27.12.2010
He vuelto a ver recientemente la primera película de Bond, James Bond, el agente 007 con licencia para matar, todo un pionero del cambiazo trilero del 5º Mandamiento por la nueva ley inversa, que hoy, como casi siempre, aplica por doquier.
La película se tituló originalmente “Doctor No” o en algún otro sitio, “Agente 007 contra Doctor No”. Data de 1962 y se estrenó inicialmente en EEUU en 1963.
Recuerdo haber visto la película en mi incipiente juventud. Después la he vuelto a ver alguna otra vez en las infinitas reposiciones que las televisiones hacen para rellenar huecos.
La visión de ayer, empero, fue totalmente novedosa. Ví matices que desde mi incipiente juventud a mi incipiente vejez no había detectado con tanta claridad en anteriores ocasiones.
La novedad nuclear
Por ejemplo, me llamó enormemente la atención el trato que se dispensa en la misma a la energía nuclear y a la contaminación radiactiva. Después de los tratamientos criminales que la industria nuclear dio a sus trabajadores del sector atómico, especialmente en las aplicaciones militares, en el Este y en el Oeste, en la película aparece una preocupación intensa, incluso del malvado por excelencia, por tratar de prevenir los efectos de quedar contaminado a sus propias huestes e incluso a sus más acérrimos enemigos. El malo absoluto, no deja de mostrar una gran preocupación por descontaminar completamente a sus enemigos (Sean Connery/Bond y Honey Rider (Ursula Andress).
Los aparatos de la época, para el manejo de un reactor nuclear, presumiblemente muy sofisticados, muestran claramente cómo ha evolucionado la técnica desde entonces, en menos de medio siglo: apenas hay medidores de agujas analógicos. No hay una sola pantalla de televisión o monitor. Hoy nos parecerían ridículos, pero son los que arrancaron la era nuclear y con los que los partidarios de la energía nuclear presumían de seguridad absoluta.
Las vestimentas para protegerse de las radiaciones hoy causarían hilaridad.
Lo curioso del asunto, es que todo ese ingenio nuclear que causaba tanta contaminación en el entorno, no era la preocupación de los gobiernos estadounidense y británico, sino que el malo, el Doctor No, había conseguido con la energía de esa planta, enviar un poderoso flujo energético, desde una antena parabólica bastante ridícula, por cierto, que desviaba las naves espaciales estadounidenses y soviéticas de sus rutas habituales, con el objeto de sembrar el caos.
Hay un momento en que se menciona a un lanzador espacial que porta una nave del ahora anticuado programa Mercury estadounidense. Y el Doctor No se prepara para desviarlo y ponerlo bajo su control; pide plena potencia a sus técnicos (entre los que Bond se encuentra infiltrado, después de haber reducido y eliminado al técnico clave del manejo del control de potencia del reactor nuclear) y entonces, alguien menciona que se ha llegado al nivel de 7 Megavatios, nada menos. Eso es la potencia instalada por Florentino Pérez en un santiamén en la iluminación del estadio del Real Madrid y la calefacción de gradas y de césped, en un día de partidito normal en invierno. Si lo llega a saber, Florentino podía haber dedicado esa potencia a desviar la Estación Espacial y exigir a EEUU y Rusia el sometimiento estricto a su imperio del ladrillo.
Este malo tan culto, el Doctor No, propio de la saga de los Lex Luthor y compañía, resulta, como ellos, mucho más astuto, educado y elegante que el propio protagonista, que suelen ser simples como el mecanismo de un chupete (born to kill, que diría con acento andaluz el sargento Arensivia –historias de la puta mili-), salvo en la sarta de mamporros final, donde como es lógico, gana el bueno, siempre más torrezno, pareciendo ser el más hábil y siempre fiado a algún chisme de la suprema tecnología occidental (la fe ciega en que la tecnología nos salvará ¿de dónde habrá salido?, se preguntan todavía algunos inocentes).
