El trabajo que viene a continuación va hablar del Imperio Británico en la India. Se va a centrar en el momento en que la Compañía de las Indias Orientales se disuelve tras el motín de los cipayos de 1857 en favor del estado colonial que se extenderá hasta mediados del siglo XX momento en que la India se independiza.
(De la Compañía comercial a la formación del Raj británico)
En 1897, en el momento de la celebración del sexagésimo aniversario de la reina Victoria, el Imperio Británico ocupaba un cuarto de la superficie terrestre y un cuarto de la población mundial (unos 400 millones de personas). Su armada estaba compuesta por más de 165 barcos y 40.000 marinos. El Imperio construyó una red de comunicaciones imponente con ferrocarriles, la adquisición del Canal de Suez, y 60 mil millas de cables por los océanos y 662 mil por tierra firme; extendió la lengua inglesa por todas sus posesiones, dominó la banca (la libra era la divisa de reserva del mundo), los seguros, las inversiones, e impuso el capitalismo en multitud de países (*1).
Para entender como se llegó a esa posición hegemónica de Gran Bretaña en el mundo tenemos que remontarnos prácticamente al siglo XVII, el momento en que se crean las grandes compañías comerciales de iniciativa privada avaladas por la Corona. Las más importantes fueron las de Londres y Bristol para Norteamérica y la de las Indias Orientales para Asia.
La Compañía de las Indias Orientales tenía el monopolio del comercio de las especias en Asia y competía con su homónima holandesa. De hecho esta competición llevo a los ingleses a enfrentarse a los holandeses en tres guerras entre 1652 y 1674 por el control de las principales rutas de Europa Occidental (*2). En 1688 una oligarquía de aristócratas ingleses organiza un golpe contra Jacobo II y alzan al poder al holandés Guillermo de Orange. Este suceso, que será conocido como la Gloriosa Revolución y que hará que el Parlamento inglés imponga por primera vez un monarca que acatara una carta de derechos (The Bill of Rights), nos interesa porque desde entonces los holandeses se convirtieron en los principales accionistas de la Compañía de la Indias orientales inglesa. De esta forma las dos compañías quedaron asociadas y los ingleses pudieron operar con más libertad en oriente. El pacto establecía que los holandeses se quedaban con el tráfico de especias de Indonesia mientras los ingleses se quedaban con el comercio de tejidos indios. Con el paso del tiempo la Compañía inglesa terminó controlando política y económicamente el subcontinente indio.
El objetivo de la Compañía de las Indias Orientales era ante todo hacer negocio en la India, extraer del subcontinente todo lo posible, sin importarle las diferencias culturales y religiosas. Todo esto empezó a cambiar a principios del siglo XIX con la irrupción de los misioneros que pretendían evangelizar a una población que profesaba otras religiones. Esto se daba en un momento de efervescencia en una Gran Bretaña que se había convertido en la fabrica del mundo en la que su élite se creía más que nunca superior a los demás pueblos y por lo tanto debían llevar su civilización al resto del mundo. Las organizaciones no gubernamentales victorianas con sus misioneros y modernizadores querían erradicar algunas costumbres indias tradicionales que les provocaban estupor: una era el infanticidio femenino, las acciones de los estranguladores thugs, y el sati, es decir el acto de autoinmolación que realizaba una viuda hindú al quemarse viva con su difundo marido.
William Bentinck fue el gobernador que estuvo más influenciado tanto por la moral evangélica como por la ideología liberal. En el Parlamento decía cosas como ésta:
«La navegación a vapor es el motor de una mejora moral efectiva de la India. A medida que la comunicación entre ambos países se haga más fácil y próxima, la Europa civilizada estará más cerca de estas regiones bárbaras; pues no hay otro modo en que el progreso pueda llegar de modo significativo» (*3).
