La princesa de Éboli – por Mari Luz Rodríguez

La princesa de Éboli es un personaje histórico fascinante por muchos motivos. Casi todo el mundo cuando se hace referencia a esta figura la imagina en uno de sus retratos más conocidos, un cuadro anónimo del s. XVII y donde aparece una dama elegante con un parche en el ojo, de ahí que por lo novedoso de la apariencia haya quedado dicha representación grabada en el imaginario popular. No está claro si era tuerta o bizca o el tipo de defecto ocular que tenía, es decir si es que le faltaba el ojo o si lo tenía, pero muerto, en blanco o torcido, pero lo mantuvo tapado durante su madurez y en torno a este rasgo de su indumentaria han circulado toda una serie de historias y leyendas: si lo perdió haciendo esgrima, si fue cayendo de un caballo… y aunque no hay nada cierto, la teoría más defendida es que conservaba el ojo pero en mal estado y que por coquetería prefirió ocultarlo.

La princesa de Éboli se llamaba realmente Ana de Mendoza y de La Cerda y nació en Guadalajara a mediados del siglo XVI, más concretamente en 1540 y murió en Pastrana en 1592 y era hija única de Diego de Mendoza, Príncipe de Mélito. Ana nació en el seno de una familia adinerada y de buena posición por lo que lo lógico es que se casase, como así fue, con una persona de alto linaje o influyente; así fue el propio rey Felipe II quien aconsejó a sus padres su boda con Rui Gómez da Silva noble portugués mucho mayor que ella y en 1559, Felipe II le nombró Príncipe de Éboli. El matrimonio tuvo seis hijos vivos en los trece años que duró su matrimonio. Establecidos en la corte madrileña desde 1559 acompañando al rey, Ana llegó a intimar mucho con la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, siendo compañeras de diversiones y aficiones comunes hasta la muerte de la reina en 1568. Durante el periodo de su matrimonio la vida de Ana fue estable y bastante feliz y no se le conocen problemas. Su marido Rui Gómez la trato tanto como un padre (por la diferencia de edad) como marido, dando estabilidad a su vida hasta su muerte acaecida en 1573. A partir de entonces, su enérgico carácter unido a la falta de la única persona que le había dado estabilidad en la vida hicieron que Ana tuviera una existencia problemática y su vida se desestabilizara drásticamente.

Muerto su marido en 1573, en un ataque de dolor la desconsolada princesa se trasladó desde Madrid hasta Pastrana y se instaló en el convento que, con su patrocinio, había fundado Santa Teresa en Pastrana; pronto abandona esta precipitada devoción y muestra su deseo de volver a Madrid, oponiéndose al consejo del propio rey que le convino a que permaneciera en Pastrana; con todo volvió a la Corte madrileña, quizá para preservar sus intereses económicos o quizá por estar cerca del centro del poder. Así entre 1576-1579, tuvo lugar la parte más importante y convulsa de su vida.

La España del siglo XVI estaba inmersa en plena vorágine política, la corte del rey Felipe II era un hervidero de intrigas dignas de cualquier film actual de espionaje y en medio de todo este mundo se sitúa nuestra Princesa de Éboli; pronto Ana estableció fuertes lazos de amistad con Antonio Pérez que era un antiguo protegido de su difunto esposo y que le había sucedido como secretario real de confianza de Felipe II. Esta relación entre ambos hizo correr ríos de tinta y aunque nunca hubo pruebas contundentes, algunos testimonios indican que llegó a haber una relación sentimental entre ambos. Con todo no se sabe con certeza si la relación entre Ana y Antonio desde finales de 1576 a 1579 fue simplemente una cuestión de amor, de política o de búsqueda de un apoyo que a Ana le faltaba desde que muriera su marido, pero lo que es seguro es que esta relación estuvo oculta al rey y que la ambición fue una nota común entre ambos.

La situación en 1577 en España era la de un monarca Felipe II que desconfiaba de su hermanastro Juan de Austria y que le envía a Flandes, lugar muy conflictivo y lejos de España; Antonio Pérez, como secretario de confianza de Felipe II, conocía tanto los problemas debidos a la rebelión de Flandes como la desconfianza del rey hacia su hermanastro don Juan de Austria por su popularidad tras sus éxitos militares allí y manejaba la relación entre Felipe II y Juan de Austria como quería. Para acompañar y (de paso) espiar a don Juan, Pérez sugirió mandar allí a Juan de Escobedo, amigo suyo de juventud, pero Escobedo se pasó en cuerpo y alma al servicio de don Juan tras conocerle. Pérez prometió a don Juan mediar entre él y el rey, pero en realidad hizo un doble juego entre ambos. Se piensa que pudo vender secretos de estado a los rebeldes protestantes, y se sabe que alteraba las cartas que se enviaban mutuamente el rey y don Juan, pues todas pasaban a través de él; además la rebelión de Flandes no había sido sofocada y la situación había empeorado por los motines y saqueos de las tropas sin paga, por lo que debido a este desolador panorama, Don Juan mandó a su hombre de confianza Juan de Escobedo a Madrid en julio de 1577 para solicitar ayuda a su hermano el rey. Éste era amigo de nuestra protagonista y de Antonio Pérez, y se valió de ellos para acceder al rey pero parece ser que Juan de Escobedo descubrió según algunas teorías las relaciones amorosas existentes entre ambos, según otras los manejos políticos entre Antonio Pérez y Ana de Mendoza, con la consiguiente posible denuncia de Escobedo a Felipe II; así por estos motivos, Antonio y Ana también según muchos autores, decidieron eliminar a Escobedo; Pérez logró convencer a Felipe II de que gran parte de la forma de actuar de don Juan era debida a la «perniciosa» influencia de Escobedo y de la necesidad de su asesinato por razones de Estado. La «complicidad» de Escobedo con don Juan y la posibilidad de que éste intentara casarse con María Estuardo e invadir Inglaterra, unidos a la rotunda victoria militar de don Juan en Gembloux el 31 de enero de 1578, decidieron al rey. Unos asesinos contratados para tal fin le mataron el 31 de marzo de 1578, cerca de la casa de la princesa de Éboli. La familia de Escobedo pidió justicia y exigió una investigación formal sobre estos sucesos.

