Sección de Sociedad
Suicidio: pasos ahogados en la crisis
por Laura Morillas
El 29 de julio de 1890, en mitad de un campo de trigo de Auvers sur Oise, Van Gogh se disparaba un tiro en el pecho. La mañana del 2 de julio de 1961, Ernest Hemingway se suicidaba con un escopetazo en la cabeza. El 5 de agosto de 1962, hallaron a Marilyn Monroe muerta sobre su cama, -se cree- a causa de una sobredosis de barbitúricos. Virginia Woolf, un temprano 28 de marzo de 1941, decidía ahogarse en el río Ouse, cerca de su casa de Sussex. Hitler y su mujer, Eva Braun, el 30 de abril de 1945, todo indica que entraron a una habitación, cerraron la puerta y mientras él se disparaba un tiro a la cabeza, ella ingería veneno.
“Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerden que es mejor quemarse que apagarse lentamente”. El final de la nota con la que Kurt Cobain dejaba marcada a la generación de los 90, al morir el 5 de abril de 1994, a los 27 años; fue encontrado sin vida en su casa de Seattle.
Hay momentos en los que a una persona, se le acaba la fuerza, la luz; entonces se detiene en su camino, con la clara certeza de que no va a dar ni un solo paso más. Paradójicamente, hasta cierto punto extraño o si se quiere, aterrador, es en la más absoluta oscuridad cuando más brilla la luz. Pero, como escribió Sartre, “el hombre está condenado a ser libre” y en esa libertad, se contiene la voluntad de darse muerte a sí mismo, donde algunos, ansían encontrar la paz o escapatoria buscadas.
El primer suicida al que la Historia escribe unas líneas es Periandro (siglo VI a.C.), uno de los Siete Sabios griegos.
Mucho más cercano en el tiempo, Albert Camus afirma, a través del mito de Sísifo (dentro de su teoría del humanismo fundada en la conciencia del absurdo de la condición humana), que “hay sólo un problema filosófico verdaderamente serio, el suicidio”, “juzgar que la vida vale o no la pena ser vivida, es responder a la cuestión fundamental de la filosofía. El resto […] viene después”. Camus habla sobre la filosofía del absurdo, que mantiene que nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos. Lo que significa, entre otras cosas y en mi opinión, que la vida tiene el valor que nosotros mismos le otorgamos; para muchos un valor incalculable, para otros, depende de las circunstancias que la rodeen y quién la posea, puede no valer nada.
Cada nueve minutos se registra un suicidio en Europa. El número de suicidios en España subió en 2012 hasta los 3.539 casos registrados. De esos 3.539 suicidios, 2.724 correspondieron a hombres y 815 a mujeres. La cifra incide específicamente en la franja de edad de los 25 a los 34 años. Aquí, es la primera causa de muerte entre hombres (el 17,8% del total) y a nivel de toda la población, la segunda.
En un artículo del periódico El mundo con fecha del 11 de febrero de este año (firmado por Juan Nieto), se pueden leer unos párrafos dedicados a Vicente Esteve, un guardia civil de 40 años: El día 19 de enero estaba de patrulla unipersonal cuando desde el puesto de mando le avisaron de que un hombre deambulaba por las vías del tren. Durante 20 minutos intentó localizarlo sin éxito hasta que le avisaron que el joven estaba colgado en la parte exterior de un puente de la vía férrea de Moixent, con una altura aproximada de unos 60 metros. «Cuando conseguí localizarlo -cuenta el guardia- me puse a hablar con él, le pregunté por su nombre y me interesé por sus problemas. Me empeñé en ganarme su confianza y fue cuando me contó que tenía problemas económicos y una enfermedad que le iba a reducir su movilidad con el tiempo». Después de pedirle al agente que se despidiera de sus padres el joven se arrojó al vacío, pero el guardia consiguió agarrarlo por el brazo y sujetarlo durante unos segundos arriesgando su propia vida.
¿Quiere decir esto que la crisis económica está incrementando el número de suicidios? Es algo que deben de juzgar ustedes mismos, pero las cifras y los testimonios sociales están ahí, bastante escondidos si no sabes dónde buscar o eres de esas personas que tienen bastante con la información que el Gobierno cree prudente dar a conocer. Piensen, que además de tener en cuenta el filtro que bastantes de nuestros políticos sienten la necesidad de imponer sobre diversas cuestiones en nuestro día a día de frágiles y vulnerables ciudadanos (para nuestro bienestar ante todo, claro), el suicidio es un concepto tabú en nuestra sociedad desde hace un tiempo.