En fin, lo que queda claro de este episodio lamentable que inaugura la interminable serie Bond, es que James Bond y sus secuaces prefieren reventar un reactor nuclear con explosiones horrorosas y con fugas espantosas de radiactividad en Jamaica, si con ello, consiguen que no se les desvíe un puñetero cohete Mercury. Manda huevos. Ni los sionistas más recalcitrantes podían imaginar un plan más estúpido de esparcimiento incontrolado de radiactividad, que con seguridad terminaría afectando no sólo a los propios destructores, sino a todo el mundo, ahora que hablan de atacar centros nucleares iraníes, en una reedición miserable de la “gesta” de Bond en este panfleto.
Y también parece quedar muy claro que los técnicos nucleares tienen una facilidad enorme para salir corriendo, en cuanto una aguja pasa del nivel permitido y dejar todo empantanado y ahí se las den todas a los demás, que no se cómo el lobby nuclear permitió esta chapuza fílmica. Esto no casa nada con la férrea disciplina y la obediencia hasta la muerte de algunos de los secuaces del Doctor No, prestos para envenenarse antes de cantar. Claro, que seguramente es porque se trataba de la gente del malo, que siempre es así de voluble; si hubiesen sido los buenos, seguramente no hubieran corrido, ¿verdad Hommer Simpson?
El síndrome racista de Tarzán 007
Le he cogido cariño al tal Doctor No, qué se le va a hacer. Es un hombre que se opone a los dos grandes imperios del mal y de los pocos que tenía una plantilla laboral multiétnica, allá por los años en que en EEUU los negros todavía no podían ir a la Universidad y tenían que viajar en la parte de atrás de los autobuses y mear en váteres diferentes de los de los blancos.
Por el contrario, 007 tiene subalternos que dan pena. Los ayudantes o soplones de la CIA en Jamaica son dos tipos con cara de simples que sólo sirven al agente de la CIA, Felix Leiter (ya había Alianzas de Civilizaciones racistas en 1963) para las cuestiones pueriles de intendencia, pero que tienen miedo a unos “dragones” que supuestamente habitan en Crab Key (el cayo de los cangrejos) y que al final resulta un ridículo aparatejo con una lanzallamas pueril. Y como es lógico, ponen su correspondiente carita de tontos.
Esto recuerda mucho el racismo baboso de las películas de Tarzán, el hombre blanco, que es más listo, por su propia naturaleza intrínseca, que todos los negros de África juntos, que solo saben dar gritos salvajes y asustadizos y que son más elementales que su propia mona Chita. La glorificación descarnada de la raza (blanca, por supuesto), que aquí se repite en las “bondadas”.
En fin, luego dirán que Hollywood sólo programa inocente entretenimiento. Es pura ideología asquerosa. Tarzán estaría quemado por el sol abrasador y cubierto de ampollas infectas en su blanca y apreciada piel, si fuese un blanco en cueros en el trópico y lleno de sarpullidos de picaduras de mosquitos y no duraría a un negro ni lo que un caramelo a la puerta de un colegio, si de habilidad con el cuchillo o el arco o de conocimiento del entorno selvático se tratase.
Supongo que no hay que buscar tres pies al gato, si tiene cuatro. Parece evidente que los blancos son siempre más inteligentes y astutos que los negros, e incluso que los chinos, con todo lo listos o arteros que puedan ser (Fu Manchú ¿recuerdan?). Es más, hasta para hacer un malo con cierta prestancia, el Doctor No, Hollywood tuvo que recurrir a una hibridación de china (la ponedora, ya se sabe) con un científico alemán (algo tenía que tener de bueno el cerebro privilegiado de la raza aria) que hiciese creíble que esta mente fuese capaz de tales desarrollos. Si no, ¿de qué un amarillo puro podía haber realizado la gesta de construir un desviador de naves y cohetes espaciales con energía atómica? En fin, como les decía, de ideológico, de racista y de politizado, este juego inocente de las películas de Bond en particular y de Hollywood en general, no tiene nada de nada. Que va. Si pienso así, es porque debo ser una mente más retorcida incluso que la del Doctor No. Que Hollywood ocupe hoy, después de décadas, un 95% de la cuota de pantalla en España, es solamente casualidad, buen hacer y visión de negocio, no presión política, chantaje comercial e inyección ideológica.
