Hermenéutica viva – por Juan Miguel de Mora

Quienes se preocupan por las vicisitudes de nuestra especie tienen, por lo general, una visión tranquila y rica en ideas, sobre lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor de entre tantas cosas que hacemos los bípedos implumes llamados humanos. Y tales ejemplares de nuestra especie se inclinan las más de las veces (por lo menos en palabras) por la piedad, la dulzura, la bondad, la hermandad y en resumen por todo lo que pueda interpretarse como bueno en el hombre sin necesidad de saber de Gadamer ni de su hermenéutica ontológica, ni de Grondin, de Heidegger o de la hermenéutica filosófica en general.

Ese humano bondadoso anhela la paz, la tranquilidad, un mundo feliz, con permiso de Aldous. Pero si tiene información profunda sobre la sociedad humana (no son pocos los que pertenecen a ella y nada saben de las manipulaciones que determinan su propia existencia) sabe también el valor de las cosas sin valor (como el petróleo) y la creciente devaluación de lo invaluable, como la libertad, la dignidad y la decencia, por ejemplo.

La posición pacifista, contra las guerras y por la armonía es, naturalmente, la más tierna, la más extendida, la más prestigiada y más utilizada en política. Se proclama la necesidad de defender los derechos humanos y proteger a los civiles. Ya vimos cómo un tal Bush (que gobernó Estados Unidos de Norteamérica mientras trabajaba en sus empresas petroleras), invadió Afganistán e Irak para proteger al mundo y asesinó a miles y miles de civiles para salvar a los civiles dueños de petróleo.

Y ahora, recordando que el país llamado Estados Unidos ha sido así desde su nacimiento hasta hoy, sean quienes fueren sus presidentes, mucha gente honrada clama contra la intervención de la Unión Europea y Estados Unidos en Libia, sabiendo que de una o de otra forma los invasores sacarán ganancias. Sí, todo lo que se diga sobre los abusos del imperialismo es cierto. Todo y mucho que no sabemos, pese a Wikileaks.

Pero el mundo de los humanos varía según el punto de vista, como lo sabían ya, hace milenios, los jainas de la India, creadores de la filosofía Anekantavada. Por ejemplo, los españoles que se oponen a la intervención en Libia crecieron (bajo la dictadura de Franco), en el “hijo no te signifiques”. Y quedaron tan impactados por aquella tiranía que hicieron leyes de “buen corazón”, tan inauditas que, en madrileño, son “gilipolleces”: Un tipo asesina a su esposa y meses después a su hijo de cinco años. Le condenan a 57 años de cárcel, pero lo sueltan a los nueve y asesina a otras dos personas. Hace años un psicópata asesino de niños salía de la cárcel los fines de semana “por buena conducta”. Y, como es natural, siguió asesinando. Pero, ¿cómo podría sorprender esa “justicia” si al juez que investigaba los crímenes del franquismo, Garzón, lo están “juzgando” magistrados que juraron fidelidad a Franco?

Si las potencias imperialistas, interesadas y corruptas, dejasen ahora a Gadafi en el poder, ¿cómo le iría a las mujeres con los mercenarios que (sólo porque es nativa de Bengasi, ciudad no grata para el tirano) violaron en grupo y torturaron a una mujer, Iman al-Obeidy que, ensangrentada y maltrecha, pudo denunciarlo antes que se la llevasen a lo inenarrable? Si un testigo accidental vio cómo un interrogador militar de Gadafi clavaba un bolígrafo en el ojo de un detenido, ¿cómo sería la represión? Lo que ocurre en esas cárceles hace parecer inocente lo de Abu Ghraib.

Los izquierdistas que, aquí y allá, están contra la intervención en Libia, ¿han pensado en la represión horrenda que se cierne sobre los rebeldes que luchan contra Gadafi?

Sabemos cómo son los sistemas que anteponen los “principios” al dolor humano. Pero no pueden ni siquiera imaginarlo las buenas conciencias que se quejan de la intervención, algunos desde la izquierda. No han vivido eso, no es su culpa. Hay en este momento en Libia lo que va más allá de los intereses del petróleo y de la indignidad de las potencias: la suerte del pueblo que se alzó contra el tirano y dijo ¡basta! Algunos morirán por bombas aliadas, sí; no sufrirán nada comparado con las torturas en las cárceles, con la suerte de los que serían torturados, violados, asesinados con sadismo, encarcelados… Confieso mi debilidad “pequeño burguesa” pero en Libia no se está gestando la revolución mundial. Prefiero que los petroleros, que son bandidos de cuello blanco, ganen unos millones más, a cambio de que sean torturados y asesinados unos miles de seres humanos menos y que miles de madres y esposas sufran un poco menos.

Ya llegará el momento de lo demás.

Juan Miguel de Mora. Ciudad de México.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Abril 2011.