20N, 20:00 horas, el restaurante chino de toda la vida -Chekiang, en Obispo Amigó-, seis personas (algunos amigos, otros familiares) huyendo del recuento electoral. Huyendo al menos, hasta que un poco de pollo al limón, rollitos, gambas con salsa a la plancha, vino y un par de botellas de Licor de Flores más tarde, nos devolvieran a la realidad electoral de un país sin memoria histórica, sin una ley electoral justa y con una más que sabida victoria popular durante los próximos 4 años de gobierno.
Porque España y los españoles son así, señores. Aquí un partido con 333.628 votos obtiene dos escaños más que uno que haya sido elegido por 1.142.242 votantes. Aquí va a gobernar un partido que ha obtenido 458.642 votos menos que Zapatero en las elecciones de 2008; un partido que sólo ha contado con el respaldo de los votos del 30,1% exactamente de los españoles. Y no crean que ha habido grandes manifestaciones desde que el Sr. Rajoy saliera el domingo por la noche a celebrar recién obtenida presidencia del Gobierno. No piensen que ha habido grandes protestas porque saliera elegido en el marco de una ley D’Hondt hipócrita e improcedente -por no decir abusiva-.
Ni porque si todos los votos valieran lo mismo la suma de PP y PSOE perderían 33 escaños y otros partidos ganarían más, sin embargo. España ha ejercido su merecido y democrático derecho al voto, pero no está claro si este voto se lo han llevado los correctos. Y me da miedo, soy sincera.
Un gran poder lleva implícita una gran responsabilidad. ¿El PP está preparado para hacer frente a ésa responsabilidad con eficacia, sentido común, democracia, cariño y pensamiento social que beneficie a todos los ciudadanos -sin favoritismos ni ideología rancia ni puritanismo-? ¿Está listo para afrontar las futuras consecuencias de sus actos sin echarle la culpa a los demás partidos -resúmase en toda la Izquierda-? ¿Estamos nosotros preparados para la que se nos viene encima?
Alguien decía la otra noche en el chino -fue una noche que dio para mucho- que tenía una apuesta encima de la mesa con otros amigos, la apuesta de ver cuánto tiempo tardaba el Partido Popular desde su victoria hasta decir que Zapatero les ha dejado peor España de lo que se la dejaron la última vez, cuando nuestras tropas estaban en Irak fusil nada solidario en mano o cuando encabezaban manifestaciones en pro de la familia católica totalmente en peligro (según ellos) por legalizar el amor -qué absurdo, tener que legalizar cualquier amor para que socialmente se permita- entre personas del mismo sexo. Cómo esta misma persona comentaba en el chino, que le cambien la palabra matrimonio también al formado entre hombre y mujer no católicos, que nos respeten nuestros derechos y se queden sólo ellos con la dichosa palabra. Pero éste no es el tema.
Como ha dicho el historiador Josep Fontana «ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo».
Hasta ahora bromeábamos (El Intermedio en la Sexta ha sido un buen lugar para bromear sobre la oscuridad), reíamos para distraer la atención, sufríamos semi en silencio, jugábamos tímidamente -demasiado- a soldaditos o a indios y vaqueros con el 15M. Pero ahora ya está, ya llegó. El nuevo gobierno popular llega con fuerza y hambre atrasada, y con Aznar en el consejo directivo por cierto. ¿Y ahora qué? ¿Seguimos bromeando o nos pegamos un tiro?… Perdonen ustedes, pero no dormí bien la noche del domingo al lunes.
¿Volvemos a llenar las plazas de España con el Movimiento 15M, pero ahora de verdad, ahora con más fuerza, hasta que no tengan más remedio que escuchar los que ostentan el poder -no sólo PP-? ¿Pedimos a gritos reales que se cambie de una vez el sistema electoral? ¿Suplicamos que sean buenos con nosotros, pobres e ingenuos ciudadanos? ¿que nos suban las pensiones, que nos respeten nuestros derechos y libertades, que no nos roben -bancos, políticos- y nos tomen por tontos, que dejen la sanidad tranquila como está sin copagos, que hagan algo bueno por nosotros de verdad?
Yo les quiero dar una oportunidad, de verdad que sí. Con un sistema electoral injusto, pero a nivel práctico han ganado, obviamente el PP no va a impugnar las elecciones, válgame Dios. Que celebren, que después de tres legislaturas presentándose como candidato, Rajoy tendría ya ganas el hombre. Y después que se pongan a trabajar. Que intenten demostrar que los miles de españoles que sí tenemos memoria histórica y que les tenemos repelús, podemos respirar semi tranquilos.