Bond no se hubiese comido una rosca en África o en el Caribe. Joder, qué ridículo. En Jamaica y con traje. Hay que ser ridículo. Y finalmente, el Doctor No, le salva la vida, le descontamina, le invita a cenar, le cuenta sus planes y le invita a participar en el desmantelamiento de los dos grandes imperios: el soviético y el estadounidense y él, que es británico, va el capullo y se dedica a insultarle en su propia casa y se pone a servir a su antigua colonia y finalmente le destroza al anfitrión su chiringuito y se lleva a la de la concha de su padre, que era un ictiólogo. ¡Pobre Úrsula! Y pensar que a mis 13 años me ponía y ahora la veo con ese bikini y me parece más bien un pañal de ancianita para las pérdidas de orina con cinturón de castidad. En esto de enseñar cuerpo femenino, la evolución ha sido mucho más espectacular que en la tecnología de mesas de control de un reactor atómico, sin duda.
Sinde, González Sinde, para servir a la CIA
Por eso, cuando se plantea el falso debate actual en España sobre lo que puede haber detrás de la Ley Sinde, creo que puede ser interesante reflexionar sobre un artículo de F. William Engdahl, titulado Wikileaks: A Big Dangerous US Government Con Job (Wikileaks: Una gran y peligrosa maniobra estafadora del gobierno de EEUU.)
El autor comenta en un párrafo algo interesante, que se traduce aquí:
El Departamento de Seguridad Interior de los EE. UU. (Department of Homeland Security, o DHS, por sus siglas en inglés), una agencia creada durante la histeria política que siguió al 11 de septiembre de 2001 y que ha sido comparada a la Gestapo, ha comenzado ya a realizar funciones de policía en Internet. Ha ido tomando y cerrando sigilosamente páginas de Internet (dominios en la web) sin los debidos procesos o trámites judiciales. El DHS sencillamente captura los dominios que le apetece y coloca en ellos un ominoso logo en dicha web que pone “Departamento de Justicia”. Ver el ejemplo en torrent-finder.com.
Ya han sido capturados y cerrados más de 75 sitios en la última semana. En estos momentos, se están centrando en las webs que dicen que “violan los derechos de autor”, incluso aunque la web torrent-finder.com que capturó el DHS no tenía contenido alguno con derechos de autor. Era simplemente un motor de búsqueda, que enlazaba destinos a los que los ciudadanos podían acceder a contenidos con derechos de autor. Paso a paso, de manera sibilina, la libertad de expresión está siendo eliminada. ¿Y después?
Es decir, que la batalla, no está tanto, al parecer, como creen Ramoncín, o Alejandro Sanz o Teddy Bautista y sus adláteres, y como se está planteando en los falsos debates parlamentarios, en que haya que perseguir dominios que permiten bajarse canciones, o películas o libros con derechos de autor de Internet y no pasar por caja en la sección correspondiente de El Corte Inglés.
Al poder le interesa sobremanera que la ideología que supura Hollywood sea reproducida por cuantas más personas mejor, aunque algún mercachifle se queje de que sus “derechos de autor” se ven violados por los manteros y los repicadotes de CD’s.
