Bandidos sociales – por Rodrigo Vescovi

El texto que viene a continuación en un repaso de Rodrigo Vesconi por la geografía de los bandidos sociales al largo de la historia, fruto de sus investigaciones y un cursó de verano que coordinó este pasado mes de Julio en la Universidad de Barcelona. – seguir leyendo

En el curso partiparon Miquel Izard Llorens (Cimarrones), Elizabeth Zamora Cardoso (Gauchito Gil), Andrés Antebi Arno (cremaconvents de Barcelona), Alberto L. Bargados (Sàhara), Bernat Muniesa Brito (Quico Sabater), Vicente Vescovi (Lucio Urtubia), Esther Miralles (El Vaquilla), Laura Núñez (Pholan Devi), Paula Monteiro (l’Oest americà), y el propio Rodrigo Vesconi.

Sección SinRazón y Letras
Bandidos sociales – por Rodrigo Vescovi

En realidad, todo robo es social, producto de una sociedad donde la mayoría de la gente ha estado desposeída de los recursos naturales, de su vida; un sistema basado en la extracción de la plusvalía mediante la explotación laboral de una mayoría por parte de una ínfima minoría. En los 100.000 años de historia que debe tener la humanidad, la presencia de robos y bandidos es muy reciente, 5.000 años en Europa y mucho menos en continentes como el americano. Se llama bandidos sociales o -aún mejor- bandidos generosos o Robin hoods a la gente que roba a los ricos o al Estado y distribuye al menos una parte de su botín entre los sectores más pobres. En efecto, no es lo mismo robar la mensualidad a un obrero que los beneficios mensuales al patrón. Tampoco es lo mismo robar con inteligencia a los bancos -como hizo Enric Duran en su reciente trama- o atracar una sucursal bancaria sin matar a ningún empleado que aparecer con una metralleta disparando.

La mitología de este fenómeno es una cuestión muy importante. Se puede idealizar a los bandidos o bien consideraros invulnerables, personas que solo pueden ser vencidas por una traición. Algunos pueden llegar incluso a ser santificados popularmente: por ejemplo en Argentina, miles de persona hacen un peregrinaje anual para venerar o pedir un milagro al bandido Gauchito Gil.

El hecho de considerar que un bandido es generoso no depende del análisis de ningún historiador o historiadora, es algo que lo acostumbra a decidir la gente. Los sometidos y los explotados son los primeros que le ayudaran y le darán cobertura. Después la industria cinematográfica y la literatura inmortalizaran algunos casos.

La razón por la cual la gente les da soporte es muy variada. A veces, es porque el personaje se enfrenta al cacique de turno o una medida, impuesto o ley y otras es porque, simplemente, se le considera victima de una injusticia. Hace falta no olvidar que los bandidos, lejos de ser la vanguardia de una rebelión, surgen de la pasividad general de los explotados. Cuando más empobrecida y sometida está una población más necesitada está de figuras salvadoras o esperanzadoras.

Es importante recordar que, durante la época colonial, muchos de los llamados cuatreros americanos, en realidad eran cimarrones (esclavos fugados que buscaban libertad); personas que, en lugar de robar ganado,para vivir como mandaban los colonos y las oligarquías criollas, rechazaban el estilo de vida basado en el trabajo. Eran seres, europeos o americanos, que huían a los llanos despoblados o a las pampas, allá donde las vacas y las ovejas extraviadas corrían libremente. Una de las caracteristicas de estos cimarrones o orejanos fue la libertad y el mestizaje.

Bandidaje y lucha política

En momentos de confrontación social, más que bandidos, surgían revolucionarios. De hecho, muchos malhechores se convirtieron en luchadores sociales. El líder mexicano Pancho Villa, por ejemplo, fue un prófugo por haber vengado la violación de su hermana. Un caso más cercano es el de muchos de los componentes de la columna de hierro en la Guerra Civil Española. Uno de ellos escribió Testimonio de un incontrolado, donde explica su proceso evolutivo. También encontramos algunos lideres políticos, como Mao, que se valió de bandas de ladrones para reforzar su ejército.

