El 17 y 18 de julio de 1936 unas facciones del ejército lideradas por Francisco Franco se sublevan a la legalidad vigente y dan un golpe de estado. En muchas ciudades los militares se hacen con el poder pero en otras la reacción de los sindicatos y el pueblo les hace fracasar. Franco desde Canarias y Marruecos invade con tropas rebeldes la península.
Este es el inicio de la guerra civil española en el que los españoles se mataron durante tres años. El trabajo que viene a continuación va intentar explicar que fue la batalla del Ebro, porque se llevó a cabo, y que consecuencias tuvo tanto su puesta en marcha como su finalización para el bando republicano y el nacional.
Razones para una gran batalla
En el verano de 1938 los ejércitos republicanos están arrinconados por los nacionales. Madrid prácticamente está rodeada y Valencia a punto de caer. El gobierno de la República se había trasladado a Barcelona. Las últimas fuerzas republicanas de importancia se encontraban en Cataluña. La comunidad internacional del momento en unos casos participaba activamente en la guerra, como es el caso de Alemania y Italia que proporcionaron tanto armas como unidades completas (Alemania principalmente los aviones de la Legión Cóndor e Italia tanto aviones como decenas de miles de soldados encuadrados en el bando nacional), o el caso de la Unión Soviética (que sobre todo proporcionó armamento de todo tipo previo pago), y en otros casos, como Gran Bretaña y Francia que permanecieron impasibles sin involucrarse en lo que se conoció como «la política de no intervención». Falta añadir los miles de fusiles que aportó el gobierno de México para la República y claro, los miles de voluntarios que formaron las Brigadas Internacionales llegando de cualquier parte del mundo.
El objetivo militar de la batalla del Ebro era ganar el máximo de territorio y obligar a los nacionales a combatir a los republicanos en los territorios que bordean el río obligándoles a trasladar tropas desde el frente de Valencia. De esta forma se quería ganar tiempo ante un eventual conflicto europeo de grandes proporciones que integraría la guerra civil en España. De esta forma los ejércitos de las democracias europeas, y más tarde Estados Unidos, lucharían en España contra los nacionales, los que se presumía que serían aliados del Tercer Reich de Adolf Hitler y la Italia fascista de Mussolini. Por lo que respecta a la política interna en la República la batalla se esperaba que fuera un revulsivo tanto para el ejército, induciéndole moral en unos momentos muy bajos, como para el gobierno del presidente Juan Negrín, que con una victoria obtendría una mayor popularidad en un momento también delicado. Por todo esto se ha dicho que la batalla del Ebro fue ante todo más política que militar.
Preparativos
Para poner en marcha la batalla hacia falta engrandecer el Ejército Popular en Cataluña. Por esa razón se declaró una leva obligatoria para todos los hombres entre 17 y 40 años (a los más jóvenes se les ha llamado la Quinta del Biberón) y se les instruyó en los CRIM (Centros de Reclutamiento, Instrucción y Movilización). En la batalla del Ebro los republicanos iban a movilizar 100.000 soldados. Mientras se hacia una minuciosa exploración del territorio donde se iba a desarrollar la batalla el Ejército Popular se preparó para el paso del río en tierra seca.
La eventual apertura de la frontera francesa entre el 17 de marzo y el 13 de junio permitió la entrada en Cataluña de 25.000 toneladas de material soviético y checo que hacia meses que estaba bloqueado (sobre todo armamento ligero como fusiles y fusiles ametralladores).
«En conjunto, y contando con la artillería antiaérea y que todas las baterías estuvieran al completo, el ejército republicano había reunido en el frente del Ebro un total de 360 bocas de fuego, aunque algunas de las piezas eran más dignas de figurar en un museo que no en la línea de fuego de un ejército que iba a afrontar una batalla decisiva» (Villarroya, 1987)
El ejército republicano en el momento de iniciar la ofensiva utilizaría un total de 26 tanques T-26 y cuatro compañías de carros blindados armados de ametralladoras en vez de cañones. «El tanque ligero T-26 fue el mejor utilizado de todos los que actuaron en los campos de batalla durante el transcurso de la guerra civil» (Villarroya, 1987)
En cuanto a la aviación los republicanos no la utilizaron los primeros días de la batalla por que se encontraba en Valencia. Al pasar los días empezaron a desplazarse aviones desde esta ciudad y también se pudieron disponer de otros (50 chatos, 50 moscas y 24 katiuskas) a partir del 3 de agosto cuando pasaron la frontera. Los nacionales movilizarían para la batalla 400 aviones.
