Desde hace unos años nuestra economía está sufriendo las consecuencias de una gestión y organización económica prácticamente insostenibles. Hace aproximadamente un año, a mi tío le despidieron del trabajo, al igual que a los demás trabajadores de su empresa. Su jefe se excusó diciendo que no tenía dinero para seguirles pagando, y hasta este momento no les ha dado lo que es suyo, la indemnización correspondiente a un despido y tantos años de trabajo y esfuerzo.
Sin embargo, su jefe sigue disfrutando con todo lujo de las casas, apartamentos, pisos… que tiene repartidos por España. Resulta que no tenía dinero para pagar a sus empleados, pero sí lo tiene para irse todos los fines de semana a la playa o para que sus hijos, que no dan ni un palo al agua, puedan irse al extranjero -gracias a instituciones privadas- a estudiar idiomas.
Mientras tanto, mi tío sigue sin trabajo ni indemnización, y las esperanzas de encontrarlo a sus 55 años se ven demasiado oscuras, si a su edad le sumamos la frase: “Lo sentimos, pero tal y como están las cosas, no podemos pagar a nadie más.”
Para colmo, mi tío era albañil. El crecimiento de nuestra economía provenía de la construcción en su mayor parte, pues el precio de los pisos siempre era alto, y la gente podía permitirse pagarlos poco a poco, sin embargo, con la llegada de la crisis se han visto muy incapaces de hacerlo, lo que hizo que la venta de esos pisos se desplomara. Al tener poco que vender, miles de obreros dedicados a la construcción se ven ahora en paro, lo que agrava más la crisis.
Según un informe de la OCDE, España es el país con mayor tasa de desempleo dentro del organismo, con un 19.7% de la población activa en paro (en abril), respecto a Corea que presenta la tasa más baja (3.7%).
Al cierre de 2009, el número total de parados en el mundo de la construcción era de 781.724, por lo que se teme que la cifra alcance el millón en este sector.
En la administración del Estado se han suprimido 17.000 empleos en dos años, y se ha abierto una vía para que se eliminen 50.000 en los servicios y administraciones públicas. Se están reduciendo las ofertas de empleo y un 24% de los trabajadores se han convertido en temporales.
Cuando en una economía se reducen los salarios, se retira el crédito a las familias y empresas, y lo que es peor, se despide a la gente de su puesto de trabajo, su gasto y consumo también disminuyen y como consecuencia se frena el crecimiento económico.
Para algunos la crisis empieza en 2008, cuando los inversores del cuarto banco de inversión de EEUU perdieron la confianza en él, después de que este invirtiera en títulos vinculados con hipotecas sub-prime. Su bancarrota hizo que el gobierno estadounidense tuviera que inyectar millones y millones a los bancos del país, para reactivar el sistema financiero. Pero su crisis acabó afectando al mundo entero, porque la mayor parte de los bancos mundiales y los fondos de pensiones tenían negocios con Lehman o con empresas que negociaron profundamente con la entidad.
Y cuando digo que afectó al mundo entero incluyo a Europa y por su puesto a España. Los bancos privados, tras la caída de Lehman, dejaron de recibir dinero. Los bancos centrales públicos, pusieron dinero en el mercado a un tipo de interés para los bancos privados. Éstos, tras Lehman empezaron a prestarse entre ellos para tapar el vacío dejado por las hipotecas sub-prime en EEUU y algunos entraron en bancarrota.
Toda esta situación tuvo lugar cuando, después de la explosión de la burbuja de Internet, la Reserva Federal de EEUU bajara el precio del dinero de un 6.5 al 1%. El mercado inmobiliario comenzó a tomar consistencia, en poco tiempo el precio de las viviendas en EEUU se duplicó, mientras que los tipos de interés durante años habían sido muy bajos. Esto hizo que los bancos consideraran la situación y tomaran decisiones arriesgadas.
Como los bancos apenas estaban controlados y las decisiones las tomaban sin ningún tipo de control, su principal fuente de beneficio y la de los poderes financieros acabó siendo la especulación. Las entidades financieras prestaban créditos a personas que no tenían ingresos ni empleo fijo ni propiedades (a los que Leopoldo Abadía llama “Ninjas”). Además, estos préstamos solían ser más altos de lo que les costaría una casa, para que así puedan comprarse otra cosa, y por el momento los intereses eran muy bajos. De esta forma, los bancos decidieron que les salía más rentable vender mucho que vender poco, hasta que llegó un momento en que se quedaron sin nada que vender, y le pidieron prestado a otros bancos. Cuando los otros bancos le pidieron al banco inicial que les devolviera lo que era suyo, éste empezó a cobrar a los Ninja más intereses, pero llegó un momento en que los “Ninjas” no podían permitirse seguir pagando por más de lo que valía su casa y dejaron de pagar al banco. El mercado inmobiliario cayó, y los bancos que prestaron a los “Ninjas” pidieron ayuda a otros bancos extranjeros.
