El trabajo que viene a continuación va hablar de la educación femenina durante el régimen franquista, tanto en la escuela como en los medios de comunicación. Esta educación estará separada y será diferente a la de los varones, estará conducida a buscar el tipo de mujer esperada por el régimen.
Durante la Segunda República, tras siglos de atraso y de la hegemonía de la Iglesia Católica en educación, en la escuela había coeducación, laicismo y gratuidad:
«La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria (…) los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos (…). La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados del acceso a todos los grados de la enseñanza (…); la enseñanza será laica (…), se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos (…)».(Artículo 48 de la Constitución de 1931).
La educación de los jóvenes en los regimenes dictatoriales siempre ha sido esencial para dominar a la población e inculcar a los jóvenes los valores y presupuestos del estado. En la España franquista este proceso de adoctrinamiento en el nacional-catolicismo ya se inició en los territorios dominados por los nacionales durante la guerra civil. Lo primero que hicieron para implantar el nuevo sistema educativo fue una depuración del profesorado que conllevó desde las amonestaciones y la multas, a los encarcelamientos, ejecuciones y desapariciones. Los valores del nuevo régimen fueron la catolicidad, el patriotismo, la generosidad, el culto del honor, el valor, la abnegación, la camaradería y la disciplina. Diariamente se izaba y recogía la bandera, se cantaban himnos como El cara al sol, en las aulas había los retratos de Franco y José Antonio, y se celebraban fiestas políticas, como «El día de la victoria», «el 18 de Julio», La fiesta de la raza», y el «Día de la Hispanidad», y se hacían los respectivos rezos y ejercicios espirituales.
La educación de la mujer bajo el régimen obedecía al papel que se quería para ésta como soporte del hombre, como reproductora, y como educadora para las nuevas generaciones de niños y niñas. De la mujer emancipada en plena igualdad de derechos con el hombre se pasó a una mujer menor de edad dependiente de este que debía obedecer a su ciclo vital como hija, esposa y madre. Así lo expresaba el pedagogo del régimen Adolfo Maillo García en los primeros años del régimen:
«El problema de la educación femenina exige un planteamiento nuevo (…) En primer lugar, se impone una vuelta a la sana tradición que veía en la mujer la hija, la esposa y la madre y no la ‘intelectual’ pedantesca que intenta en vano igualar al varón en los dominios de la Ciencia. ‘Cada cosa en su sitio’. Y el de la mujer no es el foro, ni el taller ni la fábrica, sino el hogar, cuidando de la casa y de los hijos, de los hábitos primeros y fundamentales de su vida volitiva y poniendo en los ocios al marido una suave lumbre de espiritualidad y de amor». (Mayordomo, 1999: 244)
Las escuelas bajo el Franquismo volvieron a separar a los niños y de las niñas (se consideraba a la mujer diferente al hombre y esto se justificaba desde los textos bíblicos, donde Eva -no lo olvidemos creada de una costilla de Adán- fue castigada por Dios a vivir sometida al hombre al morder la manzana y compartirla con Adán -ese fue el pecado original-, hasta por la biología que permite a la mujer ser madre). Los alumnos se fueron formando en función de su sexo y del rol esperado en la sociedad. La escuela laica y libre dio paso a la escuela confesional en manos del estado y -en el caso de las privadas- en manos de ordenes religiosas. Se adoctrinó a los alumnos en el nacional-catolicismo modelando el contenido de todas las asignaturas e introduciendo de nuevas. En el caso de las chicas apareció la Sección Femenina (la rama femenina de Falange y después del Movimiento Nacional dirigida por Pilar Primo de Rivera) encargada de enseñar en todos los centros nuevas asignaturas, como son, las materias de Escuela del Hogar, que preparaba a las chicas para llevar su futuro hogar, y la Formación Física, que ponía en forma a las jóvenes buscando una buena forma física y las preparaba tanto para ser madres como para demostraciones públicas de fuerza sin perder en ningún momento el recato.
La Sección Femenina desde su sede en el Castillo de la Mota, donde se instruirán sus respectivos Mandos, será el pilar sobre el que se adoctrinará tanto ideológicamente como religiosamente a la mujer en el régimen franquista. Serán las encargadas de llevar a cabo la Revolución Pendiente que mencionaba Dioniso Ridruejo. Su lema era Mujeres para Dios, para la patria y para el hogar.