Dos Cuerpos de Ejército, el XV y el V, cada uno con sus tres divisiones cruzarían el Ebro. El XV Cuerpo «con sus divisiones 42ª, 3ª, y 35, al mando de Tagüeña, abarcaba el sector desde Mequinenza hasta Ascó y debía dirigir una flecha hasta la Pobla de Masaluca y Villalba del Arcs, mientras que otra ocupaba Corbera d’Ebre, apuntando hacia Gandesa» (Cardona y Losada, 2005:83). En cuanto al «V Cuerpo de Líster, con sus divisiones 11ª, 46ª y 45ª, dirigiría una flecha hacia Gandesa y la sierra de Pandols, con animo de desbordar al pueblo por el sur» (Cardona y Losada, 2005:83).
Además de ésto se intentaba confundir al enemigo con dos ofensivas secundarias, respectivamente, al norte y sur del ataque principal: la 42ª División atravesaría el Ebro cerca de Mequinenza Fayón, y al sur la 14ª Brigada Internacional, franco-belga, lo haría en las proximidades de Tortosa.
El paso del río
La ofensiva dirigida por el general Vicente Rojo se inició a las 0.15 horas el día 25 julio, el día de Santiago, uno de los patrones de los nacionales (*1). En la oscuridad de la noche los republicanos empezaron a cruzar el río tanto a nado como con botes por cerca de Flix, Ascó, García y Ginestar. Una vez en la otra orilla se empezaron a tirar cables y pontones sobre el agua para construir puentes de madera y pasarelas móviles. Las pasarelas permitirían pasar unidades y los puentes de madera tanto piezas de artillería ligera como vehículos. El puente de hierro que empezaron a construir en Flix permitiría pasar artillería pesada y carros blindados.
Las primeras unidades al llegar al otro lado de Ebro empezaron a introducirse en territorio enemigo produciéndose los primeros combates con el Cuerpo de Ejército Marroquí (con sus divisiones 50ª y 105ª en vanguardia y la 13ª en la reserva) comandado por el general Juan Yagüe que cubría la zona comprendida entre la confluencia del Noguera-Ribagorzana hasta el Mediterráneo. Pero este avance fue lento para los republicanos porque no disponían aún ni de artillería pesada ni de carros blindados.
Por la mañana la aviación de los nacionales empezó a bombardear los puentes y las pasarelas. Por la noche los republicanos los reconstruían y al día siguiente los nacionales volvían a destruirlos. Otra táctica utilizada por las nacionales fue la de abrir los pantanos (Camarasa, Barasona, Ardisa, Santa María de Belsué, y la Peña) en el curso del río que dominaban, la crecida de las aguas (en ocasiones superior a los dos metros) se llevaba por delante los puentes y la pasarelas, muchas veces también a los propios soldados que en ese momento estaban cruzando.
En una semana de duros combates el ejército republicano ganó al enemigo 800 kilómetros cuadrados de territorio, ocupando por el norte la zona de los Auts por debajo de Mequinensa y más al sur llegó a las puertas de Villaba del Arcs y Gandesa.
Objetivo: tomar Gandesa
El objetivo de los republicanos era tomar Gandesa a cualquier precio. Este pueblo (una población con algo más de 3.000 habitantes que intentaron huir en cuanto pudieron) se había convertido en el nudo de comunicaciones de los nacionales (desde esta localidad partía la carretera que llevaba al Bajo Aragón) y, terminado ya el efecto sorpresa de los republicanos, se convirtió en una plaza inexpugnable.
Los encargados de ir hacia Gandesa por el sur eran los soldados del V Cuerpo, integrados por tres divisiones: 11 (Joaquín Rodríguez), 45 (Hans Khale) y 46 (El Campesino, substituido luego por Domiciano Leal). Formaban parte de este V Cuerpo también fuerzas prestigiosas como la 12 y 14 Brigadas Internacionales. El efecto sorpresa fue tan importante que 4.000 soldados nacionales fueron hechos prisioneros. El avance fue lento y difícil pues aún habiendo suficientes tropas para tomar la plaza la irregularidad en el paso del río, por la destrucción de los puentes y pasarelas, impedía la llegada de artillería pesada y carros de combate.
