Entorno al Mercat del Born – por Francesc Sánchez

El mercado central de frutas y verduras de Barcelona –el Mercat del Born– fue construido en los años 1874 y 1875 por el maestro de obras Joseph Fontserè y el ingeniero Joseph M. Cornet y Mas. Este mercado se cerró en el mes de agosto del año 1971 en ser substituido por el actual Mercabarna. Desde entonces ha habido cierta presión social para conservar el edificio. El intento de destrucción del edificio por parte del ayuntamiento trajo consigo un arma del antifranquismo: el año después de la muerta del dictador tomo cuerpo una campaña cívica, emprendida por asociaciones vecinales y profesionales para evitar la desaparición. Su convencimiento era crear en el Born un ateneo popular, pero este objetivo no se alcanzó. En el año 1981 el edificio fue objeto de obras de mantenimiento para acoger una serie de actividades diversas de carácter temporal. Durante este tiempo hubo planteamientos infructuosos para buscar un destino permanente para el Born, hasta que a finales de los noventa se acordó instalar en el edificio la Biblioteca Provincial de Barcelona. Los problemas empezaron cuando excavando en el subsuelo aparecieron restos arqueológicos.

En su interior, en el subsuelo, encontraron restos medievales y modernos del barrio de la Ribera, destruido en 1714 por sus propios habitantes por orden de los vencedores de la guerra de Sucesión. Tras la destrucción del barrio de la Ribera se construyó una ciudadela militar y un barrio nuevo para los habitantes del lugar, el barrio de la Barceloneta. El estado de conservación de los edificios hallados en el Born es excepcional. Se pueden identificar los usos de la mayor parte de los espacios: dos calles, el rec costal, el “pont de la carnicería” y la plaça del mercat. También hay una herrería, con las cuadras para los caballos de los comerciantes en la parte posterior, y casas de pescadores. Con estos descubrimientos el proyecto de la biblioteca quedó en el aire y la fuerza de la arqueología se impuso. Pero hay algo más, una lucha entre quienes querían ocultar el pasado, los restos arqueológicos medievales y modernos del barrio de la Ribera, y quienes querían rescatarlos a toda costa por representar simbólicamente un período de la historia de la ciudad, en el que Cataluña perdió sus derechos y libertades frente a las tropas de Felipe V.

Hay muchos ejemplos en donde la política y la arqueología van de la mano. Uno de ilustrativo, en donde la imposición de un pasado en particular en función de unos claros objetivos políticos, seria las operaciones arqueológicas y urbanísticas realizadas en Grecia desde que este país en el año 1822 arrancó su independencia al imperio otomano. Se llevaron a cabo recreaciones de ambientes clásicos o neoclásicos en perjuicio de las obras turcas y bizantinas. En 1834, convirtiéndose Atenas en capital del nuevo estado griego, pasó a convertirse también en la capital del pasado: se formó un cinturón de ruinas arqueológicas alrededor de la Acrópolis en donde no se podía construir nada y en donde las viejas edificaciones tenían que desaparecer. En la Acrópolis se desmantelaron las fortificaciones otomanas y se acondicionó el lugar para ser visitado. Se hicieron actuaciones en la antigua ágora, haciendo desparecer el moderno barrio mercantil, y convirtiendo el espacio en un campo arqueológico en donde la Escuela Americana de Estudios Clásicos, entre los años 1953 y 1956, alzó de nuevo el pórtico de Atalo II. Llegaron incluso a trasladar a otro lugar la población de Kastri levantada sobre Delfos para excavar el antiguo santuario.

Otro ejemplo de instrumentalización política de la arqueología fue el de las actuaciones realizadas en Roma durante el gobierno napoleónico. En 1811 se quiso erigir la ciudad liberada del dominio papal en la segunda capital del imperio. Entre 1809 y 1814 se hicieron demoliciones y excavaciones para liberar diversos templos paganos y se proyectó la obertura de plazas para monumentalizar la columna Trajana, el arco de Tito o el Panteón; se construyeron los grandes jardines del Capitolio al Palatino y hasta el Foro. En esta ocasión se trataba de convertir la vieja urbe en una ciudad nueva, en donde los vestigios de la antigüedad clásica fueran los monumentos laicos que se imponían sobre la ciudad teocratita, expresión del antiguo régimen que se debía batir.

La estructura del Born parece ser que se quiere conservar como símbolo emblemático de lo que fue el mercado y lo que fue este tipo de estructuras de hierro cercanas al Modernismo. En cuanto a los restos arqueológicos la ley es clara al respecto: cuando se encuentran restos arqueológicos toda obra se ha de paralizar. El que hacer con esos restos de lo que fue el barrio de la Ribera hasta el final de la guerra de Sucesión es motivo de debate. Hay quien piensa que deberían conservarse para ofrecer a los ciudadanos y turistas una muestra de lo que fue ese barrio medieval y moderno, quizá recrear algo similar al Jorvik Viking Center de York, y hay quién piensa –aunque calle- que lo mejor que se podría hacer es hacerlos desaparecer. En cualquier caso la polémica sobre que hacer con los restos arqueológicos de la ciudad romana, medieval y moderna, que se hayan bajo el subsuelo, seguirá vigente.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Diciembre 2009.