Argelia, un legado de violencia – por Darius Pallarès

Posiblemente, Argelia es donde la herencia del colonialismo y los conflictos armados ha marcado su historia contemporánea de una manera mucho más profunda que en ningún otro país del Magreb. Más de un siglo de dominación francesa iniciada en 1830, que incluyó la llegada masiva de colonos europeos (un caso prácticamente inédito en el mundo árabe, a excepción de Palestina), la larga y sangrienta guerra de la independencia de 1954-1962, y la guerra civil de 1991-2002, son acontecimientos que explican en parte el fracaso de un proyecto de construcción de un Estado nacionalista árabe y socialista, cuya legitimidad se apoyaba en la guerra de liberación nacional y el desarrollismo, pero que en la práctica escondía la realidad de un Estado dirigido por y al servicio de la élite militar.

Durante los años 70, Argelia emprendió una política de planificación económica basada en las exportaciones de hidrocarburos (petróleo y gas natural) y en la industrialización. Paralelamente, en política exterior asumía el liderazgo del Movimiento de los Países No Alineados y de las reivindicaciones del Tercer Mundo. Pero, a nivel interno, se impuso un modelo político de partido único, el Frente de Liberación Nacional (FLN), reprimiendo los movimientos disidentes, depurando los sectores críticos dentro del partido, e instaurando una administración burocratizada e ineficaz que favorecía el privilegio, las redes clientelares y la corrupción.

Pero desde los años 80, el fuerte aumento demográfico y la caída de los precios del petróleo hicieron insostenible la situación de la economía. Al mismo tiempo, fueron tomando fuerza nuevos movimientos de protesta protagonizados por diversos sectores sociales y políticos, destacando los movimientos feministas, la población bereber de la Cabilia y los grupos islamistas.

Entre 1980 y 1984 se inició el proceso de elaboración y aprobación de un nuevo Código de Familia que, en la práctica, legalizaba la discriminación de las mujeres y su subordinación a la autoridad masculina. Pero esta medida provocó la movilización de las organizaciones feministas. En 1980, mujeres de la Unión General de Trabajadores y universitarias se reunieron en comisiones de trabajo para estudiar la problemática del nuevo Código. En 1981 se presentó una petición al gobierno con miles de firmas denunciando el Código, también surgieron otras iniciativas como las Jornadas de Estudio y Reflexión sobre las Mujeres Argelinas, o la publicación de la revista Issis, la lessive des mots. Durante ese mismo año, las autoridades prohibían a las mujeres salir del país. Para luchar contra esta medida apareció el Colectivo de Mujeres de la Universidad.

Cuando fue adoptado definitivamente el nuevo Código de familia, comenzó una etapa de represión. Pero los movimientos feministas continuaron su actividad y, en 1989, se celebró el I Encuentro Nacional de Mujeres, donde se elaboró un programa general de acción desde el punto de vista laboral, educativo, jurídico y político.

Por otro lado, el territorio bereber de la Cabilia, región montañosa situada al norte de Argelia, ha sido históricamente un centro de oposición tanto a la dominación colonial francesa como al posterior régimen de partido único de la Argelia independiente. En 1963 aparecía el Frente de Fuerzas Socialistas, partido bereber y secularista de Hocine Aït Ahmed y Yaha Abdelhafid, que se oponía a la hegemonía del FLN. En 1980 la Cabilia vivió varios meses de manifestaciones reclamando la oficialización de la lengua beréber o amazigh, conocidas como la Primavera Bereber, de la que surgió el Mouvement Culturel Berbère (MBC). Éste despertar cultural y político se intensificó debido al endurecimiento de la política de arabización de emprendida por las autoridades argelinas en los años 90.

Durante el año escolar 1994-1995, los estudiantes de la Cabilia llevaron a cabo un boicot llamado «huelga del maletín». En junio y julio de 1998, la región se levantó de nuevo debido al asesinato del cantante Lounès Matoub y contra la entrada en vigor de una ley que generalizaba el uso del árabe en todos los ámbitos. En agosto de 2000, los habitantes de esta región exigían más derechos civiles y que el amazigh fuera reconocido como lengua oficial. En abril de 2001, estallaron nuevos disturbios conocidos como la Primavera Negra, por el asesinato de un joven a manos de la policía. Fueron años donde la efervescencia cultural confluiría con las reivindicaciones políticas de carácter autonomista a favor del reconocimiento de la pluralidad cultural de Argelia y de la identidad bereber, encabezadas por organizaciones como Rassemblement pour la Culture et la Démocratie (surgida del MBC), el Mouvement pour l’Autonomie de la Kabylie, dirigido por el cantante Ferhat Mehenni, o el Mouvement Citoyen des Archs. De hecho, en los últimos años la Cabilia ha vivido en un estado de protesta permanente y de desobediencia civil contra el Estado: impuestos sin pagar, convocatorias al servicio militar ignoradas, abstención en las elecciones, etc. La amenaza de que una nueva revuelta ciudadana en la Cabilia se pueda extender al resto del país sigue estando muy presente.

Respecto a los movimientos islamistas, estos protagonizaron manifestaciones, e incluso atentados y actos violentos, que culminaron en los disturbios de octubre de 1988. Estos acontecimientos precipitaron la adopción de medidas reformistas y aperturistas por parte del gobierno de presidente Chadli Benyedid: adopción de una nueva Constitución y la legalización del Frente Islámico de Salvación (FIS) en 1989, y la convocatoria de elecciones multipartidistas en 1991.

Pero, a raíz del triunfo del FIS en la primera vuelta de las elecciones de diciembre de 1991, los militares obligaron al gobierno a suspender el proceso electoral, ilegalizar el FIS y decretar el estado de excepción. En respuesta a la represión gubernamental, aparecieron grupos armados como el Ejército Islámico de Salvación (EIS) –brazo armado del FIS– y el Grupo Islámico Armado (GIA). A partir de entonces, Argelia viviría sumida en una sangrienta guerra civil que ocasionaría decenas de miles de víctimas, y donde la práctica de la guerra sucia por parte del gobierno (desapariciones, torturas, etc.) sería contestada con acciones terroristas masivas e indiscriminadas; todo ello acompañado de la más absoluta indiferencia por parte de la comunidad internacional.

El nuevo presidente surgido de los comicios de octubre de 1994, Liamin Zerual, haría un llamamiento a la reconciliación nacional. En octubre de 1997, el EIS anunciaba una tregua unilateral, aunque continuarían las matanzas por parte del GIA y otros grupos extremistas. En los comicios de abril de 1999 ganaba el candidato oficialista, Abdelaziz Bouteflika, que firmaría un decreto de amnistía para varios presos islamistas. A comienzos de 2000, el EIS se disolvía y sus militantes serían amnistiados. Pero los episodios de violencia y los actos terroristas han continuado, los más recientes han sido la cadena de atentados de 2007 y el asalto a una planta de gas ubicada cerca de la ciudad de In Amenas, al sureste del país, el pasado mes de enero.

A raíz del estallido de las revueltas en Túnez y Egipto, en abril 2011 las manifestaciones y las concentraciones se extendieron por las principales ciudades argelinas. Pero las promesas de reformas y liberalización política hechas por el presidente Bouteflika parecen haber cuajado en buena parte de la población argelina. Sin embargo, el legado de violencia, las dificultades cotidianas de la población (carestía, aumento de los precios, desempleo) y el control que la cúpula militar ejerce sobre el aparato del Estado y sobre los principales recursos del país siguen siendo una losa que pesa sobre la sociedad argelina.

Darius Pallarès Barberà. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Abril 2013.

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