«A pesar de las dificultades, Modesto ordenó insistir en los ataques contra Villalba del Arcs, Fayón, Pobla de Masaluca y, sobre todo, Gandesa, donde debían concentrarse los principales esfuerzos. Si resultaba imposible tomar este pueblo, los republicanos debían construir trincheras con el fin de no retroceder cuando contraatacaran los nacionales y, sobre todo era preciso trabajar en los puentes del Ebro» (Cardona y Losada, 2005:131)
La vanguardia de la 35º División Internacional del Mayor Pedro Merino llegó al pueblo el día 26 y chocó con un conglomerado de fuerzas nacionales. En el Puig del Aliga, un enclave considerado clave para tomar Gandesa, hubo tantas muertes que los brigadistas británicos lo llamaron la Cota de la Muerte o el Grano y, los legionarios de la 6ª Bandera, Pico de la Muerte. Modesto frente a estas dificultades ordenó que la 16ª División pasara el río para dirigirse al pueblo por el norte cortando la carretera de Calaceite. Mientras tanto, como mencionábamos más arriba, el V Ejército de Líster atacaría por el sur.
Franco al recibir de sus subordinados la noticia del avance republicano suspendió la ofensiva contra Valencia -como recordamos uno de los objetivos de la batalla- y ordenó la concentración en el nuevo frente del Ebro de tropas destacadas en Tremp, Extremadura, Valencia y Aragón. Los primeros en llegar a Gandesa desde Extremadura fueron los soldados de la bandera de Falange de Soria integrados en la 74ª División. En los siguientes días los nacionales trajeron al frente las Divisiones 102ª y 82ª, algunas fuerzas de la 74ª, la 84ª y la 4ª, más dos banderas de la Legión.
El 31 de julio y 1 de agosto, Gandesa fue atacada duramente. «Los obuses machacaron el cementerio, el Sindicato Agrícola y las primeras casas antes de que los internacionales se lanzaran al asalto» (Cardona, 2006). La 15ª Brigada Internacional atacó el Puig del Aliga durante dos días sin poder conquistarlo. Los republicanos no pudieron tomar Gandesa por lo que se replegaron a sus trincheras. El día 3 de agosto cesaron los combates en todos los sectores y los republicanos recibieron órdenes de fortificarse.
El infierno de Pandols
La imposibilidad de tomar Gandesa y Villalba dels Arcs por parte de los republicanos les lleva a tomar una decisión impensable, subir a la sierra de Pandols para resistir ante cualquier tipo de ataque. Y esto lo hizo la mejor unidad de Líster, la 11ª División, mandada por el mayor Joaquín Rodríguez.
«Allí no se podía vivir. Durante todo el día debían permanecer en las trincheras con un calor agobiante, haciendo sus necesidades en el mismo agujero en el que estaban. Se cambiaban de ropa muy de tarde en tarde y, como sólo podían lavarse someramente y cada cuatro o cinco días, tenían la piel cubierta por una apestosa capa de sudor y polvo. Además del sol abrasador, de la endiablada orografía, la sed y el hambre, padecían continuos bombardeos». (Cardona y Losada, 2005: 187, 188)
Yagüe ordenó a Camilo Alonso que atacara con la 4ª División de Navarra, reforzada con el 10º tabor de Alhucemas y una compañía de morteros pesados, otra de ametralladoras y un centenar de piezas de artillería. El relevo de la 11ª División lo llevaron a cabo los norteamericanos del Batallón Lincoln, tras él el Spanish, el British y el Mac-pacs.
«Harry Fisher y sus compañeros debían substituir a los defensores de la Cota 666 y se dirigieron al lugar muertos de miedo, porque habían visto a los heridos evacuados de Pandols, así como los terribles bombardeos caídos día y noche sobre la misma posición que ahora les tocaba defender». (Cardona y Losada, 2005: 205)
Juan Miguel de Mora defendió durante días la Cota 666 integrado en el batallón Spanish, el peligro venía de abajo pero también del cielo, donde los bombarderos dejaban caer sus mortífero cargamento:
«Una brizna de yerba me cosquillea muy cerca del ojo mientras con la cara pegada a la tierra, intento mirarlos sin mover la cabeza. Mirarlos, porque sé que están allí, incrustados en el azul; su sordo claro y limpio en formación, triangular. Como patos metálicos llenos de odio. O como máquinas manejadas por máquinas. Y hacen que mirar al cielo no sea una invocación, si no una angustiada necesidad. Se les mira con miedo y con esperanza. Para saber dónde van a descargar. Con el miedo de que lo hagan aquí, sobre nosotros. Con la esperanza de que suelten la muerte lejos, en otro paraje. En otra parte, y ojalá estuviéramos nosotros en otro lugar. Estar en otro sitio, cualquiera, con tal que no sea este infierno» (Mora, 2003).
