Las nuevas elecciones de Camboya:
el fracaso que EEUU no quiere reconocer
Hace unas semanas decía Hun Sen, en un acto oficial de una céntrica provincia camboyana, que una victoria de la oposición podría llevar a la violencia en todo el país. Hun Sen es el primer ministro de Camboya, tiene 60 años, es uno de los 10 líderes mundiales que más años lleva en su cargo y más de una vez ha manifestado su intención de estar a la cabeza de los camboyanos hasta que cumpla los 90. Aún le quedan 30 para eso y, por ahora, acaba de ganar las elecciones generales que tuvieron lugar el pasado 28 de julio.
Los camboyanos tienen en su haber una de las historias más crueles de la segunda mitad del pasado siglo. Los jemeres rojos llegaron en 1975 al poder de un país que no había logrado la estabilidad desde su independencia del imperio colonial francés y que venía de vivir una guerra civil de cinco años. Los mismos jemeres rojos mataron, en los cuatro años que estuvieron en el poder, a 1,7 millones de camboyanos, lo que supuso la tercera parte de la población que había en su momento. Muchos de ellos intelectuales. Profesores, médicos y demás personas con estudios. Lo que se traduce a que la generación adulta de la Camboya actual no ha tenido acceso a profesores que pudieran ofrecerles una educación.
Los vietnamitas ayudaron a derrocar a los jemeres rojos en 1979, pero no a su desaparición. El grupo de Pol Pot se trasladó a una región del norte del país, rica en madera, la que vendió de forma ilegal para enriquecerse. Muchos antiguos jemeres rojos pasaron a formar parte de los nuevos gobiernos posteriores y los camboyanos no conocieron la verdadera paz hasta la muerte de Pol Pot en 1998. Por todo esto, los camboyanos tienen el miedo en el cuerpo. Y con eso juegan los políticos a la hora de conseguir votos.
En 1993, hizo en mayo 20 años, se celebraron unas elecciones democráticas auspiciadas por Naciones Unidas, tras una misión de algo más de un año de duración y que resultó ser la más cara de la historia de la organización por aquel entonces. Dice el camboyano Suon Rottana que aquellas elecciones “fueron legítimas y libres, las personas sí pudieron elegir”, pero añade que “con el tiempo, las elecciones ya no son claras, hay mucha corrupción”.
Ahí está la clave. Ni Naciones Unidas ni Estados Unidos, principal promotor de la operación de principios de los años 90, parecen querer reconocer que su intervención no ha llevado a una democracia en Camboya. Muchos políticos del país norteamericano, ciudadanos e incluso otros países occidentales nunca consiguieron comprender el interés de Estados Unidos en Camboya, que parecía querer limpiar su imagen en la región tras el gran y bien recordado fracaso en la guerra de Vietnam.
Poco después de las primeras elecciones, en las que ganó el Funcinpec, el partido de la monarquía jemer, Hun Sen consiguió, tras una coalición de su partido con los ganadores y diversas tretas políticas, llegar a ser el gobernador del país. No hubo gran oposición a esto. Tanto las fuerzas internacionales como los demás partidos políticos camboyanos, preferían continuar con el período de calma que el país necesitaba, dando así carta libre a Hun Sen.
Elecciones tras elecciones vuelve la misma polémica que amenaza al gobierno de Hun Sen con parar las donaciones internacionales si continúa la corrupción y las malas prácticas para asegurarse su permanencia en el poder. Sin embargo, las amenazas, nunca llegan a ponerse en práctica. También en los pasados años, entre los donantes internacionales que buscan el desarrollo económico y social del país asiático se encuentra España. De acuerdo con las cifras presentadas por Trading Economic, el gobierno español donó a través del DAC o Comité de Asistencia al Desarrollo de la OCDE (al igual que la mayoría de países desarrollados económicamente), 21,150 millones de dólares en 2011, por debajo de los 29 millones del año 2009.
Este año, de nuevo, en plena campaña electoral, la oposición pide a los donantes que frenen la ayuda mientras Hun Sen continúe con su juego. Los países donantes, con Estados Unidos a la cabeza, ya han amenazado al líder jemer con dejar de enviar dinero para ayuda social. Pero, por ahora, la amenaza no se ha cumplido.