En 1945 se promulga la ley de Enseñanza Primaria que estará en vigor hasta 1970. Ya en el año 1936 en el bando nacional el Decreto de educación decía lo siguiente:
«Separación de sexos: El Estado, por razones de orden moral y de eficacia pedagógica, prescribe la separación de sexos y la formación peculiar de niños y niñas en la educación primaria». «La educación primaria femenina preparará especialmente para la vida del hogar, artesanía e industria domésticas». (Mayordomo, 1999: 258)
Esta Enseñanza Primaria, dividida en dos etapas (de 6 a 10 años y de 10 a 12 años), tenía un fuerte contenido religioso, patriótico y de formación hogareña.
La Enseñanza Secundaria en la década de los cuarenta estaba confiada casi en exclusiva a las ordenes religiosas femeninas. El bachillerato no se consideraba apropiado para la mente femenina. Pilar Primo de Rivera afirmaba lo siguiente:
«La mujer tiene obligación de saber todo lo que podríamos llamar la parte femenina de la vida; la ciencia doméstica es quizá su bachillerato. Un arquitecto no puede ser bueno si no dibuja bien; un ingeniero, sin el conocimiento de las matemáticas, sería un fracaso; lo mismo sucede con las mujeres: su base fundamental es la casa; guisar, planchar, zurcir, etc. son otros tantos los problemas, que en un momento dado, deberá resolver, por lo tanto, debe capacitarse para ellos». (Mayordomo, 1999: 259)
En los cincuenta en adelante había la obligación de cursar las materias de Escuela del Hogar, que los libros describían como «los conocimientos básicos que debe poseer toda mujer con el fin de estar capacitada para cumplir su misión como ama de casa». La materia del Hogar formaba a las jóvenes en la vivienda, el cuidado de los muebles, la limpieza del hogar, la iluminación, la decoración, las ropas, el planchado, la alimentación, la conservación de los alimentos, disponer y servir la mesa, el presupuesto familiar, la salud, la costura, confección de prendas, labores de adorno, la educación, la religiosidad, la vida en relación, regalos, etc. Todo ello para:
«Proporcionar los conocimientos básicos que debe poseer toda mujer, con el fin de estar capacitada para cumplir su misión como ‘ama de casa’; (…) la tarea de regir un hogar y de actuar en todos los aspectos de ‘ama de casa’, no pueden dejarse a la improvisación; buena es la práctica, pero no puede ser ésta la única maestra; se requiere también poseer amplios conocimientos y no podría realizarse tan alto contenido, con eficiencia y la posible perfección, sin poseer el denso bagaje instructivo que tal función supone. (…) Poseyendo todo esto (formación moral y religiosa), la mujer alcanzará a ser, en realidad, en el seno de la familia, el atento y eficaz ‘ángel del hogar’ con que tan justamente se le ha comparado». (Manrique Arribas, 2008: 128)
En cuanto a la Educación Física tenemos que decir que era una disciplina organizada directamente por los organismos del Movimiento y puesta en funcionamiento por el personal formado en sus Escuelas de Mandos y Especialistas propias, que tal como dice un Manual Escolar de Educación Física perseguía a grandes rasgos estos fines:
«La Educación Física es hacer política nacional, porque un sistema de Educación Física tiene que estar basado en la Filosofía, en la Biología, en la Pedagogía, y en el Arte (sentido estético), y tener un sentido social y político. La Educación Física es, pese a todo, una necesidad patriótica de conseguir generaciones vigorosas y de ser constitutiva, por ello de un movimiento de educación nacional.» (Manrique Arribas, 2008: 216)
Pero por lo que respecta a la mujer, nuevamente se hace una diferenciación tanto en el tipo gimnasia y de deporte que pueden realizar las chicas como en sus finalidades. Todo ello para
«(…) conseguir que la mujer se beneficie de los efectos de esta actividad, teniendo un fondo espiritual y considerando como meta el perfeccionamiento del cuerpo, a fin de que pueda servir los intereses del alma que en él se encierra (tener hijos y cuidar de la familia).» Texto Oficial para las Escuelas de Magisterio, Sección Femenina. (Manrique Arribas: 216)
Por lo tanto la Educación Física para las jóvenes buscaba una buena forma física como en los chicos pero también formaba parte de la idea de mujer que se convertirá en madre de los futuros hijos que tanto ansia el régimen que hemos ido explicando hasta ahora. La Sección Femenina lo resumía de esta manera:
“La higiene, la gimnasia y el deporte hacen de cada una de nosotras esa mujer sana y limpia moralmente que el Estado quiere para madre de sus hombres del porvenir». (Manrique Arribas: 218).