Llamar bandidos a los luchadores sociales ha sido una constante para desprestigiar a estas personas, y hasta para negar la existencia de una resistencia. Durante el franquismo fue habitual, pero bajo el leninismo también.

Además, también es cierto que, en determinados momentos, algunos luchadores prefirieron hacerse pasar por ladrones comunes. El actual presidente de Uruguay, José Mújica, es un buen ejemplo. En 1964, cuando los tupamaros no eran más de 30 y apenas tenían armas e infraestructuras, lo detuvieron en un robo a mano armada. Él se hizo pasar -tal como se dice allá- por un chorro común. Era una forma de evitar que las autoridades se enterasen de que se estaba preparando una guerrilla urbana. A finales de los 70, un tupamaro vivió una situación parecida en Madrid: lo capturaron con un botín de 700 millones de pesetas, pero se hizo pasar por un ladrón solitario, y los policías pactaron con él su libertad a cambio de que en su declaración dijese que solo llevaba 2.000 pesetas.

Quico Sabaté es un buen ejemplo

El anarquista catalán Quico Sabaté es el bandido generoso por excelencia, aunque no podemos olvidar Facerias, Ramon Vila, Massana, y otros revolucionarios de la historia. El historiador británico Eric Hobsbawm le dedica un capítulo en su obra Bandidos, y el actor Gregory Peck le interpreta en el film Y llegó el día de la venganza. A lo largo de los años, este anarquista y expropiador va un autentico dolor de cabeza para el gobierno franquista. Huyo de emboscadas y falsas citas, mató a los policías que hizo falta, y ejecutó un conocido torturador. Barcelona quedó en ‘estado de alerta’ en más de una ocasión, como cuando ametralló -matando a dos policías- la comisaria del barrio de Gracia situada en la Travessera de Dalt 136.

Además, Sabaté también protagonizó diferentes acciones de denuncia. Una de ellas durante la celebración de un partido de fútbol: con un mortero lanzó miles de panfletos contra el voto en un referéndum que había organizado Franco que sobrevolaron el estadio del Barça.

Pero lo que más hizo Sabaté fue atracar bancos y comercios para financiar el movimiento libertario; reivindicó muchas de sus acciones. Durante el atraco en un almacén de la Diagonal -entonces Avenida del Generalisimo Franco- propiedad de un estraperlista de la Falange, les dijo: “No soy un atracador, soy un expropiador de ladrones como ustedes”.

También fueron conocidas sus contradicciones con la dirección más pactista de la CNT, tanto en el exilio -especialmente con Federica de Montseny y la dirección en Tolosa de Llenguadoc- como durante el periodo 1936-1939, en el que la CNT participó en un gobierno que persiguió y reprimió el movimiento revolucionario. A raíz de los hechos de mayo de 1937, con dos amigo más, asaltó y liberó un grupo de presos anarquistas que, por orden del gobierno de la Generalitat, eran conducidos desde la prisión Model al Castillo de Montjuic. Aquel mismo año, el grupo mató a un estraperlista que especulaba con los alimentos y, por esto, Sabaté fue capturado y torturado en la checa del Paseo de Sant Gervasi. En la clandestinidad organizó una gestoria que falsificaba documentos (pasaportes y carnets), hasta que fue descubierto y arrestado por una Generalitat presidida por Companys y que tenía Josep Tarradellas como conseller de Inteiror. Tras pasar dos meses en la cárcel, huyo y se reincorporó al frente de batalla. Quico murió en Sant Celoni el 5 de enero de 1960, cosido a tiros durante un tiroteo desigual, mientras escapaba de una emboscada e intentaba huir hacia Barcelona.