Volviendo a citar a Josep Fontana «hay un momento -histórico, actualmente- en que la amenaza de una revolución subversiva del comunismo ya no existe y los poderosos entienden que ya no tienen amenazas», […] «hay que combatir contra la hipnosis de la crisis, que induce a pensar que es un fenómeno de corto plazo, que se remediará. Pero esto ya dura más de 40 años y no tiene remedio fácil. ¡La ilusión de que siendo austeros va a pasar es un engaño! Cuando Esperanza Aguirre plantea que la educación no puede ser gratuita para todos mientras dure la crisis, no está pensando más que en el futuro la educación sólo la recibirá quien la pague. Las medidas de austeridad no lograrán que los cinco millones de parados de este país vayan a volver a encontrar ocupación». Necesitamos protestar, independientemente del color de nuestro nuevo presidente del Gobierno -que no nos engañemos, todos los colores no son iguales-, necesitamos protestar, debe de ser algo inevitable.
Volviendo al resultado electoral, puro y duro, el PP de Rajoy gobierna en 11 de las 17 autonomías, es clave en otras dos, y casi seguramente dominará en unos meses también en Andalucía. Además, controla casi todas las capitales de provincia y con esta mayoría absoluta tendrá el control de todos los órganos que se renueven a partir de ahora, Tribunal Constitucional y Poder Judicial incluidos. ¿Nos hemos vuelto locos? que un partido controle todo ésto junto es insano para la salud de un país -no digamos de sus ciudadanos-. Y entre tanto, siento mucho que ésto le haya pasado a Rubalcaba como candidato, realmente en mi opinión era una buena baza socialista jugada en un mal momento aunque fuera el único posible. Me pregunto, ¿realmente va a ser mucho mejor el Partido Popular al frente del Gobierno que el PSOE? ¿Realmente era necesario meternos de Málaga en Malagón, como se dice en mi tierra? ¿Correr el peligro que implica una mayoría absoluta de un partido de derechas?
Me inclino a pensar que ya no sólo por la abusiva ley D’Hondt, sino que es el PSOE quien ha perdido estas elecciones, no las ha ganado el PP. Y dentro de la izquierda restante, Izquierda Unida aunque ha subido considerablemente su porcentaje de votos obtenidos -algo que personalmente me alegra- no ha sabido organizar una concentración mayor, masiva, del voto de izquierda de este país con sentimientos encontrados sobre el PSOE.
La noche electoral seis personas nos refugiamos en un chino excelente pero casi vacío excepto por nosotros en una noche así, de gente pegada a las pantallas del televisor. Respeto la victoria del Sr. Rajoy, no puedo hacer otra cosa. Le intento otorgar mentalmente una pequeña oportunidad de que no haga mucho daño a este país, oportunidad nacida de la esperanza de que el ser humano es capaz de lo mejor y lo peor, y ya es mucho que se la intente otorgar. Pero tengo miedo, lo sigo teniendo. Y que nadie me pregunte que de qué, porque si no lo saben, es que España está mucho más dañada por los propios españoles que por ninguna crisis que nos venga a devorar de fuera. Y para éso no hay restaurante chino protector que valga.
Anexo: El Sistema Electoral Español
El sistema electoral vigente se basa en el Decreto Ley 20/1977 de 18 de Marzo que reguló las primeras elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado. Este Decreto Ley se publica en cumplimiento de la disposición transitoria 1ª de la Ley de Reforma Política que atribuyó al Gobierno la potestad de regular las primeras elecciones para constituir un Congreso de 350 diputados y un Senado de 207 senadores.
En el capítulo II del referido decreto (Distritos y Secciones Electorales) fija que la provincia será la circunscripción electoral concretando los diputados que corresponden a cada una de ellas. Así Ceuta y Melilla elegirán 1. Soria, Guadalajara. Segovia, Teruel, Palencia, Ávila y Huesca 3. Cuenca, Zamora, Álava, Logroño, Albacete, Lérida, Burgos y Salamanca 4. Almería, Huelva, Castellón, Lugo, Cáceres, Orense, Gerona, Valladolid, Toledo, Tarragona, Ciudad Real, Navarra y Santander 5. León, Baleares y Las Palmas 6. Badajoz, Jaén, Córdoba, Granada, Guipúzcoa y Tenerife 7. Zaragoza, Pontevedra, Murcia, Málaga y Cádiz 8. Alicante y La Coruña 9. Asturias y Vizcaya 10. Sevilla 12. Valencia 15. Madrid 32 y Barcelona 33.
