Manu Leguiche ha muerto esta mañana a los 72 años en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid después de una larga enfermedad. Periodista y escritor que viajó y trabajó en los cinco continentes, relató decenas de conflictos armados, desastres y elecciones (desde la guerra del Vietnam y la guerra entre el Pakistán y la India, hasta la Guerra del Golfo pasando por la guerra en Irán e Iraq, las guerras de los Balcanes, y la implosión de la Unión Soviética).
Manu Leguineche (nacido en 1941 en la localidad vizcaína de Arrazua)empezó a trabajar en el Semanario Gran Vía de Bilbao y más tarde, donde se formó, en el diario dirigido por Manuel Delibes, El Norte de Castilla. Pero pronto dejó un país desolado por el Franquismo para dar el salto en 1961 hacia Argelia un país en guerra que se estaba independizando de la metrópoli francesa. Se empezaba a dibujar el Tercer Mundo, una serie de países que tras decenios de imperialismo se independizaron de las metrópolis europeas que pronto entrarían en el escenario de la guerra fría.
Manu Leguineche, residente en la localidad de Brihuega (Guadalajara), fundó las agencias de noticias Colpisa y Faxpress y ganó diversos premios como el Cirilo o el Premio Ortega y Gasset.
Entre sus libros (casi cuarenta) podemos encontrar Los Topos, un largo reportaje que escribió con Jesús Torbado sobre aquellos que se escondieron durante la guerra civil y después de ella, El Camino más corto, que relata una vuelta al mundo en coche afirmando que «el camino más corto para conocerse a si mismo es de dar la vuelta al mundo», La Tribu, una novela sobre periodistas durante la caída de Macias en Guinea Ecuatorial, El último explorador: la vida del legendario Wilfred Thesiger, Los años de la infamia: crónica de la II Guerra Mundial, Madre Volga, y como editor al lado de Gervasio Sánchez, Los ojos de la guerra, un homenaje póstumo con multitud de aportaciones al reportero Miguel Gil Moreno.
Manu Leguineche, un humanista de la guerra fría
Lluís Foix
Manu Leguineche era un periodista que contaba historias sobre lo que veía. Y las escribía bien, con gracia, fijándose en los detalles que acompañan las grandes tragedias y las situaciones más ordinarias. Manu era un periodista de la guerra fría, de las confrontaciones entre dos mundos, de los conflictos que vivió el mundo desde los años sesenta.
Será uno de los últimos corresponsales que vivió la guerra de Vietnam. Llegó a Saigón cuando contaba 22 años y se estrena en un bautismo de fuego, combates, peligros y muertes. Va con los soldados, hace hablar a los paisanos de aquella larga guerra. Era en 1965. Luego vuelve en 1971 cuando Nixon ve que no puede ganar el conflicto, regresa en 1975 y visita con nostalgia el Vietnam unificado de 1980.
Manu nos ha dejado después de una larga enfermedad. Estaba callado pero todos sabíamos que estaba allí, en Brihuega, Guadalajara, leyendo y recordando. Era un hombre de mundo pero sin perder sus raíces vascas. Nació en Arrazua, Vizcaya, en 1941, muy cerca de Gernika. Había declarado recientemente que no volvía a su pueblo “para estar más cerca. Soy fuerte y débil. A veces me voy para estar más cerca de mí, y eso mismo me pasa con mi propio país”.
Tenía también la gran pasión por la literatura. Escribió libros contextualizando lo que ya había relatado en sus crónicas. Recuerdo una frase tajante que me soltó en plena batalla en el frente entre Irán e Iraq, muchos muertos tiernos y frescos, bombas, heridos, gentes atolondradas, polvareda. Le dije que no aguantaba aquello que me era imposible describir aquella dantesca situación. Me contestó que dijera lo que viera que la historia ya diría lo que estaba ocurriendo.
Escribió un libro sobre los hoteles más emblemáticos del mundo que él ha frecuentó en su larga etapa de corresponsal de guerras, cumbres y conflictos diversos. Hemos compartido con Manu esos reductos de los periodistas de la guerra fría, ya fuera para pasar un par de noches o para tomar una copa en el bar del hall. Hemos visitado el Norfolk de Nairobi, el Rafles de Singapur, el Peninsula de Hong Kong, el Miekles de la antigua Salisbury, hoy Harare; el Imperial de Delhi, el King David de Jerusalén, el Pera Palace de Estambul, La Mamounia de Marrakech…
Bueno, Manu ha visitado muchos más porque trotó más tiempo y más ampliamente por escenarios de conflicto. Cuenta cómo en el “Continental” de Saigón no consiguió una cama porque estaba abarrotado de periodistas y militares. Era el hotel en el que Graham Greene y Steinbeck pernoctaron y escribieron noveles excelentes sobre Asia.
Leí en su día su magnífico viaje por el Volga recorriendo la turbulenta Rusia del siglo pasado a bordo del Esenin, el río historia en el que se creó la nació rusa con todas sus leyendas eslavas, músicos de violín, poetas y compositores de ópera. Ni el Estambul de Pahmuk ni el Danubio de Claudio Magris añaden más literatura y más épica a la historia que atraviesa los ríos y las ciudades de la vieja civilización occidental.
Manu Leguineche era conversador y comprensivo. Hablaba mucho pero escuchaba más. Sabía muy bien las grandezas y miserias de la tribu de corresponsales de guerra que han recorrido los caminos del dolor identificándose con los que más sufren o corriendo tras los vencedores. Si tuviera que definir a Manu diría que fue un gran humanista del periodismo en los tiempos de la guerra fría del siglo XX.
Nota: El artículo procede del blog de Lluís, a través de este enlace puede verse el original.
Redacción. Periodismo. El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Enero 2014.