Low cost – por Laura Morillas

Les habla -por medio de éstas palabras en tinta virtual- alguien con un gran miedo a volar, alguien a quien, como a muchos de ustedes, le habían vendido aquello de lo seguro, práctico, eficaz y barato de viajar a muchísimos destinos diferentes con una aerolínea Low Cost.

Si bien el avión es llamado el medio más seguro de viajar, conclusión extrapolada de la mente de ingenieros aeronáuticos y estadísticas de accidentes, a mí nunca me ha convencido mucho, lo siento, pero no se me va de la cabeza que si cuando estamos volando a nosécuántosmil pies de altura algo falla, las posibilidades de sobrevivir dan bastante risa. Y puede fallar algo, claro que sí, por muy bueno que sean el avión y los pilotos, el mundo y la climatología a veces son lugares inhóspitos y la tecnología falible. La siniestralidad en las carreteras es muchísimo más elevada que la del cielo, cierto, pero a mí me sigue poniendo mucho más nerviosa la segunda, qué le vamos a hacer.

Por éso me preocupan bastante las noticias de que ésta o aquella empresa privada compiten entre sí bajando los precios y ahorrando en seguridad, porque estaba consiguiendo acostumbrarme a la idea de que volar no está tan mal (es bonito ver las nubes desde la ventanilla), que no pasa nada, que el avión no se va a caer, que ahora con todas las compañías Low Cost que hay y especialmente con Ryanair -que va y viene de aeropuertos en rincones de Europa insospechados y atractivos- volar es algo más… más normal, más asequible, viable económicamente y más sencillo. Y no sé ustedes, pero yo, leídas últimamente ciertas noticias en la prensa sobre las supuestas irregularidades en los aviones Low Cost -especialmente las atribuidas a Ryanair- me estoy repensando un poco todo ésto de viajar bueno, bonito y barato.

No sé si como alguien me decía no hace mucho, todo pueda ser un gran complot de las compañías grandes de toda la vida hartas de que las Low Cost les reduzcan drásticamente el número de clientes, y hayan optado por desprestigiar al máximo a la competencia. Pero una cosa está clara, por mucho que como ejemplo, Iberia haya perdido clientes en los vuelos nacionales de Air Nostrum por culpa de los precios más baratos de otras aerolíneas, hay cosas como el aterrizaje forzoso de emergencia que tuvo que realizar Ryanair en el aeropuerto de Valencia el 26 de julio de este año al quedarse sin combustible, que no se pueden conspirar, o pasan o no pasan. Y están pasando.

Una cosa es que la gente en general nos podamos quejar de cosas como el pequeñísimo espacio que tienes cuando te sientas en tu asiento en un avión Low Cost (que en cualquier caso al final un avión es un avión y no un transatlántico), el mínimo espacio para las maletas y/o las tasas que aplican al equipaje (que también es que hay cada uno que pretende meter un elefante constreñido en un hueco de 50 cm), las condiciones de venta, gestión y etc., que al final son males menores, que estaría muy bien si pudieran ser de otra forma, pero ya sabes lo que hay, es decir, cuando compras un billete Low Cost en un vuelo Valencia – Roma por 60 euros ida / vuelta no puedes esperar lo mismo que cuando te gastas (no lo sé, porque nunca lo he hecho la verdad, pero lo intuyo) 400 euros más en crucero Valencia – Roma, con escala en Marsella, Cerdeña y buffé libre.

Lo que si puedes, mejor dicho deberías esperar, es que el avión y el personal cumplan las normas de seguridad de la IATA, las leyes de la aeronáutica, la lógica, y el sentido común de no matarte a ti y a ellos mismos, en el caso de los propios pilotos, azafatas y azafatos.

Si una aerolínea quiere poner tasas para personas con sobrepeso que quieran volar, tasas para usar el wc, o que sus aviones dejen de llevar un copiloto a bordo porque con el piloto y los ordenadores ya les basta, están en su derecho, ya que usted y yo como clientes al ver éstas medidas podemos tomar la decisión de comprarle un billete (y arriesgarnos a lo que pueda pasar) o no (y pagar más dinero en otra compañía). Pero claro, ni usted ni yo podemos pensar ni asumir que vayan a jugar con nuestra seguridad, que haya seguridad es lo básico, lo mínimo.

Hace unas semanas un vuelo Ryanair Madrid – Gran Canaria tuvo que volver a Barajas una hora después de despegar por un problema de despresurización que provocó dolores de cabeza y hemorragias de oído a varios pasajeros, además de pánico general, claro. Varios testigos afirman que vieron varias veces antes del despegue a los mecánicos revisar el avión. Ése mismo día, otro avión de la misma compañía realizaba un aterrizaje precipitado en Bérgamo, y el vuelo Londres – Roma saltó a las noticias por los pasajeros que tras tomar tierra tuvieron que ir a urgencias por picaduras de chinches supuestamente en el avión.

Tengo varias preguntas en mente sobre todo éste tema: ¿las Low Cost se plantearán que tienen que cumplir con la seguridad requerida y lo harán? ¿lo harán pero subiendo el precio del billete y/o con más tasas?, ¿los clientes que vamos a hacer? ¿seguir viajando con ellos como si nada, pensando que a nosotros no nos van a dar un susto?, ¿veremos en las noticias un día de éstos un accidente terrible? ¿se pedirán responsabilidades, dirán que fue un desafortunado error técnico o humano puntual?, ¿viajaremos menos? ¿si ésta forma de entender el Low Cost sigue siendo rentable, la Grandes se apuntarán también a “reducir costes”?…

Mientras que el monstruo de la crisis sigue escondiéndosenos debajo de la cama y los políticos siguen gestionando nuestras vidas peor que un niño de dos años de la época franquista, muchas son las empresas que buscan un marketing y una forma de hacer las cosas que les reduce costes a ellos y el precio final a nosotros pero en muchos casos, los efectos secundarios dan un poco de miedo.

Laura Morillas García. Valencia.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Octubre 2012.