Del entusiasmo por las revoluciones sociales al miedo y la desilusión – por Bárbara Bécares

Según las cifras oficiales, en Marruecos hay cerca de un 9% de desempleo. Se ve que las mujeres que están siempre en casa y los hombres que se tumban en alguna sombra o se pasean por la calle también cuentan como empleados, porque si no, esa cifra es irrisoria y sólo hace falta mirar a alrededor para saber que es una auténtica mentira.

Sin embargo, el gobierno no tiene ningún reparo en dar estas cifras en el telediario de máxima audiencia, con un cuadro comparativo que muestra que en la década de los 90 el desempleo era de cerca del 30%, camino por el que vamos ahora los españoles, para hacernos una idea de la cantidad.

De hecho, si fuera cierto que sólo hay un 9% de desempleo, parecería hasta absurdo que un grupo de jóvenes intentaran quemarse a lo bonzo el pasado mes de enero en Rabat, suceso que, por otro lado, no tuvo mucha repercusión en el país, ni se habló mucho de ello.

Este acontecimiento muestra el descontento de una juventud educada, y recordó a aquel chico tunecino que se quemó a la bonzo hace ya más de un año provocando la revolución que más tarde copiaron muchos de sus vecinos árabes. El aquel momento, los éxitos que estaban consiguiendo, teniendo en cuenta que tanto Túnez como Egipto y, más tarde Libia, consiguieron su objetivo de expulsar del poder a quienes lideraban sus países llevó a un entusiasmo a nivel mundial que nos hizo creer en la fuerza de las revoluciones sociales para cambiar el sistema.

También Marruecos hizo sus pinitos en la llamada Primavera árabe. Hubo bastantes protestas en el país que el rey supo calmar a tiempo, con nuevas medidas como elecciones legislativas o la aceptación del bereber, la lengua más hablada del país, como idioma oficial y dando más libertad permitiendo que se realicen manifestaciones, algo que se puede aún ver de cuando en cuando.

Sin embargo, en la práctica, las cosas no parecen haber cambiado mucho en Marruecos y los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, siguen tan frustrados como lo estaban hace año y medio. Sólo hay una cosa que ha cambiado y es que, tras las mencionadas cifras oficiales de desempleo que podrían ser la envidia de muchos países europeos, en el mismo telediario, día a día a la hora de la comida, aparecen imágenes de la guerra de Siria que no acaba de llegar a su fin. Ahora el entusiasmo de la fuerza social se ha convertido en miedo a una revolución.

Así, el otro día, una mujer decía, sentada a la mesa con su familia, compartiendo un buen plato de carne de camello, y con las noticias puestas en la televisión, que ella quería mucho al rey Mohammed VI, para luego añadir: ‘hay que querer al rey porque no quiero una guerra aquí’.

Y, por otro lado, hay gente consciente de que las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia no han, finalmente, cambiado gran cosa. No han llevado a gobiernos estables ni democráticos ni a la estabilización de los derechos humanos ni a un aumento de los ingresos de las familias, tal y cómo el pasado mes de febrero El Inconformista Digital recordaba en un artículo. Los antiguos líderes se han ido, pero los ciudadanos que pasaron largas horas y día en las calles en forma de protesta no han visto que sus derechos cambiaran. Sigue todo igual.

Un poco lo mismo nos ha pasado en Europa. No tenemos miedo, pero sí mucha desilusión. Centrándonos en España, hace ya casi un año, los llamados ‘indignados’ movían los corazones de los ciudadanos pensando que algo podríamos cambiar, movilizando a jóvenes y no tan jóvenes en las principales plazas de las ciudades del país, siendo la Puerta del Sol madrileña el mejor ejemplo, antes de las elecciones municipales celebradas en mayo de 2011, la desilusión llegó cuando se vieron los resultados de estas. Las elecciones municipales y regionales que dieron una victoria casi aplastante al PP en la mayoría de las provincias españoles demostró que la frase ‘No les votes’, que pretendía que los ciudadanos mostraron su descontento en las urnas contra los dos grandes partidos, no había sido bien comprendida. Y los políticos desoyeron una vez más la voz del pueblo, aunque esta vez había sido más alta que otras.

Tanto es así que ahora mismo el descontento popular es mucho más grande, sobre todo a causa de los recortes sociales que se han ido anunciando durante las pasadas semanas y, sin embargo, las voces de los ciudadanos se oyen mucho menos. Ha habido una huelga general que no ha cambiado nada, pero nos hemos conformado. Se prevé un nuevo movimiento este sábado día 12 de mayo. Las cifras dirán si este artículo tiene razón o si la gente sigue con fuerzas y ánimo de alzar la voz hasta ser escuchados.

Bárbara Bécares. Settat, Marruecos.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 8 Mayo 2012.