Se imponía por lo tanto un principio civilizador en la India, es decir la imposición de la civilización occidental en el subcontinente. El gobernador Bentinck en el debate que se abrió entre orientalistas y anglicanistas sobre la política educativa en la India se puso de parte de los segundos. Charles Trevelyan representante de éstos mantenía que el objetivo era «educar a los asiáticos en las ciencias de Occidente», para él los británicos tenían que contribuir «a la regeneración moral e intelectual del pueblo de la India», a través de «nuestra lengua, nuestra ciencia y por último nuestra religión en la India», todo para hacer a los indios «más ingleses que hindúes, exactamente como los provincianos romanos se hicieron más romanos que galos o italianos». Bentinck tenía forjada una opinión sobre el sati antes de su nombramiento en 1827: «Para el cristiano y el inglés que al tolerar sanciona, y al sancionar incurre ante Dios en la responsabilidad de este sacrificio inhumano e impío» (*4).
Pero unos cuantos veteranos, como el teniente coronel William Playfaire opinaban de otra manera:
«Cualquier orden de gobierno que prohíba la práctica creará una extrema alarma en todo el ejército nativo, la considerarán una interferencia en sus costumbres y religión que equivale al abandono de esos principios que han guiado hasta ahora al gobierno en su conducta hacia ellos. Una vez despertado ese sentimiento no es posible predecir lo que ocurrirá. Podría llevar a algunas divisiones del ejército a una rebelión abierta» (*5).
Hacia 1848 la Compañía de la Indias Orientales agregaba territorios al imperio apoderándose de los mismos imponiendo su ejército cuando el gobernante local moría sin heredero. El ejército indio, compuesto mayoritariamente por cipayos procedentes de las castas guerreras (los había hindúes, musulmanes y sijs) y una pequeña minoría de británicos, principalmente irlandeses, era efectivo y raramente resultaba derrotado (*6). Los cipayos hindúes en vísperas de la batalla hacían sacrificios y ofrendas a Kali, la diosa de la destrucción, para conseguir su bendición (*7). Había un mal precedente. En el verano de 1806 en Vellore, cuando las nuevas normas de vestir abolieron el derecho de los cipayos a llevar las insignias de su casta y el uso de barba, e introdujeron el turbante, se produjo un motín.
En 1857 se produjo un nuevo motín entre los cipayos que lo cambiaria todo. La chispa fue una transgresión de un tabú tanto hindú como musulmán. Todo empezó con un rumor entre los soldados que decía que los cartuchos de sus rifles, que tenían que abrir en sus extremos con sus dientes para poder usarlos, estaban engrasados con grasa de vaca o de cerdo -animal sagrado para los hindúes y animal impuro para los musulmanes-. La insubordinación de unos soldados y su posterior arresto provocó un efecto multiplicador de rechazo contra los británicos: el motín se había iniciado e iban a morir miles de personas. En Meerut, los rebeldes gritaban:
«Hermanos, hindúes y musulmanes, apresuraos y juntaos con nosotros, vamos a una guerra por la religión. Los kafires han decidido liquidar la casta de todos los musulmanes… y no se debe permitir a estos infieles permanecer en la India, o no habrá diferencia entre los musulmanes y los hindúes, y lo que digan deberemos hacerlo» (*8).
La revuelta se propagó con rapidez por el noroeste en Delhi, Benarés, Allahabad y Cawnpore. El fuerte de Lucknow resistió durante nueve meses. Más allá de los motivos religiosos esta guerra contra los británicos puede entenderse también como una guerra por la liberación de su país. Muchos musulmanes buscaron el liderazgo del último Gran Mogol, Bahadur Shah Zafar. Hubo una proclama difundida en su nombre que llamaba a unirse a los zamindares (los terratenientes locales que recaudaban los impuestos), los mercaderes, los funcionarios públicos, los artesanos y los sacerdotes. Los británicos fueron acusados de imponer excesivos impuestos a los zamindares, de excluir a los mercaderes indios del comercio y de monopolizar «todos los cargos de dignidad y los emolumentos tanto en el servicio militar como en el civil».
Uno de los rebeldes que sobrevivieron, Mainodin Hassan Khan, relataba el conflicto de esta forma:
«Los cipayos debían rebelarse para restablecer a sus antiguos reyes en el trono, y expulsar a los invasores. El bienestar de la casta guerrera lo requería; el honor de sus jefes estaba en juego» (*9).
