Garzón y el sueño de la razón – por Teresa Galeote

El juez del Tribunal Supremo, Luciano Varela, intenta retirar a Garzón de la carrera judicial. Un sindicato ultraderechista pone la denuncia y un juez la estima. Esta situación proyecta sobre España un bárbaro esperpento que deja al descubierto la parte más negra de nuestro país; aquella que nutrió y apoyó al régimen Franquista.

Es cierto que hubo una Amnistía en el año 1977, pero los crímenes de Lesa Humanidad no prescriben y están por encima de una Amnistía, pensada más como Ley de Punto y Final del Franquismo que para sacar de la cárcel a presos y presas que, durante años, el régimen mantuvo en prisión. El juez Garzón es el vehículo de los familiares de las víctimas, y éstas sólo pretenden recuperar los restos de sus seres queridos para enterrarlos dignamente. España sufrió una tragedia colectiva que no puede ocultarse y en la que más de 130.000 personas desaparecieron.

La Corte Penal Internacional dictamina que la persecución colectiva por motivos políticos son crímenes de Lesa Humanidad. El Franquismo cometió crímenes de forma generalizada contra la población civil por motivos políticos; intentó arrancar de cuajo todo lo que recordase el gobierno de la República, elegido democráticamente, exterminó, deportó, torturó y privó de libertad a cuantos se saliesen de los cánones establecidos por el Movimiento Nacional. Actos que pretendían aterrorizar; había en ellos un alto grado de sadismo que no sólo se infligía al asesinado, sino a familiares y sociedad en general. El Fascismo español quiso arrancar cualquier signo diferenciador, está demostrado en cuantos discursos y declaraciones se hicieron y en los libros de textos de las escuelas.

Miles de familiares de represaliados por el Franquismo llevan años buscando los restos de sus seres queridos que, con total desprecio, fueron tirados en cunetas, sobre campo abierto, en barrancos o enterrados en fosas comunes. Con muchas dificultades, han sido exhumados algunos restos, pero bajo tierra hay miles de ellos que esperan ser rescatados.

“El sueño de la razón produce monstruos”; y como fiel reflejo de los grabados goyescos el Fascismo español diseñó un régimen en el que reinó la barbarie y la ausencia de justicia. Algunos pretenden que quede en el olvido, pero no es posible. La memoria es vida, recordar nos humaniza y no se puede privar a las personas que olviden a sus seres queridos, ni la tragedia vivida. Muchos de los que ejecutaron dicha represión y los que la dirigieron ya están muertos, pero queda el oprobio cometido con lo vencidos y eso debe repararse. El régimen pretendía el exterminio. Además de matar tenían que reeducar al resto de la población; el miedo fue el agente más persuasivo.

Ahora queda más claro todavía que La Amnistía de 1977 pretendía proteger a las autoridades, a los funcionarios y agentes de orden público de los asesinatos cometidos. Pero dicha Amnistía entra en contradicción con el Derecho Internacional, y en dicha controversia prevalece éste último. Con la muerte del dictador, casi todos los grupos políticos hablaron de la necesidad de superar definitivamente la división de los ciudadanos españoles. El Partido Comunista adoptó una frase repetida hasta la saciedad, “La reconciliación nacional”. Puede que la frase fuese lanzada con la mejor de las intenciones, pero en ella no existía un apartado que obligase el olvido de las víctimas, ni la obligada y necesaria reparación.

“Se abren heridas”, dicen aquellos que no quieren que la dimensión de la tragedia se conozca. Quienes piden silencio y olvido piden lo imposible. La verdad no puede permanecer oculta; las heridas sólo pueden curarse cuando son tratadas debidamente, nunca cuando son cerradas en falso. Es el único derecho que queda a una sociedad sufriente que permaneció, durante muchos años, con un silencio impuesto.

Garzón investigó a ETA, investigó el Gal, se metió con el tráfico de drogas, puso en la picota a dictadores de otros países y comenzó la investigación del caso Gürtel. Ahora pretende sacar a la luz la zona oscura de nuestro pasado más inmediato; algo que a los herederos del franquismo no pueden soportar. El juez Baltasar Garzón intenta desatar el nudo gordiano que otros pretendieron dejar muy bien atado con la Amnistía de 1977; Amnistía, por otro lado, preconstitucional. No debieron darse cuenta de que la memoria es tozuda, y de que los familiares de los asesinados no se iban a dar por vencidos.

“Cuando no hay justicia, es peligroso tener razón”, dijo Quevedo hace siglos. Esperemos que la cordura se imponga; que la justicia y el reconocimiento del oprobio cometido con las víctimas se eleve sobre otras consideraciones. El juez Garzón debe continuar con el trabajo encomendado por los familiares de los desaparecidos. Otros países lo han hecho y el nuestro también debe hacerlo para superar esos terribles años. De no ser así, se estaría dando impunidad a una etapa de nuestra historia en la que se violaron fragantemente los Derechos Humanos.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Abril 2010.