Los deportes en los Campeonatos Naciones celebrados y organizados por la Sección Femenina en 1946 eran balón a mano, baloncesto, esquí, gimnasia, hockey y tenis, en los organizados en 1969 tenemos el baloncesto, balonmano, balonvolea, atletismo, natación, gimnasia y tenis de mesa.
La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral conlleva la creación en 1957 de un Bachillerato Laboral Femenino que las prepara para unos trabajos determinados.
Las maestras fueron debidamente instruidas en Escuelas de Magisterio exclusivamente femeninas, a partir de la ley de 1945. Por encima de su formación cultural, pedagógica y didáctica se impuso la vocación patriótica y religiosa. En los cincuenta podían estudiar Magisterio los jóvenes a los catorce años una vez superado el nivel del Bachillerato Elemental. Se cursaban tres años con una prueba final. Esos jóvenes con 17 años, en muchas ocasiones muy ideologizados, se convertían así en profesores de Primaria o Bachillerato. Las maestras, sobre todo en los pueblos, se veían constantemente observadas e inspeccionadas en su cumplimiento del deber como educadoras y transmisoras del modelo de sociedad deseado. Para vigilarlas se crearon Juntas de Primera Enseñanza integradas por maestros, padres, sacerdotes, representantes de la vida civil y las fuerzas de seguridad, como la Guardia Civil.
En la Enseñanza superior o universitaria en los años cuarenta es donde se percibe mejor los efectos de la ideología sexista. Por imperativo legal se prohibió el acceso de las mujeres a las carreras de Judicatura y Diplomacia. Los estudios más concurridos por las mujeres eran los de Farmacia, Filosofía y letras, Ciencias de la Educación, Filología, Geografía e Historia, y los que menos -por orden descendente- eran los de Química, Derecho, Medicina, y Veterinaria. En los cincuenta y décadas posteriores el número de mujeres que acceden a la universidad se incrementará.
Hablando un poco de las cifras de escolarización de la mujer podemos decir que a la Enseñanza Primaria asistían entre 1950 y 1970 el 50% de las jóvenes, en cuanto a la Enseñanza Secundaria se pasa del 35% en 1950 al 45,6% en 1970, y finalmente en lo que respecta a la Enseñanza Universitaria pasamos del 14,50% en 1950 al 26,6% en 1970.
El régimen puso en marcha el Servicio Social, también en manos de la Sección Femenina, que venía a ser el equivalente al Servicio Militar obligatorio de los chicos en su versión femenina. El Servicio Social, ideado a semejanza de su homónimo alemán por Mercedes Sanz Bachiller, fue creado durante la guerra como un medio de encuadrar a las mujeres para que realizasen servicios de intendencia, limpieza y sanidad. Terminada la contienda el Servicio Social sin ser obligatorio fue un deber nacional para los mujeres entre 17 y 35 años que querían obtener títulos profesionales, puestos en la administración pública, pasaporte y carnet de conducir. El Servicio Social tenía una duración de seis meses y sus contenidos formativos estaban divididos en los teóricos que comprendían las materias de Escuela del Hogar, Política y Religión, y en los prácticos que se realizaban en hospitales, guarderías, escuelas y preventorios.
Pilar Primo de Rivera decía cosas comos éstas, «armonizando el interés individual con el supremo de la Patria, las mujeres de España forman su espíritu y elevan su cultura al mismo tiempo que se hacen útiles y dignas de la colectividad en que viven, a través del Servicio Social» (Mayordomo, 1999: 255).
La tarea formativa de la Sección Femenina comprendía también la capacitación de campesinas mediante las Granjas-escuelas, y las Cátedras ambulantes que cumplieron una labor de alfabetización para jóvenes y adultas en el mundo rural. Durante los años cincuenta había un 18,3% de analfabetismo entre las mujeres y en los sesenta se logró descender al 7,1%.
La labor de la Sección Femenina iba también encaminada a la divulgación en el mundo rural de nociones teóricas y practicas de puericultura. Durante los años cuarenta el objetivo fue fomentar la maternidad y luchar contra la mortalidad infantil, por ello hacían campañas a favor de la lactancia materna, concursos de bebés, y confección de canastillas. Las maestras de Primaria y de Bachillerato debían participar en estas actividades mencionadas -además de la formación de equipos deportivos y la preparación de actos religiosos- propuestas por la Sección Femenina.