No siempre ha sido así. En la Antigua Europa se consentía y era considerado un acto honroso, el filósofo romano Séneca lo ensalzaba como el último acto de una persona libre. El suicidio ha estado ligado a la humanidad y sus costumbres: los mayas, según refiere la historia, veneraban a Ixtab, la diosa del suicidio, y en el Lejano Oriente los japoneses se hacían el seppuku para lavar la deshonra. Por supuesto, en sociedades donde la sacralidad era la cosmovisión vigente, el comportamiento suicida se rechazaba, ya el hombre no tenía permitido modificar su destino, que se creía que estaba en las manos de Dios.
Probablemente, si pensamos en el Romanticismo, recordemos que el idealismo extremo y exagerado que se buscaba, encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio.
El suicidio “es un acto que la ley no prohíbe” (algo que sucede en algunos países) como ha señalado el Tribunal Constitucional de España. Aunque el Tribunal Constitucional Español señala que no existe en el ordenamiento jurídico de este país el “derecho al suicidio”, “ello no impide, sin embargo, reconocer que, siendo la vida un bien de la persona que se integra en el círculo de su libertad, pueda aquella fácticamente disponer sobre su propia muerte, pero esa disposición constituye una manifestación del agere licere, en cuanto que la privación de la vida propia o la aceptación de la propia muerte es un acto que la ley no prohíbe” (Fundamento Jurídico 7º).
La mente es un mundo, un universo extraño y profundo difícil de encerrar tras puertas que no sean las suyas propias, de entender completamente en la inmensa mayoría de las circunstancias.
Sin embargo, me atrevería a opinar que el alarmante número al alza de suicidios que acontecen ahora mismo en España, se deben a motivos más pragmáticos que los de aquellos jóvenes románticos. Alarmante, sí, porque debería alarmarnos no que una persona haga libre y consciente ejercicio de su libertad aunque eso implique decidir acabar con su vida, sino que tantas y tantas decidan hacerlo a raíz de sentirte “asesinados” por la Crisis, y no sentirse capaces de soportar más tiempo la dureza de sus circunstancias. Y pragmáticos, sí, porque hablamos de cosas como ser responsable de 4 hijos, en paro y con un desahucio a los hombros; o como ser enfermo dependiente sin ayudas y sin dinero para medicinas y una calidad de vida digna; o como nadar en deudas que te arrastran a nuevas deudas impagables para saldar las primeras, y así sucesivamente, ahogándote.
La plataforma Stop Desahucios ha comentado recientemente en nota de prensa, textualmente que “los suicidios son asesinatos de los que son responsables todas las entidades e instituciones que los han provocado. Este ‘terrorismo de Estado’ está siendo protagonizado por las autoridades judiciales, por los banqueros, por los políticos y las administraciones públicas. ¿Cuántos muertos, esta vez no en fosas comunes sino en sus propias viviendas, necesita este Estado criminal para impedir los desahucios?”.
La 15Mpedia es una enciclopedia libre sobre el 15M y forma parte del proyecto 15M.cc. ofrece una lista de los suicidios relacionados con la crisis, afirmando que en España, el suicidio es la primera causa de muerte no natural (también denominada causa externa o no debida a enfermedad). Pueden verse ejemplos tan duros como éstos, en 2013:
«15 de julio: Hombre de 49 años de Poio (Pontevedra) se suicida cuando iba a ser desahuciado ese mismo día. 9 de abril: Una pareja se suicida de mutuo acuerdo en Santiago de Compostela por problemas económicos. 11 de febrero: un hombre de Basauri (Vizcaya) se suicida al tener cortadas el agua y la luz, además de deudas (dejó una nota a sus hijos diciendo que «no podía soportarlo más»)».
El sociólogo francés Émile Durkheim en su obra El suicidio (1897), señala que los suicidios son fenómenos individuales que responden esencialmente a causas sociales. Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la colectividad. Por tanto, define el suicidio como un hecho social.
Sin embargo, ahora mismo en España, no se está reconociendo así por las autoridades o bien, ni siquiera a título individual se le está dando la importancia que tiene. No con objeto de impedir al individuo psicológicamente cabal que ejerza su consciente libre albedrío, como he explicado antes, sino para atajar los problemas sociales y económicos, la falta de ayuda y la desesperación, que están nublando e influyendo decisivamente en la decisión de suicidio de muchas personas atormentadas y desmoralizadas que no ven otra salida a sus problemas.
El suicidio es el acto por el que un individuo, deliberadamente, se provoca la muerte de forma consciente, sin originarse como un sacrificio.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), las enfermedades mentales -principalmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol-, el abuso de sustancias, la violencia, las sensaciones de pérdida y diversos entornos culturales y sociales constituyen importantes factores de riesgo de suicidio.
