Los exploradores británicos en la época victoriana – por Francesc Sánchez

El texto que viene a continuación forma parte de un trabajo más ambicioso que se desconoce si algún día cobrara forma y tendrá un redactado. Los exploradores británicos del siglo XIX fueron allá donde nunca ningún europeo había ido: ¿fueron la punta de lanza del imperialismo o tenían otras motivaciones? Éstas y otras cuestiones son las que aquí vamos a tratar.

Hubo una época en que el mundo para los europeos estaba por conocer. Los mapas estaban por hacer y los hechos tenían aún muchos espacios por rellenar. Alejandro Magno en el siglo IV a.C. llevó a su ejército hasta los confines de la India; más tarde, entre el siglo XVIII y XIV, Marco Polo llegaría a China a través de la ruta de la seda; Cristóbal Colón en 1492 descubriría oficialmente América; años más tarde Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Ponce de León, exploran y conquistan América; Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano entre 1511 y 1521 son los primeros que dan la vuelta al mundo en barco. Los descubrimientos geográficos y la conquista de nuevos territorios a lo largo de la historia la mayoría de las veces han ido de la mano: la nación que en su momento se manifiesta como una gran potencia ha tenido siempre ansias de expansión. Y en el caso de Inglaterra funcionó del mismo modo. En el siglo XVI sir Humphrey Gilbert y sir Walter Raleigh hacen las primeras exploraciones en América y los primeros colonos dirigidos por John Smith empiezan la colonización. James Cook entre 1768 y 1779 hizo una serie de viajes por el océano Pacifico descubriendo nuevas islas (*1), reclamando para Gran Bretaña la costa este de Australia y confeccionando por primera vez cartas navales de estas aguas. En este texto nos vamos a centrar en los descubrimientos geográficos y el imperialismo británico en el siglo XIX, una época que se ha conocido bajo el nombre de victoriana por el largo reinado de la reina Victoria (desde el 1837 hasta 1901), en el momento en que Gran Bretaña está en la cima del mundo. En que medida los exploradores fueron la avanzadilla del imperio ?siempre en cualquier caso fueron el precedente? o por el contrario estaban movidos por otras motivaciones es lo que vamos a tratar de valorar.

Richard Francis Burton y John Hanning Speke entre 1856 y 1860 después de dos largos viajes desde Zanzíbar exploraron conjuntamente los lagos de África central para buscar las fuentes del Nilo. El debate entre los dos sobre cual era el origen del Nilo (*2) en la Royal Geographical Society (*3) se suspendió por la muerte de Speke (*4). Este distanciamiento entre los dos amigos se atribuye a terceras personas que sembraron cizaña entre los dos (*5) para manejar a Speke a conveniencia. Burton era un irlandés aventurero de vida disoluta, que se fundía en las culturas que conocía, y que entre sus proezas se encontraba la de ser el primer occidental que peregrinó a la Meca, mientras que Speke era un inglés con una moral ortodoxa que daba una mejor imagen para el mundo editorial y el incipiente imperio. David Livingstone, explorador y misionero en África, fue un acérrimo luchador en contra de la esclavitud, que se terminó perdiendo voluntariamente en el continente hasta que le encontró Henry Morton Stanley diciéndole la famosa frase ‘Doctor Livingstone, supongo’. Josiah Harlan, un cuáquero norteamericano que creo oportuno mencionar, a mediados del siglo XIX se adentró en Afganistán para convertirse en rey, llegando a ser príncipe de Ghor, una región remota en el Hindu Kush (*6). El general Charles Gordon, enviado al Sudán en 1883 para combatir la insurrección del Mahdi, permaneció 320 días en Jartum esperando refuerzos y finalmente perdió la vida convirtiéndose en héroe. Ya en el siglo XX, en 1916, Thomas Edward Lawrence hará todo lo posible para que triunfe la revuelta árabe en contra de los turcos. Los burócratas británicos y franceses harán todo lo posible por aplicar los acuerdos Sykes-Picot por los que éstas dos naciones se dividieron los territorios del vencido imperio otomano. Todos estos individuos, exploradores, geógrafos, militares y aventureros fascinaron a la sociedad inglesa y al mundo entero.

Gran Bretaña, como decíamos, inició la colonización en el nuevo mundo americano, los primeros colonos enrolados en compañías de comercio fueron muchas veces prácticamente expulsados de la madre patria por motivos religiosos o penurias económicas y llegaron a los nuevos territorios para crear un nuevo hogar robándoselo a los indios. Territorios remotos como Australia o Nueva Zelanda serán el destino de convictos. La guerra de independencia de las colonias americanas entre 1775 y 1783 que se levantaran como una nueva nación, y tiempo más tarde sobre todo, la guerra de Crimea entre el 1853 y el 1856, y el motín de lo cipayos en la India de 1857 llevan a Gran Bretaña a tomarse más en serio su política exterior. El momento álgido probablemente fue en la década de 1870, cuando la idea del imperio empezó a capturar la imaginación del público británico. En 1872 Benjamin Disraeli pronunció un discurso en el Palacio de Cristal en el que apelaba a las clases trabajadoras, afirmando que estaban «orgullosas de pertenecer a un país imperial, y están resueltas a mantener, en lo posible, su imperio». En las décadas que coincidieron con la Gran Depresión, momento en que otras naciones están industrializándose y ejercen una clara competencia a las manufacturas británicas, el pueblo británico deseaba ante todo dos cosas: un motivo de orgullo y nuevos mercados para sus productos.