Al poder le interesa que en las radios españolas se escuche el 90% de las canciones en idioma inglés. Al poder le interesa que la cuota de pantalla, sea legal o ilegal, sean productos de consumo de ideología Hollywood. Le interesa mantener en los cerebros occidentales el patrón de comportamientos que Hollywood reproduce: individualismo en todo y para todo, violencia gratuita, visiones occidentales reduccionistas del resto del ancho mundo, etc., etc. Durante décadas consiguieron no sólo inocular en los alienados cerebros de las conformistas masas occidentales sus productos ideológicos, sino que además conseguían que las víctimas los compraran o pagaran por recibir las dosis adecuadas. Lo sorprendente es que llegasen a presentar, imponer y hasta vender los “productos” en los países demonizados y ante las audiencias de ciudadanos que son presentados como inútiles o simples, despreciados y humillados como inferiores.
Si eso de seguir vendiendo la propia mierda al que luego se va a inundar con ella, termina no pudiendo ser, pues peor, pero lo importante es que la ideología, esto es, la mierda, consiga su objetivo primordial: seguir permeando a la sociedad y que nadie pueda proveerse de paraguas.
Como dice Engdhal, el asunto parece estar más bien en disponer de leyes que sin mediación judicial alguna puedan cerrar dominios que ayuden a buscar información “diferente”, que ayuden a la gente a organizarse de forma diferente a lo programado, no en que haya “copyright” o no. Eso es lo que les preocupa.
¿La muestra, la prueba de todo esto? Vayan a ver cuántas descargas ilegales se han producido de cualquier película de Hollywood llena de ideología oculta (Avatar, por ejemplo, una maravilla publicitaria que aboga teóricamente por la defensa de una utópica ecología, pero en la que la tecnología sigue endiosada, el etnocentrismo yanqui sigue dominando). Ha habido decenas de millones de descargas ilegales. Eso al poder no le preocupa lo más mínimo; más bien, al contrario: cumple su función primordial. En todo caso, preocupa a un productor determinado, que ya ha acumulado una inmensa cantidad de riqueza con la avalancha publicitaria que ha promocionado el bodrio, que ve que va a perder algo de la tajada. Pero no al poder que controla al sistema.
Y ahora, por el contrario, intenten localizar alguna web en la que aparezcan los 250.000 cables de Wikileaks que teóricamente “han sido liberados y filtrados”, al decir de los propios censores, revestidos de “dosificadores” prudentes de la información al público. Verán que es imposible. Verán que los violadores de las teóricas leyes de libertades ciudadanas, que cierran las webs a su arbitrio, no sólo lo hacen con total impunidad y manejo absoluto de los principales resortes de Internet puestos inmediatamente a su servicio, sino que no son perseguidos por ello. Intenten, por poner otro ejemplo, ver algún video en YouTube de francotiradores iraquíes abatiendo soldados invasores estadounidenses en Irak. Hubo decenas los primeros años de la invasión. Ahora todas las palabras clave, como “sniper”, “Iraq” “shoot down”, “American”, “soldier”, llevan, casi siempre, a justo lo contrario: a soldados estadounidenses francotiradores abatiendo supuestos terroristas iraquíes o aviación estadounidense pulverizando con presteza y a bombazos cualquier área desde la que alguien ha disparado a las tropas invasoras. Eso es el ejercicio del control en Internet.
Estas son las cosas que realmente molestan al gran poder de Internet y no que la familia de Camarón de la Isla se queje de que no recibe suficiente de los derechos de autor. No nos engañemos.
Los estadounidenses ya tenían un control absoluto del Hardware de los servidores de Internet y del mallado de la red (la World Wide Web) y de las grandes rutas de comunicación mundial y los grandes nodos de trasvase de gigainformaciones. Eso no les preocupaba; en cualquier momento, podían reprogramar y derivar, controlar, vigilar, supervisar y eventualmente bloquear y cegar áreas enteras vinculadas a Internet o incluso bloquear completamente a países enteros de las comunicaciones mundiales y hacer que las propias comunicaciones nacionales dejasen de estar operativas para siempre, en cuestión de pocos meses o muy pocos años de bloqueo de suministros esenciales que hasta ahora sólo ellos producían. Pero sí les empezaba a preocupar el desarrollo exponencial de estos sistemas para todo tipo de aplicaciones, que empezaban a caer fuera de sus posibilidades de control, por grandes que fueran.
