuerza para ellos es tomar a aquellos inmigrantes y meterlos en un avión con destino sin ningún lugar.
Cabe decir que no es sólo Bélgica quien adopta esta posición, sino también países como Alemania, Francia, Italia, Irlanda… Los propios expertos en derecho no se ponen de acuerdo; unos lo tachan de mala interpretación de la expresión “carga excesiva”, incluso refiriéndose a posibles abusos; y, por otra parte, las expulsiones en Bélgica estarían amparadas por el derecho comunitario.
Lo seguro de toda esta cuestión arcaica es que hay un problema detrás de todo esto y es el enfrentamiento entre la legislación europea y la opinión de los ciudadanos europeos; un debate a tratar, sobre todo, en esta época tan convulsa por la cercanía de las elecciones europeas.
En definitiva, seamos distintos o seamos iguales, todos somos inmigrantes.
Isaac Jiménez Martín. Metz, Lorena Francesa, Francia.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Marzo 2014.