Situación social en Camboya
Suon Rottana tiene la historia de Camboya marcada en su piel. Nacido en 1962, con 13 años vio como asesinaban a sus padres delante de él, cuando iban de camino a algunos de esos campos de trabajo que los jemeres rojos crearon, buscando establecer un sistema basado en trabajos forzados agrícolas. Y Rottana fue obligado a luchar del lado de Pol Pot en su batalla contra Vietnam y tantos años de guerra hicieron que perdiera la memoria durante un tiempo. Ahora trabaja en el museo de la guerra de Siem Reap. Ha estado en la cárcel, por publicar un libro contrario al líder Hun Sen. Y dice Rottana que la mayoría de sus compañeros en las celdas estaban allí por disentir con el régimen. Este se queja de que la mayoría de sus compatriotas camboyanos no han recibido una educación y sólo escuchan la propaganda que les llega del gobierno y considera que esta generación aún no podrá cambiar la situación política del país.
Realmente, en las elecciones de 1993 no ganó Hun Sen ni su partido CPP (Partido Popular de Camboya). Pero se las arregló para conseguir el poder, de la mano del Funcinpec, el partido de la monarquía, que había resultado el ganador, pero que nunca llegó a tomar las decisiones importantes del país.
La Camboya actual es un país donde la corrupción lo mueve todo, cualquiera que viva allí lo sabe y lo comenta como si este fuera el orden natural: atención en los hospitales, educación en los colegios, relaciones con la justicia o con las autoridades policiales… Y también en política. De acuerdo con el ‘Índice de percepción de corrupción’, que cada año publica la organización ‘Transparencia Internacional’, de los 174 países estudiados, Camboya ocupaba el pues 157 en 2012.
La pobreza llega al tercio de la población. A falta de estudios más recientes del país, en los datos presentados por el Banco Mundial en 2007, un 31% de la población del país vivía con menos de 46 céntimos de euros al día, cifra considerada como la línea de pobreza nacional.
Muchos niños están sin escolarizar. Explica Ron Carter, encargado de las relaciones públicas de New Hope, una organización que trabaja en Siem Reap con las familias de un barrio pobre llamado Mondul III, que como los profesores sólo reciben un salario de 30 dólares mensuales, acaban aplicando cobros extra a los alumnos. Y muchas son las familias que se ven incapaces de pagar esas tasas y no envían a los niños al colegio. Para muchas familias, un dólar es un gasto que no se pueden permitir.
Violencia pre-electoral para ganar en las urnas
En política la situación no es menos grave. Dice el responsable de una organización internacional, que tiene proyectos para evitar la prostitución infantil en Camboya, que el partido de Hun Sen es cómo un pulpo capaz abarcar a todos los partidos de la oposición y tenerlos bajo su dominio. De hecho, este prefiere no dar su nombre por miedo a las represalias.
Los meses previos a unas elecciones en Camboya, se han caracterizado desde 1993, por ser un período marcado por la violencia, la represión y por las acusaciones de la oposición al partido gobernante de mala práctica democrática. Y este año no iba a ser menos.
Sam Rainsy, principal líder de la oposición, está exiliado en París, para evitar una condena de 12 años de cárcel por sus críticas a Hun Sen y su partido. El pasado 6 de junio tenía que presentar en Bangkok, la capital de Tailandia, su nuevo libro. Las autoridades tailandesas de migración le prohibieron la entrada y le anunciaron que no podría visitar el país hasta pasadas las elecciones de julio.
Es más, desde el 5 de julio, los 28 miembros de las dos formaciones de la oposición que ahora están unidas en el Partido de Rescate Nacional de Camboya (CNRP), ya no está presentes en el parlamente tras ser expulsadas de sus escaños y tras haberles sido retirados sus salarios. Después de que Estados Unidos mostrara su preocupación por el asunto, el Partido Popular de Camboya ha justificado su decisión diciendo que estos parlamentarios han infringido la Ley de Partidos, por ser miembros de las dos formaciones políticas (ahora unidas en una).
El día 7 de junio se votaba en Phnom Penh una ley a partir de la cual será delito negar las atrocidades cometidas por el régimen de los jemeres rojos. Fue una ley dictada rápidamente en las últimas semanas, y organizaciones internacionales como Human’s Right Watch afirma que el objetivo de esta ley es debilitar al vicepresidente de la oposición, Kem Sokha, después de que se malinterpretaran unas declaraciones suyas sobre el museo Tuol Sleng y la colaboración de los vietnamitas con el régimen de Pol Pot.
Bárbara Bécares. San Martín del Rey Aurelio, Asturias.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Julio 2013.