Lula ¿conservador o progresista? – por Edmundo Fayanás

Entre 1950-1980 Brasil creció a ritmos muy fuertes, como casi toda Latinoamérica. Sin embargo, en el periodo 1980-2003, donde se aplicaron las políticas neoliberales en el “llamado consenso de Washington”, mientras el promedio del crecimiento fue del 2,3% el ritmo del crecimiento poblacional era del 1,8% anual, por lo que la renta per cápita disminuyó y aumentaron los problemas de la pobreza en la región

En el año 2000, había en Brasil cincuenta millones de personas que vivían por debajo del umbral de la pobreza, y de ellos, veinte millones vivían en la máxima pobreza. Brasil cuenta con el 5% de la población más rica y está entre las más ricas del mundo, pero a la vez el 5% de su población está entre los más pobres. Estos datos señalan, que uno de los grandes problemas del Brasil actual es la desigualdad y la injusticia social.

Los dos últimos presidentes democráticos, Fernando Enrique Cardoso (conservador) y Luiz Inacio Lula Da Silva (de izquierdas) han coincidido en sus planteamientos ya que ambos consideran que el futuro brasileño pasaba por intentar la estabilidad económica y después el crecimiento con estabilidad y responsabilidad. Es decir, primero crear riqueza y después repartirla. Este criterio es la primera gran crítica que se le debe de hacer al presidente Lula, pues ha primado el crecimiento sobre el reparto.

Las grandes cifras macro-económicas de Brasil se han cuadrado muy bien, veamos algunas de ellas. Brasil tenía, en el año 1986, una inflación del 150%. En el año 2000 llegó al 7% y en el 2007 se redujo al 3,6%, lo cual significa un éxito evidente de las políticas inflacionistas desarrolladas por los gobiernos brasileños. La deuda pública era de 100.000 millones de dólares, en el año 2001, y el stock de la deuda exterior estaba entre cuatro y cinco veces el valor de las exportaciones anuales brasileñas. En el año 2008, la deuda neta brasileña está ya pagada y por ello Brasil dispone de mucha facilidad para acudir a los mercados nacionales e internacionales de capitales. Entre los años 2004-2008, Brasil ha recibido 115.000 millones de dólares de inversión directa del exterior.

El cambio monetario del real ha pasado de 3 reales por dólar, en el año 2003, a 1,6 reales por dólar en el 2008. Su balanza comercial favorable ha oscilado entre 30.000-45.000 millones de dólares anuales, con un espectacular crecimiento de las exportaciones. Esto es debido a la diversificación productiva que han conseguido los brasileños y al aumento muy importante de su productividad y competitividad.

Sin quitar importancia a ciertos logros sociales importantes de Lula, como son la mejora de la situación de vida de 16 millones de brasileños que se hallaban en la pobreza. En sus seis años de gobierno se han creado unos nueve millones de puestos de trabajo y el salario mínimo ha pasado de 139 reales a los 415 reales. Pero no todo es oro lo que reluce en Lula.

La situación económica que ha conseguido Lula ha sido aceptada por todos los organismos internacionales y la banca mundial. Hay una frase de Lula que dice “nunca los ricos ganaron tanto y nunca los pobres mejoraron tanto su vida”. Pero cabe decir que nunca las oligarquías brasileñas y los bancos ganaron tanto dinero como con Lula. Hay que recordarle que cuanto más gana el capital especulativo como el mencionado, menos recursos hay para favorecer el desarrollo, para crear riqueza, para generar empleo y disponer de fondos suficientes para la realización de políticas sociales.

La política económica desarrollada por el presidente Lula, ha provocado la consolidación del capital financiero especulativo, que es el menos productivo posible. Da independencia al Banco Central brasileño, lo que provoca que no haya ningún control político sobre él y desarrolla políticas que favorecen a las clases poderosas. El Banco Central brasileño ha mantenido las tasas de interés más altas del mundo, atrayendo al peor capitalismo, e impidiendo una política social favorecedora del brasileño pobre. Dar independencia al Banco Central es hacer dejación de gran parte de su economía, lo que hace que los beneficios que produce, sólo una pequeña parte de ellos, sean destinados a políticas sociales solidarias. Lula se ha aliado con el gran capital exportador, fundamentalmente el agronegocio. De todo esto surgen varias críticas a su gestión:

Una escasa reforma agraria, que no ha solucionado los problemas agrícolas del país sino que los ha empeorado. No ha favorecido la economía agrícola familiar de pequeños y medianos productores, sino a las grandes compañías multinacionales agrarias. Además no ha trabajado para tener una seguridad alimentaría del país y está destruyendo muchísima biodiversidad con la potenciación de de biocombustibles.

Se ha favorecido a las grandes multinacionales por la forma de explotación de la tierra, por su carácter monopolístico, por la utilización de transgénicos sin ningún tipo de control y por el desarrollo alocado de producciones como la soja, encaminados a la producción de los biocombustibles a costa del Amazonas y de su biodiversidad, con todas las consecuencia medioambientales que supone cara al futuro.

Carece de una política medioambiental con el Amazonas y además está vendiendo los grandes recursos hídricos y energéticos a otras potencias, Estados Unidos, China. Ha dimitido su ministra de Medio Ambiente que era una garantía y símbolo de la conservación del Amazonas por su política de destrucción a esta zona.

Su política del agua es de aurora boreal por su desastre, pues siendo un país con grandes riquezas hídricas, las está destrozando, con planteamientos obsoletos y favorecedores del gran capital, como el trasvase del río San Francisco, o los proyectos faraónicos de embalses en el Amazonas, con la finalidad de producir energía barata que será utilizado para la transformación de minerales que son exportados a China o Estados Unidos. Mientras millones de brasileños carecen de agua potable en condiciones.

Lula se niega en señalar a los norteamericanos como cabeza del imperialismo mundial y no crítica los destrozos que esas políticas generan en el mundo actual, con guerras, miseria, degradación ambiental, especulación.

No ha fortalecido ni los movimientos sociales, ni a la sociedad civil, sino que con frecuencia se pliegan a los intereses de las clases dominantes.

Desde una posición progresista podemos valorar el gobierno de Lula con claroscuros, pues si bien en la macroeconomía sus resultados son magníficos, cuando descendemos a la microeconomía aquí las oscuridades son profundas y en muchos casos escandalosas, pues si bien ha habido una mejoría esta no ha guardado relación con los beneficios que han obtenido las clases dominantes. Las desigualdades sociales siguen siendo insoportables.

En otras políticas como las ambientales, hídricas, de derechos sociales y cívicos, los avances han sido escasos cuando no de retroceso. Uno esperaba bastante más de Lula. Ahora cabe pedirle que acelere los procesos sociales de apoyo a las capas pobres y que aplique una política real de defensa del Amazonas. Que piense en Brasil como un país de futuro y no sólo para salvar su presente como presidente.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Junio 2008.