Los chinos, por su parte, comenzaron a replicar no sólo los componentes clave de estos dispositivos electrónicos de muy alta capacidad, sino sus ensambles y procedimientos de HW y SW y posiblemente a estas alturas ya tengan un cierto nivel de invulnerabilidad, frente a teóricos bloqueos, que ni siquiera poseen Francia o Alemania o incluso el Reino Unido, por no hablar de países de otro rango como España, Italia, Polonia, Portugal, etc. y no hablemos del resto del mundo, que siguen vinculados en todos los procesos informáticos (que hoy son los cerebros de la maquinaria automatizada mundial) a suministros claves que hasta hace muy poco sólo podían proceder de EEUU.
Esto, respecto de las máquinas (equipos HW y programas y herramientas SW) que hoy se necesitan para que la sociedad moderna pueda respirar (traten de imaginar el mundo y muchas funciones industriales, bancarias, de transacciones, de comunicaciones, de control, etc. etc.) sin ordenadores.
Y el otro problema para la élite que gobierna el mundo desde un puñado de medios de alcance global, empieza a tener miedo de perder el control que ahora tienen. Quedan en evidencia cada vez más y los nuevos cauces de Internet van erosionando el ejercicio del oligopolio informativo (Prisa, Liberty, MediaPro, etc., etc. con los Slim, Polancos, Murdock, Turner, etc., etc. de cabezas visibles) y el monopolio de la difusión de las ideas y la conformación de las verdades a su antojo, a estos traficantes de información (Pascual Serrano; muy recomendable).
No es sólo la caída de las ventas de los “productos culturales” (otro aspecto más de la vida que se mercantiliza; ahora se está poniendo de moda la llamada “marca España”; lo que nos faltaba, la patria también en almoneda; uno de sus últimos reclamos para poner en fila al personal en caso de emergencia, también sale a la inacabable subasta con que calmar a los “Mercados”), que estos estúpidos, estos simples, andan ahora discutiendo el falsos debates; lo importante, lo que de verdad les duele es que entreven la pérdida de la atalaya del monopolio de la difusión de las ideas.
Aquí está la batalla. Y no la van a ganar estos que se creen los nuevos héroes del teclado y el “hackerismo” (pirateo) de salón, mediante Wikileches y otras derivaciones. Porque el gran poder, lo que está preparando, es el golpe de mano suficiente para desmantelar esta tontería de que tres loquillos pueden hacer caer los imperios mediáticos con sus correos electrónicos, desde sus casitas confortables y con el culo pegado al asiento ergonómico, donde se alterna la lucha pseudo político-cibernética con el juego de matar alemanes o de correr a 300 km/h vestido virtualmente de Fernando Alonso. Lo que está en peligro, queridos, a ver si os dais cuenta, no es que os vayan a quitar el derecho a piratear y bajar basura; eso es secundario para ellos. Está en peligro cualquier atisbo de información alternativa verdadera y diferente.
No, así no vamos a ninguna parte. Firmen ustedes las circulares que quieran, pidiendo y rogando) que no se cierre Canal+, que si las entrevistas de Canal+ dan menos dinero que Belén Esteban, no duden que acabará consagrada Belén Esteban como heroína del “prime time”. Y no duden que si ellos detectan que su poder de control de mentes se deteriora hasta cierto nivel, se acabó la “libertad” que proporcionaba Internet. Es en eso en lo que están y queda poco. Ese es el verdadero debate, en mi modesta opinión.
Entonces, habrá que volver a repensar que para cambiar verdaderamente algo y a fondo, no queda otra que levantar el culo del asiento ergonómico y salir a la calle, todos juntos, a asaltar el Palacio de Invierno. Sin Internet, sin simuladores y sin virtualidades, por supuesto.
Pedro Prieto. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Enero 2011.
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