Marco Antonio Campos recordaba en un artículo reciente los comentarios de algunos especímenes de humana apariencia, de los que pululan entre nosotros, cuando el vil asesinato del hijo de Javier Sicilia y sus amigos. Cosas como “Algo habrá hecho”, “si lo mataron por algo sería”, y recordaba el lenguaje de suspicacia de alguna parte de la sociedad en la última dictadura argentina “como se comprueba al leer el “Nunca más”, el estremecedor informe de la Comisión Nacional de Desaparecidos”. Y cuenta Marco Antonio el poeta que, si algún grupo de asesinos sacaba a una familia de su casa en la madrugada, el comentario de algunos vecinos, (muchos, diría yo) era “Algo habrán hecho”.
Leyéndolo me estremecí (y yo no soy de fácil estremecimiento) al recordar los testimonios verbales y escritos de muchos españoles que vivieron la brutal represión franquista y oyeron muchas veces los comentarios de “algo habrán hecho”, cuando los falangistas o los militares sacaban de sus domicilios a sus víctimas para asesinarlas.
Hoy, aquí, en México, vivimos bajo un gobierno que ha anulado toda la actividad policíaca de lucha contra la delincuencia. Antes, bien o mal, la policía, corrupta en parte y defectuosa, perseguía a los asaltantes de bancos o a una asesina serial (como la “mata viejitas”) o a los asaltantes a mano armada. Unas veces los atrapaban y otras no. Había mucho de suerte. Pero en la actualidad ya ningún delincuente del orden común se preocupa de la policía, ni tampoco los que asesinan por venganza, ni los que matan a quien deben dinero, ni cualquier otro delincuente que no se dedique a traficar con drogas. La policía está muy ocupada en temer las detenciones, el desarme y los abusos de los militares de mar o de tierra, y el mal trato de la policía federal preventiva, que es otro ejército. La policía ordinaria, la que debe perseguir delitos comunes, está asustada, cobra sueldos miserables y cuando no está vendida a los narcos es asesinada impunemente por ellos.
Por eso la delincuencia se ha desbocado: los 25.133 homicidios que tuvieron lugar en 2007 se transformaron en 35.053 en 2010, pero son muchos más si se cuentan los cientos de cadáveres que se están encontrando cada día; en 2007 hubo 438 secuestros registrados y en 2010 1.261. Y los robos, la actividad más frecuente en el hampa común y la más generalmente controlada por la policía fueron 610.730 en 2007 y 727.270 en 2010. Nuestro colega “El Universal” ha calculado 4.500 delitos diarios del fuero común.
Queda bien claro que la política de guerra declarada al narcotráfico, con ejército y marina en la calle, no ha mermado las actividades ni los crímenes de los narcotraficantes, pero sí ha multiplicado la actividad de los delincuentes comunes y el número de muertos en las calles y campos de México.
Pero quizá más peligroso, es el hecho de que aunque en la capital podemos publicar cualquier cosa y decir lo que se nos antoje, en el resto del país la libertad de expresión, la de reunión y la de convocatoria son muy relativas y -para decir lo menos- muy limitadas. Hay gobernadores que no toleran lo que no les gusta y, como es del dominio público, hay caciques con pistoleros que asesinan a los líderes agrarios, o a los ecologistas si amenazan sus negocios de tala ilegal u otros no menos turbios.
La lista de periodistas asesinados es ya inaceptable en un país civilizado, como las constantes violaciones a los derechos humanos de las que son víctimas los humildes, ya sea por el ejército, la policía federal o los poderes estatales o locales, especialmente en las sierras y rancherías más lejanas de los centros urbanos.
Ante esa realidad nacional surge una duda: ¿No estaremos ya muy cerca, aquí en la capital misma, del momento en que algunos vecinos digan “algo habrán hecho” cuando nos secuestren en la madrugada o se lleven a los del piso de arriba o a los de la casa de junto?
Juan Miguel de Mora. Ciudad de México.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Julio 2011.