Benjamin Disraeli como Primer Ministro hizo todo lo posible para que el imperio creciera. Con la adquisición del Canal de Suez en 1875 las comunicaciones con las colonias en las Indias orientales se hicieron más fáciles y se consolidaron. Un año después atribuyó a la reina Victoria el título de ‘Emperatriz de la India’. Disraeli en 1878 obstaculizó la expansión colonial rusa en la cuenca mediterránea utilizando Chipre como un importante enclave geoestratégico. Fue el mismo año en que el ejército británico entró en guerra en Afganistán y en África contra los zulúes. Entre 1884 y 1885 se celebró la Conferencia de Berlín por la que los europeos se repartieron el continente africano. Los grandes beneficiados en lo que se llamó ‘la puja por África’ fueron Gran Bretaña, Francia y Alemania. África se convirtió en un escenario de un nuevo imperialismo impulsado por motivos específicos: la adquisición de territorio, la demostración de poder, y la determinación de llegar primero. Gran Bretaña obtuvo el protectorado de los territorios de Nigeria, se constituyó una compañía especial para extender el gobierno británico en Kenia y Uganda, y en 1889, bajo la presidencia de Cecil Rhodes, se creó la British South África Company para adquirir el control sobre Rhodesia. Si observamos un mapa político de la África del momento podemos ver como Gran Bretaña ira poseyendo todos los territorios en la vertical de El Cairo hasta Ciudad del Cabo.

El público británico parecía encantado. En 1885 T.H.S. Escott decia que las clases trabajadoras preferían una «Inglaterra grande y no una pequeña». La idea del imperio servía para unir a todas las clases sociales en un entusiasmo por la exhibición de poder militar.

«Una política imperial no sólo significaba abundancia de empleo civil, si no regularidad en el empleo militar. Al tiempo que seduce a la mentalidad inglesa como una política digna de una raza que ha forjado su grandeza con la espada, también reconoce en ella el sello de la aprobación más o menos explícita de las clases altas de la sociedad inglesa» (*7) .

Henry Morton Stanley, uno de nuestros exploradores, decía cosas como éstas:

«Hay cuarenta millones de personas más allá del portal del Congo, y los algodoneros de Manchester están esperando para vestirlos. Las fundiciones de Birmingham relucen con el rojo metal que pronto será transformado en hierro forjado para ellos, y en bagatelas que adornarán esos pechos oscuros, y los ministros de Cristo ansían conducir a esos atrasados paganos al redil cristiano» (*8).

Stanley fue contratado por el rey Leopoldo II de Bélgica en 1876 para adueñarse del Congo (*9) .

Los viajes por Europa son un lugar común para las familias acomodadas inglesas. Por lo general se entendía que a una determinada edad se tenía que hacer el viaje para conocer el mundo. Había quién quería ir más allá, hacia el oriente. Puede que el ejemplo de Lord Byron que se fue a Grecia a luchar por la independencia frente a los turcos sea significativo (*10). Esto nos lleva a plantearnos la influencia del romanticismo en los exploradores, hasta que punto les marcó como personas ese pensamiento y hasta que punto ellos mismos hicieron sus aportaciones. Se fue formando lo que se ha venido a llamar el orientalismo, esa necesidad por conocer las tierras y culturas de oriente que entendían que eran el origen de nuestra civilización, pero también una forma de ver el oriente que marcará toda una época. En tiempos mucho más recientes Edward Said criticó las visiones europeas sobre el mundo islámico, revisando los trabajos universitarios y literarios orientalistas, analizando las relaciones de poder entre colonizados y colonizadores. Para Said el término ‘Oriente’ se antepone a ‘Occidente’ construyéndose el concepto ‘Oriente’ como una inversión negativa de la cultura occidental (*11) .

Volviendo a la sociedad victoriana podemos decir que imperaban dos ideas que serán usadas como ideología para articular el imperialismo y la colonización en tierras lejanas. La primera de ellas era la idea de progreso: la humanidad desde que en el neolítico se hizo sedentaria y creó las primeras ciudades habría ascendido como civilización en un proceso regular. La segunda idea era la de la evolución de las especies y la selección natural de Charles Darwin: a través de la selección natural del más apto algunas especies se impusieron a otras y perduraron en el tiempo. La aplicación social, conocida como darwinismo social, para los que creían en ella, habría permitido a algunas sociedades mantenerse en el tiempo e imponerse a las demás. Séla Strewbridge lo tenía muy claro:

«Para Darwin era indudable que las naciones occidentales de Europa se encuentran ‘en la cúspide de la civilización’ y entre estas naciones destacan los anglosajones» (*13).