Franco podía haber roto el frente del Segre para llegar a Barcelona o podía haber relanzando la ofensiva contra Valencia, pero en su lugar, siendo consciente que se enfrentaba con el mejor ejército que disponían los republicanos, quiso recuperar el territorio perdido y desgastar tanto física como moralmente a sus enemigos.
En los diez días que duró la ofensiva de Pandols los nacionales sufrieron 3.800 bajas (413 muertos y 2.641 heridos que correspondieron a la 4ª de Navarra y el resto a banderas legionarias), y los republicanos sufrieron 2.500 bajas, además de los 567 hombres que fueron hechos prisioneros o se pasaron.
Trincheras
La estabilización del frente dio paso a la formación de trincheras en ambos bandos. Los republicanos enviaban escuchas para obtener información de los enemigos. Éstos se movían sigilosamente y aguardaban a pocos metros de las unidades nacionales obteniendo cualquier información que fuera valiosa para los republicanos. Existen anécdotas que nos cuentan como los dos bandos en los momentos de «descanso» intercambiaban tabaco. Este tipo de cosas fueron cortadas de raíz por los mandos.
Durante estos momentos de paralización en las trincheras hubo republicanos que «se pasaron» al bando nacional. Las ordenes eran terminantes ante este respecto, los que se pasaban, como los que se infringían heridas, o perdían su fusil, debían ser fusilados.
El Tercio de Nuestra Señora de Monserrat, una unidad de catalanes de procedencia carlista, en la que se hablaba catalán y las ordenes se daban también en esta lengua, compuesta sobre todo por hijos de buena familia a los que la revolución les había incautado las tierras, en las noches sin combates se «reunían para rezar el rosario y cantaban canciones como El Virolai, L’emigrant, y L’Ampurdà. Sus voces se elevaban por encima de los parapetos, propagándose en el aire tranquilo del verano hasta llegar hasta las trincheras contrarias, donde conmovían a muchos catalanes, silenciosos soldados republicanos. Conscientes del problema, los comisarios improvisaban reuniones y mítines para contrarrestar aquella propaganda inesperada» (Cardona y Losada, 2005: 163)
El papel de las Brigadas Internacionales
Las Brigadas Internacionales como ya hemos dicho antes estuvieron resistiendo lo indecible en la sierra de Pandols. Los batallones Lincoln, Spanish, British, y Mac-Pacs se fueron turnando en las diferentes cotas, siendo la 666, conocida como «cota de la muerte», la más infernal y mortífera. Parémonos un momento en ver la composición de las Brigadas,
«En el Ejército de la República una División de Infantería se componía de tres Brigadas Mixtas. Y no se llamaban así -como algunos creen- porque hubiese en ellas españoles y extranjeros, sino porque cada brigada debía contar con Infantería, Artillería, Caballería, Sanidad, Intendencia, Transportes, etc., lo que en la práctica nunca se pudo lograr por completo debido a las carencias de la República» (Mora, 2006)
Las Internacionales que participaron en la batalla del Ebro adscritas al XV Cuerpo formaban la 35 División Internacional, como dice Juan Miguel,
«La 35 División Internacional, adscrita al XV Cuerpo de Ejército que mandaba Manuel Tagüeña, estaba bajo el mando de Pedro Mateo Merino, “verdadero ejemplo de modestia, energía y capacidad entre los excelentes jefes salidos del Ejército Popular” según el general Vicente Rojo (que también elogia a Julián Henríquez Caubín, Jefe de Estado Mayor). Pues bien, esa 35 División estaba integrada por tres brigadas, la XI, la XIII y la XV» (Mora, 2006)
«A la XV Brigada mucha gente la llama “Brigada Lincoln” pero nunca existió una Brigada Lincoln, aunque sí un batallón Lincoln, el 57, que, con otros tres batallones, -el 58, el 59 y el 60- integraba la XV Brigada. Los otros tres eran el Mac-Paps (canadiense -Mackenzie-Papineau-), el British (británico) y el Spanish, integrado por hispanoamericanos, incluyendo cubanos, mexicanos y otros latinoamericanos, aunque también con españoles y con brigadistas aislados de diversos países, como un griego, algún francés y otros» (Mora, 2006)
«Durante toda la Batalla del Ebro, la más feroz y sangrienta de la guerra, los cuatro batallones de la XV Brigada fueron movilizados sin distinción entre unos y otros y si, por ejemplo, la Cota 666 fue valientemente defendida en un momento dado por el Batallón Lincoln, en otras ocasiones la defendieron con igual valor el Spanish, el British o el Mac-Paps» (Mora, 2006)
Juan Miguel de Mora, mexicano de madre española, como antes dijimos, luchó en esta Cota 666 en el batallón Spanish hasta que fue herido en un brazo y fue llevado a un hospital en Falset. Las Brigadas Internacionales fueron retiradas el 23 de septiembre.
