A lo largo de la historia sobre las diferentes sociedades han predominado cánones de belleza impuestos por quienes ostentan el poder. Normalmente afectan tanto a hombres como a mujeres, pero lo hacen con mayor dureza sobre estas últimas. De la prehistoria tenemos el ejemplo de las Venus de Willendorf, mujeres gordas, de amplios pechos y grandes caderas, sinónimos de belleza y de atractivo sexual para el hombre. En la antigüedad clásica de Grecia la belleza estaba en hombres musculosos y atléticos, casi Dioses, en la proporción y la matemática. Del Renacimiento tenemos la herencia del David de Miguel Ángel o El nacimiento de Venus. En el Barroco dominará la pomposidad y la carne representados por Las tres Gracias de Rubens. El siglo XX vendrá con grandes cambios, especialmente para la mujer. La Primera Guerra Mundial le obligó a desempeñar trabajos de hombres en fábricas, con lo que tuvo que cambiar su vestimenta, hacerla más corta y cómoda y olvidarse de las faldas largas y anchas. Así comienza a surgir una mujer aparentemente más independiente y moderna. La Segunda Guerra Mundial incentivó este cambio, la mujer empezó a utilizar pantalones, faldas cortas que hacían necesaria la delgadez para poder lucir las piernas, la moda empezaba a ser diseñada para los jóvenes.
En época de Platón, no importaba tanto el diseño o lo material sino la espiritualidad del alma y la mente. Lo bello era algo bueno. Pese a la falta de belleza física de Sócrates, Platón lo veía como un ser rebosante de ésta debido a su sabiduría e inteligencia. A lo largo de la historia todas las civilizaciones han buscado una definición de belleza, y, sin encontrarla universalmente, han intentado adaptar esta definición a sus exigencias e intereses. ¿Qué ha ocurrido para pasar de la espiritualidad socrática al materialismo en el que vivimos? ¿Cuál es el tipo de belleza impuesta actualmente en Occidente? ¿Cómo afecta a la sociedad y especialmente a la mujer?
Con la llegada de los medios de comunicación masivos (fotografía, cine, televisión, publicidad), los valores estéticos fueron transmitidos de forma sencilla, algo difícil antes de su existencia y generalización. Como medios de comunicación masivos, su principal función fue la de llevar el contenido a la masa, al denominado por Ortega y Gasset “hombre medio”, un ciudadano carente de personalidad que se ve sometido a la información que le llega sin mostrar resistencia y obligándose a aceptar de forma inconsciente la verdad que se le muestra.
Mientras esto sucede, se dan a conocer las primeras modelos, muñecas-maniquíes según su significado etimológico. Los medios comienzan a difundir un nuevo canon de belleza y lo muestran como fin para la felicidad. La nueva belleza correspondería a una mujer terriblemente delgada, sin curvas, alta, de facciones perfectas, joven y apariencia frágil, pero sobre todo, delgada. La publicidad dejó de servir como propaganda para regímenes autoritarios y se convirtió en propaganda de diseñadores, centros de cirugía estética, empresas de cosméticos, gimnasios, y, ¿por qué no? de farmacéuticas y centros de recuperación privados encargados de vender toda clase de cosméticos y de solucionar las terribles consecuencias del nuevo modelo a seguir. Todo un conjunto de vasallos a las órdenes del capitalismo.
No cuesta mucho trabajo imaginar el efecto que estos mensajes pueden tener hoy en día sobre nuestra sociedad: miles de carteles publicitarios anuncian a chicas perfectas en las carreteras, decenas de portadas de prestigiosas revistas de moda presentan a la “modelo de moda”, algunos medios de comunicación usan como cebo para atraer al hombre a chicas vistosas en representación de periodistas y detrimento del resto de la sociedad, la televisión, aquel medio donde las menos perfectas y mujeres de edad avanzada no tienen cabida. Mientras tanto, miles de mujeres y hombres (cada vez más) se torturan, se consumen literalmente porque tienen unos kilos de más, porque no tienen la imagen aparentemente adecuada, porque no se parecen a su actriz preferida (esa que lleva 20 operaciones de belleza y que se gasta millones de euros en cremas y dietas insufribles), porque tienen un aspecto demasiado maduro, pero ¡no se preocupen porque la industria capitalista tiene la solución! los anuncios publicitarios, esos que usted ve en la tele, le dan miles de consejos, “Usted puede verse más guapa viniendo a la Clínica ****, le haremos una buena liposucción, corregiremos sus arrugas y parecerá que tiene 15 años”, “Reducirá la grasa de muslo, glúteo y abdomen tomando este producto”, “Reduzca dos tallas tomando algo de esto”.