La historia de Lucio Urtubia está marcada por una casualidad: su casa se convirtió en el refugio de Sabaté durante los últimos años de su vida. De esta circunstancia nació una amistad y un aprendizaje sobre la expropiación. Cuando Quico fue asesinado, sus armas quedaron escondidas con Urtubia, el que sintió la llamada a ser su relevo y seguir con la causa. Conocedor de las necesidades que tenía el movimiento anarquista, sobre todo las familias de los presos, hizo algunos atracos. Pero la angustia que le producía la idea de matar inocentes lo llevó a pensar, al lado de los miembros de su grupo, en otras formas para conseguir dinero, y escogieron la falsificación.

‘El vaquilla’: ¿bandido o ladrón?

La figura de Juan José Moreno Cuenca (1961-2003) abraza ciertas contradicciones: aunque contaba con ciertos rasgos de bandido generoso, también los tuvo de ladrón individualista. Para un sector de la sociedad, sobre todo uno de los más marginados, fue un atracador especial, alguien que se enfrentó al poder establecido. Un chico que, en plena expansión consumista, prefirió limpiar bolsas antes que urinarios, o atracar bancos antes que prostituirse. Por esto, porque comenzó su actividad delictiva siendo un niño y porque tuvo que repartir más de un botín entre familiares y amigos, se convirtió en mito, al cual Los Chichos y otros grupos le dedicaron canciones. Los sectores más acomodados e intelectuales de izquierdas no lo idealizaron, pero lo veían como una victima social con valores a destacar como la lealtad, la valentía y la rebeldía. En otros ambientes militantes lejos de suscitar simpatías fue criticado por robar bolsas de trabajadoras y porque, en la cárcel, según dicen, estaba más interesado en liderar motines para que autorizaran la droga en lugar de luchar por los objetivos decididos por la Cordinadora de Presos en Lucha (COPEL).

A pesar de su poca conciencia política, a finales de los años 90, poco antes de conseguir la condicional, se escapó y cometió diversos atracos en un día. Cuando lo cogieron, declaró ante las camaras: “Esto lo he hecho para demostrar que vuestro sistema penitenciario no sirve para nada, ni te re-inserta ni te rehabilita.

Secuestro y robo en el desierto

Aunque no podamos llamar bandidos generosos a la mayoría de ladrones actuales de los países del desierto del Sáhara, es importante saber que, en esta zona, los secuestros -ultimamente de rabiosa actualidad- no son una cosa nueva. En el siglo XVIII ya hay noticias de peticiones de rescate de náufragos. A partir de 1870, se producen secuestros de exploradores y viajeros, muchos de los cuales ayudaban a la colonización. En el siglo XX, se empezaron a aprovechar de los accidentes sufridos por los pilotos de aviones de las lineas aéreas francesas que atravesaban el desierto. Antoine de Sanint-Exupér, en La tierra de los hombres, habla de estos aviadores y explica como los salvaban y libraban a cambio de un rescate. Muchas veces, destinaban el dinero para comprar armas con las que poder resistir los poderes coloniales. Recordemos que los gobiernos español y francés de la época hablaban de la necesidad de domesticar a las tribus nómadas.

‘Bandidas generosas’

Algunos historiadores han asegurado -erróneamente- que las mujeres tan solo hacían las funciones de enfermeras, cocineras, o amentes dentro de las bandas. Carmen Alauch, Adela Anglada, Juana Ardiaca o Francesca Norat fueron bandidas durante la Semana Trágica (Barcelona, 1909), y dirigieron el robo de objetos de valor de las iglesias, así como los incendios de los edificios religiosos y la construcción de barricadas.

En la India, Pholan Devi dirigió un grupo de bandidos durante la década de los años 80. Precisamente en este país, se ha constatado la relación entre la marginación de algunas castas indias y el bandidaje, y la importancia de la venganza en la acción de los malhechores. También demostró como se han hecho famosos los dacoits -integrantes de una banda de bandoleros-, todavía hoy, en la región de los barrancos de la India y el Pakistán. También llama la atención la fuerza que han tenido. Una prueba de esto es el hecho que, cuando sus miembros son capturados, les imponen penas mucho más suaves que en otras partes del mundo. Pasan la mayor parte de la condena en régimen semi abierto y, según la legislación vigente, no pueden estar más de ocho años en la prisión por muchos homicidios que hayan cometido. Y todo esto porque, hasta que no se estableció este acuerdo histórico entre grupos de dacoits y gobiernos, los ataques a las prisiones eran constantes.