Sin embargo no todos los indios se sublevaron, hubo miles que fueron leales a los británicos y se refugiaron en Lucknow. Cuando Delhi cayó en manos de las fuerzas británicas, estas fuerzas eran mayoritariamente indias.
La respuesta por parte del Imperio fue primero la de una brutal represión en forma de venganza y luego administrativa: la India dejaba de estar en manos de la Compañía de las Indias Orientales (*10) para pasar a estar controlada por un estado colonial (el Raj británico: compuesto por un virrey, un consejo y un secretario de estado en Londres que tenía la autoridad suprema) que se mantendría en la cima del poder sobre cientos de príncipes y reyezuelos reunidos en el durbar (*11). La reina Victoria en 1858 hizo dos consideraciones sobre sus súbditos indios: no habría más intromisión en la cultura religiosa tradicional india, y habría un principio de igualdad en los nombramientos entre los europeos y los nativos.
Tras el motín la idea de occidentalizar la India pasó a un segundo término. De ahora en adelante los británicos empezaron a pensar que la India no podría ser modernizada en una o dos generaciones. La preocupación era asegurarse el sistema económico que drenaba las ganancias, y el funcionamiento tanto de las instituciones como de una estructura militar libre toda posible sedición.
Durante mucho tiempo en la Compañía de la Indias Orientales se compraban y vendían los puestos de trabajo. A partir de 1805 con la creación del Haileybury Collegue este centro educativo tenía el monopolio para formar todos los funcionarios civiles en la India. En 1853 se termina con ese monopolio y se introduce el principio de competencia mediante exámenes. El objetivo era atraer al Servicio Civil Indio a los mejores estudiantes al subcontinente. Los que finalmente fueron son los que en Gran Bretaña tenían menos oportunidades laborales.
En 1867 había cerca de trece mil puestos de trabajo en el sector público con un salario mensual de setenta y cinco rupias o más, de los cuales cerca de mitad eran indios. Se levantó toda una estructura estatal que hizo funcionar a la India como el territorio más importante del Imperio, y por lo tanto, al servicio de la Gran Bretaña.
El imperio, en las décadas que coincidieron con la Gran Depresión, el momento en que otras naciones estaban industrializándose y ejercían una competencia a las manufacturas británicas, fue mostrado a los británicos como un motivo de orgullo y una oportunidad económica para colocar sus productos en nuevos mercados. El primer ministro Benjamin Disraeli en 1872 pronunció un discurso en el Palacio de Cristal en el que apelaba a las clases trabajadoras, afirmando que estaban «orgullosas de pertenecer a un país imperial, y están resueltas a mantener, en lo posible, su imperio».
Bajo el gobierno de Benjamin Disraeli se adquirió en 1875 el Canal de Suez y las comunicaciones con las colonias en las Indias orientales se hicieron más fáciles y se consolidaron. Un año después Disraeli atribuyó a la reina Victoria el título de Emperatriz de la India. Disraeli en 1878 obstaculizó la expansión colonial rusa en la cuenca mediterránea utilizando Chipre como un importante enclave geoestratégico. Fue el mismo año en que el ejército británico entró en guerra en Afganistán y en África contra los zulúes. Entre 1884 y 1885 se celebró la Conferencia de Berlín por la que los europeos se repartieron el continente africano. Los grandes beneficiados en lo que se llamó ‘la puja por África’ fueron Gran Bretaña, Francia y Alemania. África se convirtió en un escenario de un nuevo imperialismo impulsado por motivos específicos: la adquisición de territorio, la demostración de poder, y la determinación de llegar primero. Gran Bretaña obtuvo el protectorado de los territorios de Nigeria, se constituyó una compañía especial para extender el gobierno británico en Kenia y Uganda, y en 1889, bajo la presidencia de Cecil Rhodes, se creó la British South África Company para adquirir el control sobre Rhodesia. Si observamos un mapa político de la África del momento podemos ver como Gran Bretaña ira poseyendo todos los territorios en la vertical de El Cairo hasta Ciudad del Cabo.
