Madrid, el Papa y El Corte Inglés – por Laura Morillas

Imagínense mi asombro, mosqueo y final sonrisa irónica cuando leo hace unos días en el periódico que la visita del Papa a Madrid el próximo día 18 de este mes por la Jornada Mundial de la Juventud 2011, se va a pagar a mitad entre el Estado y una serie de entidades colaboradoras del evento -Telefónica, Banco Santander, El Corte Inglés entre otras- a cambio de beneficios fiscales prometidos por el Gobierno a éstas empresas participantes. Benedicto XVI no pagará ni un euro, tampoco la Iglesia Católica.

Ni entonces ni ahora, puedo evitar pensar particularmente en El Corte Inglés, y la mencionada visita. Viene a mi mente el conocido eslogan publicitario de «ya es primavera en El Corte Inglés» y no puedo dejar de preguntarme si Benedicto XVI tendrá un hueco en su agenda para ya que está al lado, pasarse por El Corte Inglés más cercano para evaluar la decencia de los modelitos a la venta y agradecerles su hospitalidad económica aunque ni sea primavera ni a él oficialmente le importe quién paga su visita, cómo o por qué. Porque si le importase, me pregunto además, ¿realmente costaría la escapadita religiosa y privada -adjetivos con los que se ha anunciado el encuentro- del Vaticano 50 millones de euros a un País y sus ciudadanos que tienen día tras día la palabra crisis hasta en la sopa?, ¿no sería, digo yo, mucho más lógico y útil que la Iglesia de la que él teóricamente es cabeza y a la que le preocupa tanto el bienestar católico y existencial de la juventud, diera ésa misma cantidad de dinero para la propia Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y así asegurar un poco más dicho bienestar y futuro?

Quizás su Santidad desconozca los buenos y de módico precio hoteles en los que podría alojarse en Madrid para ahorrar un eurillos, que el propio Corte Inglés puede ofrecerle desde un nuevo y fresquito pijama papal hasta un completo desayuno por menos dinero del que piensa, que los 50 millones que va a costar su visita «privada» los vamos a pagar todos los españoles católicos, agnósticos, ateos y de otras religiones por igual, y dicho sea de paso, por tanto éste detalle me hace dudar de la palabra «privado» como correcta para asociarse a esta jornada.

Probablemente, ni el Papa, ni el Vaticano, ni por lo que parece nuestro Gobierno, recuerda muy bien que el propio Jesús a lo ancho y largo de todas sus Escrituras, viajaba y predicaba con lo justo, porque lo importante no era lo material sino su palabra, para quien la quería escuchar y asimilar. Quizás nos hemos vuelto todos locos, y el Gobierno cree que ésta visita -cueste lo que cueste- nos va a calmar y a hacer olvidar nuestra crisis de cada día, y la oposición que el Papa nos va a sacar de la cabeza el Movimiento 15M para cosas más importantes como hacerle caso a Rouco Varela y dejar de usar algo tan feo como el preservativo o el aborto, y el propio Benedicto XVI que su millonaria visita va a cambiar en algo los cientos de casos de pederastia y abusos sacerdotales que nos llegan al telediario o el simple y claro hecho de que la Iglesia Católica -con sus millones libres de impuestos en Banca, oro, arte y demás- ha dado una miseria para paliar el hambre, la crisis o la injusticia mundial -quedan aparte los misioneros que son una buena, importante y honrada comunidad que pone su grano de arena desinteresado por el bien mundial-.

No entiendo por qué los españoles tenemos que pagar con nuestros impuestos independientes de nuestra fe o ausencia de ella, la visita de un líder religioso o las jornadas de una religión en particular, especialmente cuando conllevan un coste tan elevado y estamos en tiempo de duda y cinturón apretado. No entiendo que el Banco Santander cobre unos intereses abusivos -como todos los bancos- por sus hipotecas e incluso le arrebate la vivienda a una familia por no cumplir los pagos y aun así le deban de seguir pagando dinero para terminar de saldar la deuda, y ahora se ofrezca a contribuir en los gastos de un único hombre, el Papa.

Me pregunto si El Corte Inglés aprovechará el tirón de su gesto económico, y cambiará el eslogan mencionado antes por «ya está aquí el Papá, gracias a El Corte Inglés».