«Cuando se iniciaron los trabajos de retirada de voluntarios, la comisión española cifró su número en 7.102 hombres encuadrados en las Brigadas Internacionales, 1.946 en otras unidades del Ejército Popular y 3.160 hospitalizados, dentro de dos categorías, con un total de 12.208 hombres» (Alcofar, 1987)
Sin embargo hay otras cifras. Antonio Cordón supone que al menos alcanzaban los 24.000, de los que solamente 6.202 fueron evacuados a sus países. Manuel Tagüeña cifra en 5.000 los que salieron del frente del Ebro. El número total de internacionales en el bando republicano durante toda la guerra podría situarse entre «los 59.380 voluntarios» (Castells, 1974).
El 20 de octubre, por una orden del Ministerio de Defensa, se creó la Medalla de las Brigadas Internacionales a la que tenían derecho todos los combatientes extranjeros. El 26 de octubre el comisario general Luigi Longo dejó estás palabras:
«Muy pronto nos dispersaremos por diferentes países… Desgraciadamente a esta fiesta no pueden acudir muchos de los camaradas que vinieron a España y que no regresaran con nosotros. Nuestros mejores hombres son los que se quedan aquí…. bajo tierra.» (Alcofar, 1987)
El 28 de octubre se organizó un desfile en Barcelona y más de 300.000 personas les dijeron adiós por última vez. Juan Miguel de Mora, cuando ya se había perdido todo, fue nombrado comisario y tuvo a su cargo una columna de civiles en dirección a la frontera francesa. Los ex brigadistas fueron recibidos de manera dispar en sus países, desde una acogida tibia en las democracias europeas y Estados Unidos, al peor de los escenarios para los que procedían de Alemania, Italia (éstos lógicamente no volvieron a su país y decidieron quedarse luchando en España) y la Unión Soviética.
El final
La Conferencia de Munich (30 de septiembre de 1938) entre Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania, por la que las democracias occidentales daban el visto bueno a Adolf Hitler para la anexión de la región checoslovaca de los Sudetes alejó de una vez por todas una intervención extranjera en España de estas mismas democracias ante un eventual conflicto europeo de grandes proporciones. Al menos de momento, mientras durase la guerra en España, terminada ésta, el conflicto como sabemos finalmente se produjo con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Dos días después el rey Jorge VI se dirigió al pueblo británico a través de un discurso radiofónico, en el que pidió a los ciudadanos que «se mantuvieran firmes ante los oscuros días venideros».
«Modesto ordenó a Tagüeña que tomara el mando de todas las tropas que se encontraban en la orilla derecha del Ebro y resistiera para evitar su aniquilamiento. La batalla estaba perdida y sólo podía pensarse en salvar el mayor número posible de soldados» (Cardona, 2006)
Durante la noche del 7 de noviembre y la madrugada del 8 noviembre lo que quedaba del V Cuerpo retrocedió sobre sus pasos pasando los puentes que ellos mismos habían construido. En la orilla izquierda, la artillería disparaba para apoyar a las tropas del XV Cuerpo de Tagüeña que permanecía en la ribera enemiga. Los nacionales siguieron el curso del río hacia el norte, en dirección a Ascó y Flix, con la intención de cercar a las tropas de Tagüena en la sierra de la Fatarella.