Con la guerra de los bóers en Sudáfrica el Imperio Británico empezó a declinar. Las tensiones entre la comunidad holandesa y la inglesa, y el descubrimiento de oro en 1886, terminaron en una guerra abierta, en la que se enfrentaron 450.000 soldados británicos contra 45.000 granjeros. La brutalidad de esta guerra total, en la que se usó la táctica de la tierra quemada y los primeros campos de concentración, hizo ganar mala fama al imperio entre los europeos. En 1902 los holandeses finalmente se rindieron pero ante la opinión pública Gran Bretaña perdió la guerra. Habían sacrificado 45.000 hombres y gastado 500 millones de libras.
Entonces llegó Mahatma Gandhi. Con una formación occidental y habiendo ejercido derecho en Londres, y tras una época defendiendo los derechos civiles en Sudáfrica, en 1914 volvió a la India. Gandhi, vestido con un dhoti hecho a mano, abogaba por un regreso a la autosuficiencia rural. Su esperanza era el poder extender entre sus compatriotas y también entre los británicos la idea de que la libertad de la India fuera no solo una transformación política y social si no sobre todo moral. Se anteponían dos formas de hacer: la imperial que expresaba su poder en los desfiles en el transcurso de los durbar, y la que ofrecía Gandhi, el abrazo a los intocables, su peregrinación hasta el mar, encabezando una marcha lenta de millones de personas, para terminar con el monopolio de la sal.
El Raj británico en su última comunicación manifestó haber sido el portador de la civilización occidental a la India. Gandhi, cuando le preguntaron qué pensaba de esa civilización, respondió irónicamente: «creo que fue una buena idea».
Tras la Segunda Guerra Mundial el relevo imperial lo recogió Estados Unidos. El Imperio Británico fue abandonando todos sus territorios y emergieron multitud de naciones en lo que en el siglo XX vinieron en llamar el Tercer Mundo. Un mundo que quería estar al margen de las dos grandes superpotencias pero que finalmente terminó alineándose con éstas. La caída del muro de Berlín y tras él todos los regímenes comunistas en la Europa del Este fue la antesala de la desintegración de la Unión Soviética. Entonces los Estados Unidos ascenderían como única superpotencia que ejercerá de facto un imperio informal para defender sus intereses energéticos, económicos y políticos.
Una conclusión
El Imperio Británico en la India tuvo su prueba de fuego con el motín de los cipayos de 1857, su base, el ejército de nativos se rebeló porque los británicos transgredieron uno de sus tabúes. Pero el trasfondo iba más allá y tenía que ver tanto con el proselitismo de los misioneros que querían cristianizar a los indios como por la pérdida de poder de los dirigentes locales que querían volver a recuperarlo. De ahí que muchos hayan visto en el motín una guerra de liberación que no fructificó. Los británicos tomaran buena nota y tras una represión sin precedentes disuelven la compañía comercial y la substituyen por el Raj, un gobierno y una estructura estatal colonial, que administra racionalmente la India a través del Servicio Civil Indio en beneficio de la Gran Bretaña. Pero este estado tan racional que durará casi un centenar de años mantenía una relación de pseudo vasallaje con las élites de la nobleza indias agrupadas en un campamento cerca de Dheli y convocadas en audiencia por el virrey en los durbar.
Todo esto se vendrá abajo con la acción del Congreso Nacional Indio y la figura de Mahatma Gandhi, que tras de sí fue capaz de que millones de indios le siguieran allá donde iba: su filosofía de la no violencia y la marcha hacía el mar para terminar contra el monopolio sobre la sal serán definitivas. La India en 1947, frente a una Gran Bretaña que tras la Segunda Guerra Mundial se encuentra exhausta para mantener su imperio y -lo que no es menos importante- desarticulada tanto ideológica como moralmente para mantenerlo, tendrá su independencia.