Mientras tanto muchas personas empiezan a enfermar gracias a la ética del capitalismo, ¡ni que tener unos kilos de más, la nariz grande o pequeña, más o menos pecho, ser más alto o bajo, sea sinónimo de falta de belleza! Pero claro, un pensamiento como este se logra con una técnica muy efectiva, la de hacer ver que:”Usted es fea pero puede llegar a ser preciosa gracias a mí, sólo tiene que comprar y pagar, comprar y pagar”. La principal consecuencia de esta estrategia de marketing es la cantidad de enfermedades que provoca, desde anorexia, bulimia, depresión, discriminación…hasta la muerte, todo un conjunto de males mentales y físicos, donde la obsesión puede ser muy peligrosa.
La obsesión por el físico puede ser el mayor enemigo de una persona, algo que han sabido aprovechar muy bien las clínicas de cirugía estética, pues cada vez es mayor el número de personas que se someten a operaciones (con todos sus riesgos) para perfeccionar defectos, en algunos casos sin conseguir el efecto deseado (lo que ha provocado otras muchas depresiones), y en otras ha llegado a provocar el fallecimiento de la persona. Todo el mundo recuerda la moda de ponerse pecho, incluso las competiciones entre famosas que esto suscitó.
El físico es cuestión de controversia en muchos sectores de la sociedad y el deporte también se ve sometido a él. Una antigua gimnasta y actual bailarina me comentaba que los entrenadores físicos obligan a las gimnastas a adelgazar hasta el extremo, “Los entrenadores en general, te machacan demasiado. En alta competición llegan a hormonarlas (a las gimnastas) de tal forma que les retrasan la regla y eso acarrea muchos problemas en el futuro. Problemas de crecimiento, sobre todo”. En el mundo de la danza, especialmente la profesional esto también ocurre, “mucho más en las compañías de ballet clásico. Deben seguir un prototipo y lo siguen al pie de la letra. Para ellos el fin justifica los medios, de hecho llegan a exigirles tanto que la anorexia y la bulimia son problemas que tienen la mayor parte de bailarinas y gimnastas”.
Actualmente se contabilizan en España, según el periódico El País, unas 500.000 víctimas de anorexia, la cifra es demasiado representativa, pero parece que no nos damos cuenta de que esas miles de personas están enfermas por culpa de la propia sociedad y su estatus de belleza. Primero se genera la inseguridad, después en muchos casos viene la depresión que acaba uniéndose a las ganas e incluso la imposición por parte de la propia persona de dejar de comer. Hoy este tipo de enfermedades han tomado gran apoyo en Internet, a pesar de que algunas marcas de productos y revistas han iniciado campañas en defensa de las “curvas”, como es el caso de Dove. Algunas webs defienden este problema, incluso dan recetas para adelgazar, establecen pesos ideales según la altura (por ejemplo, quien mida 1.60 tiene que pesar 44 kg, según una de estas páginas), y se sustentan ante la depresión de muchos jóvenes bajo la frase: “Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa”.
Isabelle Caro sufría anorexia nerviosa desde los 12 años, fue una modelo que intentó luchar contra su enfermedad y participó en la campaña italiana: “No anorexia”, donde posó para el fotógrafo Oliviero Toscani desnuda. Sin embargo murió eclipsada por el deseo repentino de convertirse en modelo o actriz gracias a su enfermedad, según contó el propio fotógrafo después de su muerte.
Hablar con una adolescente de 16 años que ha superado esta enfermedad produce una gran satisfacción. A C.F le diagnosticaron anorexia cuando tenía 13 años, por suerte su familia descubrió la enfermedad a tiempo y ahora está curada y tiene claro lo que le ocurrió: “la sociedad es un gran problema para chicas así, les mete en la cabeza un ideal de cuerpo perfecto, y les dice que si no lo cumplen no van a destacar […]” . C.F se vio influenciada por su prima, una chica de su misma edad a la que habían cogido en una agencia de modelos. A pesar de que C.F siempre fue más guapa, con su pronto desarrollo engordó y le fue difícil adelgazar fácilmente, a partir de ese momento comenzó la tortura. “Yo pensaba que siendo bajita, con menos peso además de parecer más alta, estaría más estilizada, y bueno, sí, sería más guapa. Me miraba las piernas sobre todo, y las veía enormes.” Además, la adolescente se sentía observada por la calle, al principio pensaba que era causa de la ropa que llevaba y después pensó que lo que ocurría es que le veían gorda y redonda, “pensaba que en cualquier momento se me romperían las costuras de los pantalones”. Hoy C.F está sana y anima a cualquier persona que tenga esta enfermedad a recuperarse, “es difícil pero con fuerza de voluntad se consigue”.
Hoy más que nunca, en pleno siglo XXI, la sociedad está dominada por la dictadura de la belleza, una dictadura agresiva y egoísta, pero ejemplos como el de C.F nos demuestran que hoy más que nunca podemos vencerla.
Lucía El Asri Soto. Madrid.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Agosto 2011.