Estas dos ideas la de progreso y la de selección natural fueron la ideología que definía los europeos por encima de los demás, y entre ellos, los británicos por encima de todos. Por lo tanto bajo su punto de vista el imperio y la colonización no solo se podían justificar si no que eran un bien para las sociedades menos desarrolladas. Los victorianos tenían un fuerte sentido de misión: no sólo de proclamar el evangelio cristiano, si no de civilizar a pueblos de diferente cultura mediante la inculcación de una perspectiva y una ética occidentales. A veces el comercio seguía a la cruz, a veces la cruz seguía al comercio; y la insignia británica seguía a ambos.

¿Los viajes y descubrimientos de los exploradores y geógrafos británicos fueron un fin en si mismo? Se buscaba llegar allá donde ningún hombre blanco había llegado, se quería poner nombre al inmenso vacío que se extendía primero por el continente americano y las islas del Pacifico, y después por las recónditas tierras africanas y asiáticas, se quería incrementar el conocimiento de la sociedad europea sobre el mundo entero. Es ahí donde se entiende el papel de las sociedades geográficas como la Royal Geographical Society, destinadas a sufragar los gastos de los exploradores y a difundir los nuevos descubrimientos a través de conferencias y publicaciones. La prensa también jugó un papel fundamental. Esta competición entre europeos, que hacía sentirse grandes, mejores a sus ciudadanos, formaba parte de la grandeza de la sociedad victoriana, cumplía una función imperial. Los descubrimientos precedieron en muchos casos a los ejércitos que conquistaron el mundo, las consecuencias del imperialismo y la colonización son en muchos casos el origen de los problemas de lo que hoy llamamos tercer mundo: donde el hombre blanco fue mayoritario desplazó a las poblaciones nativas ?en muchos casos masacró? y donde fue minoría sembró la discordia y levantó las fronteras creando nuevos estados, que finalmente se independizaron. El orientalismo, que obedecía a múltiples motivaciones no solo económicas o políticas ?si no difícilmente podría entenderse que Burton hubiera ido a la Meca o hubiera traducido Las mil y una noches y el Kama Sutra?, formaba parte de la visión occidental de los «otros», se construía por lo tanto un relato, que quisieran más o menos sus protagonistas el imperialismo utilizó en su beneficio.

Anotaciones:

(*1) Entre ellas las islas Sandwich y la isla de Pascua. Se dice también que fue el primer europeo que llegó a las islas Hawai, aunque algunos historiadores mantienen que el español Ruy López de Villalobos llegó dos siglos antes, en 1555.
(*2) Burton mantenía que la fuente del Nilo era el lago Tanganica pero Speke argumentó que era imposible porque ese lago estaba por debajo del nivel del lago Victoria y que el agua no podía subir (determinó el incremento de nivel-unos 360m-1 por la diferencia de la temperatura de ebullición del agua en ambos lugares). Años más tarde Henry Morton Stanley demostró que Speke tenía razón.
(*3) La Royal Geographical Society es una institución británica fundada en 1830 con el nombre de Geographical Society of London para el desarrollo de la ciencia geográfica, bajo el patronazgo de Guillermo IV de Inglaterra. Absorbió la Association for Promoting the Discovery of the Interior Parts of Africa -también conocida como la African Association- (fundada por Sir Joseph Banks en 1788), la Raleigh Club y la Palestine Association integrada en 1834. La reina Victoria le concedió el título de «real» en 1859.
(*4) Speke murió del disparo de su escopeta mientras estaba cazando y se desconoce si fue un accidente o un suicidio.
(*5) Laurence Oliphant le dijo a Speke que Burton en el diario de su primera expedión había escrito que él se había comportado como un cobarde cuando sufrieron el ataque de los indígenas, cuando en realidad alababa sus esfuerzos y su coraje al salvarle la vida.
(*6) Rudyard Kipling se baso en esta historia para su cuento El hombre que quiso ser rey.
(*7) Mirando hacia afuera, pg 155, en El mundo según los victorianos, David Newsome.
(*8) Mirando hacia afuera, pg 155, en El mundo según los victorianos, David Newsome.
(*9) Henry Morton Stanley fue contratado por el ambicioso rey Leopoldo II de Bélgica. En 1876 había organizado una asociación científica y filantrópica internacional, a la que había denominado Sociedad africana internacional, que encubría un empresa particular del rey. El rey exponía sus intenciones de introducir la civilización occidental y la religión en esa parte de África, pero ocultaba su deseo de apropiarse las tierras, en beneficio propio.
(*10) Lord Byron se fue a Grecia en 1823 como miembro del Comité de Londres para la independencia. Murió poco después de unas fiebres en la localidad de Missolonghi.
(*11) Edward Said (Orientalismo, 1978, Cultura e Imperialismo, 1993).
(*12) En realidad lo que dice Charles Darwin en El origen de las especies es que sobrevive el que mejor se adapta.
(*13) La teoría de la evolución de Darwin se convirtió en una forma de justificación de las diferencias sociales y raciales. Es lo que conocemos como darwinismo social. Cita recogida en Mirando hacia afuera, pg 110, en El mundo según los victorianos, David Newsome.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Febrero 2012.