La televisión es una de las herramientas más poderosas que existen para educar y transmitir cultura* y sin embargo a nadie parece interesarle, dejando a éste medio en una especie de deriva de valores en la que florecen programas de entretenimiento, ficción o informativos que sólo fomentan el individualismo y el conformismo. Responsables de esta situación hay muchos, pero es importante resaltar a los gestores políticos y culturales que han dejado en manos del poder económico el control de la tele.
Amplios sectores culturales e intelectuales dedican grandes esfuerzos a criticar la televisión y ninguno a integrarse en ella. La consideran un electrodoméstico generador de vulgaridad y olvidan que se trata de un medio de comunicación capaz de transmitir cualquier clase de contenidos. Defensores y detractores de la tele coinciden en afirmar que la cultura genera aburrimiento, mientras que lo vulgar y vacío resulta atractivo para el espectador. Pero, ¿alguien se ha interesado por buscar lo contrario?
El caso de los políticos es distinto. Han sido muchos los gobiernos que han mostrado preocupación por el tema, aunque ninguno ha tomado medidas concretas. Una página del Ministerio de Educación aconseja la interrelación entre educadores y profesionales del audiovisual, algo que sabemos que apenas ha ocurrido, a pesar de que ambos sectores necesitan una renovación ética y estética. Por otra parte el Ministerio de Industria “estudia” sancionar a una cadena privada por las continuas infracciones al Código de autorregulación según Vertele, algo que hasta ahora tampoco ha ocurrido. Y mientras, hay directivos de televisión, que hablan de posibles venganzas del gobierno en represalia por ciertos contenidos de actualidad, ¿es así como políticos y televisivos se relacionan?
A mediados de los años noventa del siglo pasado, responsables de Educación encargaron a la empresa GECA un estudio sobre el impacto de la televisión en los estudiantes. Una de las conclusiones señalaba que “los que ven una programación educativa de calidad de forma regular aprenden más y mejor que los que no la ven”** Por tanto ver un tipo de programación concreta de forma regular ayuda a la formación (o deformación) de los individuos. Un programa adecuado según ese estudio era, y es, “La aventura del saber”, un espacio educativo financiado con dinero público que se emite a diario (10:00 horas) por la 2. El miércoles 16 de enero de 2013 fue visto por una media de 26 mil personas, de las cuales más de 20 mil eran mayores de 65 años y el resto tenían entre 24 y 64 años, con lo cual del público joven al que va dirigido, no lo vio nadie, ¿por qué? Pues muy fácil, porque los jóvenes a esa hora están en clase, trabajando, o simplemente durmiendo. Por tanto, si el público juvenil no ve “una programación educativa de calidad de forma regular”, entre otras cosas porque se emite en un horario marginal, la pregunta es qué programas ven los jóvenes y qué aprenden de ellos.
Según un artículo publicado por Vertele, los programas más vistos por el público de entre 13 y 24 años en febrero de 2012 fueron ”Fútbol-Liga de Campeones” (TVE1), “Los Simpsom” (A3TV), “Con el culo al aire” (A3TV), “Aida” (T5), “El Hormiguero” (A3TV), “Gran Hermano” (T5)… Estos contenidos también triunfan en otros sectores del público. Cada uno tendrá una interpretación sobre los valores positivos o negativos que pueden transmitir, pero a nivel general sí podemos hablar de una televisión que fomenta el individualismo, con amplias dosis de egoísmo e intolerancia. Héroes y, sobre todo, malvados pueblan los programas informativos y de ficción, mientras que los de entretenimiento se basan en entrevistas o concursos que, normalmente, se hacen para mostrar las glorias, o las miserias, de invitados y concursantes.
Tanto los que defiende la televisión, como los que la critican, también suelen coincidir al afirmar que “tenemos la televisión que nos merecemos”, o dicho de otra manera, “la audiencia es la que decide la programación”. Ambas afirmaciones son falsas, pues todos sabemos quiénes mandan en televisión. Afirmaciones como esas confirman una de las pautas de manipulación que señalaba Chomsky, la del refuerzo continuo de la auto-culpabilidad del espectador. Y no es la única, en una observación rápida vemos también distracción del televidente de los problemas reales, dosificación de informaciones inaceptables, utilización de un lenguaje infantil, complacencia con la mediocridad…
Cierto es que la televisión no está obligada a educar, pero si debe informar, formar y entretener, sin embargo, emplea más tiempo y recursos en deformar, mal formar y distraer, sobre todo gracias a grandes empresas de comunicación, intelectuales y políticos que, por negarla, ignorarla, o simplemente por intereses comerciales inmediatos, permiten que la mala educación se retransmita por la tele.
Notas:
* Pablo Garcia (TVE), Educar con televisión.
** Educar en la relevisión
Carlos Torres Montañés. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Enero 2013.