Al igual que en la historia de El Lute, nuestra televisión pública se siente una víctima. En su nombre muchos se han lucrado, robado y hasta cometido crímenes audiovisuales. Pero ha llegado a un punto sin retorno, ahora más que nunca se juega su existencia, de lo que pase en las próximas semanas dependerá su futuro, y quizás el de todos los espectadores.
Como en el caso de El Lute, su peor enemigo es ella misma y los que la dirigen, o los que evitan hacerlo. La RTVE lleva descabezada desde que el anciano Oliart se fuera por la puerta de atrás en julio de 2011. Desde entonces andan los políticos sin alcanzar un acuerdo para nombrar uno nuevo, los miembros del Consejo de Administración, asumieron el poder tal y como señalaba El País en su momento, pero lo hicieron de forma tímida, incluso timorata. Todos los miembros del Consejo tienen una buena formación y la mayoría experiencia en la cadena pública, pero representan a partidos políticos: hay cuatro del PP, dos del PSOE, uno de IU, uno de ERC, uno de CiU y otro de UGT, el de CCOO dimitió en septiembre de 2011 y el Presidente, elegido por consenso, huyó.
Entre ellos hay periodistas, escritores, profesores universitarios, expertos en derecho y economía, y hasta una ex corresponsal de guerra, en la página de la RTVE podemos ver sus nombres y trayectorias.
Forman un equipo compacto y bien preparado para ejercer el poder en la Corporación RTVE, y sin embargo no lo hacen, no toman decisiones y su única aportación a la historia de la tele ha sido la de instaurar un régimen asambleario en el que en vez de mandar todos, no manda nadie, pero no es culpa de ellos, son víctimas del clientelismo histórico de la RTVE.
Nuestra tele nació en plena dictadura y se mantuvo fiel a sus “principios” mientras eso fue lo que se le pidió, más tarde sirvió a los intereses de la transición y cumplió con holgura su nuevo cometido. Avanzados los ochenta, la mayoría absoluta de Felipe González conquistó la voluntad de la tele, igual que conseguiría más tarde Aznar cuando gobernó el país.
La TV pública siempre ha acatado ciegamente las órdenes de quienes ejercían el poder. Sin embargo, la obediencia fue tan excesiva en algunos momentos, que en 2006 todos, políticos, profesionales y espectadores estuvieron de acuerdo en que había que sentar una base legal que permitiera la independencia de la televisión pública. Nació entonces la Corporación de RTVE regida por la Ley 17/2006 de 5 de junio.
La TV pública ha sabido someterse a los caprichos de todos los políticos y sobrevivir, pero parece que no va a saber mantener la independencia de ellos, y lo que es mejor, evitar sus ataques…
El primero llegó en 2010 con la supresión de la publicidad de forma instantánea, algo que sólo beneficiaría a las cadenas privadas, pero que perjudicaría a muchos, como ya apuntaba éste artículo de El País.
La TV pública fue la principal afectada, al perder independencia económica y pasar a depender en gran medida de canales privados, sus grandes rivales televisivos.
Ahora estamos viviendo un segundo ataque, el de los recortes. Excusados por la crisis económica, el gobierno exige unos recortes en la RTVE que van a suponer un tajo en los contenidos, con una más que previsible bajada de audiencia según desgrana La Estrella digital.
Con las prisas y la falta de liderazgo con que se están haciendo los recortes, éstos no se están haciendo con una idea de futuro, si no más bien con lo contrario. En este artículo de PRnoticias se pueden ver algunos de los gastos más sobresalientes de la cadena, vemos que una gran parte del presupuesto se invierte en nóminas, por lo cual pienso que habría que recortar en gastos externos, sin cambiar la programación.
Por otra parte, el tono que utilizan algunos miembros del gobierno hace sospechar un determinado deseo, según deja entrever Soraya Sáenz de Santamaría en una noticia publicada en El Mundo.
Desde el gobierno se lanza el mensaje de ¿para qué sirve una televisión pública que aún con recortes va a costar 1.000 millones de euros? Mi respuesta como espectador está clara: para tener una opción televisiva independiente y que no busque sólo el negocio de la publicidad como le ocurre a las privadas, lo cual no es criticable, pero no debe ser la única oferta.
Para los políticos el objetivo debe de ser otro, pues claramente están llevando a la TV pública a un callejón sin salida, para ellos la RTVE se ha convertido en un gasto innecesario desde que es independiente y plural, como parece reconocer el mismo Juan ramón Lucas.
La Televisión pública ha llegado a un punto sin retorno, si se detiene, si deja de tener audiencia, si deja de ser líder, habrá llegado a su final, desaparecerá como opción para el espectador y en breve plazo el gobierno de turno exigirá más recortes de presupuesto y de personal con la excusa de la falta de audiencia. Nuestra tele se ve obligada a huir, como hiciera El Lute, a inventar un camino que no existe para poder sobrevivir.
¿Lo conseguirá manteniendo la independencia? ¿Caerá de nuevo en el clientelismo para sobrevivir? ¿O será desmantelada por falta de audiencia y de presupuesto? Aún no lo podemos saber, la historia de la tele se sigue escribiendo cada día, seguiremos vigilando.
Carlos Torres Montañés. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Febrero 2012.