Así mismo, el suicidio puede idearse como expresión de pensamientos acerca de la inutilidad de la existencia y el vacío, como vía de escape para el sufrimiento físico, emocional o psicológico, como deseo de promover cambios en las actitudes o sentimientos de los demás, como búsqueda de tranquilidad, etc., entre otros.
Piensen en aquel gato de Schrödinger que debiera estar corriendo por el campo y subiéndose a los árboles, pero se encuentra encerrado dentro de una caja; por el simple hecho de estar vivo, se merece tener la valentía de preguntarse qué habrá fuera de su caja y encontrar dentro de sí la fuerza para rasgar y destrozar el cartón, atreviéndose a salir afuera para vivir con dignidad. ¿Pero qué sucede si la caja es de metal y no la puede romper? ¿qué sucede si el sistema que le mantiene encerrado, para él -en sus circunstancias y percepción-, es invencible?
Desde la Psicología Cognitiva, se cree que es la desesperanza la que está ligada a la consumación de la mayoría de suicidios, por tanto, su tratamiento se encamina a corregir los pensamientos negativos e infundir esperanza en los pacientes.
Una persona con el pensamiento nublado, embotado de oscuridad y confusión, a la que además, podemos darle ayuda real para seguir adelante con dignidad y esperanza, es injusto que ahogue sus pasos en el suicidio.
Numerosos ciudadanos están alzando la voz en diversos medios, denunciando el alto número de suicidios en España catalizados por las deudas, el paro y las preocupaciones.
El programa SUPRE (Suicide Prevention) de la OMS, dirigido a periodistas, recomienda no informar sobre los suicidios y atribuirlos a deficiencias mentales, nunca a la opresión económica o la asfixia laboral. Las asociaciones de la prensa en España también han recogido estas recomendaciones. El problema, como se explica desde la página Un espía en el Congreso es que el “silencio estadístico y mediático” está previsto para épocas de “normalidad” económica, pero no de colapso social, pues si estos sucesos se esconden, jamás podrán ser analizados para poder evitarlos.
No sólo periodístico (únicamente algunos medios y organismos se atreven a dar cifras y porcentajes tentativos, porque es la única manera de sensibilizar a la gran opinión pública ante una tragedia de la que los políticos parece que hacen oídos sordos), el silencio oficial del que hablo se ha extendido también a la estadística.
En la web oficial del Instituto Nacional de Estadística, puede leerse que “La Estadística de suicidio se ha realizado ininterrumpidamente desde 1906 hasta 2006. Con periodicidad anual, ha recogido información tanto de los suicidios consumados como de las tentativas, estudiando el acto del suicidio con todas las circunstancias de tipo social que puedan tener interés. Desde 2007, siguiendo los estándares internacionales en la materia, se ha adoptado la decisión de suprimir los boletines del suicidio, y obtener la información estadística relativa al suicidio a partir de la información que ofrece el boletín de defunción judicial que se utiliza para la Estadística de Defunciones según la Causa de Muerte”.
En este sentido, da la impresión de que más que luchar por eliminar el tabú que rodea al suicidio (algo que sería muy positivo para poder comprenderlo y actuar mejor ante él), se está queriendo esconder esta realidad que manifiesta el fracaso de la sociedad para muchos. Parafraseando a un amigo, es como si se pretendiera que, si este sistema se quita de encima a aquellos que no se han “sabido adaptar” y que esconde esta realidad, todo parece funcionar a las mil maravillas.
En cualquier caso, y dejando aparte este tipo de consideraciones, permítame el lector que le dedique a él, desde mi opinión personal, las líneas finales de este artículo.
He visto a gente muy cercana a mí intentar arreglar sus errores, su vacío o sus problemas mediante el suicidio. La vida puede llegar a ser muy dura, difícil, extraña, oscura, lo sé. Pero al mismo tiempo la vida está llena de oportunidades para ser feliz, para luchar -con la vida brillando tras las pupilas- por las cosas y la gente que te importan.
Si usted cree que la única escapatoria o salida que tiene ante sus problemas, vacío existencial o ambas cosas, radica en el suicidio, por favor, vuélvalo a pensar; cuestione su creencia más allá de todos sus límites, analícelo, repiénselo una y otra vez, hable de sus pensamientos y emociones con las personas que le rodean, pida ayuda, grite en mitad de la calle para que el Sistema deje de ignorarle, si es necesario.
Respire hondo, serénese, mire al cielo, a las estrellas, sienta la energía del universo en la punta de los dedos; usted es único, es especial, en el fondo de su ser aún queda luz aunque ahora mismo quizás no la vea. Usted está vivo. ¡Usted está vivo! piense en todo lo que podría hacer si quisiera. Muchas barreras son imaginarias o pueden romperse. Usted podría llegar a hacer cosas que en este instante, ni se imagina.
Laura Morillas García. Valencia.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Marzo 2014.