Hace muchos, muchos siglos atrás, San Pedro empezaba una de las mayores carreras sucesorias de la humanidad dentro de uno de las más inexorables e intocables entramados de la historia, la religión católica.
Quizás no supiese San Pedro -o quizás si- los variopintos hombres que le sucederían después de su muerte, las cotas de poder abismales que alcanzaría la Iglesia Católica, las catástrofes y los horrores que se justificarían en base a ese poder, las voces de alcance insignificante que no han dejado de pedir cambio y justicia en esta institución de cimientos oscuros y dudosos.
Hoy por hoy, El Papa es el obispo de Roma, por lo que, como tal, recibe la consideración de cabeza visible de la Iglesia católica, cabeza del Colegio Episcopal; jefe de Estado y soberano de la Ciudad del Vaticano. Ahí es nada. Y ésto quedó palpable en los cientos y cientos de personas que el pasado 13 de marzo gritaban de entusiasmo y fanatismo en la Plaza de San Pedro, a los pies del nuevo Papa electo Jorge Bergoglio -Francisco I-, como si fueran adolescentes excitadas en un concierto de Justin Bieber. No pude menos que pensar que por cada chica joven que aplaudía orgullosa a Bergoglio, cada una de las 50 mujeres torturadas en las “Justas de Putas” en 1492 por otro Papa, Alejandro VI, se estaban retorciendo en su tumba.
Otros antecesores de Francisco I han sido Inocencio VIII quien en 1484 autorizó por primera vez las “Cazas de brujas” , Benedicto IX quien en 1032 fue famoso por abusar de niños muy pequeños o Juan XII de quien se dice que allá por el año 955 violaba a todo lo que se le ponía por delante de su sotana. Ya oigo las voces de quien dirá, no falto de razón, que no todos los Papas han sido ineptos o malvados, que hoy por hoy en pleno siglo XXI la Iglesia ha evolucionado hacia mejor en muchos sentidos (ya no van quemando por ahí a la gente que no les cae bien) y que también hay mucha gente dentro de la Iglesia que ha hecho mucho bien a mucha gente.
Bueno. No todos los Papas han sido ineptos o malvados, es decir, al menos históricamente no lo podemos demostrar, pero en cualquier caso hoy día hay que decir que no creo que el Papa tenga el mismo poder que pudo tener siglos atrás, por muchos títulos que se le sigan añadiendo a su nombre, al igual que el presidente de gobierno de un país democrático es sólo la cabeza de la punta del iceberg político a sus espaldas. Si, la Iglesia ha evolucionado pero en su mayoría en cuanto a que la misma sociedad ha evolucionado a lo largo de los siglos, no tanto como institución o desde luego no en su ideología; y sus normas institucionales así como su ideología para millones de personas como yo, sigue dejando mucho que desear. Cierto es que hay personas que al amparo de la Iglesia Católica, como Cáritas, hacen una buena labor social, y que hay muchos curas, monjas y etc. buenos de corazón, honrados, con una ética callada y respetuosa con los demás e inteligencia, pero normalmente me da la sensación que por cada uno de ellos hay otros muchos que abandonan la Iglesia incapaces de seguir adelante dentro de su estrechez de miras y otros muchos que se dedican a abusar, castigar, asustar y condenar a todo el que no comparte su propia Fe o es más débil que ellos.
Pues bien, Habemus Papam. O lo que es lo mismo, en una descarada acción de márketing (sólo hay que pararse a pensar un momento) llega a nuestras vidas es primer Papa latinoamericano y Jesuita de la historia, Jorge Bergoglio, o también conocido como “el Papa negro” haciendo un juego de dobles sentidos entre el color negro de la túnica de la orden de los Jesuitas y la profecía de Nostradamus. Y le acompaña la polémica desde el mismo día en que la famosa fumata blanca le daba a conocer mundialmente, ya que hay muchos, muchos rumores con lo que parece bastante fundamento, de que el argentino Bergoglio apoyó a la dictadura militar en su país. Concretamente le implican en la tortura y desaparición de un laico y dos sacerdotes así como en la participación en el robo de bebés. Además está bastante bien establecida su homofobia con su rechazo a las bodas entre personas del mismo sexo de forma tan rotunda que llegó a afirmar que se trataba de “una movida del diablo”.
Me pregunto si su Señoría volverá a visitar pronto España como hizo su antecesor, y especialmente si nos volverá a costar el dinero de nuestros impuestos a todos los españoles por igual, independientemente de que seamos cristianos, musulmanes, ateos, etc. y de que España sea un país laico, como ya comenté en mi artículo Madrid, el Papa y El Corte Inglés.
Podría pasar que Francisco I sea un Papa terriblemente bueno y querido por el mundo en general, católicos y no y por igual, dado su mandato de bondad, justicia, cambio, saber hacer bien las cosas y respeto. Podría pasar que de repente tuviera una revelación y llevado por las fuerzas de lo que es más grande que uno mismo, llevara la asimilación a la Iglesia Católica de las propias palabras supuestamente de Jesús escritas en la Biblia “amaros los unos a los otros…”, “la verdad os hará libres…”, “quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”, “no adoraréis falsos ídolos” o acciones tan bonitas como desmantelar los tenderetes de comerciantes abusones y egoístas del Templo y, respetar y ayudar a todo aquel que se cruzaba en su camino aunque no compartiera su modo de vida, véase historia de María Magdalena por ejemplo. Podrían ser todas éstas cosas y muchas más, incluso que vendiera la mitad de las riquezas (que no digo el arte) de la Iglesia y empleara el dinero en algo útil para la sociedad o que erradicara de raíz la pederastia de sus filas. Podría tal vez pedir perdón por todos los errores que han cometido sus antecesores, de corazón. Quizás pase, estaré atenta. Podría pasar una vaca volando por mi ventana también ¿saben?
Laura Morillas García. Valencia.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Marzo 2013.
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