El legado del Imperio Británico en la India y en otras naciones que se independizaron es el de haber dejado tras de sí, tal como mantiene Niall Ferguson, una estructura estatal y una cultura administrativa. La democracia se abrió paso en la India pero contrariamente a lo que podría parecer no lo hizo gracias al imperio si no, como bien afirma Eric Hobsbawm, a pesar del mismo cuando se batió en retirada: la prueba es palpable no hubo democracia en el subcontinente hasta la independencia. En cuanto al modelo económico liberal, ciertamente, el imperio lo impuso en todas sus posesiones, aunque cuando era necesario era capaz de poner aranceles a los productos que entraban en la metrópolis. De hecho fue capaz incluso de desarticular la industria textil india en beneficio del textil de Lancashire, aunque con ello se generara pobreza y hambrunas.
En la actualidad el relevo del imperio lo ha tomado Estados Unidos. Atrás quedó un siglo XX en el que esta nación jugaba al equilibrio con la Unión Soviética estableciendo esferas de influencia. Pero hoy el imperio a diferencia de otros tiempos no se apodera indefinidamente de grandes territorios llevando allí a sus ejércitos ni tampoco asienta colonos. No, el imperio informal de los Estados Unidos utiliza la fuerza de los mercados (¿o es al revés?) para apoderarse de las diferentes economías nacionales en un escenario enteramente global. Utiliza la fuerza militar -y aquí es importante el cambio tecnológico pues ya no se requieren tantos soldados como antes- cuando se cuestionan sus intereses -energéticos, económicos y políticos- y levanta gobiernos favorables. Y cuando se cuestiona su proceder siempre hay la posibilidad de levantar una bandera en nombre de los derechos humanos.
Finalmente me gustaría hacer una consideración de más larga durada. El Imperio Británico no solo ejerció su poder con las armas, fue mucho más hábil, porque como decía Edward Said fue capaz de generar un discurso cultural global para justificar y asegurarse la dominación sobre otros pueblos. Este discurso del que más tarde tomaría el relevo Estados Unidos se mantiene plenamente vigente.
Anotaciones:
1. Cifras obtenidas de El Mundo después de USA, Fareed Zakaria.
2. De hecho lo que se decidía no solo era el comercio de las Indias Orientales si no también del Báltico, el Mediterráneo, América del Norte y África Occidental.
3. Recogido del capítulo La misión, pg 183, El Imperio Británico: Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial, Niall Ferguson.
4. Idem.
5. Recogido del capítulo La misión, pg 184, El Imperio Británico: Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial, Niall Ferguson.
6. En el Birmania en la década de 1820, en Sind en 1843 y en el Punjab en la década de 1840 el ejército de cipayos se impuso sin problemas. Sus únicas derrotas se produjeron en Afganistán.
7. La leyenda entorno a Kali la hacia una deidad peligrosa e impredecible. Cuando apareció por primera vez en la tierra para librarla de los malhechores se volvió loca, y destruyo todo lo que encontró a su paso.
8. Recogido del capítulo La misión, pg 187, El Imperio Británico: Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial, Niall Ferguson.
9. Recogido del capítulo La misión, pg 189, El Imperio Británico: Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial, Niall Ferguson.
10. La Compañía de las Indias Orientales desapareció el 1 de noviembre de 1858.
11. El durbar era la audiencia en el que 300 individuos pertenecientes a la flor y nata de la nobleza india mostraban su sumisión al poder británico. Vivían en un campamento muy cerca de Delhi con su sequito (unas 74.000 personas). Auge y caída del Imperio Británico, Simon Schama.
Bibliografía:
– Ferguson, Niall. El imperio británico. Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial. Debate. 2006.
– Gandhi, Mahatma. Autobiografía. Arkano Books. 2008
– Hobsbawm, Eric. La era del Imperio. Editorial Crítica. 2005.
– Hobsbawm, Eric. Guerra y paz en el siglo XXI. Editorial Crítica. 2010.
– Newsome, David. El Mundo según los victorianos. Editorial Andrés Bello. 2001
– Said, Edward W. Cultura e imperialismo. Editorial Anagrama. 1996.
– Schama, Simon. Auge y caída del imperio británico. Editorial Crítica. Serie Mayor. 2005.
– Zakaria, Fared. El Mundo después de USA. Espasa, 2009.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Febrero 2013.