Un aspecto también importante fue la recuperación que hizo la Sección Femenina de los bailes regionales y tradicionales preexistentes a la guerra civil. Los coros y danzas purgados de sus connotaciones nacionalistas conformaban así el folklore patrio.
En cuanto a los medios de comunicación (la radio, el cine, los tebeos, la prensa femenina y la publicidad) son instrumentos de educación popular, porque ofrecen modelos de personas y acciones humanas. Las películas exponen y estimulan ciertos valores, estereotipos, etc.; las noticias, publicidad o propaganda emitidas en la radio, calan fácil y reiteradamente tanto en hombres como en mujeres. Lo que sucede es que a través de los medios de comunicación al mismo tiempo que se difunden modelos que siguen las pautas moralizantes y ejemplarizantes se transmiten distintas y particulares visiones en contradicción con los vigentes.
La radio en los cuarenta se convierte en uno de los instrumentos de socialización de las mujeres de mayor alcance por su alta audiencia (se podía oír tanto en el ámbito privado como en el colectivo, en casa o en el trabajo) y por los mensajes que transmite. En esta época las mujeres trabajan al son de las melodías populares y los programas de éxito: mientras se emocionan son educadas sentimentalmente por el régimen. La programación ira desde el «Parte» informativo y los himnos patrióticos, a programas de formación religiosa (Santa Misa, Santo Rosario, Ángeles), y entretenimiento, con concursos radiofónicos y canciones. Todo para el adoctrinamiento en valores femeninos.
«Tengo que hacerte un castillo / con murallitas de oro para guardar como reliquia / tu cuerpo que es un tesoro». Cantaba Antonio Molina. (Mayordomo, 1999: 265)
En los cincuenta la radio empieza a modernizarse. Surgen los seriales (Llamas de redención, Se abren las nubes, La sangre es roja, La segunda esposa, La verdad escondida, Sangre negra, y Lo que nunca somos) y los programas destinados a la mujer (Mundo femenino, el Consultorio Femenino de Marta Regina, Radio Fémina, y La hora de Francis, que fue emitido entre 1947 y 1984 y llegó a recibir entre 25.000 y 30.000 cartas mensuales.)
En cuanto al cine fue condenado por la Iglesia y por los teóricos del régimen porque se consideraba subversivo, por esa razón estuvo sujeto a la censura tanto en la imagen como en el texto. Mientras la filmografía española en los cuarenta se dedicaba a hacer reconstrucciones históricas (Raza, Harka, A mi la legión o Agustina de Aragón), comedias de teléfono (Locura de amor) o cine religioso (La mies es mucha), con novias eternas, esposas fieles, reinas santas y niñas piadosas (Maruchi Fresno, Aurora Bautista, Ana Mariscal o Amparo Rivelles), las producciones de Hollywood, en un contexto en que la mujer durante la guerra se ha puesto a trabajar, muestran mujeres fuertes, autónomas, atractivas y perversas (Lauren Bacall, Carole Lombard, Katherine Hepburn, Barbara Stanwyck, o Bette Davis). Los hombres de la época, a pesar de las condenas de la Iglesia, soñaron con Gilda (Rita Haywoord), y las mujeres intentaron emularla. En los cincuenta el cine norteamericano, en un contexto en el que la mujer vuelve al hogar, muestra a otro tipo de mujer joven, activa, moderna, impecable, ama de casa perfecta y madre (Natalie Wood, Audrey Hepburn o Doris Day), que es más aceptada por el régimen.
La publicidad también fue utilizada por el régimen -como sucede también hoy en día- para socializar a las mujeres. Los anuncios publicitarios enviaban a las mujeres todo tipo de mensajes tanto para satisfacer sus necesidades como generar de otras de nuevas. En los cuarenta, en una España de postguerra y empobrecida, proliferaban anuncios para la mayoría de las mujeres de productos de higiene corporal y limpieza, de sucedáneos de alimentos, de productos farmacéuticos, o para mantener el mismo vestuario durante años. Para la minoría de mujeres que pertenecían a la clase dominante abundaban anuncios ofreciendo todo tipo de lujos.
