Kiev, capital de Ucrania y de un país donde el infierno está congelándose en sus calles. Desde la Eurocopa, no se ha vuelto a hablar de esta zona; sin embargo, lo que se relataba no era nada precisamente atractivo: corrupción, alza de precios en los hoteles, prostitutas esperando en las calles a los turistas, niveles de alerta a los extranjeros cuando iban a zonas como Donetsk, al sur de Ucrania…
Tuve la oportunidad de ir un año antes del evento tan esperado en el país. Carteles en alfabeto cirílico, anuncios en ucraniano… el turismo brillaba por su ausencia ya que para aquellas personas que no tienen el honor de conocer ese idioma, no tenían nada en lo que apoyarse porque el inglés no contaba para ellos; no obstante, un cartel bien grande en la calle comercial de Kiev contaba los días que quedaban para el comienzo de la Eurocopa. Las reformas estaban en marcha: estadios, más terminales en el aeropuerto… una cuenta atrás. Una cuenta llevada por obreros que trabajaban sin parar y cuando digo sin parar, me refiero a ver a las tres o cuatro de la mañana a obreros trabajando. Preguntabas: ¿pero no hay regulación laboral?, ¿algún sindicato? Su respuesta era una sonrisa.
Mi curiosidad cuando me hospedé allí era preguntar por la Revolución Naranja de 2004, en la que millones de personas abordaron la Plaza de la Independencia buscando un sueño, una ilusión, una lucha… que fue del todo a la nada. Decepción, pesimismo…es lo que contaban cuando mi amiga me podía traducir las pocas palabras que salían de ellos. En definitiva, no querían recordar esos momentos en los que tanto frío habían pasado, tantas noches no habían dormido; y sobre todo, tantos momentos que habían soñado.
Unos pocos días antes de partir, la famosa Yulia Timoshenko y su corona rubia fueron desterradas a una prisión. Las calles se empezaban a movilizar, Europa movía un poco los dedos para aparentar; pero, nada, Ucrania no importaba.
Hoy en día, Ucrania es el punto clave de todas las discusiones en las instituciones europeas. Una situación caldeada entre los antiguos bloques ya conocidos: Pro-Europa contra Pro-Rusia.
El actual presidente de Ucrania prometió a sus ciudadanos a entrar en la Unión Europa desde hace ya un tiempo considerable; no obstante, las conversaciones y posibles negociaciones con Vladimir Putin no han cesado y esto, parece ser que ha sido el detonante para que Yanukovich, el presidente ucraniano, diga que no a entrar en la Unión Europea. Un juego a dos bandas en toda regla.
El laberinto traza más caminos por las mentiras que se cuentan, por las creencias… los manifestantes que podemos ver en los medios de comunicación y que luchan por una “libertad”, algunos ni entienden o ni saben por qué se encuentran allí; incluso, se dice que algunos se venden por un poco de vodka. Además, el entrar en la Unión Europea, no sé hasta qué punto supondría un beneficio para ellos. A lo mejor, el interés es que Europa quiera utilizar a Ucrania prometiéndole letras pequeñas que los dirigentes no saben leer para que nuestra querida Unión se beneficie, sobre todo, en el ámbito económico. Suena muy bien decirles que no van a tener grandes impuestos y sus fronteras económicas, que no de otro ámbito, van a estar abiertas.
Provocación de un líder que está propiciando una guerra civil por otro sueño roto. Roto por esos antidisturbios que pegan sin piedad a todo aquel que se precie a mover un dedo hacia ellos; o simplemente, pasando por el lugar erróneo. También hay que hablar de esas pocas personas radicales que consiguen sacar titulares diarios de los medios europeos sobre Ucrania, como por ejemplo, la caída de la estatua de Lenin.
Tan compleja esta revolución como la vida misma. De intentar firmar unos acuerdos económicos han pasado a una batalla campal que salta por cualquier razón y por cualquier indicio de movimiento.
Los caminos se van cruzando; los muros, aumentando y el laberinto ucraniano, no se está acabando.
Isaac Jiménez Martín. Metz, Lorena Francesa, Francia.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Diciembre 2013.