Asaltos y robos en el ‘Far West’

Los malhechores del Oeste americano no se pueden idealizar porque muchos, por ejemplo, tuvieron relación con la muerte de indios, esclavos huidos o colonos. No obstante, algunos de ellos se pueden considerar bandidos sociales, ya que respondieron a injusticias de su época, se enfrentaron a caciques locales y fueron rescatados por la memoria popular. Uno de los más conocidos fue William Henry McCarty, conocido como Billy the Kit (1859-1881): él ilustra la vida frenética de muchos de los cuatreros del Oeste, enfrentados a los poderosos del lugar. The Kid, que había quedado huergano a los catorce años, murió tan solo seis años más tarde a causa del tiro de un viejo amigo, Pat Garret, que se había convetido en sheriff de Lincoln.

En el Far West, algunos análisis constatan que, históricamente, las mujeres bandido han sido ignoradas. Es el caso de Laura Bullion, una mujer tejana de madre alemana y padre indio que fue integrante del grupo Wild Bunch, al lado de Cassidy y Sundance. Conjuntamente con Laura Bullion y Rose Dunn, Belle Starr fue una de las bandidas que aparecieron más en la literatura de la época. Creció como una señorita aplicada que estudiaba música y lenguas clásicas y que, durante el tiempo libre, aprendía a montar y a manipular armas de fuego, y terminó alojando bandidos, participando en asaltos, robando caballos, haciendo contrabando con indios y huyendo de la cárcel.

Destructores de dinero

Teniendo en cuento mi rechazo a un sistema social basado en la dictadura del capital, finalmente, me gustaría rescatar algunos ladrones muy especiales: los destructores de dinero; aquellos que que quisieron demostrar que la existencia de dinero en una sociedad la corrompe inmediatamente. Hace poco, en Grecia, durante la expropiación a un supermercado, un grupo robó comida y, delante de las cámaras, quemó los billetes que encontró en las cajas para denunciar el nefasto papel que juega el dinero en nuestra sociedad. Durante el verano de 1936, en el Estado Español, también se vivieron casos como este. Me parece especialmente interesante Clement Younguer, un bandido del lejano Oeste que, en separarse de la banda de de Jesse James, atracó diversos bancos y quemó el botín delante de la mirada atónita de los empleados.

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Un libro sobre bandidos

Con todo el material recogido hasta aquí, la idea es coordinar la edición de un libro colectivo sobre el bandidaje, titulado Tras el antifaz: la resistencia, contando con la complicidad de alguna editorial a la que le interese. En este nuevo trabajo, también se incluirían otras historias, como la de Marius Jacob y la banda de Bonnot, la de Severino di Giovanni y la del anarquista Gardeñas, conocido por sus novelas en el ámbito libertario y que fue fusilado en el agosto de 1936 porque no aceptó los acuerdos entre la CNT y el gobierno, según los cuales se comprometían a no expropiar a la burguesía catalana.

Tampoco pueden faltar las leyendas de Robin Hood, el Zorro y otros personajes, historias donde se mezcla la realidad y la ficción. Los famosos piratas de Liberta son otro ejemplo del cual no se sabe que se inventó Defoe y que es real. La obra Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas explica como unos fugitivos se instalaron en una isla cerca de Madagascar y fundaron una comuna inspirada en ideas rousseaunianas: se dedicaban a atacar barcos para conseguir bienes y liberar esclavos.

Viejas y nuevas historias de bandidos sociales irán juntas en este posible trabajo editorial.

Nota: El artículo fue publicado en primer lugar en catalán en el semanario La Directa, la traducción al castellano para esta publicación la ha realizado Francesc Sánchez.

Rodrigo Vescovi. Barcelona.
Colaboración. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción, 16 Noviembre de 2011.