La batalla del Ebro terminó el 16 de noviembre. Durante 115 días decenas de miles de soldados se mataron dejando un saldo de más de 30.000 muertos y cien mil heridos. Cifras que se cebaron sobre todo en el ejército republicano con al menos 20.000 muertes y más de 50.000 heridos y miles de prisioneros.
Consecuencias de la batalla
La derrota de los ejércitos republicanos en la batalla del Ebro fue la antesala del final de la guerra y la victoria del bando nacional (el 1 de abril de 1939 terminó la guerra). Barcelona quedaba desprotegida, pronto caería (el 26 de enero de 1939 entraron en la ciudad sin encontrar resistencia), y centenares de miles personas (las cifras estarían alrededor del medio millón), entre catalanes y muchos otros que habían llegado a Cataluña desplazados, empezaron un arduo camino hacia Francia como refugiados. Este fue el inicio del exilio republicano que llevaría a tantos fuera de España, hacía Europa (donde pronto con el inició de la Segunda Guerra Mundial sufrirían de nuevo el fascismo) o hacía América donde en lugares como México se establecerían con todo tipo de facilidades (el presidente Lázaro Cárdenas siempre apoyó a la República). Muchos de los soldados españoles que llegaron a Francia, antes que terminar en campos de concentración franceses, decidieron continuar la guerra por su cuenta, este seria el inicio del maquis, otros tantos formarían parte de la resistencia francesa al nazismo, y algunos más tarde, integrados en la División Leclerc fueron los primeros en liberar Paris.
En cuanto a los que se quedaron en España iban a sufrir. Francisco Franco Bahamonde instauró en España un régimen de terror durante cuarenta años que continuó la guerra con los vencidos. «Decenas de miles personas (las cifras más bajas nos hablan de 90.000 durante la guerra y 60.000 finalizada ésta) serán asesinadas: ministros, diputados, dirigentes de partidos políticos y sindicatos, maestros, funcionarios, intelectuales, y sobre todo obreros, campesinos y jornaleros no fueron perdonados. Habrá más de 300.000 desparecidos. Más de medio millón de exiliados cruzan la frontera con Francia. Con la postguerra decenas de miles mueren por las enfermedades asociadas al hambre (entre 1940 y 1942 mueren 78.000 personas por la tuberculosis)» (Sánchez, 2011).
Anotación:
1. El día de Santiago, 25 de Julio, hace referencia al que se convirtió en apóstol en tierras gallegas a su muerte cuando volvía de Tierra Santa. En la edad media durante las guerras contra los musulmanes el apóstol se convirtió en Santiago Matamoros y fue representado con armadura. Desconozco si la fecha elegida fue por estas connotaciones, pero nótese la carga simbólica que conllevaba un ataque sorpresa sobre un bando nacional eminentemente católico.
Bibliografía
Libros:
– Castells, Andreu (1974) Brigadas Internacionales de la Guerra de España. Ariel. Barcelona.
– Cardona, Gabriel (2006) Historia militar de una guerra civil: Estrategia y tácticas de la guerra de España. Flor del Viento Ediciones. Barcelona.
– Cardona, Gabriel y Losada, Carlos (2005) Aunque me tires el puente: Memoria oral de la batalla del Ebro. Aguilar. Madrid.
– Hurtado Víctor. Segura, Antoni. Villarroya, Joan. (2010) Atles de la Guerra Civil a Catalunya. Edicions DAU. Barcelona.
– Mora, Juan Miguel de (2003) Cota 666. Relato acerca de una batalla y de un hombre que escribía mucho. Libros para todos. México D.F.
– Mora, Juan Miguel de (2006) La libertad, Sancho… Testimonio de un soldado de las Brigadas Internacionales. Edamex. Libros para todos. México D.F.
Artículos:
– Alcofar, José Luis (1987) Adiós a las Brigadas Internacionales. La Guerra Civil. Historia 16.
– Cardona, Gabriel y Aróstegui Julio (1987) La batalla del Ebro y las crisis de Munich. La Guerra Civil. Historia 16.
– Mora, Juan Miguel de (2006) Explico algunas cosas. (A propósito del Congreso sobre las Brigadas Internacionales). El Inconformista Digital (www.elinconformistadigital.com)
– Sánchez, Francesc (2011) La guerrilla antifranquista. El Inconformista Digital (www.elinconformistadigital.com)
– Villarroya, Joan (1987). Material de guerra en la batalla del Ebro. La Guerra Civil. Historia 16.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Julio 2013.