Estamos en medio de un torbellino y el miedo nos ahoga, no sabemos cómo actuar. Nos adelantamos a los acontecimientos y esperamos lo peor, y una vez hallado el final imaginado hacemos lo posible para recrudecerlo hasta el límite, para así poder prepararnos para lo que viene.
Lo más lamentable de todo no es sólo el panorama al que nos enfrentamos, sino la pérdida de la fe, de vislumbrar un fin al que todos, o al menos la mayoría de nosotros, pueda agarrarse con fuerza. La esperanza ha desaparecido, y no es para menos.
Los “líderes” políticos, mientras tanto, juegan a lo suyo, a promover independencias irracionales, al doblepensar de Orwell –ahora vemos como los recortes, realmente, suponen una mejora del sistema público al optimizarlo, con lo que no se recorta, se mejora- y a respaldar unas manifestaciones que van en contra de unas medidas que ellos mismos empujaron y defendieron.
Mientras el pueblo llano, el auténtico, verdadero y representativo –del que por supuesto no forman parte los actores y directores “izquierdosos” investigados por evasión de impuestos a través de las inversiones realizadas desde sus SICAV (*1)-, sufre y es asfixiado cada día más, a la par que es despojado de aquellos derechos que el propio Estado dice proteger, vemos consternados como los que nos han robado desde la cúspide -y que son los máximos representantes del caos que padecemos- siguen expoliándonos y viviendo sus vidas con naturalidad sin que caigan cabezas -que es lo mínimo que merecemos-, como los que ejecutan las casas y las vidas de los indefensos lo hacen olvidando que el dinero de los desahuciados –que no del Estado, pues es nuestro- es el que les ha salvado, sin que nuestros “representantes” vayan realmente más allá de las palabras vacías de contenido, pero de firme retórica populista, para dar alguna solución, y, ante todo, vemos como los pilares que dice defender la Constitución Europea, entre los que basta mencionar el de la salvaguarda de la Dignidad Humana, no son más que papel mojado.
¿Qué hacer? Tal es la cuestión que nos viene a la mente.
Qué podemos hacer ante un Sistema que nos ha estafado con tanto descaro, ante unos potentados corruptos e inútiles que en vez de buscar soluciones reales –es decir, para aquellos que les han votado- le siguen gustosos el juego al establishment convirtiendo las necesidades y exigencias económicas de la élite en la única y verdadera norma, naturalizando la tortura del ciudadano como una necesidad propia de un Mercado que se nos presenta con carácter divino e inviolable, como si estuviera en el mundo antes que Adán y Eva.
Pues en respuesta a nuestra pregunta, ante tal hecatombe, único adjetivo que parece reflejar la auténtica cara de la amenaza que se cierne sobre nosotros, lo único que nos queda es la lucha. ¿Por qué? Sencillo. Porque el hombre, por mucha filosofía, ciencia y espiritualidad que se le atribuya -como ser único y poderoso que la religión nos dice que es-, en el fondo no es más que un animal, y como tal, ante una situación en la que se siente amenazado sólo le caben dos opciones; luchar o huir, y en el entorno actual una de ellas se ha convertido en imposible, espero que sepa a cual me refiero pues sino este artículo no va dirigido a usted.
Extraño juego el de los potentados. A mi juicio, si me permite emplear el dicho, el disparo les va a salir por la culata, pues aunque en sus reuniones de té y pastas a puerta cerrada hayan definido con parsimonia establecer una crisis mundial que lleve, como lo está haciendo, a la privatización del sistema público y de los derechos de los ciudadanos para llenarse unos bolsillos de por sí copados -esto no va de otra cosa, ya lo dijo “Garganta Profunda” al periodista Bob Woodward del Washington Post (*2)-, la reacción popular está comenzando a desmarcarse, cada vez más, de la queja pasajera que parecían esperar.
Se ha originado un movimiento social en el que de verdad adquiere máximo sentido la frase, ya vitoreada antaño, “Basta ya”, en el que no hay unicidad ideológica, social ni cronológica, pues estamos todos, la gran mayoría, formando parte de la masa descontextualizada que no ve puerto al que llegar, y en el que no hay líder identificable a corromper, que ya era hora.
Cuando dicen, tratando de deslegitimar las movilizaciones, que éstas carecen de un plan definido, de solución meditada –lo que significa que los que ahora están en el poder gozan de una legitimidad de la que el resto carecemos, pues al parecer ellos sí tienen un plan, venga Dios y lo vea-, hay que contestar que no hace falta, pues el mensaje es, simple y llanamente, que nos dejen de tocar las narices y que queremos soluciones ya, y que si no nos las dan, derribaremos todo aquello que sea necesario. Ya nos construiremos un futuro después, que al fin y al cabo siempre será mejor si no cuenta entre sus arquitectos con una plana de inútiles a los que equivocadamente les hemos dado poder tantas veces en las elecciones o por simple pasividad.
Los sindicatos, los partidos y los estamentos que hemos dado por lógicos ya no tienen sentido. Están corruptos y acabados. La opción de seguir alimentando a un Frankestein sistémico ha dejado de ser viable.
Luchemos de forma incansable, hagamos todas las manifestaciones y reivindicaciones que sean necesarias, ampliemos nuestras quejas al sistema económico y a las instituciones que dicen ser europeas –no pueden serlo si no representan de verdad a los ciudadanos de Europa- , salgamos a la calle, cambiémonos de compañía telefónica si tiene a un noble denostado en su nómina, votemos en blanco (*3), tratemos en los hospitales a los “sin papeles”, demos medicinas a quienes no pueden o quieren pagar lo que ya pagaron, dejemos banderas a un lado, ayudemos a los desamparados y, hasta que esto cambie, no paremos de manifestar nuestro asco ante lo que nos rodea.
No es momento de distraerse. La industria del consumo y entretenimiento deben ser dejadas de lado lo máximo posible, pues constituyen el principal arma de los nombrados en la sombra. Ha llegado la hora de que cambiemos esto sin miedo a un futuro sombrío, pues ese ya lo tenemos asegurado si no hacemos nada.
Finalmente, pensemos y tengamos en mente a los más desfavorecidos, a los abandonados, pues ellos son los únicos que importan, y dentro de poco, si nos entretenemos en los medios que el poder usa para dividir nuestras fuerzas, todos lo seremos, así que no veamos al despojado como ente lejano sino como hermano de este extraño camino que andamos a oscuras sin saber el destino.
Caminemos solos, sin líderes definidos, que esa sea la gran revolución. De no hacerlo, Dios nos pille confesados.
Anotaciones:
1. Burrieza, A. (25/08/2012), La SICAV de Pedro Almodóvar investigada por evasión de impuestos y blanqueo, Diario El Aguijón. enlace
2. “Sigue la pista del dinero”.
3. O mejor aún a “Ciudadanos en Blanco”, para que este voto realmente cuente.
Pablo Jiménez Cores. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 18 Enero 2013