Así, se atribuye 1 escaño por cada 144.500 habitantes o restos de población superiores a 70.000. Para la asignación de escaños al Congreso no se tendrían en cuenta aquellas listas electorales que no alcanzasen el 3% en el distrito o circunscripción provincial y la concreción de los diputados de cada provincia se realizaría mediante el método de divisores naturales o regla D´Hont.
Respecto al Senado, se elegirían 4 senadores por provincia por el sistema mayoritario con sufragio restringido, siendo el máximo a elegir 3 senadores.
Nuestro sistema es desproporcional, impone el bipartidismo implícito e inseparable, fomenta la polarización –ya de por sí radical por los propios españoles- y hace muy complicado que surja un tercer partido moderador y sí muchísimos minoritarios sin casi voz ni acción práctica. Los nacionalistas quedan como única alternativa para pactar para conseguir la Presidencia. El «Sistema Electoral Español» es una construcción meramente verbal que carece de una realidad empírica a la que aplicarse con sentido.
Si lo pensamos bien dentro de éste marco que tenemos, la regeneración de la democracia sólo sería posible cuando las cúpulas partidistas asumieran ciertos principios, conviniesen o no a sus intereses. Alcanzar la proporcionalidad garantizaría libertad a los electores; a los resultados, justicia; igualdad de votos para todos sería un sueño hecho realidad. La ley electoral es injusta tanto por la Ley d’Hont que hace más caro el primer escaño y más baratos los siguientes, tanto por la diferencia de valor del voto dependiendo de qué circunscripción estemos hablando.
Circunscripciones Electorales
En virtud de la ley electoral española, todas las provincias tienen derecho a un mínimo de 2 escaños, con los 248 escaños restantes prorrateados de acuerdo a la población. Esta normativa se explican detalladamente en la ley electoral de 1985 (Ley Orgánica del Régimen Electoral General).
Una circunscripción electoral (puede denominarse también distrito electoral) es el conjunto de electores a partir del cual se procede, según las distribución de los votos emitidos en las elecciones, a la distribución de los escaños asignados. No debe confundirse el tamaño de una circunscripción con su extensión territorial o su volumen demográfico. Se llama tamaño o magnitud de una circunscripción al número de escaños asignados a la misma.
Casi siempre, las circunscripciones electorales son recíprocamente excluyentes, de forma que un elector forma parte de una sola circunscripción.
La asignación de escaños se realiza en dos o más fases sucesivas y en dos o más instancias distintas. Usualmente, hay dos niveles de circunscripciones (puede coexistir más de dos): aquel que contiene las circunscripciones de los diferentes territorios y aquel que consiste en una circunscripción única que se superpone sobre los de niveles inferiores y en el que se produce la segunda fase de distribución de escaños.
El efecto práctico de esta ley ha sido la de las provincias de menos población –Lleida, Girona- estén sobrerrepresentadas a expensas de las capitales de Comunidad Autónoma -Barcelona-, por poner un ejemplo. En 2008 en España había 35.073.179 votantes, lo que da un ratio de 100.209 votantes por diputado, sin embargo en Barcelona el número de votantes por diputado fue de 128.393 (el mayor de España). Los menores ratios se encontraron en las provincias menos pobladas, con 38.071 y 38.685 respectivamente para Teruel y Soria.
Cuanto más elevado sea el número de escaños asignado a una circunscripción, más precisión habrá en la proporcionalidad del sistema electoral, mientras el resto de elementos del sistema permanezca idéntico. Douglas W. Rae (1977) nos advierte que se presta en general demasiada atención a los efectos de las fórmulas electorales, mientras que se da muy poca relevancia a los efectos de las magnitudes de circunscripción. Junto con el tamaño de la circunscripción, otras variables que influyen son el número de partidos competidores con peso efectivo y el tamaño de la asamblea representativa, el cual condiciona el número de escaños a asignar entre las circunscripciones. La desproporcionalidad de un sistema electoral puede aumentar cuando a unas circunscripciones les corresponde más escaños en relación con su volumen demográfico que a otras circunscripciones. Esto sucede, por lo general, cuando hay sobrerrepresentación de las zonas rurales en detrimento de las zonas urbanas. La proporcionalidad se reflejaría mejor cuando la distribución de escaños entre las circunscripciones se efectúa en función de la población y no en razón de criterios territoriales.
