La Libia de mañana – por Lídia Pedro

Disparos al aire, sonrisas, canciones, caras pintadas y banderas ondeando. Eso fue lo que ví durante los nueve días que pasé en Trípoli, justo después de la liberación de la ciudad. Cuando el 20 de octubre se anunció la muerte de Gadafi, recordé como Aseel, un rebelde de las montañas, me contaba los planes para cuando llegara ese día: “Esto que estás viendo ahora será una ridiculez comparado con la fiesta que haremos cuando capturemos a Gadafi”. Sin embargo, como bien dice la sabiduría tradicional, no es oro todo lo que reluce. Libia afronta uno de los momentos claves de su historia. Los expertos se dividen entre los que creen en un futuro prometedor y los que ya vislumbran una nueva Somalia en las orillas del Mediterráneo.

Precedentes los hay para todos los gustos y colores. Desde Chile, que inició una transición pacífica y fructífera en 1990, a Afganistán, donde la retirada de los soviéticos en 1989 no puso freno a la guerra civil. Si uno quiere, le puede encontrar a Libia similitudes con otros países y con resultados bien opuestos. ¿Conseguirá una transición pacífica o caerá en una sangrienta guerra civil? Libia tiene tantas cosas buenas como malas, pero el futuro está en sus manos y el camino no ha hecho más que empezar. No existen fórmulas de estado perfectas, no existe una democracia modelo, sólo el deseo de mejora, de felicidad y de prosperidad del pueblo. Deseos que sólo se consiguen con esfuerzo y tiempo. Eso y un buen liderazgo es lo que necesita Libia ahora.

Desnudando al diablo

Muamar el Gadafi ha pasado, en principio, a mejor vida, pero su recuerdo sigue en la memoria de centenares de miles de personas. Desde que en 1998 dio la espalda al mundo árabe para mirar hacia África. Decidió promover las ideas panafricanas y apoyar unos Estados Unidos Africanos. Fue así como Gadafi se convirtió en un héroe para el resto del continente. En cambio, para la mayoría de los habitantes de Libia, Gadafi era la mismísima encarnación del diablo.

Independientemente de eso, no hay que olvidar que todo tirano es un virtuoso. ¿Quién es capaz de gobernar durante más de 40 años sin serlo? Gadafi consiguió unir un país cuya superficie es tres veces mayor que la de España y con alrededor de 140 tribus distintas. Además, se convirtió en un gran estratega político, haciendo y deshaciendo amistades y alianzas a conveniencia. Tan pronto Saddam Hussein fue detenido en 2003, Gadafi pasó a ser un aliado de Occidente. Libia dejo de ser un estado paria y las sanciones recibidas durante los ochenta pasaron a segundos planos –muchas se levantaron en 2004. Nadie pone en duda, entonces, que Gadafi no era un loco cualquiera.

Como buen tirano, Gadafi usó todo lo que estaba a su disposición para oprimir. Así pues, fue odiado por unos y amado por otros. Pero ante todo fue un líder, el capitán de un barco llamado Libia. No es difícil ver que ahora mismo alguien tiene que ocupar ese papel, alguien tiene que coger el timón de Libia, pero al parecer las aguas están demasiado turbias. Ahora que el odio a Gadafi ha dejado de ser la razón de la lucha, las distintas facciones podrían empezar a separarse y apostar por metas individuales en vez de colectivas. Por un lado están los rebeldes de Benghazi, dónde empezó todo. Por otro, los de Misrata son los que tuvieron su ciudad asediada. Otros son los de Trípoli que tomaron la capital gracias a la coordinación con los rebeldes de las montañas. Éstos llevaron la campaña más exitosa de la guerra, desde las montañas de Nafusa hasta la capital. Cada una de las facciones se cree la legítima ganadora.

Mahmoud Jibril, el líder del CNT (Consejo Nacional de Transición) y llamado a ser el dirigente de la nueva Libia durante el proceso de transición fue repetidamente cuestionado. Así que decidió dimitir y pasar el timón a Ali Tahouni. Sin un capitán fuerte a bordo, los miedos son justificados.

Vistiendo al santo

Muchos de los rebeldes son jóvenes con estudios que, movidos por el deseo de libertad, decidieron armarse de valor y combatir las fuerzas de Gadafi. Durante mi estancia en Libia tuve la oportunidad de conocer a varios de ellos, desde dentistas a médicos o profesores, que en pocos días aprendieron a usar todo tipo de maquinaria de guerra.

Si bien es cierto que el capitán es importante, la tripulación también juega un papel clave. No tuve la oportunidad de conocer a los altos rangos del barco pero sí a los marineros rasos y creo que hay calidad. Los cafés, plazas y calles de Trípoli están repletos de gente. Sin Gadafi, el ágora del pueblo vuelve a tener forma. La gente no tiene miedo de hablar y saben lo que dicen. El problema es el capitán, y es que incluso la mejor tripulación puede formar un motín si así lo cree necesario. En una sociedad educada como la libia, se hace difícil pensar que las divisiones tribales o las diferencias entre las distintas facciones desemboquen en una guerra civil. De todas formas, sin un buen liderazgo, los desacuerdos y diferencias podrían acentuarse y hacer que el barco quede atascado en escollos marinos.

El potencial es alto: un país más grande que España, con una población inferior a la de Cataluña, y una gran cantidad de recursos naturales, en concreto gas y petróleo. Además, el Banco Central tiene 144 toneladas de oro y 250 mil millones de dólares en reservas internacionales. Por no hablar del PIB, alrededor de los 90 mil millones de dólares, así que el ingreso anual per cápita es de alrededor de los 15.000 dólares, una cifra parecida a la de muchos países de Europa del Este. El barco está listo para zarpar. Falta ver como navegará las aguas turbias que le rodean.

A día de hoy, si alguien me pregunta, de mi viaje a Libia me quedo con el recuerdo de los niños gritando ¡Maaleshi Choufchoufa! –algo así como ¿Qué pasó pelucón?– refiriéndose a Gadafi. Me quedo con el recuerdo de tantos jóvenes que dieron su vida por un futuro mejor. Con los ojos de todos esos jóvenes que celebraban la libertad en la plaza de los Mártires, antes Plaza Verde. Me quedo con la ilusión y la esperanza, los bienes más preciados de cualquier sociedad.

Lídia Pedro Solé. Jatum, Sudán.
Colaboración. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 28 Octubre 2011.