15M: Y alguien dijo ¡Basta! – por Laura Morillas García

Vivimos tan anestesiados por nuestra propia cultura y la idea de comodidad que se nos ha introducido bajo la piel y se ha sentado a vivir junto a nuestras neuronas como si fuera una más, una gigantesca y habitualmente con la última palabra en casi todo, que se nos ha olvidado que podemos rebelarnos. Más que olvidado, creo que hoy por hoy la mayoría de las personas somos prácticamente inmunes a todas las injusticias, crueldades y tragedias de nuestro tiempo, y ésto es tal que ni se nos pasa por la cabeza mover un dedo por cambiar algo de todo ello o si lo hacemos, es un pensamiento tan fugaz y etéreo que nuestra mente enseguida lo excusa educadamente para acto seguido apartarlo a un lado.

Los seres humanos somos animales de costumbres, y la comodidad es una de las más valoradas. La mayoría de españoles todavía hoy día despiertan a un nuevo día con un café caliente que poner encima de la mesa del desayuno, usan regularmente el móvil y pagan las correspondientes facturas, tienen ropa en el armario como para no repetir conjunto en varias semanas (las combinaciones son dejadas a la imaginación), se estiran un par de veces por semana y salen a tomar unas cañas con su pareja, amigos o familiares, siguen el partido de fútbol de su equipo favorito en la televisión y fantasean con el posible lugar al que podrán irse estas vacaciones, entre otras cosas.

Sólo aquellos que lo han perdido todo o casi todo (sea o no por culpa directa de la Crisis), ó los que son especialmente sensibles o inconformistas, o los que sienten una imperiosa necesidad interior de solidaridad o altruismo, sean como sean pocos en cualquier caso (hablo de los dos últimos), se plantean una serie de cuestiones con cierta seriedad y determinación.

– Que el café caliente de tu desayuno procede probablemente de una plantación y unos trabajadores que no cumplen los requisitos mínimos de sostenibilidad y derechos humanos.

– Que detrás de tu móvil hay una gran industria a la, digan los anuncios lo que digan, no le importa tu comunicación ni el medio ambiente lo más mínimo sino únicamente tu dinero.

– Que detrás de tus facturas, no sólo las del móvil, hay cientos de personas que se están lucrando a base de engaños fiscales y políticas económicas gravemente injustas.

– Que dentro de los partidos políticos que nos gobiernan hay concejales, diputados y presidentes de Comunidad que mientras tú te rompes la cabeza para llegar a fin de mes y no desfayecer en el trabajo (si lo tienes), ellos se suben el sueldo y renuevan su flota de coches y trajes y demás indispensabilidades de su quehacer.

– Que las cañas no van a cambiar la sociedad ni van a hacer desaparecer los problemas, porque tú eres el que se tiene que mover. Recalco: mover.

– Que la mayoría de los jugadores de fútbol a los que tanto admiras, con sólo sonreír en un anuncio ganan más dinero que tú en la mitad de tu vida.

– Que tú no eres el único que está pensando en irse de vacaciones, varios concejales, diputados y presidentes de Comunidad, se van a ir seguro a un sitio la mar de bonito, con tu dinero y el que han encontrado por ahí sin dueño claro ó que ni está ni se le espera.

Y sucedió antes del 15M que alguien, y luego varios, y luego más, decidieron de verdad decir ¡Basta!. Y nueva gente se les unió, y tomaron las plazas y los Twitters y los Facebook, y el movimiento 15M dejó a la opinión pública de toda Europa con una sonrisa estupefacta en la cara.

El 15M, en mi opinión, no pretende cambiar el mundo. Ni siquiera España. Pero ha roto la comodidad de muchas personas, ha inyectado un chute de adrenalina en los cerebros anestesiados a los que no les despertaba que alguien estuviese jugando con su dinero, su futuro y sus vidas, mientras seguían soñando con los programas del corazón, las aplicaciones nuevas para su smartphone y la ingenuidad de que otro alguien ya arreglaría alguna vez todo lo que se tiene que arreglar.

El 15M aún estando formado en su mayoría por estudiantes, desempleados y trabajadores que asistían a las asambleas y manifestaciones en su tiempo libre, ha conseguido trascender sus propias fronteras, sus propios límites, e imponer un poco de sentido común y dignidad con su indignación en nuestras ciudades y pensamientos.

Sin embargo toda acción necesita, para sentirse físicamente completa, una reacción. Y la reacción ha sido muy positiva en cuando a adhesión a sus peticiones tanto aquí cómo fuera de España: No se debería permitir que un político imputado por corrupción se presentase a elecciones. No es positivo y no debemos permitir el bipartidismo PP-PSOE, debemos de reformar la ley electoral para que los partidos minoritarios tengan voz. No somos mercancía de políticos y banqueros, necesitamos una democracia real y verdadera.

La Acampada de Sol ha logrado ya ser un símbolo. Personas de todas las artes y oficios han expresado una opinión al respecto, a nadie han dejado indiferente.

Pero ésto es sólo el principio de la reacción necesaria. Y personalmente me da miedo que se quede aquí. En un símbolo.

Hace falta que se pongan en movimiento las piezas del puzzle que cambian el sentido de giro del engranaje de la democracia, de la sociedad. El 15M ha movido y sigue moviendo muchas de éstas piezas pero no es suficiente, es decir, no puede quedarse ahí. Tiene que conseguir que las piezas que están por encima de ellos, leyes y políticos y monarcas y empresarios y resto de ciudadanos anestesiados, se muevan lo suficiente en la justa y necesaria dirección que el 15M propone.

Alguien dijo ¡Basta! lo suficientemente fuerte para que el resto le oyéramos y le siguiéramos. Y tenemos que seguir haciéndolo, ése grito tiene y debe de llegar todo lo alto que se necesite, por una sociedad y una democracia más justa, diversa y libre.

Recuerdo la escena de la película ganadora de 4 Óscars en 1976 «Network, un mundo implacable», en la que el protagonista sale a la ventana de un estudio de grabación de un canal de televisión y grita «estoy harto y no quiero seguir soportándolo» justo después de instar en antena al resto de ciudadanos a hacerlo. Y ocurre algo maravilloso. En todas las ciudades, la gente efectivamente sale a la ventana y rompiendo su parálisis, lo grita una y otra vez.

Estoy harto y no quiero seguir soportándolo. ¡Basta!

Laura Morillas García. Valencia.

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Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Junio 2011.

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