Como ciudadano de la Unión Europea me siento todavía orgulloso de ser miembro de una asociación en la cual forman partes diferentes pueblos con pasados, tradiciones, culturas, lenguas tan sorprendentes y ricas que hacen precisamente que todos sus miembros podamos aportar desde nuestras esencias más propias nuestro granito de arena para ir logrando poco a poco, quizás demasiado poco a poco, el sueño que muchos tenemos aún que es el de que algún día lo que comenzó como una organización económica de libre circulación de mercancías y personas se convierta realmente en una gran confederación de naciones donde el respeto y la convivencia sean su motor.
Yo tengo 48 años y no se si veré realmente el nacimiento de este nuevo Estado. Espero que sí, pues significará el punto final y para siempre de las disputas entre los intereses de los grandes estados europeos. Significará que todos tendrán cabida en las decisiones y no se marginará a nadie por su cultura, raza, idioma, etcétera pues es esto, la variedad lo que es el alma de Europa. Cuando pienso en esta unificación por supuesto debe de hacerse pensando en Europa, es decir, en toda su extensión. No en una Europa de tradición cristiana y dirigida por los estados que aportan más, sino que deberá hacerse en base a la Europa tolerante de la que todos hemos dado y recibido alguna influencia. Europa, uno de los continentes más pequeños de la Tierra geográficamente es uno de los más variados culturalmente, ahí estriba su riqueza y su poder. Todavía hay sectores “europeístas” que se oponen a la adhesión de Turquía a la Unión Europea, ¿por qué? Aducen que es un país de tradición islámica, su tamaño, su demografía e incluso que sólo tiene un pequeño pedazo territorial en la parte de nuestro continente. Todo esto puede ser cierto, sí, pero tengamos en cuenta que por ejemplo en ese “pequeño” pedazo de tierra que pertenece a la actual República turca se encuentra Estambul, sí la “ciudad”, la antigua Constantinopla, la nueva Roma, que jugó un gran papel en la formación de nuestra civilización europea y además Turquía como puente entre oriente y occidente puede aportar gran experiencia. No se puede rechazar si queremos un Estado europeo libre y democrático a nadie que quiera participar en este gran proceso pues si así se hace este proyecto fracasará y realmente no se buscará una unidad política europea en igualdad de condiciones sino un club donde los que tengan más impongan sus condiciones. Yo el estado europeo que imagino es una Confederación de naciones, en permanente movimiento no cerrada. Que vaya desde Islandia hasta Armenia y ¿por qué no, quizás hasta Vladivostok? Una gran confederación, donde cada nación tenga sus competencias garantizadas y no se vea sometida a ninguna otra. Siempre están los que son del parecer de que es totalmente inviable este proyecto unificador pues los pueblos que formamos Europa somos muy diferentes entre nosotros, pues que tiene que ver el “carácter escandinavo” con el “nuestro mediterráneo”, o las diferencias que existen entre pueblos del mismo entorno mediterráneo como entre los franceses y griegos. Cuando pienso en esto siempre me viene a la mente el caso de la Confederación Suiza. El modelo suizo evidentemente ha funcionado durante mucho tiempo. Suiza ha logrado formar un estado unitario a pesar de estar formado por diferentes cantones o estados con cultura e idiomas muy diferentes, pues cualquiera que haya estado en Suiza reconocerá las diferencias existentes entre los habitantes de la francófona Ginebra con la germanoparlante Zurich y en cambio no pondrá en duda su existencia como estado unitario. Se me podrá acusar que este ejemplo no sirve pues se trata de un estado muy pequeño. Es verdad que geográficamente Suiza es “pequeño” comparado con Europa, pero no por eso deja de ser grande precisamente por su variedad cultural que encontramos en él. En esa Confederación están presentes variadas comunidades lingüísticas e incluso la alemana es en porcentajes la mayoritaria seguida de lejos por la francesa, italiana y romance, pero no por eso la primera se ha impuesto a los demás pues cada cantón tiene su independencia. Por eso creo que es importante el modelo suizo para nuestro futuro estado plurinacional europeo. Este nos servirá para saber a donde queremos llevar esta unificación.
También soy consciente que hay muchos sectores que no ven con buenos ojos o quizás no les interesa en absoluto esta idea de que algún día lleguemos a unirnos todos en una gran confederación. Hay muchos intereses en juego. Muchos se proclaman “europeístas” pero realmente creo que no lo son. Por que en una Europa donde todas sus naciones tengan voz, y los ciudadanos puedan realmente decidir de los temas que les afecten, no habrá cabida para los poderes fácticos. Europa como democracia real, no como un mercado de mercancías humanas privilegiando a minorías. Una confederación de repúblicas.
Ahora vivimos en tiempos de cambios. Algo está pasando. Con esta nueva crisis del capitalismo por fin muchos se están despertando y ya están protestando. Así es la historia. Como historiadores sabemos que no hay ningún sistema eterno. Todo evoluciona. En estos meses, tras el movimiento 15M me acuerdo mucho de lo que nos decía en clase uno de los grandes profesores que tuve durante la carrera, el doctor Bernat Muniesa y era la esperanza que tenía en la juventud para realizar los cambios que hacen falta. Es verdad no hay nada perdido y la juventud que parecía ajena y apática, esta reaccionando contra todas las injusticias y sobre todo contra la falta de un futuro a que se encuentran en el actual marco. Por eso creo que la unidad europea podrá ayudar a mejorar una sociedad y cambiar un modelo económico injusto con la mayoría. Pero eso sí una unidad europea hecha siempre por el pueblo y bajo el respeto e igualdad. Una unidad en la que la solidaridad con los otros vecinos sea auténtica. No una Europa basada en el blindaje de sus fronteras, en el fanatismo, sino basada en la paz y en la esperanza, en la diversidad y tolerancia. Para mi eso será Europa y para eso faltan muchos cambios por hacer. No creo en una Europa en la que existan a pocos kilómetros de sus costas personas que pasan hambre e injusticias, que no son libres. No creo en esa Europa hipócrita que mira a otro lado cuando llegan a sus costas personas en pateras jugándose la vida. Algo falla entonces. Yo no me considero nacionalista al desear que un día sea realizada la unificación europea, si no que lo deseo simplemente por que creo que la situación económica y política existente actualmente ya ha tocado a su fin. Es hora de cambiar y adoptar nuevas decisiones. Será lento, habrá avances e incluso retrocesos, como en cualquier proceso histórico, pero creo que hay un sentimiento generalizado de que las cosas deben cambiar, que esto no puede seguir así. El tiempo lo dirá, ¿en una unificación europea?, puede.
Alberto Maestre Fuentes. Barcelona.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción, Barcelona, 17 Octubre 2011.