Es un gran acto de hipocresía e irresponsabilidad pensar que la prohibición del niqab o el burca liberará a las mujeres y acabará con la aberrante discriminación que padecen en determinados colectivos y comunidades. Prohibir su uso en los lugares públicos podría significar la reclusión de la mujer en casa y, por extensión de los hijos menores a su cargo. Prohibirlo en edificios de titularidad municipal les privaría de utilizar aquellos servicios que impliquen pisar el suelo de una construcción consistorial. Todo ello sin pararse a pensar en la discriminación que entrañan normas como éstas.
No se tiene en cuenta que el número de mujeres que llevan niqab y burca en Catalunya y en el Estado Español es ínfimo (no existen datos oficiales, entre otras cosas, porque, tenerlos, equivaldría a realizar estadísticas que contabilizaran el número de mujeres que visten tejanos en España, ya que el velo, incluso en las mujeres que lo llevan con frecuencia, no tiene por qué ser una prenda de uso diario). Con la prohibición, se olvida que los artículos octavo y noveno de la Convención Europea de Derechos Humanos sobre la vida privada, la identidad personal y la libertad religiosa, solo admiten limitaciones ante cuestiones relacionadas con las protecciones del orden público, de la salud, de la moral y de las libertades y derechos de los otros. Siendo así, los promotores de la prohibición deberían demostrar que el velo integral justifica las mencionadas excepciones o que “la ocultación del rostro en la realización de actividades cotidianas” perturba la tranquilidad, como dicta la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya sobre la ordenanza del civismo de la ciudad de Lleida. Asimismo, se suprime la posibilidad que el hecho de llevar velo sea un acto voluntario, que esté ligado a cuestiones culturales y sea un signo identitario y que, como ocurre en Inglaterra desde hace unos años, sea un acto de protesta contra actitudes estigmatizadoras o leyes como la leridana o la que, en principio, prepara el gobierno de la Generalitat de Catalunya. Debería preverse que estas políticas únicamente provocarán más alienación, no solo de las mujeres de las que habla este artículo sino de parte importante de la población inmigrante que vive en Occidente, y que difícilmente contribuirán a la correcta integración de estos ciudadanos. Tal vez estemos ante una paráfrasis del “preferiría no hacerlo” de Bartleby, el personaje de Herman Melville, ante un irresponsable e hipócrita ‘preferiria no verlo’.
Caterina Úbeda. Barcelona.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Febrero 2012.