Hacia finales de los años cincuenta, tras los acuerdos con los Estados Unidos que se rubrican tras la creación en España de bases militares norteamericanas y el ingreso y reconocimiento del país en las Naciones Unidas, algunas cosas empiezan a cambiar. Son los tiempos del turismo y la llegada masiva de extranjeros, y también de la industrialización, en la que la mujer tendrá un papel accediendo a nuevos puestos de trabajo. En este contexto la Sección Femenina se renueva abriéndose a los nuevos tiempos -llegan incluso a hablar de la conciliación laboral con el hogar- pero conservando su modelo de mujer: la mujer ahora accede a nuevos y mejores contenidos en la escuela que le permiten el acceso a nuevos puestos de trabajo pero en ningún momento se pierde la esencia de la mujer destinada al hogar. En los sesenta se produce un incremento de la natalidad conocido bajo el nombre de baby boom. Es el momento en el que aparecen las chicas modernas que reciben en nombre de «ye-yes», entre ellas Concha Velasco, Teresa Gimpera, o Sara Montiel. En lo que respecta a la Educación en 1969 los ideólogos del régimen confeccionan el Libro Blanco que establece las bases para una nueva política educativa más acorde con los países de nuestro entorno. En 1970 el Ministro de Educación Villar Palasí hace una nueva Ley General de Educación que comprende todos los tramos educativos, substituyendo la Primaria por la EGB, el Bachillerato por el BUP y el Bachillerato Laboral por la Formación Profesional.
Conclusión
El régimen franquista comprende desde el principio lo fundamental que es transmitir los valores del nacional-catolicismo entre los más jóvenes para mantenerse y perpetuarse. Por esa razón suprime la educación de la Segunda República y, tras hacer una depuración entre el profesorado, instaura su modelo educativo. Esta educación segrega a los alumnos por sexo y asigna a chicos y chicas con asignaturas diferentes el rol esperado en la nueva sociedad: la mujer será ante todo hija, esposa y madre. Las materias de la Escuela del Hogar forman a las jóvenes en todo aquello que consideren necesario para su destino en el hogar, donde se convertirá en el ángel del hogar y el descanso del guerrero. La Formación Física mantiene en buena forma física a las jóvenes para garantizar la mejor maternidad.
La Iglesia Católica vuelve a tener amplias competencias en la educación de los jóvenes y casi todas en la Enseñanza Secundaria, pero la verdadera entidad que diseña la educación de la mujer es la Sección Femenina, que ofrece las profesoras encargadas de las nuevas materias, pone en marcha el Servicio Social, (el equivalente al servicio militar masculino para mujeres), imparte cátedras ambulantes, organiza campeonatos deportivos y bailes regionales.
Los medios de comunicación (prensa, radio, cine, televisión y propaganda) son utilizados para transmitir estereotipos de la mujer esperada por el régimen. Sin embargo la apertura del régimen ofrece modelos de mujer diferentes que vienen del extranjero que muchas mujeres llegan a imitar.
A finales de la década de los cincuenta en adelante con la alianza con los Estados Unidos y la industrialización abren tanto el régimen hacia el exterior como ofrecen a la mujer nuevas posibilidades laborales. El fenómeno del turismo con la llegada de mujeres extranjeras ofrece nuevos modelos para las españolas. El sistema educativo no puede escapar a estos cambios y por esa razón para equipararse con su entorno más cercano en 1970 reforma los planes de estudios. La mujer, por fin, empieza a tener un destino que no pasa exclusivamente por el hogar.
Bibliografía:
– Constitución de la República Española, 1931. Consultar en este enlace.
– Gallego Méndez, María Teresa. Mujer, falange y franquismo. Taurus. 1983.
– Manrique Arribas, Juan Carlos. La Mujer y la educación física durante el franquismo. Universidad de Valladolid. 2008.
– Mayordomo, Alejandro. Estudios sobre la política educativa durante el franquismo (Capítulo: Azul y Rosa de María del Carmen Agulló Díaz). Universidad de Valencia. 1999.
– Richmond, Kathleen. Las mujeres en el fascismo español. La Sección Femenina de la Falange, 1934-1959. Alianza Ensayo. 2003.
– O’Malley, Pamela. La Educación en la España de Franco. Gens Ediciones. 2008.
– Ruiz Franco, Rosario. ¿Eternas Menores? Las Mujeres en el Franquismo. Biblioteca Nueva. 2007.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Junio 2013.