El Mundo Payaso – por Pablo Jiménez

Continuamente se nos dice que estamos demasiado gordos —o demasiado flacos—, que nuestra sonrisa no tiene el brillo Denivit, que nuestro pelo no luce como el de la actriz de HS, que nuestro Renault 5 no nos permite tener la vida social que nos daría un BMW y que nuestro aliento no es digno de Listerine.

La verdad es que aunque consiguieras tener el cuerpo de Scarlett Johansson, vivir en la mansión de Mark Zuckerberg, conducir el coche de Michael Knight, vestir de Armani incluso cuando vas en bata de la cama al water, y deslumbrar a tus invitados con el reflejo de un Ferrero Rocher, seguirías siendo un amargado, pues todo lo que tienes acabará por poseerte, y tus relaciones de conveniencia, por muy lúcidas que sean, desaparecerán en el mismo instante en que tus productos dejen de estar a tu lado.

La angustia sería supina pues tendrías que hacer lo imposible, y dedicar todos tus esfuerzos para ello, para mantener tus dominios, tus posesiones, pues si no lo consigues todo lo que te rodea —tus supuestos amigos, la fama, el reconocimiento y la admiración vacua que tanto te gusta— se iría mucho más rápido de lo que vino, como si jamás hubieran existido. ¿Por qué? Fácil de responder, porque realmente siempre fue así. Todo lo que deseamos a través del Mundo Payaso es tan vacío, tan falto de contenido, que realmente no existe. Es algo que puedes observar muy bien cuando hablas con la típica panda de pijas de la Moraleja en algún garito tipo MOMA; te sientes desconectado, separado del otro, lo que es natural pues éste sólo está evaluando tu tono de voz, tu aspecto corporal, tu ropa, el trabajo que tienes y el tamaño de tu cartera.

¿Alguna vez has probado, en un entorno similar, a hablar sobre la divinidad del ser humano, la meditación, la reencarnación, el psiquismo humano, el valor de la cooperación y del amor sin espera de reciprocidad, o sobre algún colega que sea barrendero? Mi consejo, por experiencia; no lo hagas, te sentirás solo.

No poder hablar de esto, ni por supuesto de cualquier cosa que sea profunda o que deje al descubierto tus propias opiniones, valores, intereses y motivaciones, es un encierro, impide que el ser trascienda, que conecte con el otro, más aún cuando lo que te vas a encontrar al otro lado es una cara de asco forzada que quiere señalar claramente su desprecio por lo que dices, por tus palabras y, por tanto, por lo que eres, para así salvaguardar la entidad Gucci con la que se ha identificado y definido.

Hemos creado un medio que juzga al otro por lo que tiene, que le hace sentir mal cuando se expresa libremente, y que, con ello, le fuerza a encasillarse tras los barrotes que el establishment ha hecho suyos.

Ya no hace falta carceleros, se nos ha convertido a nosotros mismos en guardianes y presos, negándonos una llave que está en nuestras manos.

Que tengas un coche de mierda, un aliento que apesta, poco dinero en la cartera o una profesión no reconocida por la sociedad de lo aparente sólo significa eso; que tienes un mal coche, un aliento que apesta… No te define, no te convierte en un fracasado, pues eres un ser divino, un ser humano que es tan poca cosa y tan inmenso como cualquier otro; tu eres lo que eres, no eres lo que tienes. Así de evidente y así de sencillo.

Obviamente, el miedo a no encajar, a no ser aceptado, a ser desplazado, hacen que empleemos nuestras energías, nuestra fuerza vital, en tratar de amoldarnos a lo establecido, pero ello, y es aquí donde hay que hacer especial hincapié, se da sólo porque queremos ser amados, queridos y abrazados. Va en nuestras venas.

Lo realmente malo es que cuanta más energía gastamos en tan absurdo cometido más nos alejamos, por paradójico que suene, de nuestro justo anhelo, pues el auténtico amor no lo hallaremos en aquellos que fundamentan su existencia en la apariencia, sino en los que son tolerantes consigo mismos y con los demás.

Cuando uno ha comprendido esto la necesidad de quedar bien, de consumir, y en consecuencia de aparentar, disminuirá, y si alguien te rechaza por ello estate tranquilo, pues significa tan sólo que estás más cerca del camino y que te has quitado de encima un lastre que antes o después te hundiría más en el fango.

Vivimos en un entorno triste que te desprecia, y encima, te obliga a ser feliz por medio de herramientas que sólo te conducen a la desgracia, por lo que cuanto menos encajes y más auténtico seas, mayores serán tus posibilidades de felicidad.

Pablo Jiménez Cores. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Junio 2013.