Pocas veces dos palabras han encerrado tanta capacidad de manipulación como estas dos, precisamente ahora. ¿Por qué ahora? ¿Por qué este volver la vista atrás se circunscribe solamente a las atrocidades que se cometieron durante la Guerra Civil de 1936 y el Franquismo? En un país tan desmemoriado como España, a primera vista, puede chocar esto. Eso sólo si miramos con inocencia las palabras. Pero nada es inocente, y los símbolos mucho menos. Si es que por fin nos hemos decidido a estudiar con sistema y método nuestra Historia como nación, el universo no se creó en 1936, ni siquiera en 1931. Ahora mismo se conmemora, se debería estar conmemorando, el bicentenario de nuestra Guerra de la Independencia contra el Imperio Napoleónico. Pocas ocasiones como ésa, por su patetismo, la magnitud de la empresa, el heroísmo, crueldad si se quiere, derrochado para ser el catalizador de nuestra historia contemporánea. Es más, figuras como El Empecinado, y otros más, son las idóneas para llenar la vacante hornacina de héroe nacional que contente a todos, sin barreras ideológicas o territoriales. Pero no se trata de unir, sino de lo contrario. Y, claro, hablar de la Guerra de la Independencia implica usar el sustantivo España y el adjetivo nacional. Ambos vocablos están proscritos en nuestra particular versión de la corrección política con hipoteca permanente de unos cuantos gobiernillos autonómicos.
Ya metidos en harina, se puede objetar que qué tiene que ver todo esto con la enseñanza. Mucho. Es la culminación de todo un proceso de adoctrinamiento que comienza en la escuela. La cuadratura del círculo en clave electoral para lograr, para muchos años, un “1984” bananero, olivarero por lo de la dieta mediterránea. El punto de mira de los ideólogos del PSOE y de las organizaciones llamadas progresistas está en las elecciones autonómicas y municipales de 2011, y en las generales de 2012, si es que llegan. Veamos lo que pasa. Hace pocos años se sacó la Ley de la Memoria Histórica; se inicia un proceso de revisión de los crímenes franquistas dosificado desde el gobierno. Un conocido juez, estrella mediática, hace suya esta bandera y la mezcla con otros asuntos suyos más particulares. No olvidemos que muchos de los que ahora canonizan a Garzón, en 1994 y 1995 lo ponían a caer de un burro. El ambiente se calienta, la pelota ha echado a rodar. Se trata de lograr que todo confluya en el argumento maestro del PSOE para movilizar a su electorado potencial: “¡Que viene la Derecha, ya están aquí los del 36!”. Debemos de ser el único país del mundo donde a la Derecha se la descalifica usando simplemente esa palabra; y lo más tronchante es que muchos de ellos entran en el juego y tratan de mimetizarse con los que les denigran. ¿Se imaginan que los Estados Unidos que entraron en la II Guerra Mundial en 1941 estuvieran enfangados en su Guerra Civil de 1861-65? Se me dirá que eran dos países diferentes, aunque sólo sea por lo que hemos visto en el cine. Pues bien, aquí hay gente empeñada en que el lodo nos llegue al cuello. Quizá habría tenido hasta sentido enjuiciar esos crímenes en 1975, o en 1980. Un presupuesto procesal básico es que haya a quién castigar. Difícilmente se juzgará algo si los implicados llevan ya varios años muertos. Que otros países con dictaduras juzgaron. Algunos. En nuestro ámbito Portugal, Italia y Alemania. En los tres sus dictaduras fueron derrotadas desde dentro o desde fuera. Aquí nadie derrotó al Franquismo. Unos cuantos franquistas reformistas hicieron concesiones a otros reformistas de la oposición. A éstos algunas, a los nacionalistas periféricos, muchas. Y pactaron. Luego, algunos se han inventado una película de resistentes heroicos. Las guerras se ganan o se pierden en su momento, no setenta años después. “Lanzadas a moro muerto” se llamaba a esto en otros siglos.
