Reflejos en un ojo dorado – por Mari Luz Rodríguez

Titulo original: Reflections in a Golden Eye
Nacionalidad: EEUU
Año: 1967
Dirección: John Huston
Guión: Gladys Hill, Chapman Mortimer, Francis Ford Coppola (Novela: Carson McCullers)
Interpretación: Elizabeth Taylor, Marlon Brando, Brian Keith, Julie Harris, Robert Forster
Música: Toshiro Mayuzumi

En Reflejos en un ojo dorado se entrelazan las historias de varios personajes que habitan en una base militar. Por una parte, el soldado Ellgee Williams, un hombre solitario y extraño que vaga por la vida sin rumbo y cuyo destino sólo puede ser trágico.

Por otro, su superior, el capitán Penderton, otro personaje desconcertado y frustrado, casado con Leonora, mujer inconstante y frívola que mantiene una relación con uno de sus compañeros en la base, el comandante Morris Langdon, hombre equilibrado y viril, cuya enfermiza e inestable esposa Alison, es consciente de su engaño. En este ambiente enfermizo y preñado de mentiras y secretos se fraguará una historia trágica de amor y muerte.

El argumento gira en torno a la vida militar en un centro de reclutamiento reflejando el clima de opresión y retazos de las vidas de varios personajes: el capitán del ejército Penderton interpretado por Marlon Brando, casado infelizmente con una mujer caprichosa y volátil (Liz Taylor) que tiene una aventura con uno de sus compañeros de armas (Brian Keith) quien a su vez está casado con una mujer depresiva (Julie Harris). El capitán, protagonista absoluto de la cinta, es un ser muy estricto y disciplinado que empieza a sentir una pasión oculta y vergonzosa por unos de sus subalternos (Robert Forster) quien a su vez venera secretamente a su infiel esposa; este sentimiento contradictorio arrastra al capitán a un violento frenesí de celos, ira y venganza.

Estamos pues ante el argumento de una clásica tragedia griega, con sus ingredientes necesarios como son amor, odio, celos, traiciones, deslealtad, pasión, engaños, etc., aunque debido a la falta de profundidad de los personajes no nos resultan creíbles, llegando a resultar extremos y excesivos sin posibilidad de empatía entre el público y los personajes y el argumento. Las tirantes y mal desarrolladas relaciones entre los cónyuges, la desconcertante y artificial personalidad del soldado Williams, nos abocan a un film en donde las relaciones y caracterizaciones son forzadas, arquetípicas y antinaturales, y donde toda la trama nos conduce hacia un final trágico pero carente de interés y emoción.

John Huston no consigue transmitir ese sentimiento trágico y pasional en esta película, entre otros motivos porque a la hora de desgranar y mostrarnos la psique del personaje clave de la tragedia, el cadete Ellgee Williams, no consigue mostrarnos a un ser solitario sin pasión ni acción hasta que se prende una llama en su interior al conocer a la atractiva Leonora, sino que viendo la cinta se nos asemeja a un autómata, con un comportamiento inestable y vacío. Lo mismo cabría decir del resto del reparto que realizan interpretaciones con conductas sin objetivo aparente. En resumen, los personajes parecen faltos de vida y de interés lo que denuesta la calidad y valía de la cinta, aunque no por ello no podamos resaltar diversas cualidades del film. Lo mejor de la película sin duda, son los primeros planos de Marlon Brando y el acoso físico al que somete al recluta y del que somos testigos, así como la veneración que el cadete siente por Leonora (Liz Taylor) y que se refleja acertadamente en la película con planos largos y fijos entre ambos personajes. Las interpretaciones de los actores principales son correctas pero carentes de sensibilidad y profundidad, lo que repercute como hemos visto en el resultado final y en la visión global e ineficaz de la tragedia. Julie Harris hace una interpretación más que destacada en su papel de sufrida y depresiva esposa del comandante Langdon, no así podemos decir de Elizabeth Taylor que es la peor parada en esta cinta debido a su prácticamente papel secundario y su falta de armonía y simbiosis con Leonora, a medio camino entre niña mimada y caprichosa y mujer vacía.

Lo mejor de la cinta es, junto con la interpretación de Julie Harris, la de un Marlon Brando entrando en una madurez física e interpretativa que posteriormente le aportaría sus mayores cotas en títulos como El último tango en París, Apocalipsis Now o El padrino. Como suele suceder en el mundo del cine, Brando no fue la primera opción para este personaje, ya que se había pensado inicialmente en el actor Montgomery Clift, pero murió antes de que pudiera iniciar el rodaje. A pesar de la demostrada valía de Brando, que se pone de manifiesto sobre manera en sus primeros planos en donde se puede vislumbrar la confrontación de sentimientos y cúmulo de emociones que está padeciendo el capitán Penderton, no existe la química necesaria entre él y Liz Taylor, factor vital que se transmite en la pantalla; su interpretación aunque correcta es poco creíble por la falta de interiorización y construcción de su personaje, y no entendemos ni sus reacciones, ni motivaciones, ni sus confusos sentimientos a la hora de encarnar a este militar homosexual, atormentado por su condición; tampoco percibimos las difíciles relaciones personales que tiene con su esposa y el deseo que experimenta hacia el cadete, todo un cúmulo de difíciles circunstancias que le abocan a un precipicio existencial.

