Aquel Prestige – por Francesc Sánchez

Después de once años del desastre ecológico del petrolero Prestige frente a la costa gallega se ha celebrado un juicio en el que se ha certificado la impunidad total que en su momento conocimos todos aquellos que asistimos estupefactos a la catástrofe. Hagamos memoria y contextualicemos los hechos.

El 13 de noviembre de 2002 un petrolero con bandera de conveniencia (Bahamas) procedente de Lituania y con destino indeterminado (en teoría la India pasando por Gibraltar) sufre un accidente durante un temporal frente a la costa de Finisterre. El casco del buque se ha quebrado y empieza tanto a hacer aguas como a expulsar su carga de fuel oil al mar (77.000 toneladas). Ante esto la Autoridad Marítima se encuentra en la única disyuntiva que han dado a conocer: remolcar el petrolero hacia un puerto seguro (se habló del puerto de A Coruña y el puerto de Vigo) donde extraer el fuel oil con el peligro de contaminar la ria escogida, o alejar todo lo que se pueda el buque hacía altamar donde poder extraer su carga. Como sabemos se decidió lo segundo. El buque es remolcado hacia altamar hasta unos 233 kilómetros de las Islas Cíes mientras va vertiendo fuel oil por el camino; seis días después el casco no aguanta más la presión del mar y se parte en dos hundiéndose en las profundidades mientras vierte la mayor parte de su carga. El fuel oil vertido que desde hacia días había empezado a llegar a la Costa da Morte en forma de galletas o chapapote se extiende por más de mil kilómetros por toda la costa gallega, asturiana, cantabra, vasca y francesa (prácticamente hasta el Canal de la Mancha).

Si esta decisión de alejar el buque de un puerto seguro fue muy cuestionada por los gallegos y todos aquellos que permanecimos impasibles ante las circunstancias la indignación fue generalizada cuando el chapapote tiñó de negro la costa gallega y no hubo ningún tipo de respuesta gubernamental. Bueno si hubo una: un tal Mariano Rajoy que otrora era vicepresidente del gobierno dijo que «no había marea negra» y que aquello que salía del Prestige eran «hilillos de plastelina». Entonces empezaron a llegar miles de voluntarios desde los lugares más recónditos de la península para limpiar las playas y empezaron las protestas formándose el movimiento Nunca Mais. Paradójicamente parte de este pueblo galego que más sufrió las consecuencias del desastre después de prometedoras indemnizaciones e inversiones por parte del gobierno central votaron masivamente a la derecha en las elecciones municipales.

Frente a este tipo de catástrofes ecológicas por vertidos de petroleros se ha de reconocer que Loyola de Palacios consiguió que la Unión Europea excluyera de sus aguas y puertos a este tipo de buques que no lleven doble casco. Del puerto seguro que se tenía que construir para llevar a barcos averiados o accidentados no sabemos nada.

En cuanto al contexto de la catástrofe del Prestige, como en un artículo anterior que escribí sobre los diez años del no a la guerra, era de máxima tensión: si la primera legislatura de Aznar fue la del viaje al centro y el tan cacareado crecimiento económico (basado en el ladrillo) que tan nefastas consecuencias ha tenido en su declive en un contexto de crisis económica global, la segunda fue la de la arrogancia de una mayoría absoluta que tuvo el merito de sacar innumerables veces a la gente a la calle, muchos de ellos jóvenes, que nunca antes habían tenido inquietudes políticas. Tanto desde los canales habituales de información (periódicos, televisión y radio) como de los emergentes (Internet: medios convencionales y algunos de alternativos entre los que nosotros nos contábamos) se iban prodigando todo tipo de informaciones que la ciudadanía y los que no se definían en estos términos encontraron indignantes. Entonces toda esta gente salió a las calles para oponerse a una reforma laboral, a una ley de educación, a unas cumbres europeas, a una desastrosa gestión de una catástrofe ecológica, a una guerra, y a una manipulación constante de la información que tuvo su cumbre en los Atentados del 11 de Marzo. Y todo esto vale la pena decirlo, por no sobrevalorar nuevas herramientas, fue posible sin las redes sociales, al menos tal como ahora las conocemos.

Soy consciente que muchos españoles consideran que todo esto formó parte de una gran manipulación o una conspiración para echar al gobierno de Aznar del poder. Muchos de ellos consideraran a día de hoy que los Atentados del 11 de Marzo fueron perpetrados por la ETA (u otra autoria, recordemos que Aznar sigue diciendo en sus memorias que los autores intelectuales no están en desiertos lejanos) o que el gobierno estaba engañado o no sabia nada. Ya va siendo hora de reconocer los errores y entender que la derecha perdió las elecciones no tanto porque los socialistas provocaran sensación ni porque los que votamos contra la derecha seamos idiotas si no porque ciertamente «se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo».

Pero dejemos en paz ese punto de ruptura final que tanto nos divide y digamos algo de este juicio sobre el Prestige que once años después y durante nueve meses de instrucción ha sentenciado que no hay ni culpables apreciables ni responsables. Esto dicho así suena un poco seco pero la única condena hacía el capitán Apostolos Mangouras lo dice todo. La culpa para el que conduce, aunque sean nueve meses, un perfecto cabeza de turco, que era comandante de un buque que se hundió por las circunstancias, naturales supongo. Nada de hacer responsable al armador, nada de pedir indemnizaciones a la compañía de seguros, nada, por supuesto, de pedir responsabilidades a la Autoridad Marítima, ni a los gobiernos de la Xunta ni del estado español. ¿Habrá alguna respuesta contundente por parte de la cuasi desaparecida Nunca Mais? Mientras esperamos son los franceses, afectados también por el desastre, los que parece se van a movilizar para demandar al estado español, afirmando que «esta sentencia es un mal precedente». Y cuanta razón llevan.

Anotación:

En el 2012 el Tribunal de Casación francés ratificó la culpabilidad en el caso del vertido del Erika en 1999. En este caso se ratificó la culpabilidad compartida por la petrolera Total, la clasificadora del barco Rina y su armador, condenándoles a pagar 200 millones de euros en indemnizaciones.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Noviembre 2013.