Respecto a la maldad de los crímenes. La hubo, por los dos lados. Sobre todo toneladas de odio comprimido que estallaron de golpe. Tengo a varios conocidos progresistas que ahora han descubierto que a su abuelo le pasó algo. Suele ser gente a quienes nombres como Jarama, Gandesa o Teruel, como mucho, siempre les han sonado a meros accidentes geográficos. Mi abuelo pasó largos años en la cárcel, fue condenado a muerte y luego se libró por varias carambolas. Su padre, mi bisabuelo, tuvo peor suerte y murió en prisión en 1940, en circunstancias bastante oscuras. Fue enterrado en una fosa cuyo emplazamiento conozco desde hace muchos años. Por ciertas características de mi familia que no vienen al caso he crecido leyendo papeles de ambos expedientes, y de otros. He visto actas de juicio, certificados de defunción, cartas personales, y he oído testimonios de viva voz de los que lo vivieron. Conozco los nombres de acusadores y denunciantes y, en la mayor parte de los casos, lo que se encuentra en sus historias es que ellos habían padecido mucho durante el terror que se desencadenó en la otra zona. Hay unos pocos ejemplos de ensañamiento sin razón. Y también de generosidad de donde menos se esperaba. Los españoles siempre hemos tenido cierta incapacidad congénita para digerir nuestro pasado. Nunca es tarde para remediarlo. Se me permitirá que, de nuevo, vuelva los ojos a nuestros vecinos del Norte. A Francia. Allí la II Guerra Mundial fue una verdadera guerra civil. Entre los muchos méritos que tuvo el General De Gaulle, está que en su etapa de gobierno de 1944-46 lidió con esto de forma admirable, y eso que la sangre aún estaba fresca. Castigó a los colaboracionistas, varios miles de sentencias de muerte, y otras muchas extrajudiciales, dan fe de ello. Pero llegado un momento dijo basta. Como la gente necesita un cauce para llorar a los caídos y ensalzar a los héroes lo que hizo fue crear una mística, en parte inventada, de resistencia contra el invasor en la que toda la nación pudiera reconocerse. ¿Podríamos hacer algo así aquí? No hace falta retroceder al Empecinado. Si tanto nos apasionan las décadas de 1930 y 1940, ahí tenemos el papel de los españoles en la Guerra Mundial. En ambos lados y en multitud de frentes. Curiosamente, esto no es “memoria histórica”. Los primeros soldados aliados que entraron en París el 25 de Agosto de 1944 eran españoles. Al parecer la pequeña unidad más condecorada de toda la guerra fue una compañía de esquiadores de la División Azul. Varios departamentos franceses fueron liberados por guerrilleros españoles. Si se me permite otro inciso personal, en mi juventud estudié en Besançon, ciudad que, por cierto, fue española hasta 1676, creo; esto tampoco es “memoria histórica”. Allí hay una calle que va desde las cercanías de la catedral hasta el punto más alto de la ciudad, la ciudadela construida por Vauban. Esa calle tiene el sugerente nombre “Rue des fusillés de la Résistance”´, porque allí fusilaron a unos pocos los alemanes en retirada en Septiembre del 44. Como siempre me han interesado estos temas hice el propósito de ir a esa calle que tan a trasmano me pillaba. Propósito que sólo cumplí unos pocos días antes de volverme porque entre la vida social y los estudios me quedaba poco tiempo. Cuando llegué al monumento donde estaban escritos los nombres de aquellos caídos pude ver varios netamente hispanos. Aún se me humedecen los ojos cuando recuerdo aquel momento. Más. ¿A alguien le dice algo el nombre de “Bir Hakeim”? Sí, es uno de los puentes que en París cruzan el Sena. Pocos saben que tras ese exótico nombre se oculta una historia de heroísmo español. Los franceses no dan mucha publicidad a esto último, ya sabemos cómo son estos señores. En Mayo-Junio de 1942 el legendario “Afrika Korps”, junto a unas cuantas divisiones italianas, del más legendario aún Mariscal Rommel lanzaron su ofensiva que habría de llevarle hasta las inmediaciones de Alejandría. Los británicos dispuesieron una línea mínimamente fortificada desde el Mediterráneo hasta la profundidad del Desierto Libio donde alemanes e italianos debían ser contenidos durante dos días para que a los hombres les diera tiempo prepararse, y ya de paso, hacerse fuertes en la zona de El Alamein. El extremo de la línea por el Sur, ya en pleno Sahara, era Bir Hakeim, defendido por una semibrigada de la Legión Extranjera Francesa, unidad tipo regimiento. Unos 2.500 hombres, de los que 950 eran españoles. Aquella gente haciendo honor a la tradición legionaria no resistieron dos días, lo hicieron dos semanas. Casi sin comida y sin agua. Estaban mandados por el célebre Koenig, entonces Coronel. Éste, y algún otro, en sus escritos reconocen que cuando algún reducto parecía perdido, las línea propias hundidas, surgía un español no se sabía de dónde y comenzaba a destruir carros alemanes con botellas de gasolina y granadas. Cuando ya no les quedaban ni unas y otras, no se rindieron; una noche cargaron de frente y aun rompieron las líneas de Rommel. Muchos murieron en aquel asalto y otros muchos más en la penosa travesía del desierto. Sin embargo, unos pocos lograron llegar a las líneas británicas. Los que les vieron les describieron como cadáveres andantes. Casi lo mejor de todo es que a aquellos legionarios españoles, en 1939 los habían acogido en Francia peor que a ganado. A pesar de todo, cumplieron con su deber.
En vez de tantas fosas y cunetas, se podría hablar de esto. Por ejemplo.
Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Octubre 2010.
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