Gracias a este proceso criminal, Felipe II fue conociendo poco a poco los manejos políticos de Antonio Pérez y a través de la lectura de las cartas personales del príncipe Don Juan que le fueron remitidas le revelaron la lealtad de su hermano y que D. Juan nunca había sido traidor, sino leal y con ello las pruebas de que Pérez había alterado dichas cartas. El rey hizo arrestar a Pérez y Ana el 29 de julio de 1579 aunque Antonio no sería acusado hasta 1589 (diez años después) del asesinato de Escobedo. Ana fue desterrada de por vida por Felipe II, primero a la torre de Pinto en penosas condiciones de encarcelamiento, luego a Santorcaz y finalmente a su propio palacio de Pastrana en 1581. Desde Pastrana, Ana escribe repetidos escritos a Felipe II pidiéndole indulgencia y que vele por sus hijos, pero el monarca no varió su actitud inmisericorde con respecto a ella; de hecho en 1582 Felipe II despoja a Ana de la custodia de sus hijos y de la administración de sus bienes. En Pastrana permanecerá estrechamente vigilada hasta su muerte acaecida el 2 de febrero de 1592. Sus restos descansan junto a los de su marido Rui Gómez en la cripta de la antigua Colegiata de Pastrana.

La pregunta que sigue sin tener una clara respuesta es por qué encarceló Felipe II a Ana de Mendoza; la actitud del rey Felipe II hacia Ana de Mendoza no está clara pues el rey mandó quemar sus escritos a su muerte. Se barajan varias tesis o hipótesis al respecto de la actitud tan cruel del monarca hacia la Princesa de Éboli:
– Algunas historias que circulan la hicieron amante de Felipe II: Ana de Mendoza conocía al monarca desde su juventud y tuvieron relaciones, fruto de ellas sería su segundo hijo Diego que según contaban guardaba un gran parecido con el rey.
– Otra tesis apunta a que el rey al final de sus días era estricto en temas de moral y castigaba severamente a quien los transgredía y por este motivo encerró de por vida a Ana, por ser la amante de Antonio Pérez y porque éste le podía haber contado en la alcoba hechos que el rey querría mantener secretos.
– Otra tesis más plausible y una de las más apoyada por historiadores es que entre ella y Antonio Pérez tenían montada una «trama paralela» al poder real y eso enfureció al rey Felipe, quien no quería que se supiera las interioridades y decisiones de su política.
– La más antigua es una intriga con respecto a la sucesión al trono portugués. Felipe II intentó heredar la corona portuguesa y parece probable una intriga de Ana y Antonio acerca de la sucesión al trono vacante de Portugal, intentando casar a una hija de Ana con el primogénito del duque de Braganza, familia con posibilidades de heredar la corona contra los intereses de Felipe II.
– Por último la tesis más defendida es que Ana sabía las razones que el rey había tenido para matar a Escobedo, secretario de Juan de Austria, y las interioridades de la relación del rey con don Juan.

Probablemente Ana de Mendoza fue víctima tanto del rey como de los tejemanejes políticos que tejió con Antonio; a esto hay que añadir además que era una mujer en un mundo de hombres, que tuvo que defender sola sus derechos. Entra asimismo en lo posible que Antonio Pérez exagerara en sus relaciones antifelipistas el papel de Ana, o le «intentara cargar parte del muerto».

La figura de nuestra princesa de Éboli, como casi todas las mujeres que han destacado a lo largo de la historia, se ha ido demonizando con el paso del tiempo por ser una mujer ambiciosa y con un importante peso político y eso en un mundo donde la historia está narrada en clave masculina no se perdona fácilmente.

Hace tan sólo unos meses se ha estrenado la película de Antonio del Real «La conjura de El Escorial» en donde se recrea la vida en la corte de Felipe II y las andanzas de nuestra protagonista Ana de Mendoza y de Antonio Pérez. La película refleja con bastante acierto el hervidero político que suponía la corte en esos convulsos años en donde la Monarquía Hispánica estaba inmersa en plena enemistad con la corona de Aragón y en Flandes el hermanastro de Felipe II, -Juan de Austria-, intentaba hacer valer el poder español ante el poder flamenco con escasos resultados. La película refleja bien todo ese entramado de intrigas, confabulaciones y bulos en torno a la figura del hermano del rey y los intentos por entrar en guerra con el país vecino protestante, pero pierde fuelle cuando retrata a nuestra figura central Ana de Mendoza; da por sentado que entre la Princesa de Éboli y Antonio Pérez existió una relación amorosa, cuando nunca se ha probado que esto fuese así. La película cuenta con un amplio plantel de actores empezando por Juanjo Puircorbé que encarna al monarca Felipe II; el personaje de la Princesa lo encarna la actriz británica Julia Ormond, el de Antonio Pérez está interpretado por Jason Isaacs; en el reparto destacan también Jordi Mollá haciendo de Mateo Vázquez (secretario real), Fabio Testi que interpreta al Duque de Alba, Joaquín de Almeida como Juan de Escobedo, Rosana Pastor que encarna a la sufrida mujer de Antonio Pérez Juana de Coello y un largo etcétera.

Mari Luz Rodríguez García. Avilés, Asturias.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Noviembre 2008.