Cualquier cambio tecnológico en la historia de la humanidad tiene sus cosas buenas o malas dependiendo del uso que hagamos de esta propia tecnología. El caso de Internet, que empezó siendo una herramienta militar del ejército norteamericano con la que mantener conectadas bases militares ante un eventual ataque nuclear y que las universidades empezaron a utilizar después para estar en contacto, no es una excepción. Ha permitido poner en contacto rápida y fácilmente a millones de personas tanto para fines profesionales como de ocio y ha representado una ventana abierta al mundo para muchos más. Nunca antes se había tenido acceso a tanta información para el que sepa encontrarla y utilizarla (porque esta puede convertirse también en un exceso). Pero Internet también ha permitido usos ilícitos para delincuentes y criminales que se han aprovechado del anonimato para organizarse y llevar a cabo sus fechorías contra esta mayoría cada vez más abrumadora de internautas y ciudadanos. De las estafas y los robos al terrorismo global pasando por el tráfico de substancias ilegales. Y es en esta materia que los estados cada vez más, y sobre todo desde los atentados del 11 de Septiembre de 2001, que nos vigilan por nuestro bien aunque no hayamos cometido ningún delito o no haya ninguna investigación policial o orden judicial al respecto.
Por todo esto nada debería de sorprendernos todas estas informaciones que empezaron a difundirse desde organizaciones como Wikileaks de la mano de Julian Assange, o las revelaciones del agente de la CIA Edward Snowden. Las filtraciones del soldado Bradley Manning dejaron al descubierto crímenes de guerra del ejército norteamericano tanto en Iraq como en Afganistán. Los Documentos de Estado de las embajadas estadounidenses, que podrían pasar por meros cotilleros entre funcionarios, fueron parte del material que enalteció a los tunecinos para echar a su tirano Ben Ali. La revuelta árabe aunque tuviera formas de organización más rudimentarias también tuvo la participación de jóvenes coordinados a través de Internet. Las revelaciones del agente Snowden al perecer nos confirman que la Agencia de Seguridad Nacional espiaba masivamente las llamadas de teléfono y los movimientos en Internet no solo a los estadounidenses si no a quién quisiera incluidos los lideres de otras naciones. Los gobiernos aliados de Washington han hecho un amago de sacar pecho ante estos hechos pero callan cuando nuevas relevaciones implican a sus servicios de inteligencia en esta colaboración o sumisión hacia el líder mundial.
Todo esto desborda a los estados pero también al periodismo convencional. Julian Assange cedió sus informaciones (probablemente vendió) a cinco periódicos de referencia mundial facilitándoles portadas durante meses, pero cuando los servicios secretos aliados le hicieron una encerrona para arrestarlo e intentar extraditarlo a los Estados Unidos estos propios medios de comunicación se desentendieron de él. Ya casi hemos olvidado que sigue en su cautiverio voluntario y rodeado por Scotland Yard en la embajada de Ecuador en Londres. En cuanto a Snowden después de estar un tiempo en tierra de nadie en el aeropuerto internacional de Moscú fue acogido en la madre Rusia por Vladimir Putin. Fue tal el celo de la Casa Blanca que no solo afectó a la relación entre los dos países si no que llegó a perseguir, con la colaboración de sus aliados, al avión del presidente boliviano Evo Morales a su vuelta a casa porque sospechaban que el agente iba a bordo.
Bradley Manning está encarcelado por traición a un estado que tiene la manos manchadas de sangre. Julian Assange el receptor y difusor de las informaciones de Manning se ha convertido en un paria que Estados Unidos quiere juzgar para dar ejemplo. En cuanto a Edward Snowden, el agente que se avergonzaba del espionaje que hacia su estado hacia todos, depende de la voluntad de Vladimir Putin. En Estados Unidos cualquier individuo que espíe al estado es encarcelado pero cuando agentes de este propio estado espían a sus ciudadanos vulnerando su privacidad, amparándose desde el 2001 en la Patriot Act, no pasa nada porque lo hacen por la seguridad nacional, y si espían a extranjeros (dentro y fuera del país), amparándose desde 1978 en la Ley de Vigilancia Extranjera y en la anterior ley mencionada, tampoco pasa nada porque Estados Unidos tiene el derecho de informarse de lo que pasa en el mundo.
El mundo del espionaje es tan antiguo como el de la civilización, en el momento que se daba un conflicto bélico, o en tiempos de paz donde los adversarios vivían en tensión, siempre han habido espías que han recabado información y han hecho operaciones encubiertas. La máxima expresión de todo esto fue la Guerra Fría donde las dos superpotencias mientras se enfrentaban indirectamente en terceros países jugaban a los espías en un mundo que -como ahora no lo perdamos de vista- vivía bajo el pánico nuclear. No hay nada nuevo bajo el sol, o quizá sí. En 1972 las escuchas al Partido Demócrata que realizaron hombres contratados por colaboradores del presidente y que sacaron a la luz los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward en el periódico The Washington Post en función de las filtraciones de Garganta Profunda (William Mark Felt, número dos del FBI) fueron una de las razones de la caída de Richard Nixon. Por lo tanto dos diferencias, la primera de ellas que el periodismo de investigación hacía los que detentan el poder está en horas muy bajas, y son otro tipo de personas, cercanas a los entramados del estado, los que finalmente difunden las informaciones a través de multitud de medios en Internet y a través de medios más convencionales; la segunda que nadie se responsabiliza de nada, desmintiendo lo que más les incomoda, y si lo hacen en algunas cuestiones justifican sus acciones con total impunidad.
Para terminar con algo de optimismo, quizá, como comentaba Antoni Segura en una entrevista en este periódico, este acceso masivo a Internet esté generando una opinión pública global que por muy manipulada que pueda llegar a estar se indigna ante las injusticias e intenta salvaguardar unos derechos y unas libertades que tanto ha costado conseguirlos en occidente y que no deben suprimirse ni encorsetarse pues la historia, contrariamente a lo que decía Francis Fukuyama, sigue su curso. Indignación, derechos y libertades que en mi opinión pueden llegar a ser algún día un buen legado sin imposiciones y por voluntad de cada pueblo para todo el planeta.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Noviembre 2013.