Ley D’Hondt
El sistema de D’Hondt es una fórmula electoral, creada por Victor d’Hondt, que permite obtener el número de cargos electos asignados a las candidaturas, en proporción a los votos conseguidos (aunque sobre todo es conocido en el ámbito de la política, este sistema puede servir para cualquier tipo de distribución proporcional).
Tras escrutar todos los votos, se calcula una serie de divisores para cada lista. La fórmula de los divisores es V/N, donde V representa el número total de votos recibidos por la lista, y N representa cada uno de los números enteros de 1 hasta el número de cargos electos de la circunscripción objeto de escrutinio. Una vez realizadas las divisiones de los votos de cada candidatura por cada uno de los divisores desde 1 hasta N, la asignación de cargos electos se hace ordenando los cocientes de las divisiones de mayor a menor y asignando a cada uno un escaño hasta que éstos se agoten. A diferencia de otros sistemas, el número total de votos no interviene en el cómputo.
A veces, las leyes electorales fijan un porcentaje mínimo de votos, tal que los partidos que no consigan alcanzar ese umbral o barrera electoral quedan excluidos del cuerpo deliberante. A este porcentaje se le suele denominar porcentaje de exclusión y no es parte del sistema D’Hondt.
Dependiendo de la ley electoral el porcentaje de votos puede ser calculado sobre el conjunto total de votos o sobre el conjunto de votos válidos (quitando nulos). El porcentaje de exclusión se puede establecer a nivel de circunscripción (ámbito donde se aplica el sistema D’Hondt), a nivel del conjunto de todas las circunscripciones o alguna combinación de ambas.
Para el número de cargos electos en una circunscripción electoral única, este sistema se comporta como un sistema proporcional puro. Si se fragmenta su aplicación por circunscripciones, suele sufrir una distorsión y los resultados totales pueden no ser proporcionales al número de votos válidos.
*Datos matemáticos obtenidos de Wikipedia
Consideraciones
La Constitución, en su artículo 1.1 propone como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. ¿Se garantizan esos valores en la representación política con el sistema electoral actual? desde luego que no. Si la representación política fuera realmente proporcional como recoge el art.68.3 de la misma Constitución Española –ojo, que no hemos cambiado de documento-, cada ciudadano podría votar sin trabas abusivas e injustas, y sin verse presionado por el voto útil.
Con el sistema en vigor, los resultados no son proporcionales, como ya se ha dicho, pues una formación con menos votos puede conseguir más escaños. ¿Cómo se permitimos ésto? ¿Se pueden perder y ganar a la vez las elecciones? ¿Nos estamos dando cuenta de todas éstas cosas? La solución no es dejar de votar, demasiado sudor, sangre y lágrimas ha costado ya la democracia y la igualdad de sexos ante el voto. La solución pasa por informarnos más sobre el Sistema Electoral que tenemos y lo que supone, algo que yo misma reconozco que he hecho en mayor medida en el último año. Y es que, si no sabemos lo que tenemos, de lo que estamos hablando, lo que hacen con nosotros lo que tiene el poder ¿cómo vamos a cambiar las cosas?, si no conocemos al enemigo ¿cómo nos vamos a defender de él?, como decía sabiamente El Arte de la Guerra de Lao Tse, tienes que conocer a tu enemigo mejor que a tus amigos –como a ti mismo diría yo- para poder vencerle.
Algunos expertos electorales llegan a decir que no hay un sistema electoral en España, sino que lo que existen son 52 sistemas electorales para el Congreso. El 62% de los españoles votan en circunscripciones de 10 escaños o menos, por lo que saben que si su primera preferencia no supera el 10%, su voto será electoralmente inútil. La libertad de elección es una broma. Existe ¿pero a qué precio?.
Tendremos bipartidismo, no-representatividad del voto, injusticia, etc., hasta que el Sistema Electoral Español cambie y reconozca aquello por lo que fue creado y es su razón intrínseca y última de ser, los ciudadanos. Las personas que viven en este país y que sufre o disfrutan de lo que se hace con sus votos, sus impuestos, su tiempo y gran parte de sus vidas desde el Gobierno. Permitimos unas elecciones y una monarquía figurativas e injustas, mi pregunta es ¿hasta cuándo?
Laura Morillas García. Valencia.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Noviembre / 2 Diciembre 2011.
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