El otro día estaba con unos amigos en un bar. Ellos jugaban a las cartas y yo sólo miraba. Me gusta jugar a las cartas pero su juego se me hacía muy aburrido. Ellos querían demostrar su hombría y me decían a mí: “mira cómo se juega de verdad a las cartas” y las lanzaban con fuerza sobre la mesa. Hay que tener en cuenta de que todo esto se estaba desarrollando en un pequeño pueblo del centro de Marruecos, donde yo, como extranjera, soy la única mujer que pisa los bares para tomarme un café de vez en cuando.
El juego al que mis amigos, todos mayores de 20 años, jugaban, se ganaba simplemente emparejando las cartas que uno tiene en la mano con las que hay puestas sobre la mesa. Un juego que haría las delicias de mi hermana de once años y sus compañeros de colegio. Propuse cambiar el juego y les expliqué ‘la escoba’. Me pareció fácil de jugar. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que, a ese grupo de chicos, les costaba sumar quince para saber qué carta poner sobre la mesa.
Entonces comencé a pensar en otras situaciones similares en las que he visto falta de conocimientos básicos. Recordé cuando unos días antes, una chica de mi edad, con dos hijos, me dijo que uno de ellos tenía seis, pero con sus manos puso 10 dedos y se puso a contarlos un poco confundida. O me vino a la mente momentos en los que mis amigos no se están dando cuenta de que alguien les está dando una vuelta totalmente errónea y tengo que decirles que revisen las monedas devueltas. También momentos en que he visto a gente pensarse durante un tiempo cómo escribir una palabra con el propio alfabeto árabe. Sólo por decir ejemplos muy claros y que ya he visto varias veces.
Así que me fui a Google y cual fue mi sorpresa al enterarme de que, en este país tan atrayente para los europeos en sus vacaciones en cualquier época del año, hay entre un 30 o 40% de la población que aún es analfabeta (depende de quién dé los datos y según los últimos estudios realizados al respecto). Las diferencias entre campo y ciudad en este país son enormes, por lo que está cifra es mucho más alta y puede pasar del 70% y hasta rondar el 90% en algunas regiones, sobre todo cuando hablamos de mujeres.
Entonces fui preguntando a mis amigos que a qué edad habían dejado de ir al colegio y las respuestas eran varias, pero la mayoría habían dejado de estudiar entre los 11 y 13 años. Y es que, volviendo a tirar de Google, descubrí que, aunque la educación es obligatoria hasta los 13, el abandono escolar es una práctica común en el medio rural y entre las clases bajas de las ciudades que comienzan sus estudios, pero que el gobierno no toma medidas para evitar este asunto. Así, me enteré que de los que sí que llevan a cabo la primaria, sólo el 10% finaliza la secundaria. Además, según el Banco Mundial, el 25% de los que abandonan los estudios a los 11 años, lo hacen sin haber obtenido los suficientes conocimientos de lectura y escritura. Ya voy entendiendo.
Por no hablar de que, al menos en mi pueblo, la enseñanza no es muy buena, se mandan muy pocos deberes, hay pocas horas al día de clases y demasiadas vacaciones. Por su parte, la gente joven se queja del sistema universitario, por temas como la ausencia a las clases por parte del profesorado o escasez de aprendizaje y muchos que tienen recursos suficientes, miran hacia Europa donde son conscientes que conseguirán una educación de mejor calidad, lo que supone una fuga de cerebros para este país en crecimiento.
En realidad, no sé por qué me sorprendo. Marruecos es, al fin y al cabo, una especie de Monarquía Absoluta, que tras las revoluciones árabes del pasado año ha pasado a denominarse Monarquía Constitucional, ya que cuenta con una Constitución, con un jefe de gobierno que fue elegido por los ciudadanos y con poderes ejecutivo y judicial que en teoría son independientes. Aunque todo el mundo sepa que la palabra de Mohammed VI es sagrada y que va moviendo hilos para mantener su poder. Y, lo que vengo a decir, es que, en absolutismos, dictaduras y demás modelos de gobierno similares, nunca ha interesado que la población esté realmente educada.
El pasado año, tras las revoluciones en Túnez y Egipto que acabaron derrocando a los gobiernos con la fuerza de las protestas populares, en Marruecos también se llevaron a cabo movimientos similares que el Rey supo parar a tiempo con las mencionadas medidas que sirvieron de consuelo a los protestantes, a pesar del nivel de pobreza y desempleo de la población de un país cuyo líder está considerado el séptimo monarca más rico del mundo, con sólo 45 años de edad. Me comentaba hace poco un amigo marroquí que él participó fervientemente en las protestas del pasado 2011 y que, con sus compañeros de universidad organizó diferentes eventos pero que, cuando vio que la gente se iba callando y conformando con las medidas anunciadas por el Rey, las cuales en la práctica no suponen un gran cambio, sintió que no merecía la pena seguir.
Realmente, este rey ha traído leyes progresistas y modernas para el contexto de la región. Una de las que más me llama la atención es la promulgada en 2004 que cambió el código de familia, tras mucha polémica, y que entre otros asuntos, afirma que la mujer deja de ser propiedad de su marido o de su padre. Pero, ¿de qué sirve este tipo de legislación si la mujer aún presenta una tasa de analfabetismo mucho mayor que la del hombre y no conoce sus derechos?
El sistema educativo en Marruecos lleva años levantando polémica y propuestas de soluciones. No olvidemos que, al fin y al cabo, Marruecos es un país independiente de Francia y España desde apenas el año 1956, y que estos procesos de descolonización llevan tiempo, por lo que no podemos comparar su desarrollo con el europeo. Sin embargo, en comparación con otros países de la región, las cifras dejan mucho que desear. Como ejemplo, un estudio del Banco Mundial del año 2008, sobre los 14 países situados en Oriente Medio y el Norte de África, Marruecos ocupaba el puesto número 11 en cuanto a calidad de su sistema educativo, sólo por encima de Yibuti, Iraq y Yemen, países con gobiernos inestables y mucho más pobres.
Mientras, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, o PNUD, sitúa a Marruecos en el país 126 de los 177, penalizado por su poca inversión en reformas educativas y la UNESCO ha propuesto que para 2015 se despliegue un plan que garantice la educación universal, pero los expertos ya auguran que no podrá cumplirse, viendo los escasos avances de los últimos años.
Bárbara Bécares. Settat, Marruecos.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Abril 2012.