Hay cosas en la vida real que parecen fantasías, trabajo de algún ilusionista de circo. Y cuando se revela que aquello no es verdad, hay quienes lo defienden como auténtico. Así ocurre con el Diccionario Biográfico publicado en España por la Real Academia de la Historia.
España es el país de lo increíble, un auténtico país de las maravillas, algo que se tiene a la vista y al tacto y no se cree, porque aunque “esté allí” (como diría Heidegger) es imposible.
En mayo de 2011 se publicaron los primeros tomos de ese diccionario y en ellos la evidencia de que el rigor académico no cuenta para esta Academia. Hay academias y academias. En ésta se encargó la biografía de Franco a un ex-alto cargo en el gobierno (¡oh, coincidencia!) del mismo Franco y, además, miembro de la Fundación Francisco Franco: Luis Suárez.
Al conocerse que Franco fue -según la “Academia”- un hermanito de la caridad, nada de dictador y nada de asesino, se produjo la natural conmoción. El Congreso ordenó congelar las subvenciones y no restaurarlas hasta que el diccionario en cuestión haya sido revisado. En 2012 una comisión con dos historiadores externos dictamina cambios y biografías suplementarias. Y la Real Academia de la Historia (¿de la historia de quién?) decide que nada se cambiará y que Franco seguirá siendo juzgado (en el diccionario) por los que fueron servidores de Franco, pagados por Franco, amigos, partidarios y cómplices de Franco y beneficiados por Franco.
¿De verdad los señores miembros de la Real Academia de Historia de España, piensan que su versión de que Franco no fue un dictador la va a creer alguien en el mundo? ¿Creen vivir todavía en la España de Franco? ¿De verdad no han viajado ni leído prensa extranjera, ni siquiera han tomado algún día un café escuchando las conversaciones en la mesa de al lado? Cerebros semejantes a estos son los que aseguran que el hombre jamás fue a la luna y que todo fue montado en Hollywood. O los que niegan el holocausto.
Pero los que niegan al viaje a la luna (y al hacerlo demuestran que –en otro sentido- ellos sí están en la luna) no son académicos. Por sus frutos los conoceréis: por estos “académicos” que “no saben” que Franco fue un dictador, sabemos como es la Real Academia de Historia de España y qué puede esperarse de ella en investigación histórica.
¿Cómo es posible que, en lo íntimo de su pensamiento, crean verdad lo que sostienen de Franco, cuando el mundo entero no sólo sabe que fue un dictador sino un asesino que costó a su país miles de vidas? ¿Cómo pueden decir tamaña barbaridad cuando de toda España están desenterrando huesos y despojos de los asesinados por el franquismo?
Idiocia es el nombre en desuso de la oligofrenia, deficiencia en la capacidad intelectual de una persona. Deficiencia que también se llama retraso mental y que puede reducir la inteligencia de un adulto a la de un niño de entre 3 y 7 años. La oligofrenia es la imbecilidad y, en alguna de sus manifestaciones, el enfermo “posee un rudimento de inteligencia, a veces con excelente memoria. Incapaz para el juicio y la crítica; puede resultar apto para ejercicios fáciles, puramente rutinarios” (Enciclopedia “El País”, tomo 10).
Procuremos no asociar una cosa con la otra pero, honradamente, surgen dudas. Si un caballero llega a usted y le asegura que ha visto un elefante (sin alusiones al rey de España, conste) volando, ¿usted lo creería?
Un breve análisis de hechos de la historia de España deja muy claros algunos puntos:
1º- En España hubo en 1936 una sublevación de numerosos jefes y oficiales del Ejército en contra del gobierno legítimo elegido en elecciones. El golpe de estado fracasó y derivó en una sangrienta guerra civil.
2º- Falange, un partido fascista muy afín al nazismo, se dedicó en ciudades y pueblos a matar gente, hombres y mujeres sin distinción, por “delitos” como haber pertenecido a un sindicato o ser acusado de masón.
3º- Franco tuvo desde el principio el mando de los sublevados (además de divisiones de Mussolini y la Legión Cóndor de Hitler) y controló toda la zona rebelde en la que sus partidarios asesinaban con su autorización, gobernando sin piedad por cuarenta años.
Todo eso está registrado por historiadores de diferentes nacionalidades, como Hugh Thomas, Paul Preston y Antony Beevor, además de los más respetables historiadores españoles. ¿Y los miembros de esa graciosa academia, bien subvencionada por el estado español, no lo saben?
Buscando una explicación a ese misterio hemos venido a dar en que esos académicos se consideran divinos: lo que ellos digan o escriban tiene el valor que los textos sagrados y por tanto gozan de la inerrancia que, en teología, es la facultad de no poder errar.
No pueden equivocarse.
Juan Miguel de Mora. Ciudad de México.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 30 Mayo 2012.