Me pregunto también, desde mi ignorancia, cómo se hacen éstas cosas, si entre debate y debate en las salas del Gobierno sobre cómo implantar los ideales del 15M en la sociedad española para justicia y felicidad de sus ciudadanos, alguien responde en la Moncloa al teléfono y una voz austera desde el Vaticano le pregunta si al Gobierno le parece bien una visita estándar y privada -50 millones entre gastos varios asociados- o prefieren la premium en cómodos plazos.

Otro detalle interesante en el que pensar es que si el Gobierno ha declarado la visita del Papa «evento de interés especial» al mismo nivel que la regata Ocean Volvo Race o los Juegos Olímpicos, entonces, éso significa que todo éso -y más- también lo estamos pagando nosotros buenos contribuyentes, aun cuando los beneficios económicos generados por dichos eventos se los lleven otros muy diferentes a nosotros o incluso al mismo Gobierno.

Otra noticia relacionada con las JMJ y la visita del Papa que ha llamado mi atención, es el anuncio del desglose de algunos de los gastos que cubren los aproximados 50 millones de euros que cuestan, entre los que dos me llaman poderosamente la atención y los nervios: los gastos del séquito papal y de la Familia Real. El tema de que los gastos de la Familia Real corran a cuenta del erario público por desgracia no es nada nuevo -tema aparte para hablar en otro artículo largo y tendido- pero me sorprende el asunto de los gastos del séquito papal hasta el punto de imaginarme en qué se puedan gastar nuestros impuestos, unas tapas y cañas a media tarde para paliar el calor de la jornada, quizás alguna visita turística a algún monumento o asunto de rigor y pago para ampliar conocimientos, en fin, temas papales que se escapan de nuestra mente laica y civil.

Paralelamente a los días previos a este acontecimiento, me encuentro de viaje por Italia y particularmente en Roma. Se me plantea la duda lógica y típica de cualquier visitante de tan histórica e importante ciudad, ¿voy a ver el Vaticano o no? He de aclarar para quien no lo sepa que Roma de por sí no es una ciudad barata, pero en concreto las entradas para entrar a visitar la Capilla Sixtina, Museos vaticanos y etc., son caras y dinero que se destina a las arcas de la Iglesia Católica. Además de ésto, personalmente me considero atea en cuanto al 95% de los conceptos y dogmas a los que la fe católica se refiere, por lo que la anterior pregunta cobra un matiz interesante para mí.

En cualquier caso, si comento ésto es porque me resulta curioso que el Papa y todo su séquito visitan España y nuestro Gobierno (antes y ahora) se hace cargo de los gastos y otorga deducciones a las empresas que colaboran con, entre otro, mi dinero de contribuyente y al mismo tiempo yo visito Roma y si quiero visitar la sede del Catolicismo y maravillarme con el arte atesorado en el Vaticano, también pago de mi bolsillo. Y se me queda una especie de sensación de hacer el tonto dentro de mí que me da repelús. Pase lo que pase, crea yo lo que crea, siempre pago. Un evento religioso privado (como la visita de Benedicto XVI a Madrid) la pagamos los ciudadanos en vez de los miembros de dicho evento, y para acceder a un lugar y a una cultura religiosa pública -o que debería de serlo si supuestamente la fe que predican lo es- (como es entrar a ver la parte pública del Vaticano) sí somos los visitantes los que pagamos.

Y mientras tanto, aún hay personas que se preguntan por qué hay crisis en el mundo, porqué las cosas van cómo van, por qué los ciudadanos no tenemos casi voz. Y a mí con ejemplos como éste cada vez me queda más claro que muchos de ésos mismo ciudadanos ayudan constantemente (consciente e inconscientemente) a que los que tienen y el poder y el mundo en sus manos los sigan teniendo aunque no usen adecuadamente ése poder. Y si no que les pregunten a los cientos de peregrinos y asistentes el día 18 a la visita de Benedicto XVI en Madrid, si les importa qué representan y quién paga los 50 millones que cuesta montar el evento. Hace varios siglos además, se iban a las Cruzadas a matar «infieles», mientras los poderosos llenaban sus arcas y sus egos.

Laura Morillas García. Roma.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Agosto 2011.

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