El 10 de Diciembre de este año se conmemoró el 61 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una declaración formulada para cambiar la espantosa situación de muchos países que habían vivido la Segunda Guerra Mundial, y que hizo surgir cierta esperanza para conseguir un mundo más justo.
Desde entonces se ha luchado oficialmente porque en todos los lugares se reconozcan tales derechos que garanticen la dignidad de las personas, así como su integridad física y psicológica. Pero a pesar de su carácter universal, actualmente aún hay lugares, no tan lejanos como a veces imaginamos, en los que estos derechos no son reconocidos, donde la gente vive situaciones precarias de vida y donde sufren tratos inhumanos.
Lo cierto es que no hace falta irse muy lejos para encontrar esta situación puesto que en España, a pesar de ser este calificado como un país que defiende los derechos de sus ciudadanos por encima de todo, encontramos casos de personas que no tienen nada que comer en el día, gente que no tiene un lugar digno donde vivir, que se ve obligada a pedir en la calle, por circunstancias ajenas a su voluntad…mientras que la Declaración Universal de los Derechos Humanos dicta:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.” (Artículo 25, apartado 1º).
Según cifras aportadas por ,Caritas, la Federación de Asociaciones de Centros para Integración y Ayuda a Marginados (Faciam) y la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con Personas sin Hogar (Feantsa), a la Cadena Ser, 30.000 personas que no tienen un lugar donde vivir, calificados como “los sin techo” viven actualmente en España y las cifras tenderán a subir. A estas cifras habría que añadir los ciudadanos que viven en infraviviendas.
Pese a estos detalles, normalmente cuando hablamos de violaciones o falta de Derechos Humanos nos centramos sobre todo en aquellos países donde hay guerras, un alto grado de conflictividad o situaciones extremistas que hacen la vida de sus ciudadanos prácticamente inaguantable. Esas situaciones deben eliminarse por encima de todo, pero también debemos prestar atención a lo que ocurre a nuestro alrededor. Quizás el motivo de que a esas realidades no se les presten demasiada atención se deba a la suposición de que al encontrarnos en un país democrático y social las injusticias no ocurren. Se suele tener la sensación de que todo queda demasiado lejos y de que no podemos actuar desde aquí. Pero solo hace falta acercarse un día a Pitis o a las Barranquillas, poblados chabolistas de la ciudad de Madrid, para ver las condiciones de vida que sufren algunas personas, lo que supone un gran contraste con la vida en la Capital.
La mala situación de estas personas no tiene solo que ver con el problema de la vivienda, sino también con que la mayoría son habituales consumidores de droga que necesitan la ayuda de instituciones para salir de ella.
Sin embargo, los altos organismos parecen haber abandonado a su suerte a estos individuos pues da la sensación de que solo les interesa desalojarlos de sus “viviendas” para construir nuevos recintos y urbanizaciones; ¿Dónde quedan aquí los Derechos Humanos?
Se supone que en un país como el nuestro, por ley, se debería hacer algo para ayudar a esta gente, pero simplemente se ignora su situación porque “en la mayoría de las ocasiones” esto ocurre en sitios reducidos y aislados. En todo caso, mucha gente considera que esta no es una excusa, porque con que exista una única persona en esas condiciones se debe actuar inmediatamente. No solo son violaciones a tales derechos el someter a torturas a alguien o condenarle a muerte, sino también restringir su derecho a vivir bien, pero sobre todo a vivir.
Pero también es cierto que aunque debamos tener en cuenta la situación de nuestro entorno, no podemos olvidar a tantas personas que sufren día a día la pesadilla de una “vida sin ley.” En la actualidad están muy renombrados los casos de pena de muerte por lapidación en algunos países islámicos extremistas, pero tampoco se puede olvidar aquellos casos de pena de muerte por decapitación en Arabia Saudí o de condena a la inyección letal en EE.UU, como no hay que olvidar los casos de tortura realizados en numerosos países.
Y parece irreal que en el siglo en que vivimos aún haya personas oprimidas y perseguidas por defender los derechos humanos, como el caso del abogado colombiano Jorge Molano; o que haya personas encarceladas por hacer uso de su libertad de expresión, como el caso de siete defensores de los derechos humanos y un periodista (Ahmed Alnasiri, Brahim Dahane, Yahdih Ettarouzi, Saleh Labihi, Dakja Lashgar, Rachid Sghir, Ali Salem Tamek y Idriss Chahtane), aprisionados por las autoridades marroquíes por cuestionar la integridad territorial de Marruecos, considerando tal cuestionamiento como un asunto de seguridad nacional.
A pesar de esto hay que dar gracias a numerosos trabajadores sociales y voluntarios que están intentando cambiar la situación. Sin embargo todos ellos aún son insuficientes.
Evo Morales, el actual presidente de Bolivia, aludió a la igualdad en una conferencia ofrecida en la Universidad Complutense de Madrid el 14 de septiembre del 2009. Deberíamos plantearnos su pensamiento e intentar crear un mundo donde todos conviviéramos en paz y armonía. Podríamos considerar que la Tierra fuese plana como era imaginada físicamente en la antigüedad clásica, a pesar de que esto sea una utopía. Sin embargo, a nuestro pesar, quien tiene el poder verdaderamente es el que crea el mundo y las relaciones que surgen en él.
Lucía El Asri Soto. Madrid.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Diciembre 2009