Hoy tenemos el recuerdo de otros, el recuerdo de aquellos que nunca soñaron que ciertas cosas pudiesen ocurrir. Porque las ilusiones de los seres humanos, las ilusiones, aun no siendo nada corpóreo ni palpable, tienen un límite. Y ninguna de las víctimas pudo jamás soñar que ese límite sería superado.
¡Tanto que nos cuentan y tan poco que sabemos! Un hombre vive con los suyos, tiene mujer, tiene hijos, quiere a los pequeños, ama y hasta cree en un dios, aunque sea muy diferente ese dios a los dioses que sueñan otros. Pero es Dios. Ese hombre nace, vive, sueña, ama y muere. Pero no muere como y donde debía morir, no. Ese hombre tendrá sufrimientos que superarán toda pesadilla pero de ellos ni de las de millones de otros como él no nos hablarán las viejas historias de los abuelos, ni los escritores de las sucesivas nuevas olas de la historia literaria de la humanidad. Y cuando alguno lo haga, por excepción, no servirá de nada.
Porque otros hombres de distinto color un día llegaron a su aldea, a su casa, a la tierra que le vió nacer y lo capturaron junto a otros muchos, como a animales y los amarraron y los metieron en la sentina de un barco. Sin que importase que murieran algunos porque los supervivientes serían bastantes para garantizar la ganancia de los capitanes de los barcos que los capturaban y los llevaban.
Todo eso no era más que la aplicación del mismo principio que hoy defienden otros en el mundo: el “libre comercio”, que es la base de la sociedad humana tal como la conciben los gobernantes de las grandes naciones que se hicieron grandes aplicándolo e incluyendo entre las mercancías a otros seres humanos que no tuvieron la oportunidad de ascender hasta ese altísimo grado de civilización.
Hay que ser consecuentes: si se acepta el libre comercio como base de toda la estructura de la sociedad, ¿por qué habría que hacer excepciones? Hoy hay hombres de empresa que siguen practicando el libre comercio así, pero sólo con asiáticos esclavizados que trabajan toda la vida explotados “para pagar su viaje”. Cuando el barco que los lleva teme ser descubierto los tiran al mar eliminando las pruebas de ese comercio ilegal.
El comercio ilegal es perseguido y castigado: el comercio de seres humanos y el de drogas. Sí, es la ley. Pero como produce muchísimo más el petróleo que la persecución de hombres de negocios descarriados (que practican el libre comercio con personas) se invierten millones en guerras cuyas utilidades son también de millones mientras que la persecución del comercio de personas no produce nada.
Millones de seres humanos de color oscuro sufrieron durante mucho tiempo horrores indecibles que no sería de buen gusto describir porque la humanidad, aquí y en otros países, es muy delicada. Delicada no en lo que hace, sino en lo que cuenta o permite contar, lo que facilita mucho hacer cualquier cosa, por horrible que sea, en la seguridad de que nunca se publicarán los detalles.
Después de mucho tiempo de angustias, de torturas y de crueldades se dio libertad a aquellos humanos oscuros que se habían cazado como a fieras en el continente africano para venderlos como esclavos. Pero la libertad no significó mucho: el deporte de fin de semana en muchas localidades de Estados Unidos (y esto es una verdad documentada y no una exageración) era linchar a un negro. Una multitud lo asesinaba para divertirse y los asesinos se retrataban junto al cadáver como si hubiesen cazado a una fiera. Esa bestial costumbre sirvió para probar el salvajismo de aquel pueblo.
Más tarde los negros no podían ir a un cine más que al lugar especial para ellos, el más lejano de arriba, ni entrar a un café o a un restaurante, ni ir los niños negros a las escuelas de niños blancos ni… Hasta que un día una afanadora negra llamada Rosa, que volvía agotada de su trabajo, se negó a sentarse en el autobús del lado de los negros y por ello fue encarcelada. Y un hombre, Martin Luther King, encabezó una lucha por los derechos civiles y fue asesinado. Los negros seguían siendo discriminados.
Los Estados Unidos de Norteamérica son una nación muy especial, capaz de genocidios como el de los sioux, y capaz también de la mayor grandeza moral en determinadas circunstancias.
Y acaban de demostrarlo cambiando la historia.
La suya y la del mundo.
Han elegido Presidente a Barak Obama.
Juan Miguel de Mora. Ciudad de México.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Noviembre 2008.