Tampoco vamos a echar toda la culpa a los bancos, que la tuvieron, pero también los gobiernos correspondientes de cada país, en este caso de EEUU, así como las decisiones de la Reserva Federal que hicieron que los créditos fueran muy baratos y circulara mucho dinero, tanto, que los bancos llegado un momento no sabían qué hacer con él y prestaron a diestro y siniestro.
Antes decía que tras la caída de Lehman, los bancos dejaron de recibir dinero, en el caso de España, el Gobierno inyectó al sistema más cantidad de la que se podía permitir. Por eso el Gobierno ahora tiene que reducir y eliminar algunas de las prestaciones que estaban vigentes o con las que se había comprometido. Esto supone un gran peligro, porque puede acabar con los servicios básicos públicos y hacer que todo se privatice (sanidad, educación…).
Justamente hace una semana se protagonizó una huelga general de funcionarios en España, que se manifestaban por la política de reducción del gasto público aprobada por el Gobierno, y ya se ha previsto una huelga general para el 29 de septiembre. A lo mejor, deberíamos pensar además de en el recorte de prestaciones sociales, en todos los gastos prescindibles que se han hecho y que ahora se pretenden recortar. Se gasta mucho dinero remodelando edificios, haciendo propuestas para las olimpiadas, pagando salarios a políticos y altos cargos, que en muchos casos no desempeñan correctamente sus funciones, y que se reducen un porcentaje del sueldo –prácticamente invisible- para dar ejemplo a los ciudadanos. Pagaremos durante años las obras de la M-30, las tuneladoras con las que se pretendían llevar a cabo los proyectos en Madrid… En la cuestión del recorte de gastos, se debe hacer primeramente entre los que más tienen, medida que impulsó el gobierno, sin embargo no convence que también se aplique de forma generalizada a las clases medias-bajas. Así, son los propios políticos, ministros, banqueros, deportistas de élite, cantantes y diversa gente del mundo de la farándula, los que deberían recortar sus gastos, antes de que lo haga alguien que no tiene para llegar a fin de mes. La medida de “impuestos para los que más tienen” la tomó el presidente Jose Luis Rodríguez Zapatero, después de la lluvia de críticas que había recibido por parte de familias de ingreso reducido que estaban siendo el blanco de los recortes.
Pero no, lo que se hace es reducir prestaciones por desempleo, eliminar todo tipo de ayudas y becas y reducir las pensiones públicas. Somos los ciudadanos, como mi tío el albañil, los que pagamos las consecuencias de una mala decisión. Es mi tío el que tiene que seguir pagando impuestos (que ahora han subido, como en el gasoil), cuando sigue en paro y después de pagar su casa, coche y demás gastos, le quedan 15 días para acabar el mes y solo tiene 100 euros en su cuenta del banco.
Un día me pregunté si realmente existía la crisis y llegué a la conclusión de que la crisis la sufren los de siempre, los pobres trabajadores que luchan por vivir de la mejor forma posible como mi tío, intentando llegar a fin de mes, y alargando la comida que tienen hasta que vuelven a cobrar. Mientras tanto, hay otros que tienen mil casas, que llevan el perro a la peluquería, se compran bolsos de 2.000 euros o que miran con desprecio los mercadillos de los pueblos. Los segundos no se consumen en nervios y angustias por no poder dar de comer a sus hijos, más bien les dan un fajo de billetes cada noche para que salgan de juerga, pero como dicen, “señores, es un horror estar en crisis, porque este mes no podré comprarme el vestido de moda”, un vestido que el mes que viene guardará en un rincón de su mansión, donde no puedes jugar al escondite porque te pierdes.
Considero que lo que se debería haber hecho antes de que llegar a este punto, era sentarse a recapacitar sobre una buena política económica, no tomar decisiones sin tener en cuenta las consecuencias, ya que como decía mi profesora de economía en la universidad: “Si sólo se hubieran sentado un momento a mirar unas cuantas gráficas…”, también se debería confiar un poco más en los ciudadanos. De hecho, diversos estudios realizados en EEUU y países europeos, demuestran que los ciudadanos pueden tomar decisiones acertadas en las circunstancias adecuadas. En estos países se realizaron experimentos que consistían en reunir a votantes para que hicieran preguntas a expertos y debatieran posteriormente entre ellos y se demostró que los ciudadanos podían deliberar sobre temas complejos y llegar a solucionar negociaciones complicadas.
Lucía El Asri Soto. Madrid.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Junio 2010.