En resumidas cuentas, la película no refleja con precisión ni acierto el tumulto de emociones, sentimientos y reflexiones que acompañan a todos los protagonistas a lo largo de la cinta y no logra envolvernos en la cotidianeidad de las vidas de unos personajes frustrados e inestables. Eso a pesar de que el director John Huston intentó reflejar con fidelidad la breve y estupenda novela homónima de Carson McCullers en la que se basa la película, y que sigue la línea de melodramas basados en obras de autores sureños como Tennesse Williams y la de cintas como Un tranvía llamado Deseo y La gata sobre el tejado de zinc caliente. Su artera mirada al interior del ser humano, especialmente a sus miserias más inconfesables, no se plasma ni late en la mayoría de los planos o escenas de esta película, considerada menor dentro de su filmografía.

La obra de esta autora Carson McCullers, es poco conocida en España, aunque en Estados Unidos es considerada una escritora de culto, cuyo éxito alcanzó a los veintitrés años con su libro El corazón es un cazador solitario. La obra que nos incumbe escandalizó a la opinión pública americana por abordar temas tan moralmente conflictivos para la época de su publicación como la homosexualidad, la infidelidad, la incomunicación y aislamiento en el estricto ambiente del ejército americano de la década de los treinta. La prosa rabiosamente lúcida, tensa y conmovedora en muchos de sus pasajes convierte a esta novela brutal en mucho más que la historia de un crimen, ya que logra erigir un microcosmos con los fantasmas interiores que pueblan la mente de los personajes. La crítica adoró a McCullers, situándola como una de las grandes, a la altura de clásicos como William Faulkner o Truman Capote, por su galería de personajes rayanos a la locura, la marginación, la soledad o la corrupción y por ambientar sus tramas en la decadencia del Sur estadounidense y eso a pesar de que su obra fue escasa y se reduce a cuatro novelas y varias colecciones de relatos.

Tema aparte sería glosar la figura del director John Huston, uno de los grandes y mejores directores de la historia del cine. Hijo del mítico actor Walter Huston y de la periodista Thea Gore, antes de convertirse en director llegó a ser boxeador profesional e inició una carrera literaria escribiendo relatos para el ‘American Mercury’. Su carrera en el mundo del celuloide comenzó actuando como extra y posteriormente durante varios años trabajó como guionista hasta su salto definitivo a la dirección. Como director comenzó su andadura en el año 1941 en los estudios Warner que le dieron la oportunidad de dirigir El halcón maltés (1941), minuciosa adaptación de la novela policiaca homónima de Dashiell Hammett. Luego llegaría El tesoro de Sierra Madre (1948), por la que conseguiría un Oscar, y en los años 50 filmaría clásicos como La jungla de asfalto (1950), La roja insignia del valor (1951) y uno de sus grandes éxitos La reina de África (1951), con unos espléndidos Katharine Hepburn y Humphrey Bogart. Poco después rodaría joyas como Moby Dick (1956), la excelente aunque fracasada comercialmente Vidas rebeldes (1961), que escribió el dramaturgo Arthur Miller para su mujer Marilyn Monroe o la compleja y fascinante La noche de la iguana (1964). La década de los 70 la inauguró con variadas películas siendo las más destacables la entretenida El juez de la horca, atípico western interpretado por Paul Newman, o El hombre que pudo reinar (1975), basado en una historia de Kipling que debían haber protagonizado Clark Gable y Humphrey Bogart en lugar de Sean Connery y Michael Caine. Durante la década de los ochenta rodó la famosa Evasión o victoria (1981), la difícil e incomprendida Bajo el volcán (1984), adaptación de la novela homónima de Malcolm Lowry y El honor de los Prizzi (1985), acertada película negra sobre la Mafia. Su última joya fue la película Dublineses (1987), interpretada por su hija Anjelica Huston y con guión de su hijo Tony Huston, y en la que el cineasta, la dirigió desde una silla de ruedas y con la ayuda de una mascarilla de oxígeno.

Como anécdota final reseñar que los españoles no pudimos ver esta película en el momento de su estreno debido a la censura imperante y que hubo que esperar a finales de los años setenta para que, desaparecida la censura, pudiéramos acceder a la versión íntegra de este melodrama.

Mari Luz Rodríguez García. Avilés, Asturias.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Junio 2011.